
Título original: Zapovednik
Año de publicación: 1983
Traducción: Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea
Valoración: más que recomendable
Ya sé lo que parece: que mi ambición consiste en convertir este blog en Un Dovlátov Al Mes... ¡Pues eso es exactamente lo que ocurre! Lástima, sin embargo, que no vaya a poder hacerlo: antes o después se me acabarán los Dovlátovs y como el bueno de Serguéi pasó a mejor vida en 1990, difícil va a estar el reabastecimiento... (aprovecho para brindar una idea a los muchos emprendedores del sector del MDMA: ¿por qué no ponerle a sus pastillitas el nombre de "dovlátovs", en vez de "teslas" o, como antaño, "mitsubishis"? Yo les aseguro que como adictivos, estos libros también tienen los suyo...
Y eso que la trama de esta novela no es que pueda calificarse de trepidante: el protagonista, Boris -no demasiado diferente del propio Dovlátov, por lo visto- es un periodista que ha fracasado como tal, como escritor y en su matrimonio, más los previsibles problemas con el alcohol, que acude para trabajar como guía al llamado Parque o Reserva Nacional Pushkin, un complejo turístico-cultural soviético en la finca familiar del gran escritor decimonónivo en la loclidad de Mijailovskoye, en Pskov (sea donde sea que esté eso). De ahí viene el título de Retiro, ya que el escritor decide tomar su estancia allí como una oportunidad para superar el desastre de vida que ha llevado hasta entonces. Hasta que esa vida de la que trata de retirarse va a buscarlo de nuevo...
Así contado quizás no lo parezca, pero este es un libro lleno de humor, descacharrante incluso en algunos momentos, como las descripciones de personajes insólitos: ¡ese Mitrofánov, que parece sacado de un Borges pasado de vueltas! ¡Ese inepto y fatuo Pototsky, que pretende compararse con Chéjov! ¡Ese casero del protagonista, tan... inenarrable! Ahora bien, como ocurre con el resto de la obra de Dovlátov (incluso cuando se trata de un libro con un carácter más ominoso, como es La zona, hay momentos para ello) el humor lo impregna todo con un sabor agridulce, aunque, por otra parte,, sin pretender arrogar ninguna superioridad moral al narrador, que sabe perfectamente que cualquier retrato que se hiciera de él daría un resultado no menos (tragi-) cómico.
Porque, en realidad, esta no es una novelita tan ligera como puede parecer a primera vista, sino, aunque a la manera guasona y melancólica de Dovlátov (tan rusa, diría uno sin saber muy si no es un tópico), se trata el relato de un fracaso, la disección anatómíca de cómo se puede echar todo a perder, sin siquiera ser consciente de lo que se había ganado, de la desesperación que el ansia de vivir puede producir cuando no se tiene la suficiente paciencia o talento para ello... Dovlátov, aunque quizás él no estuviese seguro de ello, sí que lo tenía, sin embargo.
Y eso que la trama de esta novela no es que pueda calificarse de trepidante: el protagonista, Boris -no demasiado diferente del propio Dovlátov, por lo visto- es un periodista que ha fracasado como tal, como escritor y en su matrimonio, más los previsibles problemas con el alcohol, que acude para trabajar como guía al llamado Parque o Reserva Nacional Pushkin, un complejo turístico-cultural soviético en la finca familiar del gran escritor decimonónivo en la loclidad de Mijailovskoye, en Pskov (sea donde sea que esté eso). De ahí viene el título de Retiro, ya que el escritor decide tomar su estancia allí como una oportunidad para superar el desastre de vida que ha llevado hasta entonces. Hasta que esa vida de la que trata de retirarse va a buscarlo de nuevo...
Así contado quizás no lo parezca, pero este es un libro lleno de humor, descacharrante incluso en algunos momentos, como las descripciones de personajes insólitos: ¡ese Mitrofánov, que parece sacado de un Borges pasado de vueltas! ¡Ese inepto y fatuo Pototsky, que pretende compararse con Chéjov! ¡Ese casero del protagonista, tan... inenarrable! Ahora bien, como ocurre con el resto de la obra de Dovlátov (incluso cuando se trata de un libro con un carácter más ominoso, como es La zona, hay momentos para ello) el humor lo impregna todo con un sabor agridulce, aunque, por otra parte,, sin pretender arrogar ninguna superioridad moral al narrador, que sabe perfectamente que cualquier retrato que se hiciera de él daría un resultado no menos (tragi-) cómico.
Porque, en realidad, esta no es una novelita tan ligera como puede parecer a primera vista, sino, aunque a la manera guasona y melancólica de Dovlátov (tan rusa, diría uno sin saber muy si no es un tópico), se trata el relato de un fracaso, la disección anatómíca de cómo se puede echar todo a perder, sin siquiera ser consciente de lo que se había ganado, de la desesperación que el ansia de vivir puede producir cuando no se tiene la suficiente paciencia o talento para ello... Dovlátov, aunque quizás él no estuviese seguro de ello, sí que lo tenía, sin embargo.
Una última observación, a partir de un diálogo que mantiene el protagonista de la novela:
"- ¿Los objetos personales de Pushkin? El museo fue inaugurado decenas de años después de su muerte...
- Así es -dije- como se hacen siempre estas cosas. Primero lo liquidan a uno, y luego se ponen a rebuscar entre sus objetos personales. Ocurrió con Dostoyevski, con Yesenin... Ocurrirá con Pasternak. Y en cuanto caigan en la cuenta, se pondrán a buscar entre los objetos personales de Solzhenitsyn."
No sé si a Dovlátov le habría hecho gracia la ironía (sospecho que sí), pero su misma figura parece estar siendo objeto de este proceso: de momento, en el pasado festival de Berlín se presentó una película titulada, precisamente Dovlátov -y existen planes para llevar al cine también Retiro-; en su ciudad natal, San Petersburgo, el escritor ya tiene una estatua muy resultona y en Queens le han puesto su nombre a la calle donde vivió después... No sé si acabaremos viendo algo así como un "Parque Dovlátov"... pero por si es así yo (que, he de confesar, también tengo alguna experiencia en la "gestión del patrimonio cultural" , por utilizar un eufemismo), me ofrezco para mi propio "retiro" en él. Incluso en Pskov, donde diablos esté eso...
Otros títulos de Serguéi Dovlátov reseñados en Un Libro Al Día: La maleta, El compromiso, La zona, La extranjera
"- ¿Los objetos personales de Pushkin? El museo fue inaugurado decenas de años después de su muerte...
- Así es -dije- como se hacen siempre estas cosas. Primero lo liquidan a uno, y luego se ponen a rebuscar entre sus objetos personales. Ocurrió con Dostoyevski, con Yesenin... Ocurrirá con Pasternak. Y en cuanto caigan en la cuenta, se pondrán a buscar entre los objetos personales de Solzhenitsyn."
No sé si a Dovlátov le habría hecho gracia la ironía (sospecho que sí), pero su misma figura parece estar siendo objeto de este proceso: de momento, en el pasado festival de Berlín se presentó una película titulada, precisamente Dovlátov -y existen planes para llevar al cine también Retiro-; en su ciudad natal, San Petersburgo, el escritor ya tiene una estatua muy resultona y en Queens le han puesto su nombre a la calle donde vivió después... No sé si acabaremos viendo algo así como un "Parque Dovlátov"... pero por si es así yo (que, he de confesar, también tengo alguna experiencia en la "gestión del patrimonio cultural" , por utilizar un eufemismo), me ofrezco para mi propio "retiro" en él. Incluso en Pskov, donde diablos esté eso...
Otros títulos de Serguéi Dovlátov reseñados en Un Libro Al Día: La maleta, El compromiso, La zona, La extranjera