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lunes, 21 de septiembre de 2009

Jorge Luis Borges: Otras inquisiciones

Idioma original: español
Fecha de publicación: 1952
Valoración: Imprescindible

Borges es reconocido como un maestro del relato. Aunque, desde luego, comparto este juicio, siempre he creído que el verdadero género de Borges era el ensayo. Si algo le caracteriza como autor de relatos, es su capacidad para encarnar ideas y hacer que el lector note bien cerca su aliento verosímil. De hecho, la trama viene marcada a menudo por las intrincadas consecuencias de una hipótesis metafísica, elegida por su valor estético. En los ensayos encontramos este mismo juego con las ideas, pero descarnado, es decir, regido por las solas reglas de un rigor lógico algo peculiar. El texto no se resiente con el cambio: lo que se pierde en materia narrativa se gana en la tensión intelectual a la que obligan las restricciones del discurso. El lector afronta aquí también una trayectoria sorprendente, quizá menos tangible, pero más concentrada.

En muchos de sus ensayos Borges no se comporta de modo distinto a un narrador; por momentos parece incluso estar construyendo la trama de un relato policiaco: plantea un enigma y amaga diversas soluciones. La diferencia, quizá, es que aquí no tiene cabida ningún monólogo final del detective, donde todos los cabos queden atados y la curiosidad del lector, satisfecha. En "La muralla y los libros", por ejemplo, Borges parte de un hecho histórico: un mismo emperador chino hizo construir la Gran Muralla y ordenó quemar todos los libros anteriores a él. Lo que los libros de historia registran con escrupulosa indiferencia es para Borges motivo de asombro, de sospecha. Algún secreto sentido debe de esconderse en la extraordinaria coincidencia de tan grandes obras de creación y destrucción. Tras proponer varias explicaciones, sin embargo, Borges acaba dándose por vencido y entrega al lector al poder que reside en la imagen misma de esa coincidencia.

Otras inquisiciones reúne algunos de los ensayos más visionarios de Borges, los que le señalan como un escritor intempestivo, capaz de ver sobre los provincialismos de su tiempo. "Kafka y sus precursores" recoge unas intuiciones sobre la construcción de las tradiciones culturales que se adelantan dos décadas a las que propondría el post-estructuralismo. En este ensayo Borges repasa los lugares de la literatura mundial donde ha reconocido, a lo largo de los años, la voz de Kafka: las paradojas de Zenón (que tienen su correlato narrativo en El castillo), cierta fábula china o dos parábolas de Kierkegaard, entre otros. Todos estos textos -dice- no tienen nada en común, si no es su afinidad con la obra de Kafka; una afinidad que empezó a existir sólo después de que ésta fuera escrita. Borges concluye que "cada escritor crea a sus precursores" y que "en esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres": El primer Kafka sería menos precursor de su obra madura de lo que lo son algunos de los nombres mencionados.

Borges libera así la formación del canon literario de dos arraigadas supersticiones: las que lo someten a un proceso de acumulación lineal y al azar biográfico. Se anuncia ese tema estrella del post-estructuralismo que se dio en llamar "la muerte del autor". Esta influencia de Borges sobre la filosofía francesa de los años 60-70 es abiertamente reconocida por Foucault, que escribió Las palabras y las cosas para tratar de explicarse la risa que le suscitaba un texto de Borges. Se trata del célebre extracto de una (imaginaria) enciclopedia china, citado en "El idioma analítico de John Wilkins". No me resisto a recogerlo aquí:
Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.
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lunes, 2 de noviembre de 2009

Jorge Luis Borges: El Aleph

Idioma original: español
Fecha de publicación: 1949
Valoración: imprescindible

No sé explicar muy bien por qué, pero siempre he preferido Ficciones a El Aleph. Los temas son similares, el estilo es el mismo: los dos libros son Borges en estado puro. Sin embargo, por algún motivo, los relatos de Ficciones (o más aún, los de la primera parte: Tlön, Pierre Menard, la Biblioteca...) forman en mí un imaginario recurrente, y los de El Aleph, no. Esto me parece más curioso aún cuando recuerdo que mi primer contacto con Borges fue, precisamente, a través del relato que da título a este segundo libro. No es de extrañar, desde luego: "El Aleph" es el cuento más famoso de Borges y mucha gente quizá sea el único que conozca, gracias al temario de literatura del bachillerato. Pero mi encuentro tuvo lugar un par de años antes de la lectura en clase y antes, también, de que yo me hiciera la mínima idea sobre quién era Borges.

Supongo que yo tendría entonces alrededor de 15 años. Mi vocación por las humanidades, de la que empezaba a ser consciente, se mezclaba todavía con un espíritu de resistencia anti-científica muy romántico y muy púber. Éste encontró el combustible perfecto en un libraco que entonces me fascinó y del que dudo que escriba aquí, porque me da miedo releerlo: El retorno de los brujos, de Pauwels y Bergier. El libro en cuestión abunda en temas como el esoterismo nazi, las civilizaciones perdidas o la alquimia; asuntos que en 1960, cuando se publicó, olían a nuevo y tenían su gracia, pero que a finales de los 90 eran ya un refugio para farsantes y mediocres. Felizmente, yo ignoraba esto y disfruté del libro con avidez, incluyendo ese extraño cuento de un ignoto escritor argentino. Mucho después, leí que Fernando Savater conoció a Borges exactamente de la misma manera; aunque, claro, bastantes años antes que yo: en una época en la que "descubrir" a Borges y entusiasmarse con el esoterismo new age eran cosas disculpables.

"El Aleph" comparte con tantos otros cuentos de Borges el gusto por la fantasía metafísica. Lo que lo distingue de otros, al menos para mí, es el tono de parodia. Siempre hay un cierto humor en la obra de Borges, pero es el humor de un tímido: velado en referencias apócrifas (como la enciclopedia china de Otras inquisiciones) o camuflado en notas al pie. Aquí, en cambio, se despacha a gusto trazando una caricatura inmisericorde de todo un tipo de literato ampuloso, encarnado en la figura de Carlos Argentino Daneri. Éste es el primo hermano de Beatriz Viterbo, a quien el narrador amaba sin esperanza y que muere 12 años antes de la acción del relato. Las visitas a la casa familiar en el aniversario de su muerte van granjeando al narrador la confianza de Carlos Argentino Daneri, hasta culminar en la gran revelación: en un rincón del sótano se encuentra un Aleph, un punto que contiene todos los puntos del universo. La sorna de Borges hace que su propietario no sepa usar tal milagro metafísico más que para pergeñar una caótica oda al planeta, titulada La Tierra. Nos ofrece un par de estrofas que no tienen desperdicio; ahí va una:

Sepan. A manderecha del poste rutinario
(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste)
Se aburre una osamenta -¿Color? Blanquiceleste-
Que da al corral de ovejas catadura de osario.

El conocimiento total puesto en manos de un pedante. Borges debió de divertirse escribiendo este cuento. En el mismo libro se encuentra también "El inmortal", que enumera las desdichas de una vida sin final o "La casa de Asterión", la historia del Minotauro liberada de su sesgo antropocéntrico. "La busca de Averroes" narra la inevitable derrota de toda traducción (o de toda escritura) y "Deutsches Requiem" nos pone en la piel de un verdugo que va a morir. Siento cierto desapego hacia estos textos, pero no puedo restarles ningún mérito: siguen conteniendo algunas de las mejores páginas de la literatura en español.

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sábado, 8 de mayo de 2010

Jorge Luis Borges y Alicia Jurado: Qué es el budismo

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1976
Valoración: muy recomendable

Está bien, no lo esconderé más tiempo. Tengo una agenda oculta desde que empezó Un libro al día, y sólo ahora que empiezo a confiar en el triunfo de mi conspiración la reconozco ante el público. Se llama Todo Borges, y consiste en reseñar todas y cada una de las obras del Maestro. Las imprescindibles, las muy buenas y las que él mismo rechazó; las mayúsculas y las menores, las necesarias y las de ocasión. Ésta de hoy -la séptima en Un libro al día- pertenece al grupo de las obras menores, escritas en colaboración y con motivo de algunas circunstancias muy concretas. Nada de esto, claro, le resta mérito ni calidad.

Como ya conté al hablar de Historia universal de la infamia, Borges se ganó la vida durante muchos años como conferenciante y, añado, como colaborador de periódicos y revistas. Con su erudición heterodoxa y su estilo hipnótico supo divulgar en la Argentina algunos temas que eran exclusivos, hasta entonces, de la secta académica. La cábala, el platonismo, las sagas nórdicas, Dante o Las mil y una noches fueron algunas de las obsesiones personales que descubrió al público general. Otra fue, precisamente, el budismo. Aunque no tiene una presencia explícita en muchos de sus cuentos, no sorprende que Borges sintiera una honda atracción por el budismo. La sospecha de que la realidad es un sueño, el sarcasmo ante la vanidad del yo, la convicción de que el tiempo humano está atravesado de secretas causalidades operantes... Si añadimos el gusto por la paradoja y la abominación de la violencia, entenderemos que la sintonía iba más allá de lo literario.

En este librito (de algo más de cien páginas) se aprecia que son dos las fuentes del interés de Borges por el budismo. En primer lugar, su aspecto más legendario y especulativo. Antes de lanzarse a describir con fruición la pintoresca cosmología budista, Borges se complace en advertir lo siguiente:
El budismo, como el hinduismo, del cual procede, postula un número infinito de mundos, todos de idéntica estructura. Afirmar que el universo es limitado es una herejía; afirmar que es ilimitado, también; afirmar que no es ni lo uno ni lo otro, es asimismo herético.
Es decir, la profusión de mundos, dioses e infiernos es una ilusión reconocida por el budismo, una ficción que se sabe ficción y sin embargo se empeña en complicarse sin tregua: esto no podía dejar de fascinar al Borges inventor de ficciones. (Por la misma razón por la que le atraía Blanqui.) El segundo motivo de interés es más personal: la fuerza original del budismo reside en su mensaje de salvación ético-contemplativa. La tolerancia budista fue tan propia de la vida de Borges como lo fue un cierto anhelo de iluminación laica, propio quizá de una peculiar mística de la belleza. La cercanía al zen por este camino de contemplación inmanente es, por momentos, tan estrecha, que no podemos saber si es Borges mismo quien habla, pretendiendo citar. En este hai-ku, por ejemplo:
Desde las gradas del templo, alzo a la luna del otoño mi verdadera cara.
El libro no aportará contenido nuevo a los conocedores del budismo, pero sí una visión personal sobre el tema, que Borges pone en relación con la filosofía de Schopenhauer, las matemáticas de Cantor o la mitología judía. Procedente de una serie de conferencias, el texto exhibe su estilo inconfundible, lo que confirma que el trabajo de Alicia Jurado se limitó a las labores bibliográficas y de revisión.

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domingo, 22 de enero de 2012

Jorge Luis Borges: Arte poética

Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2001
Valoración: muy recomendable

A estas alturas del blog, los lectores asiduos ya conocen de sobra mi querencia por Borges. No en vano voy progresando, reseña a reseña, en mi temido y oscuro proyecto: "Todo Borges". Pues bien, en la anterior entrega hablaba de la autobiografía que Borges escribió (dictó) en inglés y explicaba su vinculación familiar con esta lengua. Se me olvidaba entonces este otro libro, en el que el alarde de bilingüismo es aún más espectacular. Arte poética recoge seis conferencias que Borges dictó en inglés en la Universidad de Harvard en el curso 67-68.

Lo extraordinario del caso es que aquí Borges no estaba escribiendo en una lengua distinta de la materna, lo que ya es bastante difícil, sino que estaba improvisando en esa lengua. En efecto, para aquel entonces Borges había perdido ya la visión casi en su totalidad y no podía hacer uso de nota alguna en sus conferencias. Como nota Gimferrer en el prólogo, esta circunstancia dota al texto de unas cualidades peculiares. Uno reconoce a Borges, desde luego, en sus temas fetiche, en su forma minuciosa de razonar sobre literatura apelando a pequeños detalles técnicos. Sin embargo, el lenguaje se despoja de buena parte del brillo retórico que le caracteriza; las estructuras son más fluidas y el lector encuentra menos ejemplos de esos sutiles juegos de adjetivación que dominaba.

Las conferencias tratan de la naturaleza de la poesía y la metáfora, de la épica, de los problemas que suscita la traducción poética y la relación entre pensamiento y poesía y, finalmente, ofrecen un personal credo de poeta. Sobre todo esto habla Borges de un modo ensayístico y desde la mayor humildad, ofreciendo simplemente su propia experiencia. Así, se presenta diciendo: "Tengo cerca de setenta años. He dedicado la mayor parte de mi vida a la literatura, y sólo puedo ofrecerles dudas." Pero esa humildad envuelve un dominio pasmoso de los clásicos de las literaturas española e inglesa, a los que cita de memoria una y otra vez.

Pese al tono personal y ensayístico, y pese a que en gran parte parecen haber sido improvisadas, en las conferencias Borges va desarrollando algunas ideas que no tienen nada de banal. Merece mucho la pena, por ejemplo, leer lo que dice sobre la traducción de poesía, en las que descubre un valor estético propio. Se pregunta asombrado por el origen del ideal de las traducciones literales, y propone (creo que con mucha razón) que quizá pueda hallarse una motivación teológica. Precisamente hace poco estuvimos hablando de esto en el blog.

Sólo diré una cosa más que para mí confiere un aura especial a este libro en concreto (a este tomo de papel en concreto que tengo delante de mí mientras escribo): fue el último libro que compré en pesetas, el 8 de febrero de 2002.

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miércoles, 30 de junio de 2010

Jorge Luis Borges: Siete noches

Idioma original: castellano
Fecha de publicacion: 1980
Valoracion: muy recomendable

En alguna de mis reseñas borgianas ya comenté cómo Borges tuvo que convertirse, a su pesar, en conferenciante. Pese a su resistencia inicial, debida a la timidez que lo acompañó toda su vida, lo cierto es que su elegante expresión, su cuidado del ritmo y su erudición exótica le hicieron inigualable en el arte de la conferencia pública. Probablemente el aura que rodeaba su figura de poeta ciego no dejó de surtir cierto efecto creciente.

El caso es que a lo largo de su vida, y con mayor frecuencia y extensión según su fama crecía, Borges prodigó los ciclos de conferencias. En 1977 completó uno especialmente memorable en el teatro Coliseo de Buenos Aires. Este libro recoge el texto de aquellas siete conferencias. Sus temas no sorprenderán a ningún lector familiarizado con la obra de Borges, que, de hecho, encontrará muchas de sus referencias recurrentes. Sin embargo, descubrirá aquí el placer de una forma de expresión más relajada, que se permite digresiones y paréntesis impensables en el rigor de las narraciones de Borges. Hay también, quizá, una mayor tendencia a la anécdota personal, aunque de esto siempre debe desconfiarse; al fin y al cabo, muchos de sus cuentos también se presentan en la voz de un narrador en primera persona, que siembra el texto de sospechosas referencias autobiográficas.

La primera conferencia está dedicada a la Divina comedia, pero no se trata, claro, de un árido análisis crítico o similar, sino de la experiencia lectora que Borges tuvo del libro. "Nadie tiene derecho -dice Borges- a privarse de esa felicidad, la Comedia". La segunda conferencia, sobre la pesadilla, hace una brillante incursión en la etimología comparada, rastreando la presencia literaria de la "yegua de la noche" que sugiere (falsamente) el termino "nightmare". El lector encontrará además algunas de las recurrentes pesadillas del propio Borges. Los otros temas son las Mil y una noches, el budismo, la poesía, la cábala y la ceguera, es decir, sus grandes pasiones y obsesiones: todo cuanto conforma el Borges que disfrutamos y admiramos, dicho por él mismo de un modo ameno y magistral.

Impresiona mucho más el elegante decurso del texto cuando uno se percata de que está prácticamente transcrito tal cual se pronunció, en un momento -no se olvide- en que Borges ya estaba ciego y hablaba por tanto sin ayuda de notas. En Youtube pueden verse los videos de varias de estas conferencias. El primer fragmento de la que trata la ceguera lo hallaréis pinchando aquí.

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lunes, 13 de julio de 2009

Jorge Luis Borges: Atlas

Idioma original: español
Fecha de publicación: 1984
Valoración: está bien

Quienes sepan de mi confesada admiración por Borges quizá se sorprendan porque no valoro este libro como "muy recomendable" o "imprescindible". La razón es simple: Atlas no es un uno de sus mejores libros, pero sí uno de los más curiosos. Como La vuelta al día en ochenta mundos, de Cortázar, este también es un libro para admiradores. Si uno ha leído a Borges con frecuencia, si sus fobias, sus nostalgias, sus leves asombros le son familiares, entonces se alegrará de encontrarlos reunidos en un solo volumen, escrito, en realidad, sin otra intención que reunirlos. Si uno no lo ha leído, creo que no debe empezar por aquí.

Como su nombre indica, Atlas tiene algo de tratado de geografía, pero que nadie espere una guía turística, claro, ni su versión snob: un diario de viaje. Es un tratado de geografía borgiana: cada ciudad, cada país, cada objeto del que se habla ocupa su preciso lugar, no sobre el planeta Tierra, sino en el universo -libresco y fantasmal- de Jorge Luis Borges. Las asociaciones caprichosas no le serán extrañas al lector asiduo, pero no por ello desconocerá el placer de ver cómo un Borges maduro, pleno conocedor de su arte, las dibuja con un simple trazo ante sus ojos. Así, Estambul le hace evocar de inmediato un verso de Dante y una brioche parisina se convierte en un arquetipo de la filosofía china.

Cada uno de los apuntes que conforman el libro es mínimo: poco más de un par de párrafos. Bastan, sin embargo, para transmitir lo que Borges intuyó -no lo que vio, pues no veía ya más que una neblina amarilla- en Creta, en Egipto, en Japón. Lo que intuye es, muchas veces, una referencia literaria, más o menos camuflada. Él no lo ignora, claro, y por eso dice: "Releo lo anterior y compruebo con una suerte de agridulce melancolía que todas las cosas del mundo me llevan a una cita o a un libro." Esa agridulce melancolía es el tono general del libro. Ese Borges al que sólo le quedan dos años de vida muestra entusiasmo por su mitología privada, pero, al mismo tiempo, el desengaño ante una vida que siempre consideró irreal por literaria.

Atlas es fruto de los viajes que Borges hizo, al final de su vida, acompañado por María Kodama. Se aprecia en muchas páginas el discreto aliento amistoso de esta mujer y la modesta felicidad cotidiana que le procuró. Pero hay también pasajes oscuros, en especial los que narran algún sueño. Borges recordó muy bien sus sueños, durante toda la vida, y no deja de notarse en este libro. Uno de estos sueños rescatados desarrolla una imagen que ha llegado a sintetizar, para mí, todos los horrores que Borges sabe extraer de la Metafísica. Si trato de resumirlo sólo lo estropearé, así que os dejo el vínculo aquí.

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domingo, 5 de julio de 2015

Jorge Luis Borges: Poesía completa

Idioma: español
Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable


Reconozco (y que conste que no me vanaglorio de ello, sino que lo admito como una de mis carencias) que nunca he sido un lector asiduo de poesía; de hecho, tampoco lo he sido más que de un puñado de autores (Quevedo, Machado, Gil de Biedma). Es más, creo que el poeta que más he frecuentado, de una forma u otra, resulta ser uno que no suele recordarse como tal, aunque sin embargo este libro que hoy reseño deja constancia inequívoca de su fiel dedicación a este género a lo largo de toda su vida.
Se trata de Jorge Luis Borges, tan idolatrado a menudo -aunque también desdeñado por algunos- como ilustre cultivador de la narrativa breve, del cuento o la digresión... e incluso poseedor de una mirada literario-filosófica peculiar: lo "borgiano", concepto imitado luego por muchos epígonos, con desigual -y por lo general, escasa- fortuna. Y sin embargo, Borges comenzó y acabó su carrera literaria como poeta: en una época tan temprana como 1921, publicó Fervor de Buenos Aires, y en 1985, un año antes de su muerte, salió su último libro de poemas, Los conjurados.
A lo largo de esos más de 60 años,  Borges generó una obra poética demasiado vasta como para resumirla en esta reseña.  Tan sólo decir que evolucionó desde uns bisoñez afectada, de iinspiración modernista (movimiento que el Borges poeta reivindicaría siempre como origen de sus versos, aunque en general descreyera de las escuelas literarias! que juzgaba "simulacros didácticos para simplificar lo que enseñan"), con cierta querencia por el criollismo patriótico,  el exotismo y cierta morbosidad romántica (ahí están los poemas a los cementerios de Buenos Aires: La Chacarita y La Recoleta); como él mismo admitía en un prólogo,  "de joven buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha..." Son los poemas de Fervor de Buenos AiresLuna de enfrente (1925) y Cuaderno de San Martín  (1929).
Sus versos de la edad madura ya han cambiado de tono y de intereses (aunque nunca renunciaría su criollismo y aun "gauchismo", como demuestran las milongas de Para las seis cuerdas, del año 1965), e incluso de métricas: siempre reivindicó el verso libre, pero cultivó también el soneto -con variables resultados- y, cada vez más,  la "prosa poética". Para El hacedor (1960) los temas que le cautivan son la eternidad, cierta metafísica (Los espejos) y la épica, incluso familiar (Los Borges, El capitán Borges). A este libro corresponde una de las poesías más conocidas del autor -recordemos que fue nombrado director de la Biblioteca nacional y al poco se quedó ciego-, El poema de los dones, que comienza así:

                                        Nadie rebaje a lágrima o reproche
                                        esta declaración de la maestría
                                        de Dios, que con magnífica ironía
                                        me dio a la vez los libros y la noche.

Su libro favorito de versos era, sin embargo, El otro, el mismo, de 1967, en el que reconoce: "Ahí están asimismo mis hábitos: Buenos Aires, el culto de los mayores, la contradicción del tiempo que pasa y de la identidad que perdura..." Admite además, con ironía, la observación hecha por Alberto Hidalgo de su costumbre de escribir dos veces la misma página, con variaciones mínimas, Y también pergeña una definición del arte poética: "Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto".
En Elogio de la sombra (1969) dice: "A los espejos, laberintos y espadas que ya prevé mi resignado lector, se ha agregado dos temas nuevos: la vejez y la muerte". Este libro, de hecho, inaugura la muy fecunda serie de lo que podríamos llamar "poemas de vejez" de Borges: El oro de los tigres (1972), La rosa profunda (1975), La moneda de hierro (1976), Historia de la noche (1977), La cifra (1981) y Los conjurados (1985)... multitud de poemas y de prosas poéticas en las que trató de proyectar la emoción íntima que le causaba "una observación, una despedida, un encuentro, uno de esos curiosos arabescos en que se complace el azar...", pues, según él, "un volumen de versos no es otra cosa que una sucesión de ejercicios mágicos".
No me resisto a reproducir aquí, como perfecta plasmación -creo- de lo que fue la obra y tal vez la vida de Borges, uno de sus poemas, la tanka nº 6 que aparece en El oro de los tigres:

                                                          No haber caído
                                                          como otros de mi sangre
                                                          en la batalla.
                                                          Ser en la vana noche
                                                          el que cuenta los versos.




Otros libros de Jorge Luis Borges en Un Libro al Día: AtlasEl hacedorCrónicas de Bustos DomecqEl informe de BrodieOtras inquisicionesEl AlephArte poéticaSiete nochesQué es el budismoAutobiografíaHistoria de la eternidadHistoria universal de la infamiaDiscusiónFervor de Buenos AiresEl libro de arenaAntología de la literatura fantásticaFicciones

viernes, 8 de abril de 2011

Jorge Luis Borges: El hacedor

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1960  
Valoración: muy recomendable

Esta vez tengo una buena excusa para avanzar otro pequeño trecho de mi taimado proyecto "Todo Borges": se ha publicado hace poco el remake que ha hecho Fernández Mallo de este libro en cuestión. Estoy leyendo la versión nocillesca y no quería dejar de hacer reseña del original antes de dedicarme a la copia. Lógico, ¿no? Platónico, al menos.

Este es quizá el libro más heterogéneo de Jorge Luis Borges (en dura competición con Atlas). En él hay relato, poesía y ensayo: o sea, todo lo que Borges sabía hacer e hizo. Como es habitual en toda su obra, los límites entre géneros no están nada claros. Los poemas son lo más reflexivo de todo el libro, mientras que no hay ningún ensayo que no se convierta en narración. Lo peculiar de El hacedor es su falta de propósito y de unidad.

Las piezas que lo componen incluso fueron escritas en diversos momentos. Sin embargo, o precisamente por eso, se trata de uno de los libros más inconfundiblemente borgianos. Los espejos, la ceguera, el anhelo imposible de encerrar el mundo en la palabra, el anglosajón y sus mitologías, Dante: todas las obsesiones de Borges están aquí. Contiene textos celebérrimos como el "Poema de los dones" o "Borges y yo". Si tuviera que elegir, yo me quedaría con dos. Uno se titula "Ragnarök" y narra un supuesto sueño del propio Borges. En el sueño, los Dioses vuelven tras un exilio de siglos, pero lo que al principio es entusiasmo colectivo no tarda en truncarse... El otro pertenece a la parte final del libro, que está separada del resto bajo el título "Museo". En esta parte Borges se dedica a lo que mejor sabía hacer: el fake, el extracto de erudición apócrifa. La pieza a la que me refiero también es bastante conocida, y probablemente sea uno de los textos literarios más citados por lógicos, filósofos y críticos de arte: "Del rigor en la ciencia". Lo podéis escuchar aquí.

No es un "imprescindible" a la altura de Ficciones, por ejemplo, pero sí es un gran texto, que debéis correr a leer si es que no lo habéis hecho ya. Y por favor, ni se os ocurra leeros antes el remake de Fernández Mallo.  


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martes, 9 de marzo de 2010

Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1935
Valoración: muy recomendable

Borges padecía una terrible timidez. Como persona hubo de vencerla por necesidad en 1946, cuando el gobierno peronista premió su disidencia ascendiéndolo, desde su puesto como asistente en una bibioteca pública, al cargo de Inspector de Aves y Conejos en los mercados de la municipalidad de Buenos Aires. Se dedicó entonces a dictar conferencias, venciendo su miedo a hablar en público. Como escritor, la timidez se advierte en ese juego de máscaras, pseudónimos y falsos hallazgos con que evitaba tantas veces reclamar abiertamente la autoría de su obra. Pese a que Borges es reconocido sobre todo como cuentista, pocos saben que este género se le resistió durante mucho tiempo, precisamente por ser tan tímido.

El primer Borges escribe poesía y se ve a sí mismo como poeta. Sus experimentaciones vanguardistas (en torno al ultraísmo) las realiza en verso, y es en verso como empieza a darse a conocer a su vuelta de Europa con Fervor de Buenos Aires (1923). Dos años después publica Inquisiciones, iniciándose en el ensayo (aunque con resultados que luego condenaría: nunca autorizó la reedición de ese libro). La poesía y el ensayo le dan seguridad, pero la ficción se le resiste: fabular abiertamente ante los ojos del lector le parece un atrevimiento excesivo. Decide dar un rodeo e internarse en la ficción, pero sólo a medias. Fabular, si se quiere, de tapadillo.

Toma una serie de biografías y las cuenta a su manera, alterando las circunstancias y resumiendo toda una vida en un par de escenas significativas. Los personajes son famosos delincuentes y malhechores, así que el resultado viene a ser una Leyenda dorada, pero al revés. Si las historias, de por sí, ya atrapan, pasadas por el filtro de Borges se llenan de ironías y de una extraña ternura. Uno acaba simpatizando con la implacable viuda Ching, pirata, y desea que el emperador fracase en su intento por detenerla. Incluso Billy el Niño, que mató a 21 hombres "sin contar mejicanos", se gana el respeto del lector. Sólo los títulos de cada biografía ya son geniales: "El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké", "El impostor inverosímil Tom Castro" o "El atroz redentor Lazarus Morell".

El mar de China, el Mississippi, el Turquestán o un Nueva York irreconocible: Borges pasea al lector por continentes y siglos, mostrándole la traición más aborrecible, la crueldad sin motivo, el engaño como forma de vida. Entre las piezas se cuela una, "El hombre de la esquina rosada", que es el primer relato, en sentido propio, que escribió Borges. Paradójicamente (o borgianamente), es la más verosímil.

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miércoles, 22 de julio de 2015

María Esther Vázquez: Borges, esplendor y derrota

Idioma: castellano
Año de publicación: 1996
Valoración: recomendable

Nos encontramos ante una biografía del autor argentino Jorge Luis Borges, escrita por la que fuera su amiga y, durante algunos años, su asistente en los viajes que realizó Borges para asistir a coloquios, dictar conferencias y recibir honores varios.  Una biografía, por tanto, escrita por alguien cercano y que admiraba al biografiado, pero que sin embargo combina bastante bien el inevitable tono laudatorio con el reconocimiento no sólo de sus virtudes , sino también de ciertos defectos y debilidades, e incluso de sus momentos de desdicha (una actitud de franqueza ya explícita en el propio título), que  llevaron a Borges a intentar más de una vez el suicidio... 

No conozco las otras biografías de este escritor, así que puede que las haya más exhaustivas o que analicen su obra de forma más pormenorizada, en todo caso, ésta me parece de lo más completa: nos cuenta con todo detalle no ya sus primeros años de infancia, sino también sus orígenes familiares -a los que el propio Borges daba tanta importancia, por otro lado-; los viajes realizados con su familia y que tanto le marcaron; sus estancias en Suiza y España; sus lecturas y primeras obras literarias; sus amistades -para empezar, la de Bioy Casares, por supuesto-, sus primeros proyectos, las revistas en las que participó, etc... Continúa con sus actitudes políticas (su oposición al peronismo, por ejemplo), su trabajo en la biblioteca Miguel Cané, en un barrio de Buenos Aires (mucho antes, claro está de ser nombrado director de la Biblioteca Nacional argentina); el reconocimiento a su obra y losmuchos viajes que realizó por el mundo dando conferencias y entrevistas o recibiendo galardones; cómo no, también nos habla de su progresiva ceguera... Todo ello jalonado no sólo por la relación de los libros que iba publicando Borges, sino también por multitud de anécdotas cotidianas -sobre todo, como es lógico, de los momentos en que la autor del libro convivió con el biografiado-, que. si bien pueden parecer banales y poco trascendentes, nos muestran otra faceta del personaje que completa el conjunto de su retrato.

Especial hincapié hace María Esther Vázquez en la decisiva relación que mantuvo Borges con las mujeres: nos detalla buena parte de sus enamoramientos -y los poemas a que dieron lugar-, incluyendo aquel del que fue objeto ella misma...un amor no correspondido, hay que decir -aunque admitido aquí con toda naturalidad-; aún así, el lector de esta biografía no puede dejar de darse cuenta del tono algo -o muy- desdeñoso que Vázquez dedica alas dos esposas posteriores y tardías de Borges, Elsa Astete y María Kodama. No falta tampoco el continuo reconocimiento a otras mujeres que fueron quizás más importantes aún en la vida del escritor argentino: sumadre, leonor Acevedo, su hermana Norah, sus amigas Victoria y Silvina Ocampo, Fani Uveda, que trabajó en su casa durante casi cuarenta años...

La biografía se completa con una nutrida selección de fotos del escritor desde su más tierna infancia hasta los últimos años de su vida, con acertados y sensibles comentarios sobre las imágenes... un complemento perfecto para una biografía interesante y necesaria para los admiradores de este gran y siempre presente escritor.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares: Crónicas de Bustos Domecq

Idioma original: español
Año de publicación: 1963
Valoración: Recomendable (muy recomendable para freaks borgesianos)

La amistad de Jorge Luis Borges y Bioy Casares es ya objeto de leyenda ("Creo que Bioy era el único amigo de Borges", dice por ejemplo Alberto Manguel en un artículo). Quizás haya en esto algo de exageración literaria, que sospecho que a Borges no le habría disgustado. En cualquier caso, la relación de complicidad entre ellos, hasta la separación final cuando Borges decidió ir a morir fuera de la Argentina, produjo además interesantes resultados literarios, entre ellas varias antologías, como la famosa Antología de la literatura fantástica que coordinaron junto con la mujer de Bioy, Silvina Ocampo; o las obras firmadas con el seudónimo de Honorio Bustos Domecq.

Esta obra pertenece a este segundo grupo, obviamente. Se trata de un conjunto de crónicas o críticas literarias y artísticas (pintura, escultura o incluso moda) sobre personajes inventados con las ideas más disparatadas sobre su propio arte, presentadas como visionarios o revolucionarios: un escritor que, à la Pierre Menard, publica con su nombre las obras de la literatura universal con la que más se identifica; otro que escribe una y otra vez la misma obra con distintos títulos, adscribiéndola a distintos estilos o tendencias; un escultor cuya materia prima es el vacío; una tendencia literaria basada en la descripción minuciosa de los objetos apoyados en la esquina de una mesa; una rama de la historiografía que propone incluir solo acontecimientos positivos...

Crónicas de Bustos Domecq es, en realidad, una gran broma, y como tal hay que tomarla. Desde la dedicatoria ("A esos tres grandes olvidados: Picasso, Joyce, Le Corbussier") hasta el prólogo, que el propio autor [ficticio] refuta, hasta las innumerables interrelaciones entre las crónicas que componen el libro, todo se confabula para una sensación de verosimilitud a las invenciones de los escritores, al mismo tiempo que da pistas para desmontarlas e identificarlas como burlescas. También el estilo, cargado de galicismos, arcaísmos y pedanterías (como el uso constante del imperfecto de subjuntivo en lugar del pretérito indefinido, "publicara" por "publicó") forma parte de este mismo juego, en el que el heterónimo bicéfalo escribe de forma diferente a cualquiera de sus dos autores individuales.

A algunos lectores esta obra les podrá parecer algo pretenciosa, o incluso aburrida, por cerebral. Los problemas que plantea (la naturaleza del arte y de la creación, la esencia de lo humano, el sentido de la historia o la posibilidad de comprender y representar la realidad, entre otros) serán muy familiares a los lectores de Bioy y de Borges, y reconocerán incluso algunas de las ocurrencias incluidas también en sus relatos. (Podríamos jugar, por ejemplo, a adivinar qué ideas son de Bioy y cuáles de Borges; yo apostaría a que Los inmortales, sobre unos hombres que transfieren su consciencia a unos bloques artificiales de acero, es obra de la imaginación del primero).

Pena que la edición que manejo, de Losada, parezca a veces más una fotocopia que una reimpresión, con fragmentos tan borrados que casi parecen ilegibles. ¿O será esto también un juego de Borges y Bioy para darle mayor apariencia de antigüedad a su texto?

martes, 16 de agosto de 2011

Jorge Luis Borges: Autobiografía

Idioma original: inglés
Título original: Autobiographical Essay
Fecha de publicación:
1970
Valoración: muy recomendable

Sí, sí, habéis leído bien. Idioma original: inglés. Todo buen borgiano sabe que por las venas de Borges corría también el inglés; su padre daba clases en este idioma, que era la lengua materna de su madre (abuela de Borges), y el propio escritor aseguraba a veces en broma (o no se sabe si en serio) que él había leído el Quijote, por primera vez, en una traducción inglesa. Pues bien, con todo ese bagaje no sorprende saber que Borges hablaba inglés perfectamente y que incluso se atrevió a escribir alguna cosa. Los magníficos Two English poems, por ejemplo.

En este caso, se trata de un texto concebido originalmente en inglés, y dictado en esa lengua a quien fue su traductor e introductor en EEUU: Norman Thomas di Giovanni. El ensayo autobiográfico fue publicado en 1970 en The New Yorker, y poco después se añadió como introducción de la versión inglesa de El Aleph. Quiere esto decir que uno no puede esperar alguna suculenta y morbosa confesión en un texto con tan oficiales propósitos. De hecho, quien haya visto las míticas entrevistas a Borges en el programa de TVE A fondo, y conozca bien su obra, apenas aprenderá nada nuevo con este libro.

Eso sí, disfrutará de la ventaja de tenerlo todo escrito juntito y en orden, y con la magnífica prosa de Borges (que los traductores al español, el propio di Giovanni y Marcial Souto) han sabido conservar (o crear, es curioso...). El recorrido por la vida de Borges se detiene 16 años antes del fin, claro está, pero justo en un momento en que le está llegando al escritor una fama inesperada. El pistoletazo de salida fue la concesión del recién creado premio Formentor en 1961, ex aequo con Samuel Beckett. A partir de ahí, invitaciones a universidades de todo el mundo, viajes, premios, condecoraciones...

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jueves, 2 de diciembre de 2010

Jorge Luis Borges: Historia de la eternidad

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1974
Valoración: muy recomendable

Ya desde el mismo título se aprecia la elegante concisión con que Borges sabía sugerir los más intrincados juegos de la lógica: ¿cómo podría yo no continuar mi amado proyecto “Todo Borges”? Allá va, entonces, otra reseña para la serie. De un modo muy apropiado al tema, es éste un libro con dos fechas: la primera, 1936, cuando se publicó el breve ensayo “Historia de la eternidad”; la segunda, 1974, cuando se le añadieron otros pequeños escritos, que habían aparecido por separado, para conformar el libro que hoy conocemos con este título.

En realidad, si trato de hacer memoria, creo que lo que a mí me atrajo de Borges en su momento (quiero decir en el mío, a los 16 ó 17 años) fue el contenido. Y este libro en concreto es un buen ejemplo. En él Borges repasa algunas de las principales concepciones de la eternidad (más que nada Plotino y San Agustín) y luego da su propia versión. Entre los escritos añadidos más tarde hay otros dos que tratan un tema relacionado -“La teoría de los ciclos” y “El tiempo circular”- y algunos otros que no –“Las kenningar”, “La metáfora” y “Los traductores de las 1001 noches”. Por cierto que es aquí también donde se recoge “El acercamiento a Almotásim”, la célebre reseña-ficción de Borges.

Aunque no lo parezca, la adolescencia es una edad propicia a la metafísica. Los adolescentes suelen tener dos de las condiciones que la hacen posible: la credulidad y la soberbia. Por eso, creo, me gustó Borges. Hoy lo releo y me doy cuenta de que lo de menos es lo que cuenta. Es su increíble elegancia, su concisión, la necesidad de cada adjetivo las que dan al texto toda su fuerza. Podría convencerte de lo que quisiera, supongo. En resumen: Si no tienes ni idea de Plotino, genial porque podrás aprender algo; y si ya lo conoces, dará igual porque la lectura es todo un placer.

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sábado, 16 de junio de 2012

Jorge Luis Borges: Discusión

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1932
Valoración: recomendable

En 1932 Borges está ya inmerso en una época de rápida maduración de su escritura. Ha dejado atrás los primeros excesos juveniles (o lo que luego juzgará como primeros excesos): no se empeña ya en escribir como un poeta de vanguardia, ni hace en cada línea profesión de fe en los argentinismos. Un año antes empieza su colaboración con la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, que cumpliría una enorme labor cultural en toda la América hispanohablante. Quizá animado por sus crecientes colaboraciones en revistas y semanarios, en las que trataba de un modo ameno y original los temas más diversos, se atreve en 1932 con su segundo libro de ensayos. El primero, Inquisiciones (1925), le acabaría pareciendo demasiado barroco y afectado, y no permitiría en vida su reedición. Los temas de Discusión son los del núcleo mismo del universo borgiano: la metafísica, Whitman, las traducciones de Homero o las paradojas lógicas.  Quizá estos motivos se ven acompañados todavía de una mayor presencia de temas argentinos -como la poesía gauchesca- que más adelante perderán peso.

A mí hay uno de estos ensayos que me parece especialmente iluminador. Se titula "El arte narrativo y la magia", y en él Borges une dos de sus principales virtudes: su increíble agudeza para detectar los trucos, las técnicas de la escritura (y hacernos admirarlas) y su capacidad para unir cuestiones que parecen lejanas. Aquí, a través de un buen número de ejemplos, hace ver cómo un narrador se ve obligado a un tipo preciso de causalidad, basada en los detalles reveladores, en las nimias simetrías del relato. Fuera de estos juegos, cualquier intento por plasmar la caótica causalidad natural tal y como la experimentamos en la realidad, llevaría a que el lector descreyera de la trama. Pues bien, este mismo procedimiento lo descubre Borges (como siempre, a través de más libros: La rama dorada de Frazer) en la magia simpática. También el hechicero que quiere propiciar la lluvia o la caza la prefigura con mínimos detalles rituales, como hace el escritor. Todo esto, genialmente explicado, claro, le sirve a Borges para condenar, una vez más, el realismo y el psicologismo en la novela.

Otra pequeña delicia de este libro: leer una reseña borgiana de la película Luces de la ciudad (1931), de Charles Chaplin. Parecen dos personajes tan opuestos de la cultura del siglo XX que uno casi se resiste a pensar que fueran contemporáneos... Y en cierto sentido no sé si lo fueron. Aquí lo que sentencia Borges sobre la película en cuestión: "Su carencia de realidad sólo es comparable a su carencia, también desesperante, de irrealidad." Qué buena es la mala intención cuando se dice con elegancia.

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miércoles, 20 de abril de 2011

Agustín Fernández Mallo: El Hacedor (de Borges). Remake

Idioma original: castellano
Fecha de publicación:
2011
Valoración: prescindible

[Un Libro al Día ofrece en exclusiva para sus lectores un extracto de la entrevista que realizará en el 2061 a Augusto-Fernando Mállez, autor de un remake del célebre libro de Agustín Fernández Mallo, El hacedor (de Borges), Remake.

ULAD-Así que se define Vd. como un apropiacionista.

AFM-Eso es. Un apropiacionista de tomo y lomo. Pero no crea que me lo invento yo, no. Tengo mis predecesores, como todo el mundo. Allá a comienzos del siglo XX, por ejemplo, los ultraístas ya se apropiaban de anuncios publicitarios en sus poemas. Era su manera de introducir el collage en literatura.

ULAD-Así que en realidad Agustín Fdez. Mallo no era demasiado original al repetirlo a comienzos del XXI, ¿no cree?

AFM-Bueno, Fdez. Mallo llevó esta idea más lejos, apropiándose de todo un libro completo. Pero, de todas maneras, su originalidad consistía precisamente en no buscar la originalidad. Fue capaz de inventar una nueva épica de la copia, y ese fue sin duda su mayor legado.

ULAD-¿No comparte entonces, la extendida opinión de que las apropiaciones de Fdez. Mallo estaban totalmente injustificadas? Su remake de El Hacedor, sin ir más lejos, contiene ejemplos notables. Es bien conocido que sustituyó "El poema de los dones" de Borges por una transcripción de un viejo spot: "Don don, ding ding don, don don, toma Lacasitos".

AFM-Sí, en efecto, un ejercicio de pudor timorato que me he encargado de remediar. En su remake, Fdez. Mallo se cree muy audaz por incorporar algo considerado extra-literario: un anuncio. Ahora bien, es obvia la narratividad de esa tonadilla, que sigue presa en los límites de la letra escrita. En mi remake del libro he sustituido ese pasaje por una ración de croquetas.

ULAD-¿Disculpe?

AFM-Sí, verá, mi intención es la de violentar los límites de la literatura, así que primero pensé en ofrecer Lacasitos al lector, para salvarle de la esclavitud de la letra (a la que Fdez. Mallo seguía condenándole). Pero hubiera sido un ejercicio de apropiación demasiado evidente, así que opté por la croqueta. No se le escaparán, supongo, las muchas lecturas intertextuales que pueden hacerse.

ULAD-Desde luego, desde luego... Oiga, ¿y qué me dice de todas esas páginas en las que sólo encontramos la frase "Me la sopla"?

AFM-Fdez. Mallo, como sabe, siguió en su libro exactamente la misma estructura del libro de Borges. Hubo textos de Borges que a Fdez. Mallo no le dijeron nada, de modo que dejó el título y debajo puso, por ejemplo, "Éste me lo salto". Pero, de nuevo, se pasó de cauto. Leyendo su remake se hace evidente que la relación de muchas páginas con las equivalentes del libro de Borges es puramente incidental, traída por los pelos, que se decía entonces. (risas)

ULAD-(risas)

AFM-Lo que yo hago es reconocer mi verdaderos sentimientos hacia el texto original que estoy versionando. Ser más sincero, vaya. De ahí que la mayor parte de capítulos consten solamente de una frase, a saber, "Me la sopla".

ULAD-¿No le preocupa caer en la más absoluta trivialidad?

AFM-Más bien lo busco con todas mis fuerzas. ¿Qué hay menos trivial que lo trivial?

ULAD-Ya...

También de Fernández Mallo en ULAD: Nocilla ExperiencePostpoesíaLimboNocilla DreamTrilogía de la guerra

domingo, 8 de abril de 2012

Jorge Luis Borges: Fervor de Buenos Aires

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1923
Valoración: muy recomendable

En 1914 Borges, que tenía entonces 15 años, viajó a Europa junto a su familia para que su padre se sometiera a un tratamiento oftalmológico. Era una mala fecha para viajar a Europa, desde luego: el estallido de la guerra les obligó a quedarse unos años en Ginebra. Cuando acabó la contienda viajaron a España, donde Borges tomó contacto con Cansinos-Assens (al que siempre consideraría su maestro) y el círculo de los ultraístas. En 1921 vuelve a Buenos Aires y redescubre con entusiasmo su ciudad natal. Fruto de este reencuentro apasionado es este primer libro de poemas: Fervor de Buenos Aires.

Bueno, en realidad el primer libro de poesía lo escribió en Europa y se titulaba Los ritmos rojos. Por sorprendente que pueda parecer por su posterior evolución ideológica, se trataba de una alabanza a la Revolución rusa. En línea con su severa capacidad de autocrítica, siempre se alegró de no haberlo podido publicar. También Fervor de Buenos Aires fue sometido muchos años después (en el 69) a una revisión que quería "mitigar sus excesos barrocos".

Y lo cierto es que pese a la revisión, el tono del libro es distinto de los que habrían de venir, y se entiende qué quería decir Borges refiriéndose a su barroquismo inicial. Comparado con el tono tan comedido que la caracterizaría después, aquí su escritura es más enfática, se permite pirotecnias más evidentes y recurre a metáforas más audaces. Es curioso leer este libro si se conoce el resto de la obra borgiana: todo Borges está ya aquí (el tiempo, los espejos, la sombra, el arrabal), pero, al mismo tiempo, se reconocen huellas de otras voces que después depuraría (por ejemplo, la voluntad de ser moderno, de ser ultraísta). Lo más característico del libro, me parece, es la fascinación por la metáfora y el deseo de cantar los arrabales de Buenos Aires. Este poema es de los más representativos (nótese la ortografía argentinizante que todavía usaba entonces):


Atardeceres

La clara muchedumbre de un poniente
ha exaltado la calle,
la calle abierta como un ancho sueño
hacia cualquier azar.
La límpida arboleda
pierde el último pájaro, el oro último.
La mano jironada de un mendigo
agrava la tristeza de la tarde.

El silencio que habita los espejos
ha forzado su cárcel.
La oscuridá es la sangre
de las cosas heridas.
En el incierto ocaso
la tarde mutilada
fue unos pobres colores.

Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí

jueves, 17 de junio de 2010

Carlos Cañeque: Conversaciones sobre Borges


Idioma original: castellano
Año de publicación: 1995
Valoración: Recomendable

Un resumen metafórico de este libro de entrevistas diría algo así: un ave habitada (es decir, un avión lleno de devotos de Borges) se pasea por encima de un territorio (el borgiano), recorre primero un amplio panorama, cae en picado de vez en cuando, roza algún punto concreto sin llegar a posarse, picotea aquí y allá y vuelve a subir a lo más alto; luego elige otra zona sin salir del país Borges, y vuelve a hacer lo mismo. Hablando llanamente, su mayor mérito consiste en poner a disposición de los lectores el resultado de las laboriosas investigaciones de un grupo de estudiosos de la obra borgiana. De ello resulta un pausado examen de los más diversos aspectos de la obra del autor argentino – no dirigido a especialistas, sino accesible a cualquiera que esté interesado en ella – bien organizado y bastante ameno en general.

Las entrevistas son de dos tipos. En la mayoría de ellas se habla del conjunto de la obra de Borges, sólo dos desmenuzan los relatos contenidos en El jardín de senderos que se bifurcan, Artificios y El Aleph, por estimar, tanto autor como entrevistados, que son, dentro del conjunto, los más significativos y de más alto vuelo literario.

Quien abre la serie fue uno de los descubridores y mayores especialistas mundiales en Borges, Emir Rodríguez Monegal, fallecido un año antes que el escritor. Monegal reflexiona sobre cuestiones como el carácter filosófico y a la vez lúdico de la obra borgiana, su identificación de los conceptos metafísica y fantasía, el papel esencial del lector en la construcción del significado – extraordinariamente complejo a pesar del sencillo esquema narrativo que se repite a menudo –, los rasgos poéticos de su estilo y sus referencias literarias. Las dos entrevistas que siguen analizan algunos relatos incluidos en los tres volúmenes y lo hacen desde perspectivas diferentes y complementarias: una, la de Ion Agheana, motivada por su profundo conocimiento de la simbología de Borges; la de Guido Castillo, en cambio, se basa en la familiaridad del entrevistado con la literatura universal y en su capacidad de relacionar los rasgos que menciona con los ejemplos más emblemáticos, de la Grecia clásica a Shakespeare.

Incluye a continuación el resto de las entrevistas que abordan aspectos generales. Al haber escogido a personas tan diversas como María Kodama y Harold Bloom, Carlos Cañeque consigue una gran variedad de puntos de vista que contribuye a la riqueza de contenido de esta obra. No falta una extensa bibliografía para quien quiera completar la información.

martes, 6 de marzo de 2012

Jorge Luis Borges: El informe de Brodie

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 1970
Valoración: recomendable

¿Puede ser este el primer "recomendable" que le asigno al Maestro? Me parece que sí. La razón no está tanto en su calidad, tan buena como siempre, sino en que este libro es quizá el menos borgiano de todos los de Borges. Y ya se sabe que eso un verdadero fan lo resiente...

Lo peculiar de El informe de Brodie es que reúne relatos que podríamos llamar realistas. Y sí, ya véis que tengo que usar un circunloquio, porque la verdad es que no está tan claro que puedan considerarse realistas sin más. Hay un par de ellos, de hecho, que tienen su explicación fantástica. Pero incluso esos tienen un tono que no es el habitual. En el prólogo Borges habla de "cuentos directos". No está mal la expresión. Quizá lo que los caracteriza sea precisamente eso, cierta inmediatez en la narración, como si aquí pudiéramos fiarnos del narrador borgiano más de lo habitual. Pero sólo "como si".

Muchos de los cuentos sacan la trama y el tono de la atmósfera de malevos por la que Borges sintió siempre tal fascinación. Solía explicárselo como una nostalgia de la sangre militar de sus ancestros, que no se congraciaba con el destino literario que le tocó en suerte. Esto explica que varios relatos traten de duelos y cuchilleros, y que un par más tengan un contenido relativo a la Historia argentina. Se salen de esta tónica "El Evangelio según Marcos" y el relato que da título al libro. El primero trata de los inesperados efectos que tiene el relato evangélico sobre una recóndita familia analfabeta y tiene adaptaciones al cine y al teatro. "El informe de Brodie" es el único fantástico, pero, en línea con la ironía borgiana, es también el que escoge una forma pretendidamente más objetiva, como el diario antropológico. Parte de Los viajes de Gulliver, para presentar una versión propia de los yahoos, una tribu cruel y de salvajes costumbres.
Enlace
Un libro, en fin, poco conocido que puede deparar más de una sorpresa a quien se haya creído las caricaturas de la obra de Jorge Luis Borges.

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martes, 17 de marzo de 2009

Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo: Antología de la literatura fantástica

Idioma de publicación: Español
Fecha de publicación:
1965
Valoración: Muy recomendable

Borges solía decir que le enorgullecían más las páginas que había leído que las que había escrito. El hecho de que escribiera algunas de las mejores de la literatura en lengua castellana no desvirtúa la justicia de esa opinión. Borges fue, desde su niñez, un lector insaciable, caótico, casi monstruoso. Su figura de anciano ciego, encerrado en una biblioteca, encarna ya al lector por antonomasia, que se acaba destruyendo a sí mismo en el ejercicio de la lectura. En sus obras se escuchan los ecos de las obras maestras de todas las literaturas y filosofías, pero también de géneros considerados menores: la novela policíaca y el relato fantástico. La actual valoración de la literatura fantástica debe mucho, no sólo a la propia obra de Borges, sino a su labor divulgativa y editorial. El libro que nos ocupa es un buen ejemplo.

Elaborada en colaboración con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, buenos amigos de Borges, esta antología no pretende exhaustividad filológica o histórica. Su espíritu es, más bien, el de este blog: unos lectores que comparten con otros los textos que más han disfrutado. En la antología –al menos– este criterio se revela más que suficiente, porque permite una variedad que la hace muy agradable de leer. Pueden encontrarse relatos de Poe, Maupassant, Wells y Chesterton, pero también gratas sorpresas de autores desconocidos; antiguos cuentos árabes o chinos, junto a la Casa tomada de Cortázar o algún texto de los propios antologistas (esto sólo en la segunda edición, que es la que tengo). Relatos, en fin, de todo tamaño y condición para cualquier momento. Qué más se puede pedir.

Otras obras de Jorge Luis Borges en ULADAquí
Otras obras de Silvina Ocampo en ULAD: La promesa

miércoles, 3 de junio de 2009

"El libro de mi vida": Ficciones de Jorge Luis Borges

Idioma original: español
Fecha de publicación: 1944
Valoración: imprescindible

De todas mis lecturas, pocas han logrado infiltrarse en lo que soy como lo hicieron las obras de Borges. Quizá porque Borges fue ante todo un lector, atravesado a partes iguales por el miedo a la irrealidad de la ficción y la dicha de sus concesiones. Se repite a menudo que en su obra la literatura se hace el tema de sí misma. Y es justo. No lo es, en cambio, derivar de aquí la frialdad, la lejanía, la erudita futilidad que se le imputan.

Si debo elegir uno de sus libros, elijo Ficciones (1944). Su lectura es, sin duda, un goce intelectual: el estilo solemne y preciso, la luminosa arquitectura de cada relato, el juego especular de citas fingidas y referencias encubiertas. Pero quedarse en ese plano es ignorar la verdadera materia del libro, que es, sí, la literatura. Ocuparse en serio de la literatura –como lo hace Borges– es algo más que construir doctos pasatiempos: es señalar al límite inseguro entre realidad y ficción. Hacerlo, además, desde la literatura obliga a encarnar el pensamiento en el relato y la idea en la metáfora.

Ficciones nos lega imágenes insuperables sobre la relación entre lo real y lo ficticio: una biblioteca infinita, una enciclopedia que crea sus contenidos al describirlos, una novela que encierra un laberinto de tiempos posibles. Esta vertiginosa clarividencia se mantiene también cuando el tema del relato no parece literario a primera vista. En “La lotería de Babilonia” se da, como en la ficción, una arbitrariedad ubicua que enriquece la realidad y permite a los hombres vivir muchas vidas. En “Tema del traidor y el héroe” las grandes diferencias indudables, como las que separan el honor de la vergüenza, la exaltación de la condena, se revelan fruto de la fábula, inseguras y eficaces como ella.

La lectura de Ficciones no me transformó súbitamente en otra persona, pero ha ido inflitrándose, poco a poco, en mi manera de mirar. Ha hecho que la realidad se me aparezca menos afianzada en la solidez de las cosas de lo que promete su etimología. Como en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” la realidad sólo puede capitular frente al asalto de la ficción, porque ésta, en última instancia, la funda. Ser consciente de la laboriosa construcción de nuestras certezas es algo que debo en gran parte a este libro.

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