Comienza esta semana un curso que nace convulsionado. En buena parte del profesorado el enfado, la decepción y la desgana son históricas y en esta ocasión nos acompañan padres y madres que han visto como subía el IVA del material escolar, estudiantes universitarios cuyas tasas han aumentado mientras reciben peor servicio con peores recursos y otros agentes que sienten que la educación pública realiza una labor fundamental en nuestra sociedad pero que está siendo agredida en la misma medida de su importancia.
Ante esta situación han surgido respuestas distintas. Entre todas ellas, me llama la atención la respuesta de compañeros y compañeras que afirman que este año se limitarán a "dar clase" sin realizar ninguna otra tarea extraordinaria. Dependiendo de los casos estas tareas pueden referirse a su propia formación permanente, a la realización de actividades extraescolares, el uso (o desuso) del libro de texto y la utilización de las TIC en el aula.
Evidentemente, no cometeré el error de erigirme en conciencia de nadie: nunca me han gustado los Pepito-Grillos. Sin embargo, sí me gustaría vincular esta esta secuencia (acción-reacción) con algunos conceptos que puedan, quizás, orientarnos: objeción de conciencia y desobediencia civil. Para explicarme me gustaría exponer dos casos prácticos de objeción de conciencia y desobediencia civil.
Por la objeción de conciencia
Por mandato del Real Decreto Ley 16/2012, el pasado 1 de septiembre se retiró, en determinadas comunidades autónomas, la tarjeta sanitaria a aquellas personas que hayan migrado a España de manera irregular. Ante esta decisión del Gobierno de España, la Sociedad Española de Médicos de Familia y Comunitaria adoptó el acuerdo de crear una red de médicos de familia que se opusieran a la decisión gubernamental y manifestaran su objeción de conciencia a desatender a cualquier persona, sea cual sea su certificado de ciudadanía. Para ello, además, la SEMFYC ha creado un formulario que puede usar el profesional interesado para comunicar al organismo pertinente su objeción de conciencia.
Así mismo, Médicos del Mundo ha comenzado una campaña para promover la objeción de conciencia entre los profesionales de la sanidad con el esclarecedor nombre de "Derecho a curar". Entre los materiales creados para esta campaña destacan la sección "Qué puedes hacer tú", el "Kit de acción" y el siguiente vídeo, que nos permite hacernos una idea del mensaje que Médicos del Mundo pretende transmitir:
Sobre la desobediencia civil
A principios de agosto algunos miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) entraron en dos supermercados, en Écija y Arcos de la Frontera, y "expropiaron" varios carros con comida que serían posteriormente entregados a ONG para su reparto entre familias necesitadas. Más allá de solucionar el problema de estas familias, la acción del SAT pretendía llamar la atención sobre los problemas económicos de estas familias, la falta de soluciones por parte de las autoridades y la necesidad de un cambio de modelo económico.A partir de esta acción se ha abierto un interesante debate sobre la desobediencia civil. Alberto Garzón comenta en su blog, al hilo de la actuación del SAT, la relación entre desobediencia civil, Estado de Derecho y la actuación de la izquierda ante los problemas de nuestra sociedad, citando para ello el blog de Luis Felip, En un tren en marcha. La réplica, aunque anterior en el tiempo, se la da Ismael Peña-López en su blog, ICTlogy: las acciones del SAT en Mercadona no son desobediencia civil sino simplemente una ilegalidad.
En todo caso, el debate abierto debe hacernos pensar sobre nuestra propia acción reivindicativa. Hay una amplia sensación de inutilidad en las convocatorias de manifestaciones reiteradas en el tiempo (por no mencionar la tuit-manifestación, de demostrada inutilidad práctica más allá de la concienciación de un colectivo, tuiteras y tuiteros, que probablemente ya esté de por sí muy concienciado) y se observa un amplio rechazo hacia la participación en la vida política, una posibilidad más en el ámbito de la transformación social. Por ello se buscan nuevas posibilidades, como la objeción de conciencia y la desobediencia civil, para la concienciación y la acción social.
¿Y en educación?
Volvamos ahora a la cuestión inicial, la resistencia pasiva por denegación de servicios al alumnado. Consiste esta, como comenté anteriormente, en negarse a mejorar nuestra propia práctica a través de la preparación de nuestras clases o de la formación permanente, negarse a usar las TIC en el aula, a desarrollar proyectos, actividades complementarias o actividades extraescolares. En algunos casos, dependiendo de la situación personal del docente, se deniega uno de estos servicios o incluso todos ellos.El problema que encuentro a la resistencia pasiva es que pretende solucionar los problemas dañando precisamente al elemento más débil en el sistema educativo y sin plantearse los dilemas de la objeción de conciencia y la desobediencia civil.
Así, la objeción de conciencia y la desobediencia civil son acciones individuales pero públicas. Quien objeta o desobedece la norma hace pública su objeción o su desobediencia mediante su actuación y su palabra para que se conozca su rechazo a la situación que critica. También, en este sentido, quien objeta o desobedece asume que se mueve en los límites de la legalidad y por tanto puede recibir una sanción, aunque esta sanción refuerza la posición de quien objeta o desobedece puesto que es la sanción la que no tiene base moral frente a su actuación.
Esto es así porque, como en los casos aquí presentados, hay una constante característica de la objeción de conciencia y la desobediencia civil que está ausente en la resistencia pasiva por denegación de servicios al alumnado: la justificación para la actuación en la objeción de conciencia y la desobediencia civil es un código ético superior a la norma legislativa y su sustento moral es el derecho y el bienestar de los más débiles de nuestra sociedad. Plantear una "resistencia pasiva" en la cual se vulnere, precisamente, el derecho o el bienestar del alumnado socava la justificación moral de la denegación de servicios puesto que ataca a quien pretende defender.
Así pues, en este primer día lectivo del mes de septiembre me quiero cargar de energía para defender a la escuela y la universidad públicas pero también me quiero cargar de imaginación para diseñar posibles actuaciones de protesta que nunca perjudiquen al alumnado ni a las familias. El sentido de nuestra misión es prestar un servicio a estudiantes y familias, acompañarles en el camino del conocimiento, proporcionándoles las experiencias necesarias para su desarrollo y su aprendizaje.
Toda actuación que prive al alumnado y sus familias de situaciones de aprendizaje eficaces y variadas es moralmente rechazable. La confrontación no es con la sociedad - los estudiantes y sus familias - sino con un sistema político-económico que no ve que sin la educación no tenemos futuro. Protesta y actuaciones en defensa de la educación pública sí pero acciones que perjudiquen al alumnado no. Objeción de conciencia y desobediencia civil sí pero no contra el alumnado.
Salud.