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En el corazón
de Europa
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Es probable que nadie haya
explicado mejor la literatura de Vila-Matas que él mismo, bien en sus propias
obras bien en las entrevistas que ha ido concediendo a lo largo de los años. Ahora,
cuando acaban de cumplirse cuarenta años de la publicación de su primer libro, podemos
observar mejor el sentido del conjunto, sus dudas y rectificaciones, pues a las
inquietudes literarias habituales se ha sumado su interés por las artes
contemporáneas, otro acicate más para la propia creación.
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La historia que nos ocupa (Kassel no invita a la lógica, Seix Barral, Barcelona, 2014) se inicia en el 2012, tras ser
invitado a participar en la Documenta 13 de Kassel, quizás el mayor foco de
resonancia de las vanguardias artísticas. Su papel consistía en sentarse a
escribir unas horas a lo largo de cinco días en un restaurante chino situado en
las afueras de la ciudad, atendiendo las preguntas que pudieran formularle,
como si él mismo fuera una instalación
viva.
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En la presente obra se produce una absoluta
identificación entre el autor y el narrador protagonista, incluso cuando se
desdobla en Autre, su yo más conservador, y luego en el más atrevido Piniowsky, técnica narrativa que creo que acercaría
el texto al dietario, al calendario sin
fechas. Sin embargo, en el momento de preguntarle al autor por el género
del libro, y aunque afirme “pasar de los géneros” (p. 215), acaba decantándose por
el reportaje novelado (p. 222), en el
que vivencias y reflexiones aparecen narradas. Sea como fuere, la palabra novela no figura en los paratextos, sí
en la faja de promoción y en la publicidad que la editorial ha insertado en
este diario, aunque cuando posea muchas de sus trazas, pudiendo tratarse de una
novela monofónica, al no oírse más voces que la del narrador; mientras que el
resto de personajes solo la obtiene cuando se la concede el protagonista, así ocurre
con la breve confesión de Boston (p. 208). El autor baraja diversos mecanismos:
narrativos, memorialísticos y ensayísticos; si bien sería importante saber cómo
perciben el libro los lectores más atentos.
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Podría leerse, en fin, más que en la estela de la literatura
de viajes, como el relato de un vagabundeo perplejo, de lo que resulta ser una
inmersión en las vanguardias artísticas, capaz de producir en Vila-Matas un impulso que en soledad y crisis creativa,
propicia la reflexión sobre el estado de la cultura en un mundo a la deriva, además
de sobre su propia trayectoria intelectual. Ante todo, se trata de un alegato a
favor del papel que deberían desempeñar las artes renovadoras en la sociedad actual,
a la vez que insiste en la necesidad de no perder el entusiasmo y la
curiosidad, la capacidad de disfrute. O se muestra como un firme partidario de
buscar nuevos caminos, de asumir riesgos.
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Pero como todo ello no se improvisa, se alimenta de una
tradición que alejándose de la lógica racional se sustenta en la innovación, la
que arranca con el Romanticismo de Jena, aunando vida y literatura (“el primer
Romanticismo fue el único […] hermoso, loco, imaginativo, embelesador, profundo”,
p. 231), cuya esencia reencuentra nuestro autor en Mallarmé, Kafka, Joyce, Raymond
Rousell, Robert Walser y Duchamp, al mantener todos ellos la sustancia de ese
primer aliento romántico.
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Si Colapso y
recuperación fue el lema de la última Documenta, Vila-Matas relaciona ambos
conceptos tanto con su vida privada como con sus inquietudes artísticas, bien
se trate de recuerdos de infancia, bien de su obsesión por el paso del tiempo,
por una vejez que siente cercana. Y por ahí andan los mejores momentos del
libro, de su escritura, como ocurre por ejemplo, en el capítulo 22, con esa
confesión letanía del “quedé pensativo…”, o esas otras preguntas disfrazadas de
afirmaciones, en el capítulo 28, o en el mismo desenlace, entre otros posibles.
En un momento dado, nos confiesa la emoción que le producen las sardanas, lo
que tratándose de un vanguardista no está nada mal.
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Si Italo Calvino afirmaba que “Turín invita a la lógica”;
Kassel, en cambio, propicia en Vila-Matas la reflexión sobre lo nuevo, su afán
por comprender aquello que no siempre resulta fácil, a la vez que denuncia el
desapego de España por las artes y su anclaje en formas artísticas periclitadas.
Así, el libro, no otra es su esencia, obliga a replantearnos ciertas preguntas
acerca del sentido del arte innovador en nuestro tiempo; sobre cómo representar
un mundo en crisis, en el que además, las humanidades están perdiendo
protagonismo. Y a pesar de que no siempre comparta las reflexiones del autor, a
veces demasiado complacientes con las instalaciones que visita, cuando no peca
de reiterativo (abusa de algunos motivos, como los mcguffins, las cabañas para
pensar o la brisa de aire que lo impulsa…), me parece que se trata de un
sostenido alegato a favor de la renovación de las artes, literatura incluida. Aunque
tal vez quepa añadir que semejantes innovaciones puedan alcanzarse por caminos
distintos de los que él transita, sin renunciar a diversas formas de realismo,
alejadas del decimonónico.
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Vila-Matas se plantó en Kassel a la caza de respuestas,
pero regresó con renovadas preguntas y unas pocas certezas, redescubriendo ese
aire diferente que posee lo innovador. Y sin embargo, he echado de menos que quien
fuera Satam Alive no aprovechara su vagabundeo para recorrer también el
Teufelsbrücke o Puente del diablo, una especie de instalación avant la lettre cuyo éxito dura ya más
de dos siglos.
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El Teufelsbrücke, o Puente del diablo
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* Esta reseña apareció publicada en el suplemento Babelia del diario El País, el 5 de abril del 2014......