Título original: Le Transperceneige
Año de publicación: 1982 (primer álbum); 1999 y 2000 (segundo y tercer álbumes)
Traducción: Diego de los Santos
Valoración: bastante recomendable
Título original: Le Transperceneige
Año de publicación: 1982 (primer álbum); 1999 y 2000 (segundo y tercer álbumes)
Traducción: Diego de los Santos
Valoración: bastante recomendable
Título original: Balles perdues
Año de publicación: 2015
Traducción: Gema Moraleda García
Valoración: entre recomendable y está bien
Supongo, espero, QUIERO PENSAR que no hará falta que explique quién es Walter Hill pero, aunque sólo sea por rellenar esta reseña en atención a una hipotética e improbable persona que no lo conozca (léase con tono desengañado) lo comentaré: Walter Hill es una leyenda viviente (de momento y por muchos años, ahora que nos ha dejado otro monstruo del cine de entretenimiento, Roger Corman) del cine norteamericano, sobre todo de acción, director de grandes títulos del género como The Driver, The Warriors, Southern Comfort, The Long Ryders, Límite 48 horas, Johnny el Guapo, Cruce de caminos, etc. y productor y/o guionista de otras películas incluso más míticas, como la saga Alien...
Ahora bien, ¿qué tiene que ver este cinesata de arraigada y celebrada carrera con el mundo del cómic o, para ser más exactos, con el de la Bande Dessinée? Pues bien, resulta que durante la promoción de la película Una bala en la cabeza, dirigida por él, pero basada en un cómic dell guionista francés Matz (Alexis Nolent), éste preguntó a Hill si, a su vez, no guardaría algún guión en el cajón del escritorio que pudiese ser trasladado a viñetas. El cineasta le respondió que un montón de ellos, entre otros el de este Balas perdidas, que había escrito 30 años antes. A resultas de esta colaboración, Matz se puso manos a la obra junto con el ilustrador Jef (Jean-François Martínez) y el resultado, al cabo de unos años, fue este cómic o novela -negra- gráfica que hoy reseñamos (luego repetirían la experiencia con Cuerpo y alma), toda toda una lección del noir más clásico aunque, sin duda, -aprtiendo de un guión de Walter Hill no podía ser de otra forma-, bastante escorado hacia el hardboiled.
Título original. Le vouleur de livres
Año de publicación: 2015
Traducción: Isabel Pérez van Kappel
Esta galardonada novela gráfica -aunque ha tardado en publicarse en España- nos remonta al parís de 1953, en el que el joven estudiante Daniel Brodin trata de descollar como poeta, al tiempo que se dedica a su secreta afición -o pulsión, más bien- que es la de robar libros. En una de estas "travesuras" conoce a otro par de jóvenes, Gilles y Linda, que junto al fornido Jean-Michel le introducen en un curioso grupo que se reúne en el café Sully y se mueve entre la vanguardia más extrema -digamos que están inspirados en los situacionistas y en el primer surrealismo-, la anarquía y directamente, la delincuencia común. Desprecian tanto a la burguesía biempensante como a la intelectualidad parisina, representada por los existencialistas reunidos alrededor de Jean-Paul Sarte.
Título original: Chute de vélo
Año de publicación. 2004
Traducción: Ana Millán
Valoración: recomendable
El historietista Étienne Davodeau ha mostrado siempre una especial querencia y sensibilidad por el mundo rural, como atestiguan varias de sus obras y también, en cierto modo, esta Caída de bici, que se desarrolla en uno de esos pueblos franceses en los que nunca se ve a nadie por la calle y menos con la calorina del verano (es decir, la mayoría de ellos). Allí acude durante las vacaciones estivales una familia, en un amplio sentido del término: padre, madre, dos hijos, primo, tío chistoso, abuela con demencia senil y amigo pegado que duerme en una tienda de campaña en el jardín, para adecentar la casa familiar, con el objetivo de venderla. Los chiquillos, además de que el más pequeño trate de aprender a montar en bici -de ahí el título del cómic, aunque no sólo-, se entretienen espiando a los obreros que trabajan en la casa de enfrente: un veterano albañil y un díscolo y renuente aprendiz, entre los que no tarda en surgir el conflicto. Aparte de esto, que sirve de motor a la trama y de algún que otro roce entre algunos personajes, el ambiente general en que transcurre la historia es de muy buen rollo, pese a que también haya secretos que carcomen a quienes los guardan, como en toda familia que se precie...
Como es fácil de suponer, la imagen de una "caída de bici" es también una metáfora de las dificultades y tropiezos que encontramos a lo largo de la vida y la forma de superarlos. Pero que nadie espere aquí un "cómic de autoayuda" o un peñazo pseudofilosófico... no, el tono de las narraciones de Davodeau es siempre sencillo, cotidiano, incluso entrañable, si se quiere. para dar pistas, esta novela gráfica/Bande Desinée recuerda bastante (o más bien al revés, puesto que es anterior) a La casa, de Paco Roca, también sobre una familia que se reúne para adecentar una casa o caseta construida por el padre... También el estilo de dibujo, minucioso y amable, es parecido en ambos autores, por cierto... Pero Davodeau va más allá del ejercicio nostálgico y acaba centrando su historia, repito, en esos secretos y errores que, la que más o la que menos, esconde toda familia. Lo que no significa que sean desgraciadas, o no siempre... a veces es el tenr secretos lo que nos hace felices.
Otros títulos de Étienne Davodeau reseñandos en Un Libro Al Día: El perro bizco, Los ignorantes
Título original: Les ignorants
Año de publicación: 2011
Traducción: Raúl Martínez
Valoración: sin duda, recomendable
Los ignorantes parte de una idea curiosa pero de lo más eficaz y original en su sencillez: un dibujante de cómics -el propio Étienne Davodeau- le propone a su amigo Richard, viticultor en Anjou, trabajar con él durante una temporada y que le enseñe los secretos del cultivo de la vid y la elaboración del vino; a cambio, él le introducirá en el mundo de la historieta, no sólo dándole a leer cómics y respondiendo a sus preguntas, sino mostrándole cómo funciona el proceso de creación y edición hasta obtener el resultado final: un libro en su caso, una botella de vino en el de su amigo.
He de reconocer que en un principio no estaba demasiado convencido de que me fuera a gustar este libro porque, por una parte, soy bastante refractario a eso que llaman "la cultura del vino" (no al vino en sí, claro) y, por otra, me causa más bien repelús la tendencia, habitualmente masculina, aunque no siempre, a la obsesión por ciertos temas, aunque sean, como en este caso, el vino o los cómics (o los libros, en general... ejem); más aún si quien la sufre es, no sólo vinatero, sino seguidor de la agricultura "biodinámica", como el señor Richard de este libro, desarrollada por los teosofistas Rudolf Steiner y compañía... Además, y aunque me reconozco bastante francófilo (de Francia, no de Franco), no pude evitar una sonrisilla escéptica al ver que el autor había elegido como temas dos de los emblemas de la cultura de su país: el vino y les Bandes Dessinées... sólo faltaban los quesos y las canciones de Patrick Bruel.
Título original: Le piano oriental
Año de publicación: 2015
Traducción: María Otero Porta
Valoración: entre recomendable y está bien
Lo primero de todo: ¿qué es eso del "piano oriental"? Pues un piano que incorpora un mecanismo interno para convertir el intervalo de un semitono que hay entre tecla y techa de un piano normal en tan sólo un cuarto de tono, apropiado, por tanto, para interpretar la música árabe, como no puede hacerse con un piano "occidental" (no os puedo dar más explicaciones, porque yo en solfeo estoy pez). Tal piano, por lo visto, fue inventado en los años 50 por Abdalah Chahine, bisabuelo de la autora de este cómic, la franco-libanesa Zaina Abirached, aunque en la historia ella se lo atribuye a un pianista ficticio llamado Abdalah Kamanja, cuando éste es requerido en Viena por los fabricantes de pianos de la casa Hofman, interesados en su innovación. Y para allá que va el buen hombre, acompañado de su amigo Víctor, vendedor de lencería y bon-vivant...
Intercalada con esta curiosa historia, la autora nos va contando también su propia educación en Beirut, sobre todo en lo que respecta a la lengua francesa, y cómo en 2004 se trasladó a vivir a París, viviendo desde entonces en una dualidad cultural no siempre cómoda, pero que Abirached muestra como decididamente enriquecedora. De hecho, el propio "piano oriental", además de un artilugio que existió de verdad, es una clara metáfora de esa dualidad, del mestizaje cultural y personal entre Oriente y Occidente, lo árabe y lo europeo, que, aceptándolo sin prejuicios ni fanatismos, sólo puede traer cosas positivas para todos, por más que les disguste a los rancios que en los últimos tiempos pretenden dictar su voluntad tanto en Oriente como en Occidente... Cierto es que la autora obvia los aspectos más ásperos o incluso desagradables, de la experiencia de cualquier expatriado, más allá de la inevitable morriña, la historia tiene un aire claramente naif, incluso un poco "cuqui", que tal vez eche para atrás, en un principio a algunos lectores (a otros puede encantarles). Creo que es algo premeditado por parte la autora del cómic -¿se le puede llamar "fábula gráfica"?- para reforzar la positividad del mensaje que nos quiere transmitir, pero también para contraponer el Beirut amable y pacífico que nos retrata con el que, unos pocos años después, estalló en una larga guerra civil (y que ella misma no ha rehuido, pues lo ha reflejado en otras obras, como El juego de las golondrinas).
También contribuye, y no poco, a ese aire naif, incluso onírico, el grafismo sencillo en apariencia, tal vez un poco infantil, de las ilustraciones de Zeina Abirached, encantadoras y, si se me permite el oxímoron, luminosas y hasta "multicolores", a pesar de estar trazadas en el más estricto blanco y negro. Lo que, por cierto, recuerda al de otra estupenda novela gráfica de una autora, en este caso franco-iraní: Persépolis. pero el estilo de Abirached es mucho más cuidado, tanto en la composición de cada viñeta como en el de la página entera, así como en la transición de unas escenas a otros; tiene una vocación más decorativista, además...De hecho, se percibe cierta influencia, sin duda, del art-déco junto con la estética pop sesentera.
Para acabar: ésta es una novela gráfica -o fábula, o cómic, o lo que se quiera- encantadora, entrañable y, en gran medida, optimista, pese a que no oculta aspectos espinosos de la existencia humana como el desarraigo, la guerra o, directamente, la muerte. pero lo que queda, al final de su lectura, es la sensación de que todas las cosas pueden tener un lado positivo (ya sabéis: Always look at the bright side of life) y que merece la pena buscarlo... Encontrarlo, o al menos intentar hacerlo, es la forma de ser feliz.
Título original: Travesti
Traducción: Lorenzo F. Díaz
Año de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable
Si les ha parecido turbadora esa imagen la cubierta (feto gestado o deglutido por una enorme araña negra) no les cuento lo que viene después... pero sí, porque para eso estamos aquí, se supone. En esta novela gráfica el ilustrador Edmond Baudoin pone imágenes, y tal vez reinterpreta, la novela que en España se tituló Lulu (Travesti en el original) de Mircea Cărtărescu. Como ni he leído el original ni he querido ver comentarios sobre él hasta terminar el libro, me siento en libertad total para valorarlo sin prejuicios. Pero lo que está claro es que no ha de ser una lectura amable, ni siquiera pacífica.
Victor es un adolescente diríamos rarito: le gusta leer (tiene unos poemas de Rilke, y por ahí asoman Kafka y Cioran, así que ya ven que amenaza tormenta), está convencido, como otros tantos a su edad, de que en un cierto plazo escribirá el libro definitivo, alcanzando quizá profundidades desconocidas de la mente humana, y naturalmente huye de la ordinariez de sus compañeros, rechaza su diversión vacía, rehúye (hasta cierto punto, y hasta un punto quizás poco sano) el flirteo con las chicas, intenta disfrutar el silencio y la soledad… todo ello en un campamento de verano donde, claro está, todas esas vulgaridades alcanzan proporciones colosales. El chico se aferra a sus obsesiones y alimenta un mundo propio en el que se funden con recuerdos y pesadillas que no acierta a definir como reales o soñadas. Acecha la locura, y la perspectiva de escribir no está claro si es liberadora o da nueva energía a los monstruos.
Menudo panorama. Pero esto no ha hecho más que empezar, porque nuestro amigo Baudoin parece haber entendido muy bien el horror que se cuece en el cerebro de Victor, y lo interpreta con fidelidad escalofriante. Nada mejor que un dibujo expresionista brutal, en riguroso blanco y negro, para ilustrar las amenazas, la oscuridad, el frío de la soledad llenando imágenes pobladas de insectos, de sombras, figuras grotescas (se diría que traídas de la serie negra de Goya), muñecas inquietantes, cráneos y espectros, una hermosa estatua que parece contener un soplo de vida de algún tipo. He leído que este dibujante emplea con frecuencia el pincel, y se aproxima entonces a la pintura más que al cómic para presentar con más crudeza la devastación que vive el protagonista. Pero es también capaz de reflejar la serenidad en dibujos de línea fina, muy básicos, sobre un blanco virginal, algo que deja caer en muy contadas ocasiones como para mostrar el contraste con un mundo posible, si no luminoso, sí al menos claro y estático.Ese entorno furioso (quizá simplemente la duda y los temores de la adolescencia multiplicados por una sensibilidad extrema) termina de implosionar con la aparición de Lulu, un muchacho vital y excesivo con quien Victor entra en contacto en la fiesta final del campamento. Es una experiencia muy breve, puede que ni siquiera realmente sexual, pero que se incrusta como una lanza en la mente del protagonista. O cataliza ese torrente de miedo y demencia que el muchacho siente sobre sí. Porque ahí se mezclan muchas cosas, y todas ellas perturbadoras, tanto para el chico como para el lector: el sexo, claro, pero también algo parecido a un desdoblamiento de personalidad en el que confluyen el propio Victor (o un Victor doble, adolescente y adulto) y la imagen de una niña no identificada (o sí). Lulu, que seguramente no es sino otro simple adolescente más o menos descerebrado, enciende la mecha con aquel incidente, encarna de alguna manera los horrores que Victor siente sobre sí, y despierta recuerdos quizá enterrados en el subconsciente.Muchas interpretaciones posibles, todas ellas desasosegantes, que se nos enredan como los hilos de la araña que preside el panorama. Como también podemos poner el foco en los sueños del artista adolescente que se siente distinto a los demás, creador, capaz de hundirse en mundos que los demás ni siquiera imaginan y que, pasados los años, comprueba con la desolación prevista cómo sus compañeros se sumergen en la vida burguesa, abandonando las utopías que quizá soñaron, sumándose al carril de la sociedad del que Victor siempre sintió la necesidad de escapar.
En esa desesperación, además de machacar al lector con las terribles imágenes a las que me refería antes, no sé hasta qué punto Baudoin entra y sale del texto original del Cărtărescu, quizá fundiendo las experiencias de Victor con las suyas propias. Es, como se puede deducir, un relato duro, sin concesiones y sin tregua, en el que no estoy seguro de si esas imágenes refuerzan la crudeza de la historia o si, por macabras que sean, terminan por distraer del argumento y por tanto, paradójicamente, diluirlo. Para tenerlo claro tendría que leerme el Lulu del autor rumano, que veo que tantas alabanzas suscita, pero la huella que ha dejado este Travesti me parece suficientemente profunda como para hurgar todavía un poco más. Por ahora.
Título original: Epiphania
Años de publicación: 2017 (#1 y 2) y 2019 (#3)
Traducción: Jorge García Valcárcel
Valoración: recomendable
Sobre un planeta Tierra agotado por los desmanes ecológicos que causamos los seres humanos caen tres mereoritos que provocan un desastroso tsunami. Cuando se retiran las aguas, cientos o miles de bultos empiezan a surgir del suelo en jardines, parques o bosques... pero no se trata de setas o champiñones, sino de nuños que van creciendo en la tierra -a la manera de amanece que no es poco, apra entendernos-, aunque cuando se consigue sacar alos primeros con vida, se comprueba que no son exactamente humanos, sino que comparten algunas características físicas con diversos animales: morros de cerdo, hocicos de perro, trompas, pezuñas de cabra, cuernos... Son los llamados "mixbodies"-aunque luego ellos preferirán el nombre de "epiphanians"-, que son internados en campos para su estudio y control, excepto los más afortunados, que son adoptados por familias que tratan de integrarlos en la vida humana normal. Éste es el caso del pequeño Koji, adoptado por el músico David, pero pese a haber sido criado rodeado de amor, al llegar a la adolescencia -mucho antes que en sus coetáneos humanos- y ante el rachazo de la sociedad en general, el joven Koji siente crecer una ira en su interior, un odio hacia las personas que acaba por conducirle hacia un camino sin retorno.
Cierto es que el mensaje ecologista que recorre toda la historia -los tres libros, pero sobre todo el tercero- se hace un poco repetitivo, aunque también se pueden extraer otros temas importantes de estos cómics, como son el miedo al diferente o el recelo ante los inmigrantes o simplemente los cambios que se producen en nuestra sociedad. pero, sin duda, es el daño que los humanos le causamos a nuestro planeta (nuestro en el sentido de que vivimos en él, no que nos pertenezca) el tema que articula toda la historia y sobre el que su autor, a través de la fantasía, pretende que reflexionemos. No sé si ésta será la manera más adecuada para hacerlo, pero al menos estos libros serán un goce visual para quien los lea. Quizás no representen una epifanía planetaria, pero, para alguien, tal vez sí estética.