Manuel Cabello Janeiro durante su discurso
Por Esperanza Cabello
Hoy, quince de noviembre, es el día del cumpleaños de nuestro padre. Hoy habría cumplido ochenta y seis años si siguiera con nosotros. Y aunque hace diecisiete años que no está, no pasa nunca este día sin que lo recordemos especialmente.
Se nos hace difícil pensar que ahora sería un anciano, la memoria nos trae cada vez recuerdos más lejanos, y es mucho mejor recrearnos en los recuerdos de la juventud, en esos recuerdos de días felices. Y eso que lo veíamos poco. Con una familia numerosa y el sueldo de un maestro, tenía que darle muchas vueltas al día para conseguir llevarnos a todos para adelante: desde el amanecer hasta el anochecer daba clases, hacía crónicas de radio, vendía e instalaba persianas, vendía libros, llevaba su academia y aún le quedaba tiempo para dedicarse a lo que de verdad le gustaba, a su pasión: el estudio, la investigación y la escritura.
Gracias a él muchos de los recuerdos y muchas de las historias de nuestra sierra se han mantenido, porque quizás más que ubriqueño él era serrano, siendo Villaluenga y Benaocaz sus favoritos (después de su querido Ubrique, claro).
El regalo de cumpleaños de hoy es un discurso que hemos buscado todos estos años, lo recordábamos haciendo el pregón de las fiestas de Villaluenga del Rosario en al menos dos ocasiones, pero no dábamos con esos discursos... hasta hoy.
Este es el pregón de la feria y fiestas de Villaluenga de 1976.
PREGÓN
DE LAS FIESTAS DE VILALLUENGA 1976
No cabe mayor honor para un serrano que venir a pregonar a los cuatro
vientos el comienzo de estas fiestas. Difícil sería hacerlo, si de
antemano no hubiera contado con unos hombres, amantes al máximo de su patria
chica, que nos han abierto sus corazones, para a través de ellos, ver y
escudriñar todos los rincones de esta bendita población de Villaluenga del Rosario.
Recostada, adormecida, diría yo, a la sombra de ese impresionante tajo,
prodigio de equilibrio, que es el Cao. Sombra casi permanente, porque entre
otras particularidades, Villaluenga será la primera de la serranía gaditana
que reciba el saludo del sol en los
claros amaneceres, y la primera que le diga "adiós" en sus prontos
atardeceres.
Villaluega,Villalarga de
nuestro castellano antiguo, tiempo ha buscó un apellido: Del Rosario. ¿Pero
desde cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo?
¿Será
porque sus casas son cuentas de un rosario?
¿Será
porque los registros de la conducción
de aguas
desde
La Mina al pueblo semejan cuantas de otro
imaginario rosario ?
¿Por
qué será? Seré sincero y les diré que no lo sé. Solo sé que con orgullo Villaluenga ostenta el nombre rosarino
de María Santísima, y es a Ella a la que en estos días se festejará, se le
mimará y se le entregará el corazón.
Yo
he deambulado mucho por sus calles. Coquetonas, retorcidas, silenciosas, blancas,
empinadas, sorpresas del caminante. Casas encaladas en calles de orgullosos recuerdos,
Pérez Clotet, inolvidable poeta, Moreno de Mora, ¿para qué mayor ingeniería que
su propia construcción sobre las rocas? La del Doctor Vázquez Gutiérrez, homenaje
al médico rondeño; Obispo Pérez González, su entrañable hijo, pastor de la diócesis
gerundense. Porque Villaluenga, a fuer de sincero, jamás dejó en el olvido a
quién con tanto desvelo la mimó.
Por calles de picaros recuerdos la Carasola, que
busca con deseo los rayos de un sol que se le va. El llanete, plaza de la verdura
antigua, la plazoleta. Quién no ha jugado al trompo o a las cajillas en ella? Y
tantas y tantas otras, de inolvidable sabor.
Cualquier tarde fresca de este cálido verano, acariciando con nostalgia el
saco de los recuerdos, he visto por entre estas calles caminar con
paso decidido, a ese obispo, prudente, austero, como era Pérez González. Llegar
a esta coquetona plaza, camino de su iglesia, y preguntarse qué harán ahí, bajo
la balaustrada principal de la parroquia, esos fustes y capiteles romanos, ese
entorno moruno, sabor morisco de los antaño, de alféizares enlosetados y atauriques
de tono añil, porque Villaluenga, aparte de ser cristiana, mucho antes lo fue
romana y mora,
Al ínclito Pedro Pérez Clotet, cuya muerte
lloraron los poetas andaluces, y en cuya tumba, pusieron por flores, en un acto
inolvidable, los pétalos fragantes de la mejor poesía.
Caminar
hacia las afueras del pueblo mirando hacia el Reloj, o hacia el Cancho Peralta.
A los Navazos, o al Navazuelo, o a la Sierra del Líbar, a la Breña, o a la
Cabeza del Caballo, o a ese pico enhiesto de la serranía que lleva por
nombre la Bandera.
Y pensar cómo en el Reloj, o en los Lajares o
en la Cabeza del Caballo Villaluenga, antes de ser romana, mora o cristiana fue
ocupada por una raza primitiva.
O
ver pasear a ese doctor Vázquez, don Antonio, del que los villalonguenses
conocen sus bondades.
O
sentarse a descansar, junto a las orillas del camino, a ese docto ingeniero,
Moreno de Mora, recorriendo con su mente el tortuoso caminar del único río, con
nombre de bandido romántico, el Campobuche.
O
al inolvidable maestro don Antonio Gálvez Jiménez, de labor incansable y
virtuosa, inculcando a esa juventud de entonces los valores divinos de lo
humano. Hoy sus propios alumnos lo honran poniéndole su nombre y apellidos a la
única escuela del lugar.
Por
tus calle, Villaluenga, pasearon estos hombres, y otros tantos que si bien no
traspasaron la frontera de lo público, supieron alcanzar la fama de lo humano.
¿Quién
no recuerda a Pepe García, “El Farol”, santero y sacristán, verdadero enamorado
de esa Virgen del Rosario? ¿Y a Joselón, que paseó por todos los pueblos de la
Serranía el fruto de la endrina, la “cirolilla de la sierra”, como él mismo
pregonaba, con sus palmitos, sus murtas mauritas
como pasas?
De
niños bien que le hacíamos corro en Ubrique cuando llegaba con sus productos
haciendo las delicias de los pequeños.
Pero
es momento ahora dejar de deambular por estas intrincadas callejuelas en un
paseo fruto de mi
fantasía, y hablaros modestamente,
de lo que sé de verdad de la historia de este pueblo. Porque Villaluenga fue la
grande de entre las grandes. Su nombre dio apelativo a este basto territorio que
hoy conocemos por Serranía gaditana.
Villaluenga
era la señora de Las Siete Villas: de Archite, de Benajut, de Cardela, de
Ubrique, de Benaocaz y Grazalema. En un valioso documento o carta puebla, don
Fernando y doña Isabel, por la gracia de Dios, rey y reina de Castilla, y por
hacer bien y merced a vos don Rodrigo Ponce de León, duque de Cádiz, marqués de
Zahara, conde de Arcos de la Frontera, nuestro vasallo y de nuestro Consejo,
acatando los muchos y buenos y leales y señalados servicios que nos habéis
hecho y hacéis cada día, especialmente en la guerra de los moros, por la
presente os hacemos merced y gracia y donación perpetua irrevocable para
siempre jamás de los lugares de la Serranía de Villaluenga y os damos con sus
fortalezas y alquerías y vasallos y vecinos y moradores de ella, y con todas
las rentas, pechos, y derechos e coladas y con todas las dichas casas enechas y
pertenecientes a dicha serranía de Villaluenga, y lugares, y fortalezas y alquerías
de ellas, y con las marchamogas y Antares, escribanías y portazgos ,y con todos
sus predios y pastos, dehesas, montes, ríos, fuentes de agua, vertientes y con
todos sus términos, y con la Justicia y Jurisdicción Civil y Criminal, alta y baja,
y mero y mixto imperio de todos los dichos lugares.
De
esto cuanto antecede, los Reyes de España, hicieron escritura pública en Jaen, capital
del Santo Reino en 11 de enero de 1.490.
Poco después, el lunes 27
de agosto de 1.492, ya conquistada Granada, moriría en Sevilla don Rodrigo Ponce
de León, Señor de las Siete Villas, rendido, más que por la edad, por las
fatigas de tan duras y prolongadas campañas. Su viuda, Beatriz de Pacheco, hija
del célebre marqués de Villena, turbulento favorito de Enrique IV, fue la encargada
de poblar ante esta Serranía y en 1.50l,61 cabezas de familia se asentaron en
estos lares.
Después
comenzaría su largo peregrinar. Pena da que esos archivos municipales fueran
quemados.
Pero
hay hechos gloriosos de Villaluenga que ni el propio fuego ha sido capaz de
olvidar. Porque el 16 de mayo de 1.810mlos franceses invadieron la serranía;
los de Ubrique se dispersaron en los campos del contorno; Benaocaz capituló,
pero Villaluenga resistió hasta el heroísmo, hasta que el gabacho prendió fuego
a sus viviendas. De este hecho glorioso para la Villa, nos ha quedado la
coplilla popular que la tradición ha conservado: “Villaluenga del Rosario, no
quiso capitular y vinieron los franceses y quemaron el lugar”. Después hubo una
nueva carga sobre la población el día 10 de junio del mismo año. Los franceses, una
vez invadido Ubrique y capitulado Benaocaz, intentan adentrarse por ese valle
glacial triásico de la Manga, camino de Ronda. Ahí, en esas angosturas, como
cuenta la tradición lo hiciera Buriato contra los romanos, un grupo de valientes
villalonguenses, capitaneados por Juan Peralta, Andrés Guerrero y Francisco
Garcés, como pudieron, con piedras, con fuego, en guerra de guerrillas, hicieron
huir en desbandada a cerca de 600 franceses, teniendo que tomar éstos por
fuerza otros caminos, con la vergüenza de la derrota, y Villaluenga se mantuvo
orgullosa y triunfadora como dueña y
señora de este valle.
Hoy
por hoy, Villaluenga descansa de su largo peregrinar por la Historia. Sus recuerdos, en el tiempo, son estáticos e inmutables, y los mantienen con
orgullo: Su iglesia cementerio del XVIII, su capilla-ermita de San Gregorio,
mandada construir por la duquesa de Aveiro, y que atesoró la noble imagen de
San Francisco, del siglo XVI, su iglesia parroquial.
Pero hay algo que ha dado fama en el mundo entero a Villaluenga. Esa
Impresionante gruta natural, conocida como la Sima, verdadero paraíso de la espeleología
y de la actividad sub-acuática. ¿Qué misterios se encierran en ella?
Hay otra sima igualmente importante, la del Cabo de Ronda, conocida
también como “La Sima del Republicano”, pues en ella, según cuenta la
tradición, fueron arrojados en ella los miembros de una partida del ejército
republicano que había sido atacada, durante la Primera República Española, por
el ejército realista. Y la sima fue su cementerio.
Pero, y entro de lleno en el campo de la anécdota, y ya que estamos en
ferias ¿Sabían ustedes, que a Fernando VII le gustaba el rico mosto del Pajarete,
con una tapita de queso de Villaluenga?.¿Que no? No debía de tener mal gusto
este rey español. Si no hagan ustedes la prueba. Esas ovejas, con pastos comidos
del Reloj, dan un queso impresionante, catalogado de la mejor calidad y digno
de exposiciones, como lo fue en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en mil
novecientos veintitantos
Y de pleitos ¿Sabían ustedes algo? Porque Benaocaz y Villaluenga pleitearon,
y con dureza, contra Ubrique y Grazalema, por el repartimiento del fruto de
bellotas de los bienes comunes de la cuatro villas.
En el archivo histórico de Benaocaz
hay un importante documento fechado el 26 de agosto de 1.882,conteniendo el expediente
instruido por el señor don Francisco Sánchez Tordesillas, delegado del
Excelentísimo señor Gobernador Civil de la provincia, para la división del término
jurisdiccional y alcabalatorio, que en común gozan esta villa de Villaluenga y
sus tres hermanas y que entre otros dice: que si se acude a la remota época de
la creación de estas villas, resulta que todas cuatro (Benaocaz, Grazalema,
Ubrique y ésta) venían a formar un solo pueblo, distribuido en cuatro entidades,
separados únicamente en situación, pero unificados en su esencia, en sus derechos
y en sus aprovechamientos, con un término en común en que todas arbitran y ejercen
jurisdicción sin que para constituirlo se hiciera desembolso alguno, ni se
señalare la parte correspondiente a cada una. Deseaba Grazalema, y he aquí el pleito,
que la división se hiciera por el número de habitantes, aquí saldría ganando ella,
y no como lo querían las otras tres, a partes iguales, como verdaderas
hermanas. Pero prevaleció el criterio de Grazalema, ya que a ella estaba unida Benamahoma,
por lo que a Grazalema le daban dos partes, y al resto de las poblaciones una
sola. Esto traducido al idioma moderno quiere decir, que mientras Ubrique, Benaocaz
y Villaluenga, tienen del orden de los sesenta y más kilómetros en el término municipal,
Grazalema tiene 120 aproximadamente. De todas maneras el pleito duró bastante
tiempo.
Y ya no quiero cansarlos
a ustedes más con estos retazos de historia. La historia queda ahí, en el recuerdo.
El presente es distinto. Hoy por hoy, nuestra villa sufre un receso en su caminar,
sus hombres y mujeres, a pesar de todo, buscan afanosamente su bienestar por
otras latitudes. Pero hoy esta fiesta de amor hacia la Santísima Virgen del Rosario,
es un lazo de unión, entre los que están y los que vienen, entre los que viven,
minuto a minuto su presente, y los que lejos Labran su porvenir; y bajo la luz
alegre de su verbena, acariciados por los sones de alegres pasacalles y el
atronador ruido de sus cohetes, cada villalongués se sentirá más hermanado con
su vecino, y galante y generoso, ofrecerá al visitante las maravillas de las
que Dios, en su grandeza, dotó a la población.
Y
en esa centenaria plaza, de toros, única en el mundo por el inagotable aforo que le da la sierra,
tendremos los tradicionales festejos taurinos, y en los Caños, tiradas al
plato, conciertos, dianas, actos de todo tipo. El programa de actos está lleno
de actividades.
La
Santísima Virgen del Rosario paseará triunfante en la población el domingo día
5,porque después de tantas luchas en su historia, Villaluenga a su Virgen
cantará; el pueblo, son quinientos corazones y en cada corazón Ella tiene su
altar.
A
ti, reina de la fiestas, Juana Moreno Rodríguez ¿puedo desearte en esta noche feliz?. De verdad que al mirarte se
me embrollan las palabras y apenas si balbuceo lo que mis labios quieren decir.
Porque si he sido pregonero de tus fiestas, cantando a tu patria chica, para ti,
Reina, vaya el trémulo cantar de mi justa pleitesía. Porque tú, como tu pueblo,
eres hermosa, graciosa, bella, sonriente, alegre y feliz, llena de ilusiones,
candorosa y de un salero sin fin. Y a toda tu corte de honor, angélicas
figuras, Cristo, Cecilia, Antonia y Juana,
flores sonrosadas de un mismo ramillete, felicidad, en esta noche de ensueños.
Felicidad sin límites, que no acabe todo en estas fiestas rosarinas, que Ella Misma
os acompañe de por vida, hermosa juventud, que dentro de la sencillez de
vuestro pueblo, seáis siempre las lucernas que alumbren y dirijan los caminos hacia
puertos de esperanza de un venturoso porvenir a todos los que hoy os rendimos
homenaje de nuestro afecto y de nuestro amor.
He
dicho
Manuel
Cabello Janeiro, Villaluenga del Rosario, 1976