Veinticinco años. Siete días.
Cien salas. Se diría que estoy hablando de una condena, pero se trata más bien de
una magnífica e inusual noticia.
Si son ustedes de esos
afortunados que aún disfrutan de un cine en su provincia de residencia, lleven
a sus vástagos a ver Cinema Paradiso
y regálenles, de esta manera, la chispa que podría prender la llama de una
pasión.
Ah, y no concedan demasiada importancia a esos
comentarios que, con motivo de su regreso a las carteleras, atribuyen a la
cinta de Tornatore la inconsistencia de poseer una trama excesivamente simple
(qué pensaría de este exceso un genio como Hitchcock que redujo sus tramas a la
estúpida categoría del MacGuffin). Si
la historia es sencilla es porque la película nos cuenta únicamente que el
cine, como la vida, se reduce a una armoniosa sucesión de besos rotos.
Pie de foto: cartel de Cinema Paradiso.