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La saciedad del deseo
es el deseo mismo.
La propiedad, es
surco.
La sabiduría resguarda
la generosidad.
*
El hambre y el espasmo
también comparte con el sueño
avivar la mente
tactar la matriz
tu ojo en mi ojo, ese
es el sueño
una mente entre otra
mente
exposición,
sensibilidad, diafragma.
*
Dormimos entre
superficies que se frotan hasta hallarnos
tectónicos; en forma
de golpe. Como renglones inacabados
Procurar un sueño es
procurar un libro y pasar páginas
-¿Qué haces tú aquí?
-He tomado el fuerte.
Duérmete y sáciate.
*
Aquí os dejo ahora
“antes de deitármonos” del magnífico poemario “animáis, animáis” del poeta y
traductor Xoán Abeleira…
ANTES
DE DEITÁRMONOS
Antes
de deitarme
Deixo
na cadeira todo o que perturba
O
meu amor no seu camiño
Antes
de deixarme
Corpo
e alma porque a alma só existe
Cando
existo dentro dela
Luz
e sombra porque a sombra
Pide
a berros destebrarse
Nas
maos do meu amor
Deixo
a cadeira
Humilde
do seu cuarto
A
manchea de refugos coa que me aceda o mundo
Porque
meu amor non gusta
De
artificios nin disfraces
E
ninguén odia tanto o simulacro
Como
a verdade diste amor
Meu
amor meu bo salvaxe
Coma
calquera outro animal
Arrebólase
á paixón
No
seu estado máis puro
Aínda
que ás veces para compracerme
Ela
se poña un río unas medias
Da
cor do entresoño
Unha
gasa flor de cicuta
Abrollándolle
entre as pernas
Antes de acostarnos
Antes de acostarme
Dejo en la silla todo
lo que perturba
A mi amor en su
camino
Antes de dejarme
Cuerpo y alma porque
el alma sólo existe
Cuando existo dentro
de ella
Luz y sombra porque
la sombra
Pide a gritos
desentrañarse
En las manos de mi
amor
Dejo en la silla
Humilde en su cuarto
La infinidad de
desechos con la que me aceda el mundo
Porque mi amor no
gasta
De artificios ni disfraces
Y nadie odia tanto el
simulacro
Como la verdad de
este amor
Mi amor mi buen
salvaje
Como cualquier otro
animal
Se arroja a la pasión
En su estado más puro
Aunque a veces para
complacerme
Se ponga un río unas
medias
Del color de la
duermevela
Una gasa flor de
cicuta
Espigando entre sus
piernas
La importancia de
vivir
Lin Yutang (1895-1976)
[ED. pocket edhasa]
Capítulo
IX [El Goce de la Vida]
1.
de tenderse en la cama
Parece
que estoy en camino de ser un filósofo de mercado, pero no lo puedo remediar.
La filosofía, en general, me parece la ciencia de hacer que las cosas sencillas
sean difíciles de comprender, pero puedo concebir una filosofía que sea la
ciencia de hacer sencillas las cosas difíciles. A pesar de nombres como
“materialismo”, “humanismo”, “trascendentalismo”, “pluralismo” y todos los
otros “ismos” muy largos, sostengo que estos sistemas no son más profundos que
mi propia filosofía. La vida, después de todo, está hecha para comer y dormir,
de encontrar y decir adiós a los amigos, de reuniones y fiestas de despedida,
de lágrimas y risas, de hacerse cortar el cabello una vez cada dos semanas, de
regar la flor en una maceta y ver cómo cae desde el techo del vecino; y vestir
nuestras nociones relativas a estos simples fenómenos de la vida con una jerga
académica no es más que una treta para ocultar una extrema escasez o una
extrema vaguedad de ideas por parte de los profesores universitarios. La
filosofía, por lo tanto, ha pasado a ser una ciencia por cuyo medio empezamos
cada vez más a comprender menos lo que somos. Lo que han conseguido los
filósofos es esto: cuanto más hablan, más confusos quedamos.
[ … ]
Lo
que realmente ocurre en la cama es esto: cuando uno está en cama los músculos
descansan, la circulación se hace más suave y regular, la respiración cobra
tranquilidad, y todos los nervios ópticos, auditivos y vasomotores se
encuentran más o menos en descanso completo, produciendo una quietud física más
o menos total, y con ello se hace más
absoluta la concentración mental, sea sobre las ideas o sobre las sensaciones.
Aun con respecto a las sensaciones, las olfativas o auditivas por ejemplo,
nuestros sentidos están más agudizados en ese momento. Toda buena música debe
ser escuchada tendido en cama. Li Liweng dice en su ensayo sobre “Sauces” que
se debe aprender a escuchar tendido en la
cama el canto de los pájaros al amanecer. ¡Qué mundo de belleza nos espera
si aprendemos a despertarnos al alba y escuchar el celestial concierto de los
pájaros! En verdad, hay una profusión de música de los pájaros en casi todas
las ciudades, aunque estoy seguro de que muchos residentes no lo notan. Por
ejemplo, esto es lo que he escrito sobre los sonidos que escuché una mañana en
Shangai:
Esta
mañana desperté a las cinco después de dormir muy bien y escuché un glorioso
festín de sonidos. Lo que me despertó fue el sonido de las sirenas de las
fábricas en una gran variedad de tonos y de fuerza. Al rato oí un distante
repiqueteo de cascos de caballos: debía ser una fuerza de caballería que pasaba
por la calle de Yuyuen; y en ese tranquilo amanecer me causó más deleite
estético que una sinfonía de Brahms. Hubo luego algunos gorjeos tempranos de
cierta especie de pájaros. lamento no conocer la ciencia de los pájaros, pero
gocé lo mismo de los gorjeos.
Hubo
otros sonidos, es claro: el “boy” de algún extranjero, seguramente al cabo de
una noche de juerga, apareció a eso de las cinco y media y comenzó a golpear
una puerta. Se oyó después a un basurero que corría una calleja vecina con el
bisbiseo de su escoba de bambú. De pronto, un pato salvaje, supongo, surcó el
cielo, dejando ecos de su kung-tung
en el aire. A las seis y veinticinco escuché el distante trueno de la máquina
del tren de Shangai-Hang-chow que llegaba a la Estación Jessfield. Hubo uno o
dos sonidos de los niños que dormían en el cuarto vecino. Empezó a agitarse
entonces la vida y un distante murmullo de actividades humanas en la vecindad
cercana y lejana aumentó gradualmente en volumen e intensidad. En la planta
baja de la casa se habían levantado ya los sirvientes. Se abrían las ventanas.
Se colocaba un gancho en una puerta. Una tosecilla. Un suave ruido de pisadas.
Un golpeteo de tazas y platillos. Y de pronto el bebé gritó: “¡Mamá!”. Éste fue
el concierto natural que escuché aquella mañana en Shangai.
De La
noche agitada (1935)
Henri Michaux
EN LA CAMA
La
enfermedad que tengo me condena a la inmovilidad absoluta en la cama. Cuando mi
aburrimiento alcanza proporciones excesivas y que van a desequilíbrame si no se
interviene, esto es lo que hago:
Aplasto
mi cráneo y lo extiendo delante de mí tan lejos como sea posible y cuando está
bien chato, saco mi caballería. Los cascos golpean nítidamente sobre ese suelo
firme y amarillento. Los escuadrones de inmediato se ponen a trotar, y se piafa
y se lanzan coces. Y ese ruido, ese ritmo claro y múltiple, ese ardor que
respira el combate y la Victoria, encantan el alma de quien está clavado a la
cama y no puede hacer un movimiento.
Antología poética
[1927-1986]
Adriana Hidalgo editora
...gracias por viajar con nosotros