Vistas de página en total

Mostrando entradas con la etiqueta Manipulación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Manipulación. Mostrar todas las entradas

miércoles, 21 de julio de 2010

Publicidad

La publicidad es el intento deliberado de gestionar la percepción de un objeto, trátese de gente, bienes, servicios, organizaciones ó creaciones –Wikipedia dixit-. La definición me parece extremadamente precisa y locuaz. Entonces las funciones de la publicidad irían desde el inocente anuncio que da a conocer un producto hasta las formas más sofisticadas del engaño colectivo. Además la publicidad necesita delimitar el público hacia el cual va dirigida en relación a determinado objeto. Existirá un sector que querrá gastar su dinero en determinados productos que se vean adornados por la etiqueta de la exclusividad mientras que otro sector (ó el mismo, pero atendiendo a otros productos de consumo) preferirá gastarse su dinero en un producto por el que las masas ya han mostrado sus preferencias. El primer reclamo contendría el anzuelo de “tú eres mejor que el resto porque consumes productos de élite” mientras que el segundo el de “tú formas parte del grupo de ciudadanos que están al día”. O sea, que ambos anzuelos pueden resultar un poco contradictorios si se ponen en paralelo sin matizar su filiación y uso. El primero valora la separación respecto del grupo mientras que el segundo valora la pertenencia al mismo. Lo remarcable es que el objeto del primer grupo suele ser un bien considerado de lujo mientras que el objeto del segundo grupo suele ser un bien más próximo al mundo de la “cultura”. Propongo, como acción subversora del sistema, que se inviertan los roles de ambos mensajes. A partir de ahora se podrían publicitar las obras de Elliott Carter, Alain Robbe-Grillet ó Tristan Murail como artículos de lujo cultural mientras que los perfumes, whiskies ó ropa de marca podrían anunciarse como “aquello que casi todo el mundo desea poseer y usar”. Amén.

martes, 7 de marzo de 2006

Manipulación


La maquinaria de manipular –iba a decir “alienar”, pero la palabra me parece ya un poco apolillada- de que disponen ahora los poderes fácticos no tiene nada que ver con la de hace veinticinco años. Digamos que ahora, como en muchos otros aspectos de la sociedad, se manipula industrialmente. Hace treinta años, todas las fuerzas de un régimen dictatorial no eran suficientes para frenar unas inquietudes crecientes. Se trataba de una manipulación artesanal (aunque de baja calidad). Pero lo más efectivo de la actual manipulación es la transmisión de descrédito a todos los niveles hacia los outsiders del sistema. Si uno intenta una discusión dialéctica sobre la falsedad de los productos derivados del mercantilismo –lo cual es un trabajo inútil-, cuando todos los elementos de discusión parecen estar claros, siempre se da la reflexión final de que “los productos del mercantilismo serán una puta mierda, pero dan mucho dinero”, quedando así justificada la miseria. Sólo se puede vencer a la manipulación con educación, generación de inquietudes, presentación de alternativas, emergencia libre de estructuras y respeto profundo por las personas y cosas.
Si intentamos un análisis más profundo de la situación podemos caer fácilmente en la cuenta de que el Big Brother no es una otredad; es una parte de nosotros mismos que ha tomado cuerpo y que debe ser observado e integrado (o, en terminología freudiana, sublimado).