Su historia, narrada en un hermoso español con sabor, arranca en abuelos emigrantes y trabajadores, una familia humilde pero que apreciaba los libros. Nos cuenta cómo compartía libros, ella ya en la facultad, con su abuela, de quien más tarde descubrió artículos regularmente publicados en un periódico local con textos reivindicativos por los derechos de las mujeres.
Nos habla, uno por uno, de sus abuelos y de sus padres al hilo de libros y más libros. Me impactan las palabras de su abuelo, que de pequeña le decía: "Lee, que si lees, ya nadie podrá quitarte los libros". En tiempos de escasez, el conocimiento es una posesión valiosa y, afortunadamente, transferible.
Se pregunta Ana María Machado ante su familia si se puede vivir sin leer y sin hacerse preguntas. Y también, al contemplar la sociedad brasileña frente a otras sociedades - europeas en concreto - observa cómo la formación y la lectura permitieron la movilidad social mientras que en estas otras sociedades el "ascensor social" no funciona - o quizás no funcionó nunca.
El camino de la lectura hacia la escritura ha sido, para Ana María Machado, un camino natural, una vía de expresar opiniones y reflexionar con el texto. Y, en el mismo sentido, el diálogo con su familia, literatura oral compartida entre todos, también tendía puentes hacia la lectura: leer, escribir, hablar, leer, escribir, hablar,... "Fui creciendo leyendo y escribiendo al mismo tiempo", nos dice Ana María Machado.
Recién acabada la infancia, Ana María Machado se acerca al mundo del periodismo, al estudio filológico, a la enseñanza, a la edición y al mundo de la librería. Desde entonces lectura y escritura forman parte de su vida y de sus "aventuras" académicas, como cuando en los años setenta recibe la "oferta" de empezar a escribir literatura infantil: por fin se había convertido en una "auténtica" escritora.
En su camino de lectura y escritura ha aprendido algunas cosas, que hoy nos cuenta.
- Nunca ha conocido a un niño alfabetizado que no se "enamore" de la lectura cuando encuentra "su libro". A veces no es el primero ni el segundo pero con seguridad llegará el libro que le cautive. Y una vez que llega el amor comienza un diálogo con los libros que genera más lectura, más diálogo, más capacidad lectora.
- La capacidad de la palabra literaria para crear un universo simbólico es infinita. Esta palabra literaria, que permite "múltiples reapropiaciones", tiene que ver con una multiplicidad de sentidos latentes. La literatura ensancha la experiencia vital del lector, permitiéndole vivir otras vidas, con otras personas, otros dilemas, otros problemas y otras literaturas. Esa es la fuerza de la literatura, sea cual sea el soporte en el cual viva la literatura. Cambian los soportes pero sigue viva la palabra ayudándonos a transcender nuestras vidas: una vida no nos basta.
- En el mundo de la edición, se ha esforzado por mantener un equilibrio entre las condiciones de la economía del libro y la calidad literaria. No es fácil, nos dice, pero esa es la responsabilidad de la edición, que media entre el libro y el lector.
- Otro de sus aprendizajes es que es posible traducir: hay un territorio común para la especie más allá de las lenguas. Por eso, la edición de traducciones y la traducción de obras escogidas garantiza el flujo de comunicación entre los seres humanos, una condición fundamental para el desarrollo. Limitarse a obras del escenario territorial propio reduce oportunidades de vida, de aprendizaje, de experiencias. "Los libros, además de hacernos contemporáneos de las generaciones que han sido, también nos hacen vecinos de las que son", nos dice Ana María Machado.
- "Una democracia necesita lectores de literatura como experiencia de alteridad." Así cada lector constata, a través de la lectura, lo que tiene en común con otros lectores, con otras personas.