Primera página del "Manual de la provincia de Cádiz"
de don Luis de Igartuburu, 1847
Transcribimos a continuación la descripción que de Ubrique da don Luis de Igartuburu en 1847, en su "Manual de la provincia de Cádiz", una curiosísima publicación que nos habla de los orígenes de todos los pueblos de la provincia y de la etimología de algunos topónimos.
UBRIQUE
Villa del partido de Grazalema, una de las cuatro hermanas de la
serranía de Villaluenga, á orillas del Majaceite.
Su nombre actual parece arábigo, pero su creación es mui anterior
á la dominación de los moros, si es cierto que este pueblo era el Ocurrís de
los latinos : aunque tampoco sobre esto se bailan acordes los autores, pues
alguno de ellos supone que no se llamá sino Ogarrys.
En el año de 1587 se nombraba Obrique, era del duque de Arcos, tenia una pila bautismal i contaba
287 vecinos, según aparece de la relación dada en 19 de Enero de aquel año por
el Obispo de Málaga, de que he hablado en la primera parte.
Fué del partido de Ronda antes de pasar á la Provincia de Cádiz
por la última división del territorio.
Da buenos i abundantes pastos á toda clase de ganados: en sus
llanos hai viñas, olivos i cereales, i se habla de algunas minas de hierro en
su término[1].
Celebra anualmente en los dias 15, 16 i 17 de Setiembre una de las
ferias de ganados mas concurridas de la Provincia.
Ubrique es una de las conquistas de los Reyes Católicos, como los
demás pueblos de la misma serranía.
Habiéndose conducido con igual heroicidad que los demás pueblos del partido
de Grazalema resistiendo á las armas francesas en la guerra de la independencia,
le son debidos los mismos elogios i adquirió la misma gloria; sobre lo cual
puede verse el artículo de Benaocaz en que se hace una breve, reseña de aquel
comportamiento, que he colocado allí solo por exigirlo el orden alfabético que
se sigue en este Manual.
Uno de los mayores alicientes que tuvieron las naciones bárbaras i extranjeras para apoderarse, sin reparar en los medios, de nuestra España, fué la multitud de minas de oro, plata, azogue, plomo i otros metales que había en todo el país, con especialidad en Andalucía i de consiguiente en esta nuestra Provincia; testigo de ello el famoso Amílcar, general cartaginés, que al decir de nuestras historias halló á su entrada en esta parte del Reino que no solo eran de plata los muebles i vasijas de servicio, sino que encontraron hasta pesebres del mismo metal: testigos los fenicios que para poder llevarse todo el oro i plata que encontraron, tuvieron que fabricar de estos metales los utensilios de sus navios, como dejamos indicado en el artículo de Tarifa; i testigos los romanos que empleaban de continuo 40.000 operarios en la explotación do nuestras minas, las cuales les producían 25.000 dracmas diarias.
Estrada asegura que además se cogian perlas, coral i otros objetos
preciosos.
Las minas del Nuevo Mundo nos hicieron olvidar i abandonar las del
Viejo: hoi que aquellas se perdieron para nosotros volvemos la vista á estas;
pero están ya tan oscurecidas por el largo desuso, que cuesta harto trabajo el
hallarlas.
En los primeros tiempos se consideraban deshonribles los trabajos
materiales de la explotación de las minas, i solo se dedicaba á ellos á los
esclavos i á los delincuentes que no eran de pena capital. La idea del infierno
en las entrañas de la tierra por una parte, i los graves peligros de estos
trabajos por otra, pudieron ser causa de aquella costumbre ó preocupacion, que
los tiempos i la ilustración han destruido completamente.