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COMO IMAGEN DE CALEIDOSCOPIO, por Emilia Oliva
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El título, Mínimos desvíos, que recoge la
recopilación de relatos de José Gutiérrez-Llama (Ediciones ENdORA, 2012), funciona
como clave de interpretación del libro, ya que lo que el autor nos propone, en
cada uno de sus textos -generalmente breves-, es un pequeño desvío, una vuelta
de tuerca, respecto a las expectativas que se hace el lector, bien en la trama
del relato, bien en la concepción del personaje, bien en el tema, bien en el
proverbio o sentencia que constituyen el punto de referencia del relato; ya que
los relatos se construyen a partir de referentes precisos dados en la cita
-literaria o filosófica- que anticipa el texto y se elaboran cogiendo un camino
de través, un desvío mínimo, según indica el autor.
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Ya en el prólogo Gutiérrez-Llama nos muestra las
cartas de la baraja, dos ideas germinales que sustentan los diferentes textos:
la idea mitológica del caos como principio creador y el principio de
incertidumbre de la física de partículas. El desvío que se nos propone es salir
de la construcción de una historia que refleje lo que entendemos como realidad
y, a través de la pirueta de alguno de sus componentes, nos lleve por un camino
incierto. El resultado es la iluminación de zonas de sombra y la exploración de
una realidad más vasta que aquella a la que estamos habituados. Así, en no
pocos de los relatos, nos encontramos con un narrador que descubrimos al final
mismo que habla incluso cuando ya está muerto. El autor llega a darse tal
libertad que incluso viola en ocasiones el principio de verosimilitud sobre el
que se sostiene toda historia (“En serio”)
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El hombre y la mujer, y sus conflictivas
relaciones de pareja, constituyen un campo de exploración recurrente en la que
ambos personajes suelen salir mal parados. Cinismo, humor negro e ironía se
reparten la carga en estos relatos que podríamos denominar historias de pareja,
encuentros resueltos en desencuentros, en una fugacidad de sentimientos marcada
de cierta frivolidad (“Mentiras piadosas”) o contextualizados en crudos
conflictos territoriales de nuestro tiempo (“Abrázame”, enmarcado en el
conflicto Israel, Palestina y el azote terrorista de Hamás). La sangre nunca
llega al río porque la dosis es la adecuada para asistir al conflicto allí
enunciado como si lo viviéramos en el fondo de un espejo cóncavo o convexo,
realidad distorsionada que nos conmueve o nos provoca la sonrisa, pero
regresamos a lo real, tras la incursión ficticia, sin daño alguno. El autor
vigila para que el lector quede a salvo, incluso cuando el sesgo que toma la
historia, sin la envoltura de palabras que el autor mima, sea realmente atroz.
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Más que banalizar los conflictos expuestos, el
autor convoca la ironía, el cinismo, el juego de palabras (“Un cuento de
brujas”), el manejo desbordante de estereotipos (“Ridículos extremos”) o el
azar que juega sus cartas como telón de fondo o constituye figura central del
relato (“Líneas imaginarias”). La base
es una escritura juguetona y arriesgada que no cede incluso cuando bordea el
sinsentido mismo (“Forajidos”, “Sueños premonitorios”). Gutiérrez-Llama parece
concebir la escritura como una construcción sobre elementos fijos, como notas
musicales que elaboran un tema, y sobre ese tema, el autor realiza una
variación al infinito. La interpretación musical constituye el elemento central
en el cuento “Sarolt” y es referente indispensable en múltiples de estas
historias. Pero no es sólo eso, es de la construcción musical de dónde saca la
horma para sus textos.
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En ocasiones, el final del relato más que dejarnos
frente a un final abierto, nos deja en el peldaño de inicio de otro relato
posible, y es que los relatos, como territorios de exploración de lo real,
abren las puertas a infinitas incursiones, de las que el autor explora sólo un
desvío. Sucede así en el “Huésped”, relato mínimo, que se cierra con una frase
que constituye una obertura en toda regla en tanto en cuanto sólo podemos
comprenderla encadenada a la frase que
inicia el relato. De modo que el juego narrativo parece proponer al lector un
juego infinito de reescritura posible, juego de reflejos cambiante, variaciones
sobre un tema, como en ciertas composiciones musicales.
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Si ciertos relatos bordean la reflexión, la
sentencia y recogen la tradición milenaria del cuento moralista (“De cien”),
otros emergen casi como aforismos y
entroncan con una obra anterior del autor, Calendario
del arrabal y hojas del basurero (Libros En Red, 2005) tales como “En otras
palabras” o “Variaciones y desvíos sobre un tema de amor”; que, en realidad,
son una réplica en tono menor, cargada de ironía y acidez, a los aforismos
filosóficos.
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Constituyen constantes rastreables en el libro,
por un lado, la cita de partida que abre
el texto, y, por otro, la utilización de una escena cotidiana. La cita inicial
viene a incidir en presentarnos el proceso de escritura como el resultado de
una labor de reflexión consciente de trabajo sobre textos de otros autores, más
allá de la vivencia personal o la propia biografía, a lo que el autor añade el
juego del azar o de las permutaciones posibles. No obstante, el bagaje cultural
del autor, sus conocimientos científicos, médicos, literarios, filosóficos
impregnan todos y cada uno de los relatos, exigiendo a veces una relectura para
no perdernos. Respecto a la utilización de una situación banal, cotidiana, como
elemento aglutinador de la historia, breve, en la mayoría de los cuentos: la
espera que precede a una cita (“Ridículos extremos”), la contemplación del rostro
o la figura en un espejo (“Sin remedio”), una fiesta de viernes (“De cien”)
sirve para amplificar el efecto de vuelta de tuerca sobre las expectativas que
pudiera mantener el lector.
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Si, en ocasiones, el desvío reflexivo del texto
nos exige gran atención, para dejarnos, al final, en campo descubierto y sin
abrigo: ninguna de las hipótesis imaginadas por el lector a lo largo de la
lectura anticipa el desenlace final del texto;
si, en otras ocasiones, el barroquismo de imágenes y metáforas nos
obligan a una lectura pausada, reflexiva, poco acorde con la rapidez de
interpretación que parece estar en el canon de los géneros de la brevedad, el
resultado es de endiablado disfrute cuando enganchamos con la propuesta
creativa del autor, que no es otra que la de un avezado ingenio para construir,
de uno a otro cuento, un juego infinito de variaciones sobre temas recurrentes.
El más persistente, el encuentro/desencuentro amoroso, cambiante, como imagen
de caleidoscopio.
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* José Gutiérrez-Llama (Ciudad de México, 1958) es ensayista y narrador. Licenciado en Estomatología y doctor en Humanidades con una tesis sobre El autor diletante. Cuenta con especialidades en múltiples disciplinas científicas y ha publicado artículos en prestigiosas revistas médicas nacionales e internacionales. Es autor de ensayos ¿Darwinismo social o utópico mal menor? (2007), El mito, una fantástica forma de aproximarse (2008), Antropoliogía y lenguaje (2008) Inquietudes filosóficas (2008) Lo que queremos contar (2009) La unidad psíquica y el SER simbólico (2010) La dictadura perfecta (2011) El poder, breve recorrido antropo-social-filosófico (2011) entre otros. Además, ha publicado un libro de afuerismos (aforismos de lo obvio) titulado El calendario del arrabal y Las hojas del basurero (2005). Es fundador y editor general de la revista En Sentido Figurado.
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* Tanto la foto del autor como la de la cubierta del libro son de Josep Vilaplana, quien lleva el blog La cua del diable.
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