Fotografía de Maribel García López. |
Maribel García López es una digna
heredera de Blas el Retratista. Tiene
esa agilidad compositiva que caracterizaba a Blas y que emana de una forma de
entender la fotografía con raíz en el francés Cartier-Bresson. Una agilidad que
no excluye la autoexigencia. La fotografía es una suerte artística de esencias
cinegéticas. Así, al menos, la entiendo yo: un fotógrafo, una cámara y una
calle llena de gente. El fotógrafo sale de caza armado hasta los dientes de
metáforas visuales. La vida cotidiana es su coto. Maribel, por ejemplo, ha
cazado al Patrón en pleno desempeño de su cargo. Es el día grande de las
fiestas y la gente ha aparcado el júbilo durante unas horas para adentrarse en
el campo de la devoción. La devoción emociona más que el júbilo porque requiere
de la contención. La contención emociona. Eso hace. Todo lo que callamos es lo
que nos hace ser lo que somos. Existe una devoción enorme por San Cayetano, aunque
sólo trabaje un día al año. Aquí, cuando me lea, me corregirá mi madre: San Cayetano siempre nos acompaña. Nos
arropa con su bandera a diario. Maribel ha dispuesto la escena con suma
maestría. Tan sólo dispone de unas décimas de segundo para cargar su cámara,
apuntar y abrir fuego. Esa es la agilidad compositiva a la que me refería antes.
Si falla, no tendrá una segunda oportunidad, porque la pieza es escurridiza.
Maribel ha invocado la presencia de tres elementos y los ha puesto a bailar una
danza cadenciosa: el patrón, la sombra, el farol. Ninguno de los tres puede
concebirse ya sin la existencia de los otros dos. Forman un triángulo amoroso. San
Cayetano sale muy guapo, como de costumbre, es un Santo de enorme atractivo.
Además, su figura está realzada por ese ángulo bajo que ha utilizado Maribel,
un ángulo favorecido porque el Patrón es llevado en andas por sus devotos. El
farol ilumina la escena. Caravaggio lo hubiese situado fuera de la misma, lo
hubiese puesto en un lugar imaginario desde el que llegase una luz focal al
rostro del Patrón, en un ejercicio perfecto de tenebrismo. Maribel, en cambio,
se vale de ese elemento para dar forma a esa brillante composición triangular,
minimizando con buena técnica el exceso de brillo que podría quemar la imagen. No
obstante, opino que el elemento decisivo de la escena es la sombra: no se trata
de una mala sombra granaína. Estamos
ante una sombra bellísima, una sombra que arropa a los otros personajes de la
historia, una sombra que oculta lo secundario y dirige nuestros ojos hacia los
lugares decisivos, una sombra con anatomía de toro noctívago que embiste a la
luz como si se tratase de una alegoría escrupulosa de nuestras fiestas.
Artículo publicado en el nº88 de Puerta de la villa. Agosto de 2018.