martes, 7 de septiembre de 2010

MANUEL MOYA, y 2

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"La viudita negra"
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Fue el mismo día que mi esposo me llamó rogándome que llamara cuanto antes a su papá porque lo habían... eso, secuestrado, que no me sale la palabra, y ahí se le entrecortó la voz. El mismo día que viendo despuntar la luna, aparecieron los tipos con el barco y, tras negarme a darles toda la tela, primero me entregaron un brazo y luego su cabeza. El mismo día y la misma noche que yo te dije, chico, con lo que hemos sacado, tú y yo podríamos largarnos muy muy lejos de aquí, y tú me tumbaste contra el suelo y me dijiste, sí, perrita mía, sí, y yo te susurré, perrazo mío, guau guau me lo dice el corazón, más temprano que tarde tú bailarás bajo la misma soga, guau guau y yo me convertiré en tu viudita negra. El mismo día, ¿recuerdas? Y, ya ves, ahora eres tú el que me ruega que llame a tu papá.
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"Cinta americana"
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El mismo día que volviste de permiso y para celebrarlo te dije que cogieras un par de copas de champán y la góndola y nos fuéramos a dar una vuelta romántica por la laguna. El mismo día que al poner el pie en el embarcadero, aparecieron aquellos dos chicos y nos amordazaron con cinta americana. El mismo día que yo, mirándote a los ojos, te dije, que si salíamos de esta, te ibas a acordar de quién era yo, y tú, también con la mirada, me respondiste que esta vez no tenías nada que ver en el asunto. El mismo día que logré que te volvieran a detener por secuestro. El mismo día que mi papá se comprometió a que todo pareciera un accidente.
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* El cuadro es de Victoria Civera.
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lunes, 6 de septiembre de 2010

Siglo XXI, bajo la mirada de José María Merino

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Como hoy es mi cumpleaños, voy a darme el capricho de subir al blog la reseña que el escritor José María Merino le ha dedicado a la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, que acaba de aparecer en la Revista de libros (165, septiembre del 2010). Pero, no os preocupéis, que no volverá a repetirse, puesto que no me gusta reproducir en el blog comentarios sobre libros en los que haya participado. De todas formas, la reseña de Merino me interesa más por lo que tiene de trabajo detenido y minucioso, dados los tiempos que corren, que por los elogios en sí que nos dedica, que también, claro. En fin, a nadie le amarga un dulce, y más el día que cumple años, a una edad en que lo más sensato sería desistir de seguir cumpliéndolos... A ver si consigo evitarlo el próximo año.

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"De nuevos cuentistas españoles"
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Su atenta y continua dedicación al análisis y difusión de las formas breves de la narrativa –cuento literario y microrrelato– han convertido a Fernando Valls en el principal estudioso del género entre nosotros. Valls, que ya en 1993 compuso una memorable antología del relato español que comprendía el espacio de tiempo desde 1975 hasta aquella fecha –Son cuentos–, y que posteriormente, a lo largo de los años, ha venido publicando nuevas recopilaciones de cuentos y de microrrelatos, dando a conocer las obras de los escritores que han ido apareciendo en el género breve, presenta hoy, en coedición con Gemma Pellicer, una antología en la que recoge «los nuevos nombres del cuento español actual».
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La antología, que además de los cuentos incluye breves biografías de cada autor con su particular poética, viene precedida de un prólogo, «Relatos para un nuevo siglo», donde, además de encuadrar los textos en el presente momento histórico y en el marco social y político del momento, con las transformaciones del mundo editorial, los antólogos repasan otros aspectos. Así, exponen los criterios selectivos, como la pretensión de abarcar un espacio en el que quepan los treinta y cinco autores seleccionados, nacidos entre 1960 y 1984 (nueve mujeres y el resto hombres); no excluir a quienes, siendo de origen hispanoamericano, como Andrés Neuman, desarrollan su obra en España, desde una idea de ámbito lingüístico común; y presentar, más que un panorama exhaustivo, un «estado de la cuestión» del cuento que está escribiéndose en España en estos momentos, «un conjunto de voces distintas capaces de componer una cierta armonía de época». Por otra parte, los autores han huido con perspicacia «tanto de planteamientos apocalípticos como adánicos».
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Aunque a los nombres seleccionados podrían añadirse otros también relevantes, hay que aceptar que las características mismas de una obra de este tipo obliga a sus editores a inevitables restricciones, y señalar que la selección realizada es sin duda respetable y significativa, y que ofrece una muestra interesante del momento presente del género.
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Lo primero que puede decirse de la antología es que, en general, los cuentos tienen un nivel de escritura más que aceptable. A la vista del conjunto, no cabe duda de que el género, tanto desde el punto de vista de su concepción como de su ejecución, presenta hoy en España un nivel estimable. En el mismo prólogo, Valls y Pellicer señalan, con razón, que estos escritores «se valen de una lengua literaria que, en diversos grados, puede resultar funcional o estéticamente elaborada, según convenga a sus historias, al tiempo que apuestan casi siempre por la adecuación del lenguaje y, sobre todo, por la concisión expresiva».
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En la recopilación predomina el cuento realista: veinticuatro de los treinta y cinco cuentos se adscribirían a esta modalidad. Dentro del realismo preponderante, pueden distinguirse dos perspectivas principales: los cuentos que podríamos denominar «de referente reconocible», cercano en cuanto a escenarios y personajes, y otros que ofrecen como espacio dramático y protagonistas un referente exótico, e incluso un «no lugar», de difícil concreción en un marco determinado. Hay también otros cuentos que, adscritos al ámbito realista, tienen peculiares matices de extrañeza o experimentación y, por último, algunos testimonios del cuento fantástico.
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Pertenecen al espacio de lo reconocible el cuento de Carlos Castán –una historia de amor, delirio y muerte–, el de Berta Vías –una evocación familiar teñida de cierto secreto–, el de Cristina Grande –una crisis de pareja basada en una causa de apariencia insignificante–, el de Manuel Moyano –el proceso de incomunicación de otra pareja–, el de Pablo Andrés Escapa –la evocación poética de la despedida de un maestro–, el de Pepe Cervera –otro cuento de soledad y desapego amoroso–, el de Ernesto Calabuig –centrado en cierto desasosiego sentimental–, el de Jesús Ortega –un período de fracaso de una familia y de sus miembros–, el de Julián Rodríguez –sobre la melancolía de los recuerdos, al hilo de un poema de Ramón Gaya–, el de Berta Marsé –un cuento también de fracaso, donde se hace resaltar el marco social–, el de Miguel Ángel Muñoz –otra evocación del pasado, con la tragedia de vivir–, el de Cristina Cerrada –de nuevo los problemas de la comunicación sentimental–, el de Ricardo Menéndez Salmón –cuyo tema sería el dolor oculto en lo cotidiano– y el de Irene Jiménez –que también tiene como elemento central el desapego sentimental y la soledad–. En este mismo espacio, que denomino de «lo reconocible» –pues los escenarios y los personajes no resultan extraños a la realidad española contemporánea–, se inscribirían también otros cuentos, aunque en este caso marcados por la pura crónica de los sucesos, que se detienen principalmente en el simple pasar de la vida. Estos serían el de Daniel Gascón –centrado en las últimas peripecias hospitalarias de un abuelo–, el de Ismael Grasa –la descripción de un desplazamiento y ciertas incidencias que lo señalan– y el de Esther García Llovet –los mínimos sucesos en un restaurante tras una boda, con personajes anodinos–.
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También en la perspectiva del realismo hay otros cuentos en los que llama sobre todo la atención del lector es lo que pudiéramos denominar, con neologismo proveniente del mundo industrial, la «deslocalización» de los relatos, la falta de referente conocido o familiar, pues en bastantes casos apenas parecen tener nada que ver ni con España ni con sus gentes. No se trata del exotismo habitual, por ejemplo, en los cuentos de Somerset Maugham que, localizados en espacios lejanos, conservan no obstante personajes anglosajones, cercanos al autor, como protagonistas de la trama desarrollada. En el caso de la antología de Valls-Pellicer, Fernando Clemot presenta una historia de evocaciones desde la mala conciencia en una comarca italiana y mediante personajes exclusivamente italianos; Pilar Adón nos ofrece un lugar indeterminado donde los personajes, convocados por un anfitrión que no aparece, resultan curiosos náufragos de una especie de isla misteriosa; Óscar Esquivias nos habla del miedo a vivir, también en un escenario italiano y con personajes exclusivamente italianos; Jon Bilbao, para describir la crueldad de un ajuste de cuentas, nos presenta a un conjunto de jóvenes en una excursión por ciertos parajes norteamericanos –como el Yosemite Valley– sin que haya una presencia española determinada; Miguel Serrano nos cuenta cómo el dolor impide la comunicación en la evocación de ciertas fiestas comunales en algún «no lugar», donde hasta los personajes han perdido sus nombres; por último, Elvira Navarro elige también un lugar indeterminado para hablarnos de la soledad y de la difícil comunicación.
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Esa tendencia «deslocalizadora», que ya se apuntaba en la recopilación Pequeñas resistencias. Antología del nuevo cuento español, preparada por Andrés Neuman (Madrid, Páginas de Espuma, 2002) y que no tiene la coartada del subgénero –terror, fantasía, etc.–, indica una peculiar característica de bastantes de nuestros más jóvenes cuentistas contemporáneos. Para comparar esta realidad con la norteamericana, por ejemplo, he repasado el libro Habrá una vez. Antología del cuento joven norteamericano, que seleccionó Juan Fernando Merino (Madrid, Alfaguara, 2002) y que reúne a veinticinco autores de aquella nacionalidad nacidos alrededor de los años sesenta, y tal afán «deslocalizador» no se advierte en ellos, ya que todos los cuentos, incluso los de algunos escritos por autores hijos de la emigración china, por ejemplo, ofrecen personajes y espacios claramente identificables con los de su entorno, los Estados Unidos de hoy. Creo que en ese propósito, manifestado por bastantes de nuestros nuevos narradores, de no encuadrar su obra en el espacio lingüístico e histórico en el que se crea, no hay a mi juicio solamente una tendencia «metaliteraria», sino que es resultado de una desidentificación de pretensiones cosmopolitas, en la que merecería la pena profundizar.
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En todo caso, en casi todos estos cuentos de corte realista, tengan o no un referente reconocible y familiar para el lector español, la evocación más o menos melancólica, la soledad, el fracaso, la difícil comunicación, la mala conciencia, el infierno en los otros, eso que he llamado el dolor oculto y la tragedia y el miedo de vivir, o lo anodino de la existencia diaria, constituyen los temas centrales. Es raro encontrar humor, aunque no falta el sarcasmo.
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Dentro también del campo realista, aunque con peculiares matices, se encontrarían al menos otros siete cuentos: el de Andrés Neuman –un ajuste de cuentas en una atmósfera que puede calificarse como expresionista–, el de Juan Carlos Márquez –una pesquisa policial que tiene mucho de kafkiana–, el de Lara Moreno –la extraña vigilancia de un lugar peligroso que la autora evita describirnos con claridad–, el de Ángel Zapata –un diálogo en una estepa de aire surrealista, que podría adscribirse al teatro del absurdo–, el de Javier Sáez de Ibarra –también de localización italiana, y cargado de un simbolismo poético metaliterario–, el de Matías Candeira –oscuro y beckettiano– y el de Hipólito Navarro –un cuento inclasificable, experimental, basado en una evocación y resuelto formalmente mediante más de cuatrocientas oraciones interrogativas sucesivas–. También en estos cuentos de corte expresionista y metaliterario subyace el tema de la evocación obsesiva, de la incomunicación y de la soledad, aunque hay más humor que en los cuentos estrictamente realistas.
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El mundo de lo fantástico es minoritario en la recopilación. El cuento de Ignacio Ferrando, que desarrolla el tema del doble, se adscribiría claramente a este campo. También el de Patricia Esteban Erlés, que resuelve en la pirueta de una súbita y extraña metamorfosis una peripecia de corte realista. El cuento de Juan Jacinto Muñoz Rengel pertenecería a esa corriente que se denomina steampunk, una especie de fantasía científica ambientada en la época de las máquinas de vapor. El cuento de Víctor García Antón, al hilo de una metamorfosis, está en la frontera de lo onírico y lo delirante, y el de Ángel Olgoso, que transcurre también en el pasado, nos presenta la historia extraña de un macrocéfalo y de un coleccionista de deformaciones. En cualquier caso, lo fantástico parece marginal dentro de las preocupaciones de nuestros más recientes escritores de cuentos.
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Un aspecto también interesante de la obra es el de la teoría que los narradores presentan. Los prologuistas dedican a este asunto una parte de la introducción, que titulan «El malestar de la teoría», señalando que las reflexiones de los autores, «obtenidas en algunos casos a punta de pistola, adoptan formulaciones diversas», y ciertamente es así, pues unas son más extensas que otras, algunas se proponen como repertorio de aforismos o a modo de curioso recetario, y en casi todas se advierte cierta incomodidad, o expresa desconfianza, ante el compromiso de teorizar. En cualquier caso, buena parte de los autores declaran su deseo de conmover al lector, de perturbarlo.
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Otra cosa son las influencias más o menos reconocidas. De manera nada científica, voy a intentar presentar una muestra de los autores a los que bastantes de estos escritores españoles de cuentos de las últimas promociones citan como autoridad en la materia. Repito que mi formulación no es rigurosa, pues no todos los autores hablan de escritores, ni quienes lo hacen los valoran ni los incorporan a su poética de la misma forma. No obstante, como puro apunte de lector curioso, puede ser revelador de ciertas actitudes estéticas y vitales.
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Para empezar, solamente quince de los autores recopilados hablan de otros escritores en sus poéticas, y hay quien cita solamente uno, y quien cita veintisiete. El escritor más citado es Chéjov –por seis autores– seguido de Carver –por cuatro autores– y de Kafka y Cheever –por tres autores cada uno–. Dos menciones merecen Borges, Isak Dinesen, Alice Munro y Agota Kristof. Muchos más autores tienen una mención y, aunque predominan ampliamente los extranjeros, hay entre ellos algunos españoles: Ignacio Martínez de Pisón, José Antonio Labordeta, Pere Calders, Cristina Fernández Cubas, Álvaro Cunqueiro, Ignacio Aldecoa, Fernando Quiñones, Antonio Pereira, Francisco Umbral, Pío Baroja, Valle-Inclán –indirectamente, a través de Max Estrella–, Max Aub, Enrique Vila-Matas, Juan Marsé y Andrés Neuman.
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Que los cuentistas españoles citen entre sus referencias magistrales a Chéjov y a Kafka no tiene nada de raro, porque ambos autores han impregnado, con sus respectivas estéticas, buena parte de la narrativa occidental. Lo que puede sorprender un poco más es la recurrencia en la cita de Raymond Carver y de John Cheever, cuyo realismo –de calidad indiscutible– tiene como antecedente a Chéjov –a través de Hemingway, por ejemplo– del mismo modo que la generación española de los cincuenta tuvo como antecedente a Chéjov a través de Baroja. La voluntaria «deslocalización», en cuanto a los escenarios familiares, que aparece entre algunos de nuestros jóvenes cuentistas, parece convertirse en «desidentificación» cuando tratan de sus maestros, como si en España no llevásemos escribiendo cuentos siete siglos, por lo menos. En el prólogo, Valls y Pellicer recuerdan que, aunque no sea el caso de los autores recogidos en su antología, «el mimetismo complaciente, acrítico, ha sido uno de los mayores males que vienen padeciendo nuestras letras desde el siglo XVII».
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Sin embargo, acaso en el mundo globalizado en que vivimos parece que ya no existan tradiciones nacionales, sobre todo en un campo como el de la literatura, y muy en especial en España, donde, como he señalado en otras ocasiones, la terrible crisis de la Guerra Civil y el posterior fulgor de varias luminarias latinoamericanas desorientó bastante a los escritores de cuentos con respecto a su posible tradición. Lo importante es que el género se encuentra en un buen momento. Ya la generación de los cincuenta –Ignacio Aldecoa, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite...– mostró el vigor y la capacidad mítica del cuento en España. A partir de la democracia puede afirmarse que el género ha ido afirmándose sobre bases cada vez más sólidas. Esta antología de Valls y Pellicer es un ejemplo de la buena salud que manifiesta el género entre las últimas promociones de cuentistas.
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* En las fotos, de arriba abajo, aparecen Ricardo Menéndez Salmón, Irene Jiménez, Matías Candeira, Berta Vias, Ángel Zapata, Lara Moreno y Juan Carlos Márquez.
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** El escritor mexicano Rogelio Guedea le ha dedicado también una reseña a la antología, titulada "Narradores españoles hoy y mañana", en el diario La Jornada Semanal, de México.
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domingo, 5 de septiembre de 2010

ANTÓN CASTRO

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"Elegía"
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Laurent Fignon (1960-2010)
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Algunos campeones parecen surgir de la nada.
Descienden sobre la tierra como el águila de los montes
o como el rudo tejón dispuestos a conquistarlo todo:
la niebla de las cumbres, la lluvia de los descensos,
los peligrosos barrizales, los kilómetros del llano.
Laurent Fignon, como antes Coppi, Ocaña o Charly Gaul,
apareció de golpe con una pedalada insaciable,
con esa arrogancia juvenil que es desparpajo y desafío.
Era uno de los jóvenes pupilos del bretón Bernard Hinault,
al que llamaban el intratable señor de los bosques. El leñador.
Fignon apenas tenía 23 años. Surgió, demarró y tomó distancia:
voló hacia el Alpe d’Huez y La Plagne ante el estupor general,
voló hacia París a tumba abierta en plena insurrección:
aprovechó una caída de Pascal Simon y todas las escaramuzas
de Ángel Arroyo y de otro debutante: Perico Delgado.
Exhibió un talento innato y un gran sentido de la aventura.
Se convirtió en el campeón más joven desde hacía exactamente
medio siglo: desde que en 1933 venciese Georges Speicher.
Volvió a ganar en 1984 en otra carrera incontestable
y su jefe de filas no se lo podía creer. ¿Adónde va ese loco
con sus gafas empañadas y el cabello de oro deslucido?
¿Por qué me abandona en el fango, por qué me burla
en cualquier calzada, cómo se atreve a humillar al campeón?,
se preguntaba el ‘Caimán’ que a todo aspiraba, como Merckx.
Fignon estuvo a punto de vencer en 1989: perdió ante el
[renacido
Greg Lemond por ocho segundos en París. Lloró de dolor
y escupió al mundo su ira, su inesperado desdén de derrotado.
Aquella estuvo a punto de ser su resurrección, tras años de
[lesiones,
de insolencia, de placenteras y etílicas noches y de otros
[venenos.
Perdió el Tour agónicamente y la sonrisa, y ganó su único Giro.
Laurent Fignon fue joven e inconsciente y un ciclista romántico,
un ‘profesor’ de la ruta que amaba los gatos de Baudelaire.
La muerte lo sorprendió demasiado joven mientras ensalzaba
las gestas de otros y se aferraba al ciclismo para seguir soñando.
Poco antes de cerrar los ojos miró hacia las colinas del mediodía
y, con una voz aflautada, murmuró: “Maldigo mi enfermedad”.
Cedía para siempre el maillot amarillo que más codició.
Vivir.
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* Antón Castro (Santa Mariña de Lañas-Arteixo, La Coruña, 1959) es escritor y periodista, y reside en Zaragoza. Ha publicado más de una veintena de libros de narrativa y poesía, de entrevistas, biografías, ensayos, de miscelánea. Uno de sus favoritos es Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (Gobierno de Aragón, 1992). Es autor de siete libros de relatos: Mitologías. Los pasajeros del estío (Olifante, 1990), El testamento de de amor de Patricio Julve (Destino, 1995, 2000), Vida e morte das baleas (Espiral Maior, 1997), Los seres imposibles (Destino 1998), Golpes de mar (Destino, 2006) y Fotografías veladas (Xordica, 2008). Y de una novela: El álbum del solitario (Destino, 1999). En 2010 publicó el libro de poemas Vivir del aire (Olifante). Desde mayo del 2006 dirige y presenta el programa cultural "Borradores", en Aragón Televisión. Coordina el suplemento Artes & Letras, de Heraldo de Aragón.

* Este texto inédito forma parte de El paseo en bicicleta, libro de Antón Castro, de próxima aparición. El volumen se compone de cuentos cortos, de atmósfera poética, y poemas en verso y prosa sobre la bicicleta, la memoria y algunas historias vinculadas con el ciclismo.
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sábado, 4 de septiembre de 2010

Noticia de Julián Rodríguez y más...

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En paralelo a los libros que viene publicando habitualmente en Mondadori, para quienes ya está preparando la tercera de sus Pieza de resistencia, Fingirnos perfectos, tras Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (2004) y Cultivos (2010), Julián Rodríguez anuncia la publicación de un nuevo ciclo de libritos, llamado a la manera teatral Piezas breves, en la editorial Errata Naturae, una de las casas editoriales nuevas que -confiesa- le gustan más. Sigue en el 2010, por tanto, haciendo recuento, repaso a diez años de trabajo como escritor, revisando materiales anteriores, en este caso dos libros muy breves, de 48 y 64 páginas (a un precio en torno a los 6 euros), que ha montado con textos antiguos, a los que les ha dedicado años y años, pensando que tenían autonomía. Si hasta ahora no se había atrevido a publicarlos es porque pensaba que necesitaban podas, injertos..., aunque algunos de ellos ya habían aparecido, en una versión diferente, fragmentados, en revistas de toda Europa. En suma, que muy pronto estarán en las librerías Tríptico y Santos que yo te pinte. Pero para abrir boca damos las cubiertas y la "nota del autor" que lleva el primero de ellos, inédita hasta ahora, que -apunta Julián Rodríguez- "da el tono, creo, de todo el trabajo que tendrá el ciclo: escritura y reescritura...".
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ESCRIBÍ LA PRIMERA VERSIÓN de estos tres textos en 1998. Luego fueron podados como árboles jóvenes. Hoy, en 2010, no lo son tanto: he vuelto sobre ellos pertinazmente hasta que alcanzaron la forma que ofrecen en este volumen: podas e injertos. Siempre he creído —así como Kafka le reclamaba comprensión a su editor Kurt Wolf a propósito de un texto suyo— que necesitaban independencia, y también, por seguir con la imagen arborescente, aire a su alrededor.
Un aire, eso sí, renovado, es decir —y ahora me refiero al argumento de estas prosas— tan del «Soneto II» de Garcilaso como de «A Letter to Elise» de The Cure.
A lo largo de estos últimos años —y no sólo para trabajar en estos textos—, me he guiado muchas veces por los consejos de Baltasar Gracián: «Hase de hablar como en testamento, que a menos palabras, menos pleitos», «El no y el sí son breves de decir, pero piden pensar mucho»…
Frente a la idea de minimalismo, aplicada a un cierto tipo de escritura lacónica, me gusta la de conceptismo, que no reniega, además de la elipsis y el zeugma, de la anfibología o la paronomasia, por ejemplo.
«Intensidad semántica», escribió alguien para definir el conceptismo. Y un lenguaje literario que aparentemente lucha contra términos como sencillez o llaneza pero que en realidad los necesita tanto como agua para producir esa necesaria concentración de reflexión y acción.
Pero prefiero, si tal cosa fuera posible, un conceptismo-caliente, al igual que pienso en términos como minimalismo-caliente cuando veo las obras del artista Félix González-Torres (1957-1996). Y ese «caliente» ya está derritiendo toda idea de ingenio o brillantez: en voz muy baja me digo: Desdeña la retórica de lo grandilocuente, y recuerda aquel otro lema de Cernuda: contra cualquier retórica, la mejor prosodia posible.
Precisamente están aquí, con sus síes y noes, y no sé si de un modo irónico, cruel o feroz por mi parte, los «amantes perfectos» de González-Torres: tiempo y amor, dos relojes que sólo se tocan por la tangente de la circunferencia.
Y están Duras y Brecht, a quienes también amó el artista cubano. Lo demás son tres historias que podrían ser una sola. Si en un tríptico pictórico las hojas laterales se doblan sobre la del centro, aquí debería entenderse que todas las hojas se doblan sobre las demás y sobre sí mismas a la vez, reacias a formar un todo pero siendo un todo.
J. R.
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viernes, 3 de septiembre de 2010

En la muerte de Jairo Anibal Niño, escritor de microrrelatos

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El lunes pasado murió en Bogotá el escritor colombiano, Jairo Aníbal Niño (1941-2010), conocido sobre todo en su país como escritor de literatura infantil, con historias en torno al mundo del bosque, aunque fue también poeta, narrador, dramaturgo, autor de guiones cinematográficos y artista plástico. A finales de los años ochenta dirigió la Biblioteca Nacional de Colombia. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, portugués, eslovaco y chino. Gabriel García Márquez comentó que "Jairo Aníbal Niño es el autor de la infancia, de esas inolvidables vacaciones en el cielo".
En "¿Cómo se pasa al otro lado del espejo?", escribe Niño lo siguiente:
“Para pasar al otro lado del espejo, se necesita el valor temerario de un niño de siete años, de su facultad para convertir el azul en quetzal y la nube en garza. Él sabe que tiene que ascender por la vertiente más peligrosa del espejo, trepar cuidadosamente para no tropezar con el brillo, afianzar con firmeza el pie para evitar hundirse en la garganta de los reflejos, y eludir el encuentro cegador con los ojos de su doble. Entonces llegará a la cúspide y pasará al resplandor del otro lado, descendiendo por la parte oscura de la luna”.
Pero quizás a la mayoría de nosotros nos interesa, sobre todo, como autor de microrrelatos, recogidos en dos de sus libros, ambos de 1979, Toda la vida y Puero Pueblo. David Lagmanovich lo incluyó en La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (Menoscuarto, Palencia, 2005). Reproducimos, a continuación, dos de sus piezas:
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"Cuento de arena"
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Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.
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"Historia"
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Ayer por la tarde fue extraído de las antiguas aguas del Mediterráneo el cuerpo petrificado de Ícaro. Al ser colocado sobre la cubierta del barco, sus alas metálicas, limpias y poderosas, lanzaron una erupción de luz cuando fueron tocadas por el sol de los venados.
Se sospecha que la afirmación de que Ícaro usaba alas de cera, fue propalada por sus asesinos.
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jueves, 2 de septiembre de 2010

Cementerios de Berlín, 2

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El cementerio de la Ciudad de Dorotea
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En la Chausseestrasse, en lo que fue el centro del antiguo Berlín oriental, se encuentra el que quizá pueda considerarse como el más conocido camposanto de la ciudad, el Dorotheenstädlicher Friedhof, que data de 1763. Al Berlín comprendido entre la Unter den Linden y el Spree se le conocía entonces con el nombre de Ciudad de Dotorea. La Dorotheenstadt era, en aquel tiempo, un barrio acomodado en el que solían vivir los profesores de la Universidad, como los filósofos Hegel y Fichte, primer rector de la Friedrich-Wilhelm Universität (hoy Humboldt), quienes a su muerte fueron enterrados aquí. Sus tumbas se conservan juntas.
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Lutero

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Nada más entrar, lo primero que se observa es una pequeña capilla y una llamativa estatua de Lutero. A la derecha, en el denominado rincón de los poetas, se encuentra la tumba del dramaturgo Bertolt Brecht, junto a su segunda esposa, la actriz (interpretó la primera Madre Coraje) y directora teatral Helene Weigel (1900-1971), quien había sido discípula de Max Reinhardt. En este mismo cementerio también están enterrados dos de sus más estrechos colaboradores: el compositor Paul Dessau (1894-1979), a quien le debemos la música de Madre coraje, y la actriz, periodista y directora de teatro danesa Ruth Berlau (1906-1974), amante del escritor. Si continuamos caminando en línea recta, en dirección hacia el fondo, muy cerca nos toparemos con la tumba del hermano de Thomas Mann, el escritor Heinrich Mann (1871-1950), militante comunista, fallecido en 1950 en Santa Mónica, California, y autor de novelas como El profesor Unrat (1905), en la que se inspira la película El ángel azul, de Josef von Stenberg, protagonizada por Marlene Dietrich, y El súbdito (1914).
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A.D. Shadow

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En otros lugares de este cementerio, paseando despacio, sin prisas, podremos encontrar el mausoleo de los grandes arquitectos K.F. Schinkel (1781-1841), autor del Altes Museum y del Konzerthaus, de Berlín; y su aventajado discípulo F. A. Stüler (1800-1865), a quien le debemos el Neues Museum y la Nueva Sinagoga, de Berlín, pero también la Orangerie, de Potsdam, y el Museo Nacional de Bellas Artes, de Estocolmo; así como el del escultor J.G. Schadow (1764-1850), autor de la cuadriga de la Victoria que corona la Puerta de Brandemburgo. Todos ellos tenían derecho a ser enterrados aquí, como miembros de la Akademie der Kunste que eran, cuya sede se emplazaba en la parte delantera de la Staatsbibliothek.
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K.F. Schinkel

F.A. Stüler

Hans Mayer

La última casa de Brecht
........... Helene Weigel y Bertolt Brecht
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Paul Dessau
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Günter Gaus
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Anna Seghers

Ruth Berlau
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Hegel
........... Fichte y su esposa
............ Heinrich Mann
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Herbert Marcuse
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Con un poco de paciencia, tampoco resulta difícil encontrar las tumbas de la escritora Anna Seghers (1900-1983), autora de La séptima cruz (1942); la del filósofo y sociólogo Herbert Marcuse (1898-1979), autor de libros tan influyentes como Eros y civilización (1955), El hombre unidimensional (1964) y Cultura y sociedad (1970); la del crítico literario alemán Hans Mayer (1907-2001), la del periodista Günter Gaus (1929-2004) y la del dramaturgo Heiner Müller (1929-1995), autor de Hamletmachine y Cuarteto. Quizá sea un personaje mucho menos conocido, pero de una gran presencia en la ciudad, Ernst Litfass (1816-1874), a quien se considera el inventor de la Litfassäule, columna cilíndrica utilizada como soporte para pegar anuncios publicitarios, que data, la primera, de 1854.
Aquellos visitantes impacientes, a los que les guste ir al grano, pueden consultar la situación de las tumbas en la entrada, pero entonces la visita pierde todo su interés, pues se trata precisamente de merodear, de perderse entre jardines, tumbas y mausoleos para descubrir, como un hallazgo, a algún personaje que nos interese. A diferencia de lo que solemos hacer los católicos, que sólo acudimos a los cementerios el día de difuntos, y eso los pocos que lo hagan, que tampoco es mi caso, para los alemanes, acostumbran a ser lugares de visita frecuente y paseo, e incluso de lectura, pues no es raro que en ellos haya bancos donde sentarse y se asemejen a cuidados jardines, en los que las tumbas están adornadas y pulidas con el respeto que se les debe a los difuntos, a los seres queridos. En nuestro caso, durante la visita a este cementerio, nos cruzamos con un par de jóvenes parejas que habían hallado en un banco entre los difuntos el lugar ideal para achucharse…
Junto a la parte norte del cementerio y pegado a él, se encuentra la Brecht-Haus, el edificio donde vivió Brecht desde 1953 hasta su muerte en 1956. Desde 1978 se ha convertido en el Archivo de Bertolt Brecht, donde se celebran diversas actividades literarias. En la planta baja hay un restaurante, con jardín, donde se sirven algunos de los platos austríacos que solía cocinar Helene Weigel.
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P.D. En el libro de Fernando Aramburu, Viaje con Clara por Alemania (Tusquets, 2010), se relata una hilarante visita a este cementerio, en la que Ratón, el protagonista, quizá con demasiado amaretto en el cuerpo, dialoga y acaba resucitando a todos estos ilustres difuntos que, convertidos en gatos, se esparcen por la ciudad...
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* Las fotos son de Gemma Pellicer.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

MANUEL MOYA, 1

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"Serpiente de cascabel"
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...................Para Rocío y Rey
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Fue el mismo día que mi esposo, muy de mañana, me telefoneó diciendo que debía llamar cuanto antes a su papá para que me diera el dinero del rescate, porque de lo contr... y ahí se le entrecortó la voz. El mismo día que viendo despuntar la luna, aparecieron los tipos con el fueraborda y, tras negarme a entregárselo todo, amenazaron con cortarle el cuello a mi esposo antes de la media noche. El mismo día y la misma noche que yo te dije, chico, con esto tú y yo podríamos largarnos muy muy lejos de aquí, y tú me respondiste que si por un casual no estaría pensando en comprar la casita que vimos en aquella playa solitaria de Sumatra y yo te contesté, mientras te iba comiendo por todas toditas las partes, chico, me lo dice el corazón, de aquí a poco me convertiré en tu serpiente de cascabel y te tragaré entero, entero. El mismo día, ¿recuerdas? Y todo, zzshiiiiii, zzshiiiiii, todo se ha ido cumpliendo.
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"La misma fecha"
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Fue la misma fecha en la que Pablo te dijo que si delatabas a aquellos polis verías su corazón ante tu puerta. La misma fecha en la que aparecieron los tipos con la moto y amenazaron con incendiar tu casa si seguías en tus trece. La misma fecha en la que yo te dije, chica, lo mejor es que te olvides de todo y te vengas conmigo y tú me respondiste, aguantaré, aguantaré, aunque sea lo último que haga en mi vida y yo te contesté casi en broma, no, si va a ser verdad que seré yo quien te mate. La misma fecha, ¿recuerdas?, y ya ves lo sutil y preciso que acaba siendo el destino.
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* Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) es poeta, narrador, crítico literario, editor y traductor. Ha publicado diversos libros de poesía con los que ha obtenido premios como el Fray Luis de León, en este mismo año. Como prosista ha editado un libro de cuentos, La sombra del caimán (Onuba, 2006) y las novelas La mano en el fuego (Calima, 2006), La tierra negra (Guadalturia, Sevilla, 2009) y Majarón (Baile del Sol, 2009). Su traducción del Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa ha aparecido recientemente en Baile del Sol, viniendo a sumarse a la ed. de la Poesía completa de Alberto Caeiro (DVD, Barcelona, 2009). Ha sido incluido en varias antologías dedicadas al relato, como Velas al viento (Cuadernos del Vigía, Granada, 2010). Estos microrrelatos son inéditos.
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* El cuadro es de Julie Mehretu.
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martes, 31 de agosto de 2010

Margo Glantz, premio FIL

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Anteayer recibí un texto inédito para este blog de la escritora mexicana Margo Glantz (México, 1930), titulado "Aves de presa" que formará parte de un libro que prepara sobre la India. Y mi buena fortuna hizo que ayer obtuviera el Premio FIL (antes denominado Juan Rulfo) que se otorga en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), lo que me ha proporcionado una gran alegría. En la actualidad, Margo Glantz está terminando una novela, un libro de viajes (con importantes tintes autobiográficos) y el citado libro sobre la India. Y aunque en España no se le acaba de prestar la atención que merece, en México es una referencia indispensable para las nuevas generaciones de escritores. En el fallo del jurado, compuesto por Ana María González Luna, Diamela Eltit, Cecilia García Huidobro, Darío Jaramillo, Pedro Meira, Sara Poot y Juan Cruz, puede leerse que se le ha otorgado el reconocimiento "por su extensa trayectoria literaria, la renovación del ensayo y la narrativa, sus propuestas en torno a la crisis y frontera de los géneros mediante poéticas fundadas en la fragmentación y el acopio de discursos provenientes de diversas disciplinas (música, artes visuales, medios de comunicación...)". La autora, por su parte, apunta que "ha puesto en evidencia la identidad latinoamericana como un viaje acabado e inacabable de múltiples realidades sociales, que generan un continente móvil que permite la vigencia de la lengua y su conexión múltiple con el mundo". Margo Glantz es una de las grandes especialistas en Sor Juana Inés de la Cruz, pero como narradora nos ha dejado también libros como la novela El rastro (2003) y los textos narrativos brevísimos que componen Saña (Pre-textos), del que el pasado 4 de agosto dimos aquí mismo dos microrrelatos.
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"Aves de presa"
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Sobre un templo parsi apenas visible en un recodo de una calle de Bombay –se prohíbe contemplar los rituales funerarios de esta antigua religión– revolotean los buitres sobre los cadáveres.
Después, sus huesos se blanquearán al sol.
Son miembros de una comunidad de religión zoroástrica; habitan en el oeste del país, especialmente en la ciudad de Bombay; descienden de los persas que emigraron a la India en el siglo VII para escapar de la persecución religiosa.
Según el censo indio de 2001, en esa fecha habitaban allí 69.901 parsis. En Pakistán habrá más o menos 5.000. Su número en el mundo se estima en torno a los 100.000.
Mantienen un rito fúnebre, dejan a sus muertos en las Torres del Silencio para que sean devorados por los buitres; consideran que enterrar a los muertos contamina el elemento de la tierra, quemarlos contamina el elemento del fuego y del aire, y lanzarlos al agua contamina el elemento del agua.
Hay algunos indios célebres que provienen de ese grupo religioso: un lider de música rock, Freddie Mercury, quien obviamente usa un sobrenombre, y el famosísimo director de música clásica Zubin Mehta. ¿No es curioso, para decir lo menos, que estos dos personajes hayan elegido la misma profesión? ¿Se permitirá, cuándo mueran, que sus cadáveres se expongan al sol en una torre semejante a la que desde lejos atisbé en Bombay una mañana en que el vuelo desaforado de varias aves de presa detuvo mi atención?
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lunes, 30 de agosto de 2010

Emilia Oliva, premio León Felipe

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CONTEMPLO aquí
frente a la inmensidad sin tiempo
tu cuerpo gris, sin luz
contra las olas

silueta incandescente

contra el azul del mar
contra la reverberación de luz
sobre las aguas

confundida

una más entre mil
vertida allí en la playa
indistinta, fugaz
adolescente casi

como ese filamento de cal sobre la arena

carcasa hueca que habita un ser minúsculo
allá en la orilla

contemplo aquí ese fragor de espumas
de lenguas, de manos y de labios
sobre los cuerpos ebrios
de salitre, de luz, de días
esos pechos henchidos
para habitar el pálpito
buscan la oquedad de la boca
y empañan con su aliento
el límpido cristal de la mañana

contemplo aquí el océano sin origen
que nos trajo a la orilla
donde el tiempo cristaliza en recuerdos
nos abandona después
hachón de algas
carne trémula
medusa
transparente
y marca en la arena un sendero
de agua
un reborde de espuma
donde yace la vida

por él vuelve tu voz
tibia en la noche
y mi voz regresa a ti
aunque no me escuches
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QUEDA un rincón de parque
un sendero de brumas entre álamos
la grisura de un día de penumbras
tan lleno de humedades
un fondo de bosque no explorado
el árbol desnudo
como un grito de ramas en la senda
un banco sin nadie

lo que tus ojos ven

lejano el frío
como el ruido del mar en la rompiente
penetra en los cristales

y persiste la intemperie de saberse
ya fuera del encuadre
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* Emilia Oliva acaba de obtener el Premio Internacional de Poesía León Felipe, con la obra Quien habita el fondo., que aparecerá en la editorial Celya. El jurado que le concedió el premio estuvo compuesto por los poetas Antonio Colinas, Javier Asiáin (ganador en el año 2005) y Jesús Losada; el crítico literario Enrique Villasagra; el secretario del Ateneo de Navarra, José Luis Alló; y Joan Gonper, director de la citada editorial.
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* La primera foto es de Jacques Chateau y la segunda de la autora del poema.
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domingo, 29 de agosto de 2010

Autorretrato de RAIMON PANIKKAR

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No puedo escribir sobre mí mismo. En primer lugar, por que no soy capaz. Ni siquiera tengo una lengua propia. En segundo lugar, soy demasiado consciente de que, si lo intentara, el yo acerca del cual escribiría no sería el yo que soy, puesto que soy un sujeto y no un objeto. En tercer lugar, escribir sobre aspiraciones y decisiones es como hacer proyectos. Puede ser interesante para los amigos o para las personas con las que tengo una relación personal, pero su interés se limita a este ámbito.

Y sin embargo escribo. No sobre mí mismo, sino que me escribo a mí mismo. Todo aquello que escribo es, al menos, una parte de mi yo. Todo lo que escribo es autobiográfico. Sólo pongo por escrito pensamientos que yo mismo he pensado como palabras. Yo mismo soy aquello de que escribo y escribo como alguien que habla.

Soy especialmente sensible a dejar que la palabra hable, a permitir que el lenguaje se desarrolle a sí mismo. El yo que también reside en el lenguaje (y que es diferente del ego), habla y se revela a sí mismo en la medida en que dice lo que ha de decir. Por eso el yo no se expresa completamente, y el proceso de devenir lenguaje no se produce automáticamente. El yo tiene necesidad de mí como de un mediador necesario. Soy un elemento activo de esta revelación; gran parte depende de mi transparencia, además de mi atención y otros factores.

Recuerdo un ideal: cada párrafo que escribo, cada frase, debería reflejar, en la medida de lo posible, toda mi vida y ser expresión de mi ser. Se debería reconocer mi vida entera en una sola frase, del mismo modo que puede reconstruirse el esqueleto completo de un animal prehistórico a partir de un solo hueso.
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* Raimon Panikkar (1918-2010) ha fallecido esta semana en Tavertet, pueblo de la provincia de Gerona, donde vivía retirado. De padre indio y madre española, era hermano del filósofo Salvador Pániker, quien había castellanizado su apellido. Fue un metafísico que creía en la identidad múltiple y se mostraba ferviente partidario del diálogo cultural y religioso, de la interdependencia entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur, apostando por una filosofía que trascendiera el racionalismo. Había sido profesor en diversas universidades de España, Canadá, la India y los Estados Unidos. Entre sus obras, traducidas a diversas lenguas, destacan: El silencio de Buda (1996), La plenitud del hombre: una cristofanía (1999), De la mística: experiencia plena de la vida (2005) y la que quizá sea su gran obra, Mito, fe y hermenéutica (2007).
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sábado, 28 de agosto de 2010

Boquitas pintadas, 43

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"La crisis es a la vez un potente factor de incremento de las desigualdades sociales y de género". SAMI NAIR
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"En España sobrán héroes a la hora gloriosa de los laureles, pero hay déficit de ciudadanos para respaldar y reclamar las obligaciones comunes del día a día...". FERNANDO SAVATER
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"Son más felices aquellos países o regiones donde las diferencias de renta no son ofensivamente distantes". VICENTE VERDÚ
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"La música de verdad es la de cámara". ALFONSO AIJÓN
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"Una de las características de nuestro tiempo es que lo anecdótico adquiera categoría de fundamental".
DAVID TRUEBA
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"¿Qué es un final feliz? El rey Lear o Hamlet quizá no lo tengan. Pero son lo más elevado que se ha hecho, La muerte final no lo hace deprimente, convierte al protagonista en un héroe". SAM MENDES
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viernes, 27 de agosto de 2010

La novela de postguerra, según Sanz Villanueva

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No es la primera vez que Santos Sanz Villaneva se ocupa de la historia de la novela española de postguerra, pues algunos de los mejores trabajos dedicados a la materia se los debemos a él, como Tendencias de la novela española actual (1972), Historia de la novela social española (1942-1975) (1980) y El siglo XX. Literatura actual (1984). En este nuevo volumen repasa la historia del género, desde los primeros años de la postguerra hasta algunos de los nombres más significativos que empezaron su trayectoria durante los setenta, como Eduardo Mendoza, aunque donde se detenga más sea en los narradores de la llamada generación del mediosiglo. Los que en alguna ocasión hemos intentado hacer balances más o menos similares sabemos de las dificultades que presenta tener que seguir el hilo de la historia, así como escoger las tendencias, autores y libros más significativos. Tras el trabajo de Sanz Villanueva, se advierten infinitas y muy provechosas lecturas y una extraordinaria capacidad de síntesis, pues es capaz de mostrarnos lo esencial de un autor y lo que caracteriza su obra en pocas líneas o párrafos. A mí, particularmente, me hubiera gustado ver integrados en esta historia a los autores del exilio republicano (Rosa Chacel, Ramón J. Sender, Francisco Ayala o Max Aub, por sólo recordar a algunos de los nombres más destacados), materia que tan bien conoce el autor, pues él fue uno de los primeros en llamar la atención sobre el valor de sus novelas en el artículo "La narrativa del exilio", que data de 1977. Pero no pienso ponerme a echar nada de menos porque me parece que estos ambiciosos trabajos, tan útiles como imprescindibles, deben juzgarse por el valor de su conjunto, no por detalles nimios. Así, este nuevo libro del profesor y crítico de El Cultural, titulado La novela española durante el franquismo (Gredos, 2010), se convertirá pronto en un manual de imprescindible consulta para todos aquellos que estén interesados en los avatares del género durante la segunda mitad del siglo XX.
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