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sábado, 28 de septiembre de 2024

El 55 aniversario del Colegio Menor Las Delicias, en Ronda

 

Cartel anunciador del evento, 28 de septiembre de 2024

En este enlace 

 


Por Esperanza Cabello

 

Hoy sábado, 28 de septiembre, tendrá lugar en Ronda la celebración de un aniversario muy especial. Hace cincuenta y cinco años que se inauguró el Colegio Menor Las Delicias.

Esta inauguración fue todo un hito en el curso de las vidas de cientos de chicos de la sierra, se trataba de un internado en el que muchos de nuestro familiares y amigos pudieron alojarse para realizar sus estudios de bachillerato.

En Ubrique, en la época, la enseñanza de bachillerato aún no estaba instalada, por lo que todos teníamos que continuar estudiando fuera. Ronda era entonces nuestra referencia, por historia, por cercanía, por tradición, y cada lunes decenas de chavales y chavalas cogíamos Los Amarillos para las clases semanales, volviendo cada viernes de la misma forma.

Para este aniversario ha habido una gran preparación, y todos en la familia hemos hablado de él, nuestros dos hermano mayores, Francisco y Manolo, pasaron allí buenos años, y forman parte de esta generación "deliciosa".

Pero nuestro pensamientos se van de nuevo a la semana pasada, a nuestra última conversación con nuestro querido Juan Ramírez, que, entre otras cosas, nos habló de esta celebración que tendrá lugar hoy (y en la que esperamos que lo recuerden de manera especial) y del grupo en el que unos y otros hacían los preparativos.

Nos dijo que, entre las últimas fotos, le habían llegado dos que no había visto antes, y en ellas a nuestro hermano Manolo "Me ha gustado mucho verlo tan jovencito", con un grupo de compañeros, quizás en el coro.

Nos mandó las fotos para que se las hiciéramos llegar, y eso hicimos.

Hoy, acordándonos de este aniversario, de Juan, de nuestro hermano y de las fotos, hemos pensado que podíamos compartirlas con todos, porque son un eslabón más de nuestra historia.








Espero que todos aquellos "deliciosos" pasen un gran día, que todo lo que han organizado salga tan bien como desean, y que sigan reuniéndose cada vez que tengan ocasión.

Y gracias de nuevo, Juan, por contar con nosotros en tantas ocasiones💜💜💜

 

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domingo, 22 de septiembre de 2024

Despedida a Juan Ramírez, por Juan González Cabezas

 

Mínimos poemas de otoño
 
 
A Juan Ramírez Domínguez, mi querido amigo.
 
 
Y ahora que las granadas
se abren como corazones
enramados,
rojas rezumando sangre
en grietas dulces,
labios que lamen pulpas
transparentes y perlas fucsias,
ahora que se esperan lluvias
en los ríos,
altos arroyos desbordándose,
aguas sobre el agua
salpicando en botas de goma
almas e intemperie,
leve frío en los callejones,
pájaros en los plátanos piando
al caer la tarde,
ahora que los farolillos
se arrastran por el suelo
como un dolor arrugado de colores,
y huele a gomas de borrar
en los pelos de los niños,
que las nubes dan arrope a la memoria,
y el verano huye
como una hiena que roba
zamboas amarillas en la huerta,
ahora que recordar es una vida paralela
que nos hace inmortales,
días después que una Virgen
cruzase tu calle enamorada de azucenas,
ahora que eras palabra caudalosa,
viajero de la noche en bicicleta verde,
preso del sufrir que el mar golpea
con violetas,
ahora llenas el espacio de los pinitos
que salen de tu tierra,
sin ti el recuerdo ya no es confortable,
ni la muerte es la nieve donde nos tendíamos
tan jóvenes, querido amigo,
sin tí duele mirar las altas cumbres
del río donde ahora llueve.

Juan Ramírez Domínguez. In memoriam

 


 Juan en Núremberg

Una visita final que cerraba un ciclo

 

 

Por Esperanza Cabello

 

Esta misma noche he tenido noticia, por Manuela Agüera y Ana Mari Ramírez, de la muerte de mi amigo Juan Ramírez Domínguez el jueves pasado en Cádiz. La noticia me ha pillado tan de sorpresa que no he podido reaccionar en mucho rato.

¡Juan! ¡¿Muerto?! No me lo podía creer, el corazón me ha dado un vuelco y se me ha desgarrado un poquito más el alma. No puedo ni imaginar el dolor terrible que estarán sintiendo Clemen y Blanca, su mujer y su hija, ni sus hermanos Ana Mari y Antonio. 

Mis recuerdos de Juan se remontan a la más tierna infancia, era el hermano mayor de Antonio y Ana Mari, los tres hijos de Juan Ramírez, "el de Correos", y Rafaela Domínguez, su madre, que falleció demasiado pronto.

Lo recordamos en lo de su abuelo, "lo de Pendón";en Ronda, en Las Delicias; y en Cádiz: Hace casi treinta años una tarde, al recoger a los niños de la guardería, me fui con ellos a jugar a una plazoleta, y cantábamos "Chincho, chinchorro". 

Una voz nos habló desde la esquina: "Qué de tiempo hacía que no escuchaba esas canciones ubriqueñas".

Era Juan, con sus dos niños, Juan Manuel y Blanca, que rápidamente se pusieron a jugar con Serafín y Julia mientras nosotros hablábamos de tiempos antiguos, de canciones, de hijos y de familia. Aquel invierno nos vimos más tardes en la plazoleta, y estábamos contentos de compartir vidas similares (sus hijos un poco más pequeños que los míos).

Después se sucedieron una serie de traslados y mudanzas, y no volví a saber de ellos hasta que Ubrique en el recuerdo vio la luz. Juan, que había adoptado un seudónimo "Bebio Dencio", supuestamente el nombre del primer ubriqueño que  fue esculpido en piedra (en este enlace). En estos doce años, Juan se ha convertido en un colaborador imprescindible de Ubrique en el recuerdo. Su memoria impresionante, su manera de contar las antiguas historias, su magnífica afición de guardar todos los pequeños tesoros de la familia (fotografías, recuerdos, documentos...) han sido de un valor incalculable.

Pero hubo un suceso que cambió nuestras vidas para siempre, su hijo Juan Manuel murió inesperadamente en Alemania, y de repente todo se convirtió en un caos terrible y doloroso. No solo estaban destrozados él y Clemen, su mujer, por la pérdida de su hijo, sino que tuvieron que enfrentarse a un difícil muro administrativo por estar en un país extranjero con muchos requisitos.

La familia quedó rota a partir de ese momento, siempre habían sido cuatro, y ahora solo quedaban Juan, Clemen y Blanca. Y su dolor era desgarrador.

Juan ha sobrevivido siete años a su hijo, en este tiempo de gran dolor ha ido intentando gestionar su pena con la escritura, publicando siete libros alucinantes sobre sus sentimientos, sus pensamientos, sus recuerdos, su pena, su desgarro. (En este enlace)

He hablado con Juan  muchas veces de esta tragedia, y nunca he podido imaginar el horror de la pérdida de un hijo, orfandad inversa, decía Juan, a falta de un término para designar esta situación. Juan me ha contado su tarea en la asociación "Alma y Vida", y siempre me ha parecido magnífico que, a pesar de su propio desgarro, hacía todo lo posible por ayudar a quienes sufrían una pérdida como la suya.

Ha seguido escribiendo, ha seguido trabajando, ha seguido dando charlas, ha seguido regalando libros, ha seguido colaborando con asociaciones culturales... y todo a pesar de que su corazón no quería seguir latiendo y todo el sufrimiento le pasaba factura.

La semana pasada, sin ir más lejos, estuvimos hablando de una fotografía de su familia, que publicaba el miércoles en el blog. Y el miércoles por la noche, comentando la fotografía, me envió varias fotografías para mi hermano Manolo, de la época de Las Delicias, que están preparando su cincuenta y cinco aniversario. Me habló muy cariñosamente de mi hermano y nos deseó a todos mucha salud. Le conté que el jueves nos íbamos a ver a los nietos y que volveríamos muy pronto, y me deseó muy buen viaje aquel miércoles por la noche.

El jueves empezó a sentirse mal y parece que su corazón ya no aguantaba más dolor, murió acompañado de su querida Clemen sin que se pudiera hacer nada por impedirlo.

¡Ay qué dolor!

Para Juan, esa era la única frase que podía resumir tanto sufrimiento. Y ahora yo la utilizo por Juan, por Clemen, por Blanca, por Ana Mari, por Antonio, por todos.

Un hombre tan culto, tan educado, tan cariñoso, tan generoso y con tanto tesón y voluntad. Juan fue enterrado ayer  junto al árbol de JuanMa, el árbol de la familia en el Bosque de los Recuerdos, en una ceremonia íntima y privada.

Y  para todos los que quedamos aquí, se abre un abismo, la certeza de que, en cualquier momento, cualquiera de nosotros puede caer en él. 

Juan decía que solo te morías de verdad cuando nadie te recuerda. Eso no sucederá, porque la estela de bondad y generosidad que ha dejado entre nosotros no se perderá. Sus libros, sus escritos, sus pensamientos y su poesía quedarán para siempre.

El corazón vuelve a irse a lado de sus seres queridos, y quiero mandarles, dentro de la pena que esta noche me embarga, un gran abrazo, porque palabras de consuelo no encuentro para esa familia partida.

Descansa en paz, querido amigo, tú también te has ido casi sin decir adiós, demasiado joven, demasiado pronto, pero dejando tras de ti una huella imborrable.

 


 

Ubrique en el recuerdo y el mundo de los libros se quedan huérfanos sin ti, amigo.



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miércoles, 18 de septiembre de 2024

El puente de Carlos III en 1955

 

 

Juan Ramírez y sus padres en el puente de Carlos III de Ubrique

Los acompaña Ana Rosa, 1955

 


Por Esperanza Cabello


Nuestro amigo Juan Ramírez nos ha enviado esta preciosa fotografía de la familia en 1955, cuando él era casi un recién nacido, con sus padres Bartolomé Ramírez Lozano y Rafaela Domínguez. Los acompaña Ana Rosa, su vecina en aquella época.

Si nos situamos bien, vemos que atrás al fondo se ve el Salto de la Mora, y algunas casitas en la falda de Las Cumbres. Por lo demás, solo se ven huertas y campos, además de una hilera de plátanos que bordeaban el camino de El Prado (conocido antaño como el "Prado de los caballos").

 


 

Juan nos comenta que, en realidad, es casi el mismo paisaje que a mediados del siglo XIX, cuando en la litografía de Ubrique solo se ven huertas y campo, con algunas casitas de campo diseminadas.

 



Gracias, Juan, por compartir con todos nosotros esta imagen, ya histórica.💜

 

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viernes, 27 de octubre de 2023

El ubriqueño Juan Ramírez en "La voz del Sur"

 

Recorte de la página del periódico digital 

 "La voz del sur"

 

Esta noche nuestro amigo Juan Ramírez nos ha enviado un enlace a la entrevista que Francisco Romero le ha hecho para "La voz del Sur" (este es el enlace)

Es una entrevista muy interesante, pocas veces hemos tenido la ocasión de conocer de cerca y con tranquilidad  los pensamientos y sentimientos de una persona que ha perdido a su hijo.

Juanma, el hijo de Juan, murió en 2017 repentinamente, y la vida a partir de ese momento cambió radicalmente para toda la familia. Juan ha conseguido que la escritura sea su medio de expresión, en este blog hemos presentado algunos de sus libros (en este enlace), y pensamos que su experiencia puede servir de algún modo para aquellos que, desgraciadamente, estén en la misma situación.

Existe una asociación, Alma y vida, que empezó hace unos veinte años para ayudar a padres y madres que han perdido a sus hijos. Hay un grupo en Chiclana en el que Juan actúa como voluntario con otros padres y madres que han sufrido pérdidas más recientes.

Juan nos explica que él está a la disposición de cualquier padre o madre que quiera ponerse en contacto con él, y desde este blog nos ofrecemos a servir de enlace para lo que necesiten.

Un gesto ejemplar que es muy de agradecer. ¡Fuerza, amigo!💜💜💜


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lunes, 28 de agosto de 2023

Lugares con solera: la casa de Pendón

 

 

La casa de Pendón en septiembre de 1936

Renovación del voto de 1855

Fotografía de Francisco García Parra


Por Juan Ramírez y Esperanza Cabello


Siempre habíamos pensado, cuando hablaban de esta casa tan emblemática y tan conocida de Ubrique, que se referían a "lo de Pendón" porque a algún ubriqueño antepasado de los habitantes que conocimos, le había caído el sambenito de ese mote tan poco agradable y a la familia se le había seguido diciendo con el paso de los años, porque una de las acepciones de la RAE es la siguiente:

Hace unos años, cuando ya "lo de Pendón" queda solo para los ubriqueños que peinamos canas, descubrimos esta magnífica fotografía de Francisco García Parra, el cronista de Ubrique de los años veinte y treinta, tomada el día 13 de septiembre de 1936, cuando se renovó el voto a la Virgen de los Remedios realizado en 1855.

Y, a pesar de la escasa calidad de la copia, se ve claramente que la fachada de "lo de Pendón" está prácticamente tomada por pendones y banderas, con la Virgen en el centro y las "fuerzas vivas" del pueblo sobre un entarimado (necesitamos urgentemente que alguien que conociera ese momento nos contara cómo fue, debió de ser sonado). Entonces pensamos que quizás había habido una segunda versión y que la casa se llamaba "lo del Pendón", refieriéndose a esos pendones que colgaban de la fachada y que quizás no fuera solo ese día, sino que por alguna razón que no terminamos de comprender se hacían las manifestaciones religiosas multitudinarias en la fachada de estos buenos vecinos, y entonces se referirían a otra acepción de la palabra "pendón" tal como podemos ver en la RAE (en este enlace).

Y cuando ya nos decidíamos más por esta segunda versión, se nos ocurrió preguntar a nuestro amigo Juan Ramírez, porque recordamos que la casa era de su familia, aunque no sabíamos bien por qué parte. Y Juan, amable y paciente como siempre, nos ha respondido de una forma extraordinaria:



Con respecto al bar de Pendón, era de mi abuelo, el padre de mi madre que efectivamente se llamaba Juan Domínguez Pendón. Era originario de Algodonales, yo no lo conocí porque falleció en 1950. Pertenecía a la Guardia Civil, pero al casarse con mi abuela, Juana Marín Montero, mi bisabuelo Rafael Marín Domínguez le puso ese bar, cuyo nombre era "Café Español". 

Fue un bar muy conocido y frecuentado por todo el pueblo porque tenía una pianola eléctrica (aunque se podía tocar también manualmente) funcionaba cuando echabas una moneda por la ranura de una cajita (te adjunto fotos).  Me contaba mi madre que el día de la Virgen de los Remedios al salir y entrar en la iglesia, la pianola tocaba el himno de España.

 Por cierto, cada tema musical era un rollo de papel horadado con cientos de agujeritos, y las teclas se movían. Este piano, junto con unos 200 rollos se lo regalamos al pueblo de Ubrique cuando le vendimos al Ayuntamiento la casa. No quisieron hacer un documento de donación, aunque nos dijeron que le pondría una plaquita en recuerdo a los donantes. 

Hasta ahora no he sabido nada y eso fue en enero del 2000.



miércoles, 15 de marzo de 2023

Presentación de "¡Ay mi niño!" en Sevilla

 

Amparo Carmona, Ángela Ortiz y Juan Ramírez en la presentación del libro



Por Esperanza Cabello

 

Como explicábamos la semana pasada (en este enlace), el lunes tuvo lugar en Sevilla la presentación del libro "¡Ay, mi niño!", del ubriqueño Juan Ramírez Domínguez.

En el acto, celebrado en la Casa de la Provincia, Juan estuvo acompañado por Amparo Carmona Casado, de la Asociación Alma y Vida, y la psicóloga Ángela Ortiz.

Un acto emotivo, del que todos los beneficios fueron destinado a la Asociación "Alma y Vida", que ayuda a padres y madres en el duelo por la pérdida de un hijo.

 


 

Nuestro amigo Juan nos ha enviado el guion de la presentación, que además fue grabada por Canal Sur, a continuación podemos ver una pequeña entrevista




P R E S E N T A C I Ó N

 

          - Saludos y agradecimientos: a los asistentes, a Amparo (Facilitadora de duelos) y a la psicóloga Ángela Ortiz.

          Me emociona ver caras conocidas y también aquellas que no lo son. Quiero comenzar con esta frase de

           Baltasar Gracián, escritor español del Siglo XVII, dijo que

          “La muerte para los jóvenes es un naufragio, y para los viejos es una llegada a puerto”.

          Del que se produjo en nuestro hogar, aunque lejos de nuestra casa, nace “¡Ay mi niño!, y diferencio hogar de casa, esta es sólo un lugar, mientas que el hogar es un sentimiento que siempre nos va a acompañar vayamos a donde vayamos.             .                                       Un día, en nuestro caso inesperado y ni siquiera intuido, en un segundo la vida nos cambió. Todavía no sabes que ya no volverás a ser nunca más la persona que eras, y empiezas a lamentarte por lo que te han hecho, cuando realmente se lo han hecho a ellos. 

   

  Nos adjudicamos el papel de víctimas, y lo somos, pero de una forma colateral. Las verdaderas son ellos, los que se han ido. Rechazamos la realidad de que todos iremos desapareciendo, que el aire vendrá a llenar el hueco que un día ocupamos como dueños y señores de un espacio en el que siempre estuvimos de paso. La vida sigue sin él, aunque ya nunca podrá ser la misma. Todos los textos son el intento de devolvérsela al que no está. Todo concluye en un grito desgarrado por restituirle la presencia:

A tu lado 

Aunque no te vea

Respirándote

Aunque no te tenga

Escribiéndote

Aunque no me leas

             

 

          ¿Sigue siendo la naturaleza la misma, cuando ya no es observada por el que no está? Juan Ramón Jiménez, con su delicada sensibilidad, sintió ese mismo presagio más allá de su vida 

 

Y yo me iré

Y se quedarán los pájaros cantando

Y se quedará mi huerto

Con su verde árbol

Y con su pozo blanco

 

          Coger papel y lápiz fue el primer mecanismo que vino en mi ayuda. Ya tenía alguna experiencia. ¿Quién a los 13 años no emuló los versos de Bécquer? Pero ahora había que escribir otras cosas aunque me dolieran mucho, recordando a Dante en el Canto V de su Divina Comedia:

 

Ningún dolor más grande,

Que el de acordarse del dichoso tiempo

En la desgracia

 

          - L E C T U R A. Epílogo (Dos párrafos).

 

          Escribir este libro no ha sido ni un reto ni una obligación, ha sido una imperiosa necesidad que me ha ayudado a acercarte y a la vez a desmitificarte, hijo mío. A verte y aceptarte como una persona independiente, adulta, en toda la extensión de la palabra, madura y noble.                    

 He escarbado en tu vida y en la mía, me he reencontrado con tu añorada infancia dulce y feliz como tenía que ser. Con la siempre alborotada pubertad: la mía y la tuya, con el ser bueno, cariñoso, protector y generoso que se nos perdió en este cruento, gratuito y odiado naufragio.                                                          

 

          - El libro es un conjunto de conversaciones solo de ida, sé bien que nunca las habrá de vuelta, en ellas me dirijo a él en primera persona, como si lo tuviera físicamente junto a mí, esperando que cuando escribo esté apoyado en mi espalda leyendo por encima de mi hombro.                                                                                                         No es una novela, ni un libro de aventuras. Es una elegía, un permanente diálogo de amor, sin los tonos tan excesivamente trágicos de Jorge Manrique, ni la profundidad de la que Miguel Hernández escribió a su amigo Ramón Sijé, pero es mi libro para mi hijo, el que saltó de los sentimientos que anidan en mi corazón.   

          - Está ordenado cronológicamente, por eso se entremezclan poemas, relatos y reflexiones, los recojo en el momento que me llegan. Van a ser los recursos literarios sobre los que se sustenta. He usado el nuevo lenguaje que trae la pérdida, en el que palabras como amor o ausencia cobran otra dimensión. El lenguaje en el que nos entendemos los huérfanos inversos, con el que no nos hacemos daño cuando nos comunicamos entre nosotros.

         

          - En los poemas es donde brotan las lágrimas del alma. Ya desde que puse el pie en el aeropuerto de la ciudad donde fuimos a recogerlo, las palabras se me fueron agolpando en la mente. Querían salir y no sé si lo hacían para amortiguar o para hacer crecer el dolor, pero a pesar de ello, te vuelves a encontrar con la ternura. Os leeré dos.

 

 

          - L E C T U R A 

          - El primero lo escribí después de haber permanecido sentado un buen rato en su cama con los ojos cerrados, lo titulo: Nana para Juanma   (Número 76).

 

          Templad la voz,

          corred las cortinas,

          andad de puntillas,

          que mi niño se ha dormido.

 

         

          Dejémosle soñar

          con unicornios dorados,

          que toque el arcoíris,

          que vuele como un pájaro,

          que salte de nube en nube,

          que llegue a las estrellas,

          que sople polvos de hadas,

          que corra con los duendes,

          que escale las más altas montañas,

          que patine sobre lagos de hielo,

          que ruede por las dunas de arena,

          que blanda espadas de acero,

          que desplegue las velas al viento,

          que navegue sobre olas de plata,

          que reme por los rápidos del río,

          que sueñe con caballos alados.

 

          Apagad por favor las luces,

          que todo se quede en silencio,

          que aunque el nido parezca vacío

          yo estoy velando sus sueños,

          porque mi niño está sólo dormido.

 

 

 

        - El segundo fue la felicitación por su cumpleaños cuando ya no estaba: Treinta barquitos veleros  (Número 26).

 

          Sobre las olas del mar azul,

          con sus velas retando al viento,

          pintados de sal y espuma,

          vuelan hoy por la bahía,

          treinta barquitos veleros.

 

 

          Sobre las olas del mar azul,

          cuando esta noche la luna,

          se asome al firmamento,

          se encenderán para siempre,

          treinta luceritos nuevos.

         

                    - El relato es una búsqueda profunda de la persona, desde su llegada hasta su partida. Me bastó con desempolvar los recuerdos, eso sí, pagando el alto tributo de convertir aquellos que fueron felices en tristes. 

 

 

          - L E C T U R A.- Tu cunita de palos torneados  (Número 9).

 

          Desde el pasillo contemplo la habitación vacía. El cabecero de tu cama está teñido día y noche por los resplandores de sol, estrellas y luna que se cuelan por la ventana. En mi retina brillan y se manifiestan aquellos momentos, que ojalá hubieran sido eternos, en la que estuvo llena de mucha vida, de tu vida, de nuestras vidas.

          Te percibo en tu cunita pegada a la pared. Unas veces sumergido en un profundo, apacible e inocente sueño. Otras muchas, nada que se le pareciera. Te veo de pié, agarradito a los barrotes sonriéndome y buscando con tus vivaces ojillos el rastro de algún peluche o cochecito, que segundos antes con un gesto radiante de pillería habías lanzado por los aires, y que no alcanzas a localizarlo en el suelo.

          Cierro los ojos y me regresa ese olor a la ternura de tu infancia que me asaltaba al abrir la puerta. Ahora, lo busco, lo persigo, lo fuerzo, pero no me llega. No está perdido del todo, lo conservo aún en la memoria.

          Cuando oyes que mis pasos se te acercan te pones de puntillas y me extiendes tus bracitos;

 

          - Ahora te cojo mi vida.

 

          Ahora mismo nos iremos a mi butaca del salón. Allí te recostarás sobre mi pecho y nos dormiremos a la vez, y también a la vez, se fundirán en un enorme abrazo tus sueños y los míos.

 

          - La reflexión es el intento infructuoso de encontrar respuestas a las miles de preguntas que se me planteaban. Es el espacio en el que descargar la inmensa rabia y la ira que te está destruyendo, es donde poner en duda las creencias, donde rechazar el destino, donde revelarte contra el final de un ciclo que llegó de una forma antinatural.

         

          - L E C T U R A.- Desvaríos  (Número 84).

 

          No será así, pero muchas veces llego a creer que sobre mis hombros estoy soportando solo todo el peso de la desgracia, y me hace sentir desgraciado, hundido, vencido, entregado al abandono, al vacío que va horadando segundo a segundo mi alma, sin tener ni una sola tregua para engranar los sentimientos ni para recomponer la “nueva vida” con la que gratuitamente me han castigado.

          Los padres, en silencio, sin hablarlo, vivimos martirizados por el temor de perder a un hijo, rogando siempre desde nuestro frágil interior que no nos suceda nunca. Si llega el terrible infortunio no estamos preparados para afrontarlo. Es imposible. Pensamos que sólo es un temor y que nunca pasará de ser sólo eso. Desde nuestra infancia vamos viendo desaparecer a personas queridas de nuestro entorno. Nos apenamos, pero lo aceptamos porque sabemos o intuimos que es el ciclo vital de los seres humanos. Una cadena que comienza con el nacimiento, que a través de nuestro camino cada uno va enriqueciendo con los eslabones que libremente eligió. Mientras tanto se envejece, y siempre, siempre, habrá un final. El eslabón viejo sujeta al joven, pero llega un momento en que se desgasta y se rompe. Para eso estamos preparados, hemos sido muchas veces testigos. ¿Pero y si sucede al revés? ¿Y si se ha roto el orden natural? ¿Y si nos toca ver morir a quién hemos visto nacer? ¿Cómo nos preparamos para ser protagonistas en el miserable escenario de crueldad que se nos ha venido encima? ¿Cómo se hace? ¿Cómo poder entenderlo? ¿Cómo creernos que ha pasado? ¿Cómo vamos a prepararnos para oír campanas de duelo si en nuestros interiores aún resuenan las nanas que parece que fue ayer cuando se las cantábamos? ¿Cómo estar preparados para aceptarlo? ¿A quién hay que odiar por consentirlo? ¿A quién hay que pedir piedad para soportarlo?

 

          Me han quitado el suelo de debajo de los pies. Caigo en barrena por una espiral interminable dejando jirones de mi corazón en cada golpe de realidad que voy recibiendo. No hay donde agarrase, no se puede frenar esta locura autodestructiva que nos han asignado. El tiempo se hace interminable, se hace eterno desde el desastre, pero el tiempo no existe cuando se trata de olvidarlo.

          No sé si serán pensamientos negativos de una mente desquiciada o desvaríos de un espíritu  mortalmente herido. Más de una vez, más de dos y más de las que debiera me acabo preguntando:

 

           ¿Y por qué a mí me han dejado aquí?

 

          Sé que no habrá respuestas, lo sé a ciencia cierta, pero si las hubiera, sé también que ya no querría conocerlas.                                                       

          Finalizo la intervención como acaba el Epílogo, que es como acaba el libro. En este párrafo final hago un agradecimiento a la dedicación abnegada de esas personas, que sin pedir nada a cambio,  nos ayudaron, y siguen me ayudándonos en la reconstrucción de nuestras vidas. 

Me refiero a los Psicoterapeutas voluntarios de Alma y Vida de la sede de Chiclana de la Frontera. Lo hago extensivo a todos los que nos atienden en cualquiera de las poblaciones en los que está implantada la Asociación.

 

          L E C T U R A.- Alma y Vida. Epílogo  (Último párrafo).

 

          Nos vemos cada dos semanas en las terapias grupales. Juan, Fernando, José, Isabel y Águeda. No me olvido de África, que además, por cuestiones de organización es la psicóloga, y ya amiga, de nuestras terapias individuales. Le agradezco profundamente su afán por curar mi alma. Palabra a palabra, sonrisa a sonrisa y abrazo a abrazo, va consiguiendo que llegue un rayito de luz a mi dolorido espíritu. A todos los quiero, los respeto y los admiro como a héroes, porque lo son. En las tardes de los viernes, a las 19 horas, cuando han acabado la última jornada laboral de la semana, se apartan de su hogar y de sus familias para atendernos a todos, que en conjunto somos un volcán de dolor y sufrimiento. Ellos, se nos acercan sin miedo a acabar achicharrados por nuestras ardientes lavas. Junto al resto de padres formamos una familia donde consolarnos y comprendernos, donde compartir sin ninguna clase de prevención el amor por nuestros hijos perdidos, donde llorar sin ninguna vergüenza que limite nuestra voluntad, donde aunque sea pasito a pasito vamos mejorando. Estamos unidos por un lazo invisible que anudó el infortunio, pero que es más fuerte que los obligados por la sangre.                              

 

          La última frase del libro es una despedida desesperada:

 

          Hijo mío, encuentra pronto el camino de vuelta a casa.

 

Muchísimas gracias por vuestra asistencia y atención.

 

 

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