Mostrando entradas con la etiqueta Pilar Quirosa-Cheyrouze. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pilar Quirosa-Cheyrouze. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de enero de 2020

El repartidor de niebla


Este artículo lo publiqué en el número especial de la revista literaria “Puerta de Purchena” dedicado a Pilar Quirosa – Cheyrouze, de cuya muerte se cumple un año.
Pilar Quirosa - Cheyrouze. Foto: Martínez Clares.
Los partos son un capricho de la biografía: que uno nazca, por poner el caso, en el Tetuán del medio siglo; que tu nombre descanse sobre un pilar indestructible; que algunos de tus apellidos se peinen a lo garçon; o que tengas que llegar hasta un rincón de un país arrinconado para iluminar todas sus sombras con la luz de tu palabra, lo confirman. Por eso, desde aquel primer aliento africano el porvenir tuvo que aliarse con el azar para que Pilar Quirosa-Cheyrouze acabase siendo, con el tiempo, una poeta de la ciudad celeste. Pilar ha sido -disculpen si, como a mí, les resultan odiosas algunas formas del pretérito- una luz en esta ciudad de la luz. Ha sido una luz sin haber tenido nunca la vocación de serlo, sin haberse alistado en corriente alguna ni haberse bebido los posos de todas y cada una de las generaciones a las que ha sabido sobrevivir, sin necesidad de controlar los medios ni de echar las redes ni de ensayar su inenarrable sonrisa ante el espejo. La sonrisa de Pilar siempre estuvo en su mirada. Y, para eso, no hay ensayo ni método ni Stalisnavsky que valga. Tiene gracia que, sin haberlo pretendido nunca, Pilar Quirosa-Cheyrouze haya marcado la vida literaria de nuestra ciudad durante los últimos lustros. Tiene gracia porque Pilar nunca conoció el divismo. Tampoco lo buscó. No se puede buscar lo que no se conoce. La especialidad de Pilar, en cambio, siempre fue el amor humano. El amor por los errabundos, por los náufragos y por las causas perdidas que, por cierto, son las únicas que a todos nos conciernen. Pero más allá de su poesía social, comprometida y humanista, yo, como otros muchos, tengo que agradecerle en primera persona su capacidad de entrega a los demás. ¿Quién se acordará ahora de nosotros? ¿Quién nos llevará de la mano a todas partes, nos reunirá y pondrá nuestros versos frente a frente? ¿Quién presentará nuestros libros y nos dedicará unas líneas en la prensa? ¿Quién de entre vosotros hará tanto por nosotros sin pedirnos nada a cambio? Llevo a cuestas la certeza de no haber estado nunca a la altura de las atenciones de Pilar, de no haber sabido responder a su asombroso amor humano. El amor como antídoto contra el veneno de la vanidad. A ese amor dedicó Pilar Quirosa-Cheyrouze toda su vida y, por vergüenza torera, toda su obra. A ese amor que en ella discurrió sin arquetipos ni fronteras, libre como un viajero que surcase el tiempo de los momentos inolvidables, de los relámpagos de la memoria, de los instantes eternos que subsisten -todavía, y ya para siempre- asociados a una canción, a una mirada o a una luz. A su luz. Nuevamente. A su luz que reinaba sin trono en la ciudad republicana de la luz. Tal vez por eso Pilar llenó, desde un principio, sus poemas con imágenes enamoradas y, por ende, también su lenguaje se enamoró de la memoria y de la desmemoria y del paisaje que es el escenario donde todo sucede y todo se olvida. Me refiero al paisaje sin pasión costumbrista alguna, huyendo de la perspectiva romántica de aquellos viajeros románticos que alguna vez tuvieron a bien visitarnos, sino como el único agente que es capaz de moldear los caprichos primeros de la biografía y, a la vez, dejarse hacer. Porque el paisaje sólo existe en los ojos de quien lo mira y Pilar Quirosa-Cheyrouze ha mirado y ha escrito el paisaje de esta tierra y, con ello, le ha dado forma. Jamás el estío fue tan llevadero como entre sus palabras. Poco a poco me voy acercando a la Pilar que yo conocí: el azar, la bondad, el humanismo, el entorno, la memoria. Pero no todo es pretérito en la extensa obra de nuestra poeta. Mirar al firmamento es una manera audaz de mirar hacia el futuro y, a Pilar, siempre le fascinaron los astros. Desde un principio o desde Orión -si así lo prefieren-, Pilar Quirosa-Cheyrouze intuyó que no somos más que el tiempo que nos queda y, tal vez por eso, pese a que su obstinada memoria de poeta se siguiese preguntando libro a libro por aquella niña que se asustaba de las monjas en un colegio de Tetuán, escribía sus poemas desde el presente y sólo para el presente. Porque sus versos no debían ser inútiles, porque la poesía debe servir para algo aunque todavía no sepamos exactamente para qué, los poemas de Pilar siempre nacieron con un fin. Unas veces lo hacían para curarla/curarnos de la enfermedad; otras, del desamor; algunos, incluso, hubo que la/nos salvaron de la muerte. El poeta siempre experimenta en sí mismo las pócimas que sospecha universales. Para ello, el hada de las letras del Sur velaba sus armas en su casa de la Avenida Madrid. Las velaba hasta pulir el estilo que después habría de definir cada uno de sus libros. Cada uno de los libros que ahora, mientras escribo, sostienen los anaqueles más queridos de mi estantería. Avenida Madrid. No en vano ése es el nombre de su tercer poemario, un nombre que ha adquirido, con la ausencia de su luz, el tacto de sus rutinas más preciadas. Hoy, ese título me sobrecoge. No es necesario que incida en ello. Ustedes entenderán perfectamente el porqué. Los mejores libros de poesía sirven, sobre todo, para manifestar la intimidad cósmica de sus poetas. Esta noche, sentado entre recortes de prensa que gritan su nombre, siento que a Pilar le quedaba toda la vida por delante y que los astros, esos cuerpos luminosos a los que tanto quiso, se la han arrebatado. Este desenlace ha sido, sin duda, otro maldito capricho de la biografía. Desde este enero oscuro, ya sólo quedarán el recuerdo de su luz paseando entre la luz de una ciudad iluminada, y el olvido, y el paisaje que trazaron sus ojos y sus palabras, y un incierto porvenir, y el privilegio de existir para siempre entre las páginas de un libro. Allí, abrigada por sus versos, rodeada de sus palabras amadas, entre los suyos, puede descansar tranquila mi amiga Pilar Quirosa-Cheyrouze porque esta noche, mientras le escribo estas líneas inútiles, me cuentan que en su Avenida Madrid ya sólo se escucha al repartidor de niebla. 

miércoles, 16 de enero de 2019

El instante de dilapidar un sentimiento

Leí este escrito en la clausura de la Feria del libro de Almería de 2017, durante el homenaje que algunos amigos tuvimos la ocasión de brindar a Pilar Quirosa-Cheyrouze. Hoy, al releerlo, echándola en falta desde hace unas horas, he decidido llevarle la contraria a Joan Manuel Serrat. Me refiero a que Serrat, en su última gira, ha cambiado los tiempos verbales de algunas de sus canciones. Las ha llevado desde el presente hasta el pasado. Eso ha hecho. Argumenta Serrat que se trata de canciones que hablan de personas que ya no están. No estoy de acuerdo con él. Tampoco estoy en lo cierto. Simplemente, creo que uno de los dos nos hemos equivocado. Yo no pienso cambiar la voz del verbo en este escrito. No pienso hacerlo porque Pilar sigue aquí. Sigue aquí jugueteando con las palabras que leo. Las palabras que ahora vas a leer tú. Sigue aquí, aunque no lo hayan querido los astros.

Foto de Emilia Recio.


Buenas noches. Es un placer estar aquí, con todos vosotros, en este acto de la Feria del libro de Almería. Un placer que le debo a una nueva llamada de Pilar, una más de las innumerables muestras de confianza y afecto que siempre he recibido de ella, de esta poeta almeriense que todavía se pregunta en su último libro, Memorial shadow, cuánto queda de aquella niña que se asustaba de las monjas en un colegio de Tetuán. Desde allí, desde ese lejano continente que tenemos a la vuelta de la esquina, llegó a esta tierra de luz meticulosa, y es aquí donde Pilar se estableció para desarrollar la mayor parte de su trayectoria poética. No es un capricho de este poeta caprichoso el situar a Pilar, en primer lugar, en un espacio geográfico concreto, porque me atrevo a afirmar que la obra de Pilar Quirosa Cheyrouze sería completamente diferente si el destino no le hubiese reservado un encuentro con Almería. El contexto determina la obra de cualquier creador y esta tierra se ha convertido en un escenario natural sin el que no se entenderían el lirismo, la cadencia y el aroma de los versos de Pilar. A nuestra poeta, por esta confluencia irrenunciable de espacio vital y espacio poético, se le acumulan versos de esta calaña:

Y, sin descanso, costea mi frente el mar.

Ese Mediterráneo antiguo, con su rito incansable del agua, que empapa nuestros mejores recuerdos, que fluye en la intensidad de los días azules, llegando a nosotros a través del oleaje de la memoria. Un mar que refresca este presente a veces ingrato, tan rutinario, acostumbrados, como estamos, a bañarnos en la bajamar de cada día. Porque la poética de Pilar zarpa desde las desavenencias con la rutina, como un barco de versos que, para encontrar la perspectiva adecuada, tuviese que surcar, a diario, las aguas de nuestra bahía; un barco pilotado por una mujer que es capaz de edificar un mundo nuevo a partir de los restos del naufragio; un barco cargado de futuro pero capaz de transportar las mercancías del pasado; un barco que avanza sobre el mar deformando el reflejo caprichoso de los astros, de ese cosmos que tanto fascina a Pilar; un barco cuyo rumbo se pierde en el devenir borroso de la línea del horizonte, del mismo modo que se van perdiendo lentamente las siluetas de todos cuerpos celestes al amanecer. Y, desde la cofa, Pilar anota versos en su libro de presas, versos que son, ante todo, un brindis a la luna, versos que nos guían entre las lecturas recurrentes, las músicas compartidas, los nombres de las hijas que no tuvimos, los territorios amados del pasado, los lugares que no habremos de volver a pisar aunque sigamos codiciándolos entre preguntas, rabia y nostalgia. Es la suya una poética de momentos inolvidables, de palabras atrapadas por la tela de araña del recuerdo, de preguntas retóricas para las que no hallaremos respuesta ni falta que nos hace, porque nadie necesita saber por qué es tan triste la memoria de los recuerdos felices aunque se lo pregunte a diario.

Marinera en un barco hacia la nada. Pero también maestra. Maestra de poetas -amiga, Pilar-, maestra de compañeros en esta locura de la palabra, porque eres el más claro ejemplo de que los verdaderos poetas no conocen el divismo. Me refiero a esos poetas que sin pretenderlo nos orientan y enriquecen al resto, los poetas que dan ejemplo porque saben perfectamente que ser un espejo para los demás no es la mejor manera de influirles sino más bien la única.

Hay, además, por último, algo que me encandila de la escritura de Pilar: Pilar escribe con la rebeldía de quien no acata el destino, tal vez porque está harta de que el tiempo se lo lleve todo. Hasta tal punto que, en su último libro, ha querido regalar la actualidad a sus instantes más preciosos, esos instantes que pelean por no desprenderse de su memoria, y lo ha hecho puliendo su estilo y su escritura, llegando a la conclusión de que, si los verbos son acciones en el tiempo, su ausencia, por tanto, concedería a la narración la plena atemporalidad, la vigencia más absoluta: matar el verbo para detener el tiempo. Cuánta lucidez, amiga. Por eso, por todos estos recursos de poeta rebelde que Pilar maneja con soltura -aunque Luis Antonio de Villena afirme que tu poesía se nutre del dolor-, leyéndote uno acaba convencido de que la Poesía puede vencer a la enfermedad, al desamor y a la muerte, de que tus palabras conservan el poder suficiente como para hacer que los versos, aunque sean oscuros en ocasiones, no nos oscurezcan el pensamiento ni el porvenir. No hay peligro con Pilar. Uno cierra sus libros con una sonrisa, porque se percibe mucha claridad entre sus sombras. Tus poemas constituyen el perfecto “habitáculo de los instantes que regresan”. Leyéndolos, uno descubre que Pilar tiene la virtud de decir las cosas con la sinceridad que otros ya vamos perdiendo y, por su boca eternamente joven, nos preguntamos:

Cómo escribir un poema
esperando el regreso de la luz,
la única estancia habitada.


Amiga Pilar, ya se acaba el mes de abril, ese mes que todos quisiéramos robar para guardarlo en casa, a nuestro lado, entre nuestras cosas más preciadas y nuestras preocupaciones más inoportunas, y yo imagino que tú lo despedirás desde tu torre vigía, esa habitación iluminada por el retorno perecedero de los recuerdos, donde aguardas “el sol de la medianoche” para atraparlo en una hoja en blanco, la hoja donde quedarán por siempre tu espera, tu memoria y tu palabra. Gracias a estas tres cosas que pueden parecer insignificantes, a estas guaridas inexpugnables del poeta, siempre te anticiparás a todos los naufragios que habrán de llegar, porque no en vano viajas en un barco que surca la bahía dejando una estela de versos tan infalibles como éste:

Ésta es la hora
así lo han querido los astros,
el instante de dilapidar un sentimiento.

miércoles, 7 de junio de 2017

Sinfonía del abismo

Hay reseñas que constituyen un poema por sí solas. "Lo que mirarán tus ojos" en Foco Sur, bajo la batuta de Pilar Quirosa Cheyrouze. No tengo palabras para agradecérselo lo suficiente.

viernes, 17 de febrero de 2017

Presentación de "Memorial Shadow"

Pulsa sobre la imagen para acceder a las fotografías.

Anoche, pasamos un rato estupendo en la presentación del libro “Memorial Shadow” de la amiga Pilar. La presentación, magnífica, corrió a cargo de Manuel Cruz García. Os dejo también la reseña que le escribí, en su momento, en La Galla Ciencia. 

lunes, 28 de noviembre de 2016

Memorial shadow

Memorial shadow, de Pilar Quirosa Cheyrouze (Editorial Nazarí, 2016).

Aunque desde el principio supe lo que contenía, no abrí el paquete postal hasta la mañana siguiente. Por eso, cuando Memorial shadow (Editorial Nazarí, 2016) -el último y flamante libro de Pilar Quirosa Cheyrouze- emergió de entre los cartones, ya llegaban a través de la prensa digital los primeros rumores que anunciaban la muerte de Leonard Cohen. Cerré la web de elpais.com y abrí, como siempre hago antes de comenzar un libro, unas páginas al azar. Allí, en un verso premonitorio, estaba la respuesta a ese desangelado amanecer: la vida en un epitafio.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

Valle de Lanz (II)

El próximo miércoles 30 de septiembre, dentro del programa Letras Capitales del Centro Andaluz de las Letras, Pilar Quirosa Cheyrouze leerá varios poemas de su último libro Valle de Lanz (Ánfora Nova, 2014). Será en la Biblioteca Pública Provincial Francisco Villaespesa a las 20:00 horas.
Pilar no pertenece a ninguna corriente, a ninguna generación (tiene la sana costumbre de transitar por todas a través de los años); Pilar no controla los medios, no echa las redes; Pilar no busca adeptos, simplemente disfruta de sus amigos; y, pese a ello, ha marcado la vida literaria de Almería durante los últimos lustros.
Yo, de ustedes, no me lo perdería.
Sitio web de la imagen: Veloz quietud del centro (Gentileza de Pepe Criado).

Recital poético de Pilar Quirosa:
Dentro del ciclo Poeta de Guardia en La Oficina Producciones Culturales, calle de las Tiendas, 26 (Almería).  Fue emitido en Candil Radio (87.6 FM) en el programa Malanoche.

martes, 19 de mayo de 2015

El coraje, todavía

Poeta del instante, / se han parado las horas”.
Pilar Quirosa - Cheyrouze

Los partos son un capricho de la biografía: que uno nazca, por poner el caso, en el Tetuán del medio siglo; que tu nombre descanse en un Pilar; que algunos de tus apellidos se peinen a lo garçon; o que tengas que llegar hasta un rincón de un país arrinconado para dar forma a las sombras con la luz de la palabra, es buena prueba de ello. Desde el primer instante, el porvenir se rinde al azar y sólo un cúmulo de casualidades pudo conseguir que Pilar Quirosa - Cheyrouze (Tetuán, 1956) sea una poeta de Almería,  pues, aunque llegase aquí después de un cierto periplo vital, ha sido en esta tierra de luz meticulosa donde ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria poética. Y esta tierra, que es una madre severa moderada por la luz tierna de la historia, una pasión extrema en la que el sol asfixiante invita a desprenderse de todo lastre, se ha convertido en el escenario natural que determina el lirismo, la cadencia y el aroma de sus versos. Pilar que nos escribe “Y, sin descanso, costea mi frente el mar”. Ese mar antiguo, el rito inextinguible del agua, los tiempos ancestrales; el Mediterráneo empapando cada uno de sus recuerdos, fluyendo en la intensidad de los azules, llegando a nosotros a través del oleaje de la memoria; y el presente que nos parece un baño de sal en la bajamar de cada día.

Pie de foto: Pilar Quirosa-Cheyrouze. Martínez Clares, 2014.

Pilar Quirosa en La Galla Ciencia.

lunes, 18 de mayo de 2015

"Reflejos de Al-Mariyyat"

El pasado viernes, se inauguró la exposición fotográfica de Blas Fuentes en el Centro de Interpretación Patrimonial de la Ciudad de Almería. La muestra incluye 16 fotografías que difunden los principales restos árabes que se conservan en nuestra ciudad. Cada instantánea está acompañada de unos versos alusivos escritos por autores almerienses y coordinados por la poeta Pilar Quirosa-Cheyrouze. Les enumero los escritores que hemos puesto letra a las fotografías de Blas Fuentes: Mario Sanz, Juan Pardo, Rafael Leopoldo Aguilera, Pilar Quirosa-Cheyrouze, Miguel Ángel Blanco, Alfonso Viciana Martínez-Lage, Juan José Ceba, Javier Irigaray, Andrés García Lorca, Yolanda Cruz, Jesús Muñoz, Manuel Gila, Juan Herrezuelo, Elodia Ortiz, José Luis Bretones y yo mismo. Las imágenes de Blas se merecen una visita. No se la pierdan si andan cerca de aquí.
Por otra parte, la muestra del fotógrafo almeriense ha tenido bastante reflejo en la prensa local. Les dejo algunos enlaces:

Pie de foto: Una de las imágenes incluidas en la exposición "Reflejos de Al-Mariyyat" de Blas Fuentes.

viernes, 30 de enero de 2015

A no ser que ya estés muerto

Tiene razón Neuman: el español es un idioma que le queda grande a España. Lo dice sin ánimo de ofender pero con la suficiente insolencia como para que nos lo planteemos, porque para eso escribe sus barbarismos, para darnos una bofetada de bendita realidad, una bofetada que no duele lo suficiente porque se da con cierta ironía, una bofetada de las que te hacen sonreír a no ser que ya estés muerto.
Llegó acompañado de Miguel Ángel Muñoz. Abrazos, sonrisas, cruces de miradas. Te conozco. Te recuerdo. Una vez jugué contigo al billar. Fue después de aquella lectura. Hace mil años o ayer, en una ciudad parecida a esta, porque todas las ciudades se parecen un poco al anochecer, después de la Poesía. Se diría que la gente que se cruza con Neuman se queda un poco en Neuman, apresada fugazmente en imágenes también fugaces, ecos de mil lugares que, ensamblados, conforman una memoria portentosa, una memoria que nunca se rinde a no ser que ya estés muerto.
Neuman, mientras lee, mira a su público porque su público también le mira, y la mirada, cuando se comparte, es el lenguaje más universal. Once años después regresa a Una vez Argentina (Alfaguara, 2014). Revisada. Reescrita. Ampliada. Devuelta a la vida, porque los libros no deberían cerrarse nunca, deberían seguir creciendo mientras su autor tenga algo que añadir, y siempre hay algo que añadir a no ser que ya estés muerto.
Neuman es un tipo sorprendente, un pequeño genio maligno que borda y desborda el lenguaje, que a nadie deja indiferente. Ácrata, imprudente y agudísimo, absolutamente heterodoxo -qué precisa descripción de Amalia Bulnes-, de niño creía vivir en un cuento de Cortázar, creía que la famélica puerta de su hogar separaba los dos mundos conocidos, Argentina y España, memorias fronterizas en una niñez transatlántica, escenarios delimitados tan sólo por los enormes centímetros que también separan el norte del sur, el hambre de la opulencia, o la verdad de la mentira. La puerta que nos separa de la otra parte de nosotros, esa que todos ocultamos a no ser que ya estés muerto.
Neuman, Muñoz, Quirosa-Cheyrouze, Herrezuelo, Iglesias. Salimos de la Villaespesa sin tener claro dónde sorprenderá la noche a los poetas -cómo puede saber alguien que es poeta, cuáles son los indicios que le empujan hacia esa certeza-. Lennon es un mito. McCartney era el verdadero artista. Con la luz, arriamos también las pocas banderas que nos quedan y, en medio de la despedida, Andrés le pide prestados unos cuantos centímetros a Juan, unos pocos solamente, los precisos para poder mirarle a la cara. Acuerdan que los plazos de entrega sean anuales, lo que igualaría sus alturas al cabo de unos pocos años. Ambos, sin proponérselo, acaban de escribir un cuento frágil, perfecto, un cuento que tal vez nadie depositará sobre un papel. Alguien nos recuerda que se hace tarde para casi todo. Les dejo prestándose esos centímetros de más, o de menos, y me pregunto quién podría negarse a tomar unas copas con esos tipos. Quién. A no ser que ya estés muerto.
Pie de foto: Presentación en la Biblioteca Francisco Villaespesa de Una vez Argentina (Alfaguara, 2014). Andrés Neuman y Miguel Ángel Muñoz, durante la lectura.

La magia de las palabras, entrevista a Andrés Neuman.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Valle de Lanz

El viernes, ante nuestros ojos, nació Valle de Lanz (Ánfora Nova, 2014), la última propuesta poética de Pilar Quirosa Cheyrouze (Tetuán, 1956). Nada nos cogió por sorpresa porque algunos de los versos del poemario ya nos anticipaban lo que allí iba a suceder: “Poeta del instante, /se han parado las horas”.
Autora de más de una decena de libros, Pilar, que se confiesa una poeta del amor humano, un amor sin arquetipos ni fronteras, da con Valle de Lanz otra vuelta de tuerca a su dilatada poética, obteniendo unos poemas absolutamente personales que nos narran momentos inolvidables como si fueran relámpagos de la memoria, instantes siempre asociados a una canción, a una mirada, a una luz. Esta reubicación tan íntima del tiempo hace que sus versos, plagados de imágenes y cuyo lenguaje está determinado por el entorno ecológico, disfruten de una emoción que se agarra a confidencias como ésta:
Parece que fue ayer, Vanessa, cuando / en el lejano recorrido pensábamos / que algún día te llamaríamos por tu nombre”.
Tan receptiva y terrenal como siempre, Pilar leyó una amplia serie de poemas y yo, ya entrada la noche, me marché de allí prometiendo hacerle caso: “Duerme tranquilo, / sólo se escucha al repartidor de niebla”.
Pie de foto: Pilar Quirosa Cheyrouze durante la lectura. Martínez Clares, 2014.

PoetiCAL: Pilar Quirosa Cheyrouze leyendo “Hypatia”.


martes, 2 de septiembre de 2014

El coraje, todavía (y II)

Pilar es, además, de ese tipo de poetas que sin pretenderlo nos orientan y enriquecen al resto. Pero ella nos enseña como lo haría un verdadero docente: predicando con el ejemplo. Nos lo decía Luis García Montero en su última visita, ¿lo recuerdas, Pilar? Nos decía que no es bueno escribir del amor cuando uno está locamente enamorado, o abandonarte al dolor de los versos más trágicos cuando el drama oscurece tu vida, cuando nos bañamos diariamente en el gris del agua. Es mejor escribir con perspectiva, dejar madurar esos sentimientos irrevocables, dar vida a las palabras desde la contención, porque es ahí donde radica la emoción de un poema, en ese poder y no querer que tanto cultivó Rafael el Gallo o en el decoro de aquellas lágrimas que se atrincheraban en la garganta de Katharine Hepburn únicamente para que le vibrase la mirada. Es éste uno de los pocos principios poéticos que aún respeto y, ciertamente, lo aprendí leyéndote, leyendo ese dolor del que afirma Fernando de Villena que se nutren tus versos, el dolor que siempre queda como rastro inquebrantable del tiempo al pasar, un dolor que en tus poemas apenas nos duele porque lo vistes con el lirismo emocionante, dulce, de la añoranza. Porque es la suya una poética de momentos inolvidables, de palabras atrapadas por la tela de araña del recuerdo, de preguntas retóricas para las que no hallaremos respuesta ni falta que nos hace. Porque cómo explicar que el amor, antes de morir, reserva un palco en el teatro de la memoria o que la intemporalidad es propia de las peores atrocidades humanas.
Pero, del mismo modo, esta nostalgia de Pilar siempre mira hacia delante desde su torre vigía y nos acompaña sin hacer demasiado ruido, sin oscurecernos el pensamiento ni el porvenir.  Por eso, me gusta que las tardes me sorprendan acariciando alguno de sus libros. Percibo, a tientas, mucha claridad en ellos. Otras veces, me anochezco, me demoro, me sumerjo tercamente en las playas de sus poemarios porque esas secuencias de poemas constituyen el perfecto “habitáculo de los instantes que regresan”. Leyéndolos, uno descubre que Pilar tiene la virtud de decir las cosas con la sinceridad que otros ya hemos perdido y, por su boca, nos preguntamos: “Cómo escribir un poema / esperando el regreso de la luz, / la única estancia habitada”.
Afuera siempre es otoño y debe llover, pero yo imagino a Pilar escribiendo en una habitación iluminada por el retorno perecedero de los recuerdos, nadando contra las olas, aguardando “el sol de la medianoche”, y me pregunto si no serán la espera, la memoria, la palabra, las únicas luces que nos quedan. Gracias a ellas, a esas guaridas inexpugnables del poeta, Pilar se anticipó a todos los naufragios que habrían de llegar y ahora, como Hypatia -aquella primera Mujer a la que dedica un último poema- nos espera serenamente entre versos infalibles porque “ésta es la hora/ así lo han querido los astros,/ el instante de dilapidar un sentimiento”.
Y hoy, aquí, siento –amiga, Pilar- que, pese a todas las cosas que nos ha ido quitando la vida, seguimos atravesando la arena de los días, leales como siempre a la inercia de la espuma, al balanceo de las olas, a la embaucadora luz del horizonte, porque aunque muchos lo duden nos queda el coraje, todavía.
Pie de foto: Pilar Quirosa con Fernando Barrionuevo, del Mediterráneo Centro Artístico (MECA).

lunes, 1 de septiembre de 2014

El coraje, todavía (I)

III Encuentro Nacional de las Artes y de las Letras del Mediterráneo
Homenaje a Pilar Quirosa Cheyrouze

Nadie puede negar que Pilar Quirosa es nuestra poeta de Almería, aunque llegase aquí después de un cierto periplo vital. Nadie puede negarlo porque ha sido en esta tierra de luz meticulosa donde Pilar ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria poética. Y esta tierra, que es una madre severa moderada por la luz tierna de la historia, una pasión extrema en la que el sol asfixiante invita a desprenderse de todo lastre, se ha convertido en el escenario natural que determina el lirismo, la cadencia y el aroma de sus versos. Pilar que nos escribe “Y, sin descanso, costea mi frente el mar”. Ese mar antiguo, el rito inextinguible del agua, los tiempos ancestrales. El Mediterráneo empapando cada uno de sus recuerdos, fluyendo en la intensidad de los azules, llegando a nosotros a través del oleaje de la memoria. Y el presente que nos parece un baño de sal en la bajamar de cada día.
Pilar Quirosa es una de esas poetas de extensa producción que han sobrevivido, pese a todas las inclemencias sociales y culturales, a la desaparición de las clases medias literarias, y que continúan en la brecha en unos tiempos en que publicar un libro te puede salir muy caro. Y esto no es ninguna metáfora. Es, además, una persona que se ha implicado, desde siempre, en la vida cultural y social de esta ciudad, hasta tal punto que, con frecuencia, no resulta fácil discernir cuál es la vida cultural de Almería y cuál la de Pilar Quirosa.
Decidme si no es verdad: Pilar siempre nos recibe con una sonrisa inabarcable. Se diría que los verdaderos poetas no conocen el divismo. Y, a partir de ahí, todo resulta emotivo porque por fortuna todavía quedan personas como Pilar, personas a las que alguien les regaló esa chispa que prende la llama inefable de una emoción, el fuego alucinado de la Poesía. Para mí es un placer escucharla en cualquiera de sus vertientes: cuando nos presenta al autor de turno con devota admiración, en la mayoría de los casos, y, cómo no,  cuando es ella misma la que nos lee sus propios poemas (qué merito tiene leer bien un poema. No digo recitarlo. Hablo de leerlo bien. Leerlo como lo hace Pilar).
Pie de foto: Algunos de los participantes en el acto. Sitio web de la imagen.

viernes, 22 de junio de 2012

Tiempo de espigas

Pilar Quirosa - Cheyrouze nos regala un libro. 
Tiempo de espigas es ya una renovada ilusión para quienes conocemos a Pilar, porque somos conscientes de que el estío será más llevadero entre sus palabras. 
El lugar será la galería Alfareros de Almería. La cita a las 20 horas. 
Sería inconcebible no estar hoy junto a ella. Y yo no estaré. Pero, si alguien puede perdonarme, esa es Pilar. 
Te prometo que a las ocho detendremos los relojes para que comience un nuevo tiempo, un tiempo leonado de espigas. 
Pie de foto: Hacia el mar. Martínez Clares, 2010.

sábado, 11 de febrero de 2012

El coraje, todavía

Como siempre, nos recibió con una sonrisa inabarcable. Se diría que los verdaderos poetas no conocen el divismo.
Anoche, Pilar Quirosa Cheyrouze leyó sus poemas en AM Gallery ante la presencia totémica de Julio Alfredo Egea. (Qué merito tiene leer bien un poema. No digo recitarlo. Hablo de leerlo bien).
Entre vinos, rastreé la línea temática de su poética y supe que el paso del tiempo anida en sus versos. Es la suya una poesía de momentos inolvidables, de palabras atrapadas por la tela de araña del recuerdo: cómo explicar que el amor, antes de morir, reserva un palco en el teatro de la memoria o que la intemporalidad es propia de las peores atrocidades humanas.
Ya es tarde, pero aún acaricio uno de sus libros.
Hay mucha claridad en él: quizá Pilar se anticipase al naufragio que habría de llegar y ahora, como Hypatia -aquella primera Mujer a la que dedica un último poema- nos espera serenamente entre palabras infalibles porque "ésta es la hora/ así lo han querido los astros,/ el instante de dilapidar un sentimiento".
Pie de foto: Pilar Quirosa Cheyrouze y Julio Alfredo Egea durante la lectura. Martínez Clares, 2012.

viernes, 11 de marzo de 2011

La Noche

Cuando llegué, hablaban de la noche.
El menos demacrado opinaba que durante la noche aparecen urgencias que no pueden dejarse para mañana porque no serían entendidas al despertar. Añadió que le gustaba pasear la noche, trasnochar y perderse entre esas gentes que no tienen más mecenas que el anonimato, observar o acercase a otras soledades y, llegado el caso, beber de ellas.
El más joven, menos habituado a las oscuridades, se agarraba a los versos de Caballero Bonald para iluminar la noche: La noche no tiene paredes (Seix Barrall, 2009).
Pensé apostillar que, de noche, nunca se está a salvo de las pasiones porque -como bien escribe Pilar Quirosa-Cheyrouze- “el horizonte gris supone una antesala del deseo”. Pero preferí reservarme y me limité a pedir una ronda.
Anochecía.
Entonces, bebí y les planteé una adivinanza: ¿Cuál es el espejismo que crece bajo el influjo novelesco de la luna y se va muriendo con los primeros rayos del sol?
Pie de foto: Agorafobia. Martínez Clares, 2008.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Estela sur

Y paradójicamente marcó Benzema. Después, me demoré entre las luces del poemario Estela sur (Port Royal, 2010) de Pilar Quirosa-Cheyrouze, una secuencia de poemas que constituye el perfecto “habitáculo de los instantes que regresan”.
Pilar tiene la virtud de decir las cosas con la sinceridad que muchos ya hemos perdido y, por su boca, nos preguntamos: “Cómo escribir un poema / esperando el regreso de la luz, / la única estancia habitada”.
Imagino a Pilar escribiendo en una habitación iluminada por el retorno perecedero de los recuerdos y me pregunto si no serán la espera, la memoria, la palabra, las únicas luces que nos quedan.
Pie de foto: Tenebrismo. Martínez Clares, 2009.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Artículo en la revista Foco Sur

Radiografía del silencio
Por Pilar Quirosa Cheyrouze.
El primer poemario del escritor granadino José Luis Martínez Clares, representa el reflejo de una andadura que, como todo espacio vital, está llena de claroscuros a nivel vivencial y anímico. Un libro que contiene claves simbolistas, donde la metáfora goza de un gran juego poético, nacido para acrecentar el significado de la palabra y hacerla sustancial en el reflejo de esos extramuros de la conciencia que domina el poder de los silencios.
La memoria, los recuerdos, navegan por la cartografía de esa ausencia que deja entrever huellas erráticas, entre los parajes de la nueva sentimentalidad y el barroquismo por el que se trazan los cauces de un pasado irredento y un futuro inconsistente. Las batallas se libran desde la soledad de los cuerpos, donde las demoras son imprescindibles antes de alcanzar el ocaso de la luz, donde los imperativos llenan un espacio necesario para quien sabe que la vida es la expresión más alta de las estaciones del lenguaje.
El rostro se demora ante el cristal de una ausencia llena de soledades, y en ocasiones es demasiado fugaz la felicidad que se esconde tras una m mirada. Hay personajes que se mueven por túneles llenos de desencantos y regresan, una y otra vez, para recordarnos que, a veces, tan sólo existen vías muertas. El celuloide se encarga de revisar el fluir de un tiempo irrepetible, fijado para siempre en la retina. La mujer del cuadro, de Fritz Lang, o el recuerdo de los directores Billy Wilder o Dalmer Daves. Trasuntos de esa sentimentalidad rescatada de la pantalla, desde la tragedia bélica, impactante, como esa realidad ficcionada que nació un día desde El puente sobre el río Kwai, de David Lean.
La constancia literaria también está inmersa en el gusto por los clásicos o en la tragedia lorquiana representada por la arquitectura del Cortijo del Fraile, la narratividad expresa en cada secuencia compartida, la magia de un instante.
Detrás de cada historia, en sí misma, reaparece el componente del paso del tiempo envuelto en materiales de olvido. La historia íntima, peculiar, que se mueve, irredenta, hacia un camino de reconstrucción o fracaso. Así, Troya, en el vaticinio de Casandra.
Ese gusto clásico, en Tardes de silencio. Anuncio por palabras: “Se precisa cariátide/ para sustentar la bruma”. Una imagen que juega con la evocación, la construcción y el equilibrio, la geometría que se recorre con una mirada. El amor, origen y destino, el tren detenido, a veces, en los andenes de la memoria.
Artículos relacionados: El libro: Palabras efímeras Artículo diario IDEAL Presentación de Palabras efímeras Para comprar “Palabras efímeras

martes, 26 de octubre de 2010

Presentación "Palabras efímeras"

LA VOZ DE ALMERÍA. 26 de octubre de 2010
José Luis Martínez Clares lleva sus ‘Palabras efímeras’ a Diputación.
El salón de plenos del Palacio provincial acogió el pasado jueves la presentación del primer poemario del autor, un recorrido por el amor, el cine y el mundo de la noche.
EVARISTO MARTÍNEZ. REDACCIÓN.
Entre las 120 páginas de ‘Palabras efímeras’ (Instituto de Estudios Almerienses, 2010) asoman los trenes, José Tomás, la señorita Kubelik de ‘El apartamento’, la selva nocturna de los bares de copas, el Cortijo del Fraile y, por supuesto, el amor, chispa que enciende cualquier obra poética. “Es un universo muy variado. Estamos rodeados de estímulos, vivimos en un mundo muy globalizado con personajes del cine, de las letras, de los toros, que son un icono y nos impulsan a que sigamos escribiendo”, afirma José Luis Martínez Clares (Gor, Granada, 1972), días después de presentar, el jueves, su primer poemario en la Diputación provincial.
Residente en Roquetas de Mar desde 2002, donde ejerce como maestro, Martínez Clares estuvo muy bien arropado en la puesta de largo de ‘Palabras efímeras’ por la escritora Pilar Quisora-Cheyrouze (“estuvo estupenda como siempre, tiene muchas tablas y una sensibilidad especial”) y por el grupo musical Café con Leche (“se están ganando un sitio y le han puesto música a dos de mis poemas, por lo que les estoy muy agradecido”).
‘Palabras efímeras’ es, además de la primera publicación de su autor, su primer poemario. “Llevo un tiempo escribiendo poesía, desde hace un par de años. A través de la lectura de diversos autores, de su forma de interpretar la literatura, de su manera de acercarse a las preguntas de la existencia, he descubierto que tengo una vena poética más acentuada de lo que pensaba”, explica. La obra, además de un prólogo y un epílogo, se divide en cinco bloques en los que aparecen tres temáticas bien definidas: “Una está dedicada al amor, que lo puebla todo, otra al cine y otra a la noche y a las circunstancias que la rodean”. Tu pasión, como estos versos inconfesables,/ no tiene métrica, comienza ‘Los callejones de la pasión’. “Hablo del amor y del desamor, no como algo vacuo sino como algo tangible”. En los espejos rotos de la memoria / van muriendo todas las variantes de la inocencia, reza ‘El espejo de la señorita Kubelik’, inspirado en el inolvidable personaje encarnado por Shirley MacLaine en ‘El apartamento’ de Billy Wilder. “Los clásicos del cine son una inspiración, los guiones son otra forma de expresión literaria”. Muchas veces tragué la laguna de la noche / en el brebaje de la tarde siguiente, escribe en ‘Viernes de Babel’. “Hay grandes temas surgidos en la noche, con circunstancias tremendas, que pierden trascendencia cuando la noche va pasando y los ves desde otra perspectiva”. José Luis Martínez Clares practica, dice, la poesía de la experiencia. “Parto de mis propias vivencias para plantear interrogaciones que se corresponden con las incógnitas que siempre ha generado el hombre”. Preguntas que no siempre vienen acompañadas de respuestas. “El lector puede hacer suyo el poema, adaptarlo a sus circunstancias. Yo lo dejo abierto a la interpretación del lector”. ‘Palabras efímeras’ habla además de la memoria y la desmemoria (“el recuerdo es importante pero poco fiable”) y de la tierra (“en ‘Cortijo del Fraile’ hago referencia a mi pasión por ella, como escenario concreto, como experiencia propia que vamos viviendo”), siempre con una apuesta muy personal en el uso del lenguaje. “Las palabras dicen mucho más del significado que refleja el diccionario. No empleo un lenguaje barroco pero hay que tener en cuenta que la creación surge de la singularidad y ésta, por definición, es elitista”.
Pie de foto: José Luis Martínez Clares en la presentación del poemario. / J. GUERRERO LINARES

Artículos relacionados: El libro: Palabras efímeras Artículo diario IDEAL Artículo en la revista Foco Sur Para comprar “Palabras efímeras