Antonia Márquez, guapísima en su cumpleaños
Por Esperanza Cabello
Hoy es un día muy lamentable para toda la familia Bernal Márquez, hoy se ha despedido de todos nosotros la matriarca de la familia, la bisabuela Antoñita, y esa despedida es muy triste.
Antoñita es la bisabuela de nuestra hija Esperanza y los que la conocíamos no podemos dejar de darnos cuenta de que un trozo de nuestra vida y nuestra memoria se va con ella.
La conocimos hace más de treinta años, y desde el primer segundo hubo una corriente de simpatía que nos ha acompañado toda la vida, y es que compartir cariños une para siempre a las personas.
Antonia había nacido en el Cádiz de 1930, en una preciosa casa del centro de la capital, muy cerquita de la plaza de Candelaria. Cuando pasábamos por su calle siempre nos contaba que allí, en esa casa, ella había nacido y pasado su infancia.
Dintel de su casa natal
Desde muy pequeñita supo lo que eran las dificultades, su padre murió siendo ella una niña, trabajaba en una obra y se cayó de un andamio. Pronto empezaron los problemas para la familia, hasta que su tío se hizo cargo de ella y sus hermanos: su hermana mayor, que estaba enferma, y su hermano pequeño Miguel.
Allí vivió los tiempos terribles de la Guerra Civil, y muchas veces nos ha contado cómo llegaban los soldados, sacaban a algún vecino y lo fusilaban. Ellos, los niños, miraban a escondidas desde el balcón y vivieron de cerca muchos espantos.
Pronto se convirtió en una joven resuelta, dispuesta y alegre, a pesar de todo. Ella se encargaba de la casa y desde muy niña supo lo que era llevar todo el trabajo para adelante. Muy jovencita conoció al que sería el amor de su vida, el padre de sus hijos y su querido compañero, Eduardo Bernal, quien hizo todo lo posible por conquistar a su Antoñita y estuvo a su lado el resto de su vida.
Formaron una preciosa familia, pronto nació Memi, la hija mayor, que fue desde el principio de gran ayuda, pues la salud de Antoñita nunca fue muy buena, y las hijas se encargaban de cuidarla y de sacar la casa adelante desde pequeñas. Después llegaron Toti, Rosa, Amalia y Eduardo, el hijo menor, que siempre ha estado muy unido a su madre.
Una gran familia numerosa como las nuestras, de las que nos gustan, de esas en las que todos tienen su lugar y forman, cuando es necesario, una auténtica piña.
Cuando la conocimos pudimos vivir de cerca un poco de aquella vida familiar en la que casi todo rondaba alrededor de la cocina, del pescado que Eduardo traía a casa y de los buenos guisos de Antoñita, que tenía una mano extraordinaria para hacer unas comidas excelentes. Esos recuerdos, y esa cocina de la que tanto disfrutó su nieto mayor cuando estudiaba en Cádiz, son impagables.
Sus nietos eran su tesoro, los quería a todos con locura y eran su orgullo y su alegría. Celebraba sus logros y le dolían sus penas como propias, en ellos se refugiaba y los trataba con cariño y zalamería. Ha sido conmovedor ver como ahora ellos se han volcado con la abuela, emocionante ver a su nieta echadita en la cama abrazada a ella, pendiente de todo, o a su nieto cogiéndola en brazos con todo cariño.
Ella disfrutaba como nadie con sus niños y sus nietos, pero cuando empezaron a llegar los bisnietos estaba feliz, siempre feliz de verlos, de tenerlos en brazos de bebé, de acunarlos y de regalarles pequeñas chucherías con las que siempre los sorprendía.
Llegó Esperanza la primera, aún la recordamos tan contenta en el hospital con su bisnieta en brazos, orgullosa de verla tan sonrosada y pensar que era su familia. Entre ella y Nacho, que ha sido el último en llegar, y a quien ha podido conocer con toda la alegría del mundo, han ido llegando diez pequeños más, e incluso se han unido a esta familia los "bisnietos entenados" que ella ha acogido con el mismo cariño y la misma ilusión, regalándoles chocolate y acordándose de ellos como de todos. Dentro de dos meses, si todo va bien, nacerá su primera tataranieta, y ella se ha interesado por "la barriguita" desde el primer día.
Alegre y divertida, la bisa siempre ha sido una mujer especial
Por eso nos gustaría quedarnos, ante todo, con Antoñita como mujer de familia, para nosotros siempre ha sido un ejemplo de fortaleza, una persona sencilla que era feliz en el campo, le encantaban las huertas, las gallinas, las pequeñas cosas. Festejaba un limón y un manojito de espárragos como si fueran pequeños tesoros. Sus pequeñas alegrías nos alegraban a todos. Y ella siempre pendiente de todo el mundo, preguntando por pequeños y mayores, ha sabido ganarse el cariño de toda nuestra familia.
Y también queremos quedarnos con el apoyo y el amor incondicional de sus hijos. En los últimos meses los hemos visto tan preocupados, tan atentos, desviviéndose por su madre más que nunca, si cabe. Han sido muchos días de desvelos y preocupación en los que el único anhelo ha sido el bienestar de su madre.
Ahora, en estos momentos tan difíciles, quisiéramos decirles que su padre y su madre no podrían estar más orgullosos de ellos; cada uno a su forma, cada uno a su manera, se han esforzado por hacer su vida lo más confortable posible.
No olvidamos a Paola, que la ha acompañado muchos meses como alguien más de la familia, la ha tratado con cariño y con respeto y ha hecho que sus días fueran más agradables y seguros. Gracias, Paola, en nombre de toda la familia.
Feliz y agradecida con las pequeñas atenciones familiares
Y siempre atenta a los demás
Porque no debe de haber manera más bonita de cerrar el ciclo de la vida que hacerlo rodeada de tus hijos, tus yernos, tus nietos y tus bisnietos, a los que has hecho felices tantas veces.
Siempre estarás en nuestro corazón, bisa, pensábamos que te quedarías con nosotros para siempre, que ya íbamos a esperar a cumplir los cien años... y, en realidad, siempre estarás con nostros, en nuestros recuerdos y en nuestras añoranzas, fuiste un poco la madre de todos nosotros, y sin lugar a dudas alguien muy especial. Por eso, aunque hoy es un día muy triste, te recordaremos con alegría.
¡Te queremos, bisa!
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