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Dos escritores de larga y rica trayectoria:
Elías Moro y José Luis Bernal acaban de publicar sendos libros en la colección la Luna de Poniente (Editorial De la luna
Libros). Elías Moro es autor de obras de géneros diversos: relatos, aforismos,
microrrelatos, poesía; se encuentra en plena vorágine de presentación de dos libros recién
horneados y sostiene un blog, El
juego de la taba, del que ha salido su último libro de aforismos Algo que perder (Editorial La isla de
sistolá). José
Luis Bernal es autor de múltiples ensayos, artículos de investigación y
tres libros de poemas Primavera invertida
(Editorial ERE) El alba de las rosas (ERE). Dos
poetas: Moro cerrando esta maravillosa colección de la Luna de Poniente. Bernal con un libro de poemas después de un largo
silencio. Dos hombres: Moro sigue las huellas: hay un rastro; y Bernal dice no saber: tratado de ignorancia. Es decir, que avanzaremos a tientas, terreno
por el que la buena poesía gusta de adentrarse para trazar mapas que sirvan de
aviso para navegantes.
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Bernal nos propone un periplo al modo de un Ulises con alzheimer o de un Orfeo que regresa
con las manos vacías y las preguntas sin respuesta. Moro nos ofrece un caleidoscopio
para mirar el mundo como lo haría una cámara cinematográfica con perspectivas
múltiples. Hechos simultáneos en el tiempo son abordados como a través de un
prisma, pero no hay refracción de luz, ni arco iris. Es una película en blanco
y negro, con una amplia gama de grises tachonada a trechos de manchas cárdenas.
Ambos han decidido invitar a su mesa a
algunos fantasmas y se han puesto a
dialogar con ellos. Diálogo de sombras son sus versos. Los poetas muertos son
convocados por Bernal que interroga su obra y se aventura hacia un nuevo ángulo
de visión. Las secuencias de la barbarie –casi cinematográficas- y los hombres que las sufrieron invaden el
texto de Moro. Si Bernal se asoma al hombre como uno, como individuo; Moro ha
de batirse con el anonimato, la masa, la muchedumbre para traernos lo concreto
de los cuerpos de las víctimas que se pudren en el olvido.
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Ninguno de los dos libros es de lectura amable. Moro utiliza un
registro de lenguaje descarnado, seco. Bernal se adentra a encontrar sentido a
la vida, que es tan incomprensible a veces.
La dualidad
recorre ambos libros. En Bernal se trata de un desdoblamiento: de un lado, el investigador
y erudito; del otro, el poeta. El erudito proyecta la trama y organiza la
materia que va pacientemente tejiendo el otro, el poeta; el investigador aporta
el poso de lecturas y el poeta hace florecer sobre ese lecho sus versos.
La dualidad en Moro es de otra índole.
Tiene que ver también con la trayectoria de escritura. El plano secuencia
cinematográfico está presente en la organización del poema y del libro. El Moro
narrador impulsa en este libro la creación poética.
Si reconstruir lo acaecido frente al
olvido es la tarea de Moro. Bernal nos conduce al derrumbe absoluto del ser, a
la erosión sin pausa del olvido.
Ambos se adentran por los caminos poéticos bien definidos por la
tradición: amor, muerte, memoria, olvido… Bernal, aupándose sobre los hombros
de poetas que ama y lee: Luis Cernuda, omnipresente, Antonio Machado, Jorge
Luis Borges, Rubén Darío.... Moro
quedándose suspendido en el tiempo, en una brizna de historia, convierte al
sujeto poético en testigo que recuerda la voz que ve, que indaga en ese ver, arranca en
cierto modo como Chantal Maillard en Matar
a Platón. Ambos, Bernal y Moro, se adentran a tientas, por caminos de
sombra, y revelan ángulos muertos, hacia donde no vamos, o no miramos, o no
queremos ver.
Si Moro estructura su libro en 6 partes que reconstruyen un relato de hechos
y lo hacen avanzar del paisaje y lo animal, al entramado social, para acabar en
el hombre y el yo poético acaba dando voz a los muertos; Bernal no nos da sino
un esbozo de trama a través de tres citas literarias que funcionan como
obertura y cierre, con un epílogo.
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Los referentes
de Moro son históricos. Recrea situaciones que pudieron suceder así como nos
las presenta e indaga en ellas: muertos en las cunetas, cadáveres a cielo
abierto, guerra, ejecuciones, derrota, hambre, trenes de la muerte, exilio,
genocidio, desolación, miseria. Los
referentes de Bernal son poéticos, literarios: preceptiva barroca de Baltasar
Gracián, Donde habite el olvido de
Luis Cernuda, Juan de Mairena de
Antonio Machado… y vivencias personales:
encuentros, ausencias, instantes,
emociones, olvidos, balance, ajuste de cuentas con la vida.
Intento establecer los puntos de
intersección y de alejamiento entre ambos libros puesto que ambos abordan el
olvido como eje de coordenadas de sus poemas.
Moro nos enfrenta a un problema ético, y nos ofrece una
perspectiva múltiple desde el ángulo de la reivindicación y la justicia: no hay
que olvidar a las víctimas. Bernal nos
enfrenta a las vivencias, a la erosión a la que nos somete el olvido en tanto
que hombres. Lo que no quiere decir que la plasticidad pictórica,
cinematográfica, que he referido como elemento característico de los poemas de
Moro, esté ausente de los de Bernal. No lo está. O que los referentes
literarios estén ausentes de los poemas de Moro.
La muerte,
presente en ambos libros, es física, corporal en Moro; es terreno de
exploración del ser en Bernal y está impregnada de trascendencia.
El amor
que es un apunte metafórico en el libro de Moro: “No son promesas de amor / grabadas a cuchillo en su corteza”. En el
libro de Bernal es pura médula. “El color del amor / es el olvido. El color
de la muerte / la memoria”
En ambos, está presente, omnipresente, la batalla del tiempo. Desde dos
perspectivas diferentes: en Bernal, la batalla perdida del hombre que envejece:
“Decirles que nos queda poco tiempo y
maltrecho / para dar las respuestas a todas las preguntas / que la edad nos
escupe con obstinada furia”. En
Moro, la batalla perdida de la víctima: “los
superviviente envejecen / más deprisa de lo que es necesario”
Las trayectorias
paralelas de ambos libros se tocan en un punto, dos poemas: “ARBEIT MACHT
FREI”, el trabajo os hará libres, (Moro) y "Auschwitz” (Bernal); o lo que es lo
mismo, ese punto en el que el hombre abandona su estatus de hombre en aras del
amanecer de un hombre nuevo; ese momento en el que ya no sabemos qué es un
hombre, que nos conduce a la barbarie, que sigue siendo actual, reiterativa y
burda, y que no cesa. El punto de inflexión entre civilización y barbarie.
No es posible mirar la muerte, el derrumbamiento
del ser, la devastación o el horror de la barbarie, y salir indemnes. Hacerlo a
través de la palabra decantada poéticamente es recibir el fulgor del hallazgo
que nos hace temblar, como el relámpago, a la vez que nos dejamos impresionar
por su belleza. Así van decantados los poemas de ambos libros. Y si no
encontramos en ellos explicación a la muerte inútil de las guerras (Moro) o al
sinsentido de la existencia (Bernal) al menos nos ayudan a descubrir en su
justa medida lo que es ser hombre y a encontrar el camino para alejarnos de la cómoda
irresponsabilidad de quien vive en un
mundo feliz.
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José
Luis Bernal
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BREVE TRATADO DE IGNORANCIA
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He destinado algunos de mis trabajos al
juicio.
Este se lo dedico a la ignorancia.
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Todo comenzó con el olvido,
con el olvido mismo,
no con su habitación.
con esa niebla
que congela las rosas,
que confunde herbolarios
con prados de azucenas
y enhebra primaveras
en el cordel del día.
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El olvido me trajo a la ignorancia,
la acomodó en mi casa
como una gran señora,
que leía mis libros
engullendo su sangre.
toda una biblioteca hecha mortaja,
sin pulso ni melindres,
como piedra entre ortigas.
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El amor cabizbajo
era un valle de lágrimas
y la esperanza un verde
regado por el llanto.
Los dones se esquinaban
y el aire los batía
como bate el deseo
los corazones tiernos.
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Desánimo de altura,
tan profundo,
que yo mismo ignoraba su estatura.
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Ni el tiempo ni la vida sosegada
me explican el derrumbe.
mis sentidos expiran
sin perder la sonrisa
y el olvido me duele
como el primer día
que el tiempo ha desahuciado en el
recuerdo
para no hacer mudanza en su costumbre.
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He olvidado estos versos
al final del poema
como expósitos trastos
del que ha mudado el alma.
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Elías
Moro
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No son promesas de amor
grabadas a cuchillo en su corteza,
no el susurro del viento
bailando por entre las hojas,
no esa leve humedad
-niebla en gestación,
suspendido rocío-
que se avecina dulzona
desde el riachuelo más próximo
lo que guarda entre sus pliegues,
sino salpicaduras cárdenas,
rastros y heridas de plomo,
llanto reseco e infértil
en las angosturas del tronco
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Un miedo,
impalpable y cierto,
de la raíz a las yemas.
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