Su padre vaticinó su absoluta
inutilidad -“Este chico morirá cubierto
de piojos”-, pero con el paso del tiempo se permitió el lujo de declarar
incompetentes a sus profesores: “Como los
profesores todos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando son
incompetentes para juzgarme, yo, Salvador Dalí, me retiro”. Así consta en
el expediente académico de este genio al que le pusieron el nombre de un
hermano muerto. Todas sus “ex-cen-tri-ci-da-des”
no tuvieron otro fin que informar a sus padres de que él era muy diferente al
difunto Salvador.
Siempre tuvo claro que, si
ardiese El Prado y él tuviese la ocasión de rescatar una única cosa, habría
salvado el aire contenido en ese espacio maravilloso de Las Meninas. De esa
devoción por Velázquez, se derivan las siete palabras con las que resumió su propia obra: “La personalidad es absolutamente
imposible de evitar”.
Pie de foto: Dalí.