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ODA A UNA URNA GRIEGA
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I
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Amada inmaculada de la calma,
viviendo en la quietud y en el silencio,
inmutable rapsoda que nos narras
bucólicas historias más dulces que los versos.
Orlada de unas hojas, qué leyendas nos traes
de dioses o mortales, o de ambos a un tiempo,
en los valles del Tempe o de la Arcadia.
Qué hombres o deidades fueron estos.
De qué escapan riendo las muchachas.
Qué es esta agitación: ¿danzan, persiguen, huyen?
Qué música es esta de flautas y tambores.
Qué exaltación nos cuentas.
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II
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Si dulce es la melodía oída,
más dulce habrá de ser la nunca oída.
Continuad así, dulces caramillos,
sonando sin sonido para el alma.
Bello muchacho, nunca
dejará de sonar tu leve música
bajo las inmortales hojas de estos árboles.
Y tú, enamorado, que ya casi la alcanzas
para tomar el beso que nunca tomarás,
no te lamentes: nada te impedirá jamás
vivir enardecido en ese gesto,
siempre intacto tu amor, intacta su belleza para siempre.
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III
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Vosotras, tersas y fragantes ramas,
aureoladas de hojas,
donde siempre será la Primavera.
Y tú, incansable músico,
que nos dejas callados
sonidos deliciosos que no acaban.
Y el más dichoso amor, el más feliz,
amor siempre encendido, que nunca te consumas,
amor apasionado y siempre joven,
más allá, por encima,
de las breves y frágiles pasiones de los hombres,
pasiones que, cumplidas,
traen hastío y tristeza al corazón,
pasiones que nos queman
y nos dejan la herida de una sed insaciable.
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IV
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Quiénes son los que van al sacrificio,
hacia qué verde altar, misterioso oficiante,
lleváis a esta novilla con guirnaldas de flores,
que eleva sus mugidos hasta el cielo.
Qué extraña esta pequeña ciudad amurallada,
junto a un río o al mar,
levantada en un monte,
deshabitada en esta beatífica mañana.
Para siempre, ciudad,
se quedarán tus calles en silencio,
y nadie volverá para contar
por qué quedaste así: vacía y desolada.
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V
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Tú, de belleza dura, fría e inmortal,
esculpido tu mármol
de delicados cuerpos,
esplendorosa hierba
y florecidas ramas,
misteriosa como la eternidad,
cuando el tiempo consuma nuestro tiempo,
seguirás confortando el dolor de otras gentes.
Dirás entonces, muda, como ahora:
“La belleza es verdad, la verdad es belleza”.
Y eso habrá de ser todo cuanto os baste saber.
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ODE ON A GRECIAN URN
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I
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Thou still unravished bride of quietness,
Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fringed legend haunts about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In Tempe or the dales of Arcady?
What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
Whatpipes and timbrels? What wild ecstasy?
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II
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Heard melodies are sweet, but those unheard
Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endeared,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal — yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
Forever wilt thou love, and she be fair!
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III
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Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
Forever piping songs forever new;
More happy love! more happy, happy love!
Forever warm and still to be enjoyed,
Forever panting, and forever young;
All breathing human passion far above,
That leaves a heart high-sorrowful and cloyed,
A burning forehead, and a parching tongue.
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IV
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Who are these coming to the sacrifice?
To what green altar, O mysterious priest,
Lead'st thou that heifer lowing at thes kies,
And all her silken flanks with garlands dressed?
What little town by river or sea shore,
Or mountain-built with peaceful citadel,
Is emptied of this folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
Will silent be; and not a soul totell
Why thou art desolate, can e'er return.
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V
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O Attic shape! Fair attidude! with brede
Of marble men and maidens over wrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
“Beauty is truth, truth beauty” — that is all
Ye know on earth, and all ye need to know.
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* Juan Peña (Paradas, Sevilla, 1961) es autor de los siguientes libros de poesía: La edad difícil (1989), Viviendo con lo puesto (1995), Días cansados (1997) y Nuevas letras flamencas (2000), todos ellos aparecidos en la editorial Pre-textos; y Letras flamencas (La Veleta, 1995), Los placeres melancólicos (Puerta del Mar, 2006), Teselas (AE, 2007) y Dura seda (Siltolá, 2011). Su obra, además, ha sido incluido en diversas antologías. Es colaborador de la revista Clarín.
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