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La
vida sin fundamentos
Henry David Thoreau
No hace mucho,
en una conferencia, sentí que el expositor había escogido conceptos demasiado
ajenos para él, y por eso no logró interesarme en el tema tanto como habría
podido. Las cosas que describía no eran cercanas a su esencia, sino alejadas y
superficiales. No había, por lo tanto, un planteamiento central en su
exposición; hubiera sido mejor que él hablara desde sus propias experiencias,
como lo hacen los poetas. El favor más grande que me han hecho es cuando me han
preguntado lo que «yo pienso», y han escuchado mi respuesta. Me sorprende y me
agrada cuando esto pasa ya que es un uso poco corriente de uno mismo, como si
estuvieran familiarizados con el «instrumento». En general cuando alguien está
interesado en mí es sólo para saber cuántos acres he medido de su tierra — soy
un topógrafo — o a lo sumo se interesan en las noticias triviales que cargo. No
buscan el alimento; se conforman con la cáscara. Una vez me pidieron una
conferencia sobre la esclavitud, pero en realidad me di cuenta de que querían
intervenir mi conferencia con sus propios postulados, dejándome una mínima
parte a mí, así es que no acepté. Tengo como premisa, cuando me invitan a una conferencia
en otro lado, que exista el deseo de oír lo que «yo pienso» sobre alguna
materia, aunque pase por ignorante; pero nunca diré cosas «agradables» o
complacientes con la audiencia. Tengo resuelto que les daré una fuerte dosis de
mí mismo. Me han enviado llamar y se
han comprometido a pagarme, yo iré aunque los aburra sin precedentes.
Lo mismo les
diría a ustedes, mis lectores; ustedes me están leyendo, y no he viajado mucho
así es que no les hablaré de personas a miles de kilómetros, al contrario me
acercaré al hogar tanto como pueda. Como el tiempo es corto dejaré de lado toda
lisonja y me reservaré las críticas.
A continuación
analizaremos el modo en que empleamos nuestras vidas.
Este mundo es
un lugar para el negocio. ¡Qué ajetreo! Me despierto casi todas las noches por
el bullicio de la locomoción, que interrumpe mis sueños. Ya que no hay ni día
domingo; sería grandioso ver a la humanidad disfrutando del ocio alguna vez.
Sólo existe el trabajar, trabajar, trabajar. No puedo adquirir fácilmente un
cuaderno en blanco para escribir mis pensamientos; todos tienen las rayas de
los billetes y las monedas. Un irlandés, viéndome cavilar en el campo, dio por
supuesto que estaba calculando mi paga. Si un hombre fue arrojado por una
ventana cuando niño, y quedó paralítico, o los Indios lo sacaron de sus
casillas, se lamentará por estar incapacitado para ¡el trabajo! Yo pienso que
no hay nada, ni siquiera el crimen, mas opuesto a la poesía, a la filosofía y a
la vida misma, que la ocupación incansable.
En las afueras
de nuestra ciudad hay un individuo rudo y violento, que gana mucho dinero,
quien construirá una muralla debajo de la colina alrededor de sus terrenos, las
autoridades le han metido en la cabeza que esto lo mantendrá seguro y él quiere
que me pase 3 semanas cavando. El resultado será que aumentará sus arcas y
dejará la ganancia a sus herederos para que la gasten fácilmente. Si llego a
hacer esto, muchos me alabarán como un hombre de mucho trabajo; pero si decido
dedicarme a mis propias labores, las que me reportan mayor utilidad pero menos
dinero, me mirarán como un holgazán. De cualquier modo como no necesito que la
policía me controle en labores sin mayor importancia y no veo nada tan loable
en el trato con este tipo en relación a otras empresas de nuestro gobierno o
alguno extranjero, incluso la diversión sería solo para él o ellos, por esto
prefiero educarme en otra escuela.
Si un hombre
camina la mitad del día en el bosque por amor a él, corre el peligro de ser
considerado como un haragán. Pero si ocupa todo el día, como comerciante, en
cortar árboles y dejar la tierra baldía antes de tiempo, es valorado como un
ciudadano laborioso y emprendedor. ¡Como si el único interés de una cuidad en
sus bosques fuera cortarlos!
Muchos hombres
se sentirían insultados si alguien les ofreciera contratarlos para tirar
piedras sobre una muralla, y luego devolverlas al otro lado, como un modo de
ganarse el sustento. Pero muchos están peor empleados hoy en día. Por ejemplo
una mañana que amanecía en verano, vi a uno de mis vecinos arrastrando
lentamente con su yunta de bueyes, debajo del eje, una pesada piedra tallada.
Lo rodeaba una atmósfera de laboriosidad; su día de trabajo había comenzado y
ya se asomaba el sudor en su frente — un reproche en acto para todos los
holgazanes y vagos. Se detuvo
enfrente de sus bueyes y dio media vuelta con un floreo de su piadoso látigo
mientras estos avanzaban hacia él. Y yo pensé, «este es el trabajo que el
Congreso Americano debe proteger y que todos los hombres respetan y consagran»
— labor agotadora, honesta, tan honesta como el día es largo, que hace que el
pan tenga un sabor dulce, y mantiene dulce a la sociedad. Sin duda es un
grillete sagrado llevar a cabo la necesaria pero fastidiosa faena. En realidad
sentí un leve reproche al observarlo desde la ventana y no embarcarme y
remecerme con una labor parecida. El día transcurrió, y en la tarde pase por el
patio de otro vecino, que tiene muchos sirvientes, gasta su dinero vanamente y
no hace nada para el beneficio común, y vi la piedra de la mañana al lado de
una estructura extravagante que intentaba adornar las tierras de Lord Timothy
Dexter. De inmediato desapareció, frente a mis ojos, la dignidad del trabajo
del conductor de bueyes. En mi opinión el sol fue hecho para alumbrar esfuerzos
más valiosos que este. Añadiré que este patrón, se escapó hace un tiempo, en
deuda con gran parte de la ciudad, y luego de pasar por los tribunales, se
asentó en algún lugar, para convertirse de nuevo en un mecenas de las artes.
Casi siempre los caminos que te llevan a ganar dinero son cuesta abajo. El
haber hecho cualquier cosa para ganar dinero simplemente, es haber sido en
verdad un vago o algo peor aún. Si el trabajador sólo obtiene el salario que le
paga el empleador, ha sido estafado, se ha estafado
a sí mismo. Si quieres ganar dinero como escritor o conferenciante, debes
ser popular, lo que significa descender perpendicularmente. Los servicios que
la comunidad paga más fácilmente son los más desagradables de retribuir. Se te
paga para que seas algo inferior a un hombre y el estado no premia a los genios
con algo muy juicioso. Incluso el poeta alabado no tendría por qué celebrar las
vicisitudes de la realeza, debería ser sobornado con un tonel de vino, y
quizás, también, otro poeta sería apartado de su musa para probar ese tonel.
En lo que
respecta a mis propios asuntos, el medir tierras es lo que hago con más
satisfacción pero mis empleadores no lo requieren. Preferirían que hiciera mi
trabajo más toscamente, no tan bien. Cuando advierto que hay diferentes formas
de medir, mi empleador pregunta corrientemente, cual le dará más tierra a su
favor, lo cuál es el más correcto. Una vez inventé una fórmula para medir pies
cúbicos de leña y la intenté introducir en Boston; pero el agrimensor de allí
me dijo que los compradores no querían su leña medida tan correctamente, porque
era demasiado minucioso para ellos, por eso la compraban antes de cruzar el
puente, en la cuidad de Charleston.
La mira de un
trabajador debería ser, no ganarse el sustento o tener un «buen empleo», sino
realizar bien un trabajo determinado; e incluso en un sentido monetario, la
economía de una cuidad estaría bien manejada si pagara a sus trabajadores tan
bien que no sintieran que trabajaban por fines tan bajos como la mera
subsistencia, sino por fines científicos o morales. No contrates a un hombre que trabaje por dinero, sino por que ama lo
que hace.
Es interesante
que haya pocos hombres tan bien empleados, incluso desde el punto de vista de
sus intereses, pero que por un poco de dinero o fama se apartan de su ocupación
actual. Veo anuncios que buscan a jóvenes «activos», como si la actividad fuera
todo el capital de un hombre joven. También me sorprendió cuando un hombre,
maduro ya, me propuso, confidencialmente, algunos negocios como si yo no
tuviera otra cosa que hacer o mi vida fuera un completo fracaso hasta ese
momento. ¡Qué dudoso cumplido me dedicó! ¡Como si me hubiera encontrado en
mitad de un mar tormentoso, sin ningún destino, y me hubiera invitado a
seguirlo! Si lo hubiera hecho ¿qué creen ustedes que habrían dicho los agentes
de seguros? ¡No, no! No estoy sin empleo en esta etapa del viaje. Para decir la
verdad, cuando era niño, vagando por mi puerto natal, vi un anuncio para
marineros de primera y tan pronto tuve la edad me embarqué.
*
La comunidad no
puede sobornar a un hombre sabio. Puedes ganar suficiente dinero como para
hacer un túnel en una montaña, pero no puedes ganar suficiente dinero para contratar
a un hombre que está ocupándose de sus propios asuntos. Un hombre eficiente y
valioso hace lo que sabe hacer, tanto si la comunidad le paga como si no, en
cambio el ineficiente ofrece su ineptitud al mejor postor, y está siempre
expectante a ser contratado en un oficio. Podríamos suponer que son raramente
contrariados. Quizás esté siendo más celoso de mi libertad que de costumbre
porque siento que mi relación y mis obligaciones con la sociedad son todavía,
débiles y transitorios. Esas faenas leves que me permiten la subsistencia, y
por las cuales soy útil en algún grado a mis contemporáneos, son tan agradables
para mí que casi nunca recuerdo que
son una necesidad. En ese sentido soy exitoso. Pero preveo que si mis
necesidades aumentan mucho, el trabajo requerido para cubrirlas se volverá una
faena ingrata. Si vendiera mis mañanas y mis tardes a la sociedad, como la
mayoría parece hacer, estoy seguro de que para mi no quedaría nada valioso por
lo cual vivir. Confío en que no venderé mis derechos por una ración de cazuela.
Quiero sugerir que un hombre puede ser muy laborioso y aun así no emplear bien
su tiempo. No hay peor equivocación que consumir la mayor parte de la vida
procurándose el sustento. Todas las grandes empresas son autosolventes, por ejemplo
el poeta, tiene que mantenerse con su poesía igual que la máquina a vapor del
aserradero alimenta sus calderas con las virutas que produce. Debes ganarte la
vida con lo que amas, aunque igual que los comerciantes que de 100, 97
quiebran, la vida de los hombres, guiados por este propósito, también termina
en fracaso.
Llegar al mundo
como heredero de una fortuna no es meramente nacer, sino nacer muerto.
Mantenerse gracias a la caridad de los amigos, o gracias a una pensión del
gobierno, — que te permiten continuar
respirando — o por cualquier otro
sinónimo que describa estas situaciones, es ingresar al asilo de pobres. Los
domingos el desgraciado deudor va a la iglesia a hacer un balance de sus
haberes, y encuentra que sus gastos han sido mayores que los ingresos.
Particularmente en la Iglesia Católica se confiesan, renuncian a todo y se
proponen empezar de nuevo. De este modo los hombres se acostarán hablando
acerca del pecado pero nunca harán un esfuerzo por levantarse.
Para comparar
las diversas exigencias que los hombres le hacen a la vida, es importante
diferenciar entre aquellos que se satisfacen con un nivel de éxito en el cual
la marca está hecha por un tiro a quema ropa; y otros que aunque bajos y sin
éxito pueden elevar su vida a metas más altas aunque con un ángulo de mira
limitado. Prefiero ser de estos últimos — aunque como dicen los Orientales, «La
grandeza no se aproxima a aquél que siempre está mirando hacia el suelo; y
todos aquellos que están mirando hacia lo alto, se están empobreciendo.»
Es digno de
tomar en cuenta que hay muy poco o nada escrito sobre el tema de ganarse la
vida; cómo ganarse la vida de un
modo no meramente honesto o decente sino que al mismo tiempo incitante y
extenuante; ya que si la vida no es así no es vida. Si uno mira a la literatura
podríamos pensar que este asunto no ha provocado una reflexión personal. ¿Será
porque los hombres están tan disconformes con sus experiencias que no quieren
ni hablar de ellas? Estamos todos proclives a omitir la lección de valor que enseña
el dinero, la que le ha costado tanto trabajo enseñar al Creador del Universo.
Es impresionante lo indiferentes que son los hombres de todas las clases —
incluso los llamados reformistas — ante los modos de ganarse la vida, ya sean
herederos, u obtengan ganancias, o roben. Pienso que la Sociedad no ha hecho nada por nosotros en este sentido, y en todo
caso ha revertido lo que alguna vez se había logrado. El frío y el hambre me
parecen más afines con mi naturaleza que los métodos que los hombres han implementado
para detenerlos.
El epíteto
«sabio» está, la mayoría de las veces, mal aplicado. ¿Cómo puede alguien ser
llamado sabio si no conoce una forma mejor para ganarse la vida que el resto?
¿No será que sólo es un poco más astuto e ingenioso? ¿Opera la sabiduría como
una rueda de disciplina? ¿O nos enseña como triunfar «con su ejemplo»? ¿Existe
algún tipo de sabiduría que no se aplique a la vida? ¿Es la sabiduría sólo el
molino que muele finamente la lógica? Es oportuno preguntarse si Platón se ganó
la vida de un modo más exitoso que sus contemporáneos, ¿o sucumbió ante las
dificultades de la vida como cualquiera? ¿Dio la impresión de prevalecer sobre
algunos de ellos sólo por su indiferencia, o se dio aires? ¿O acaso, le fue
fácil subsistir porque su tía lo recordó en su testamento? Los modos que los
hombres tienen de ganarse la vida, de vivir, son meros sucedáneos y un evasión
del verdadero asunto de la vida, —en
parte porque no saben y en parte porque no pretenden nada mejor.
La lucha en
California, por ejemplo, y la actitud general no meramente de los comerciantes
sino de los filósofos y los llamados profetas, reflejan el mayor estigma de la
humanidad. ¡El que tantos quieran vivir de la suerte y quieren controlar el
trabajo de otros con menos suerte, sin aportar en nada al desarrollo de la
sociedad! ¡Y a eso se le llama capacidad de emprendedora! No veo un modo más
precipitado de consagrar la inmortalidad del comercio y de todas las formas
banales de ganarse la vida! El valor de la filosofía, de la poesía, de la
religión como muestra de humanidad queda al nivel del polvo de un bejín.
El cerdo que se
gana la vida escarbando, removiendo la basura, podría avergonzarse de una
compañía como esa. Si yo pudiera obtener la riqueza de todo el mundo estirando
mi dedo, no pagaría un precio tan alto por ella. Incluso Mahoma sabía que Dios
no hizo el mundo como si fuera una broma. Esto convertiría a Dios en un
caballero adinerado que reparte puñados de monedas para ver cómo la humanidad
se disputa por ellas. ¡La lotería del mundo! ¡La subsistencia en medio de la
naturaleza sería un asunto de lotería! ¡Qué crítica, qué sátira de nuestras
instituciones! ¡La conclusión será que la humanidad debe colgarse de un árbol!
¿Han enseñado todos los preceptos bíblicos sólo esto a los hombres? ¿Es acaso,
el rastrillo para basura el último y más admirable invento de la humanidad? ¿Es
este el plano en el que tienen un encuentro Orientales y Occidentales? ¿Nos
indujo Dios a ganarnos la vida así, cultivando donde no hemos sembrado, — y
esperando que nos recompense con pepitas de oro?
Dios le dio al
hombre recto un certificado autorizándolo a alimentarse y vestirse, pero el
hombre injusto se apropió de una copia del mismo que había en el baúl de Dios,
y obtuvo comida y ropas como el primero. Esta es una de los mayores fraudes que
el mundo ha visto. Yo no sabía que la humanidad estuviera sufriendo por la
necesidad del oro. Sólo lo he visto en pequeñas cantidades y sé que es muy
maleable, pero no tanto como el ingenio. Un grano de oro hará relucir una gran
superficie pero no tanto como un grano de sabiduría.
Los buscadores
de oro en las quebradas de las montañas, son mucho más jugadores que aquellos,
de los casinos de San Francisco. ¿Qué diferencia hay entre tirar el lodo y
tirar los dados? Si tú ganas, la sociedad pierde. Los buscadores de oro son los
enemigos del trabajador honrado, a pesar de las compensaciones y restricciones
que pueda haber. No me es suficiente escuchar que has trabajado duro para
conseguir tu oro; también el diablo trabaja duro. El camino de la transgresión
puede ser duro en muchos aspectos. Incluso el observador más modesto que vaya a
las minas verá y dirá que buscar oro es como la lotería; el oro que se obtiene
no es lo mismo que el salario que se gana con un trabajo. Este observador en la
práctica olvida todo lo que vio, en tanto eran sólo hechos y no fundamentos, se involucra comprando un boleto como
en cualquier otra lotería, aunque no sea una tan obvia.
Una tarde
después de leer el relato de Howitt sobre los buscadores de oro en Australia,
tuve toda la noche en mi mente, los numerosos valles con sus quebradas todas
perforadas por asquerosas fosas de 10 a 100 pies de profundidad, de media
docena de pies de ancho, tan estrechas como permitía cavar y medio cubiertas de
agua. En ellas los hombres buscan tenazmente sus fortunas; inseguros de dónde
tienen que cavar; sin saber si el oro está bajo su terreno o no, cavando a
veces 100 o 60 pies antes de tocar la veta, o bien perdiéndola por un pie. Se
transforman en demonios sin importarles los derechos de los otros, ansiosos por
la riqueza. Valles completos a lo largo de 30 millas, convertidos en panales
con las fosas de los mineros; en ellas han muerto ahogados cientos de mineros.
Sumergidos en el agua y cubiertos de barro trabajan día y noche moribundos de
agotamiento y enfermedad. Después de leer esto, y en parte olvidarlo, pensé en
mi propia vida insatisfactoria, haciendo lo que hace todo el mundo. Con esa
visión de las excavaciones en mente me hice la pregunta ¿por qué no ir a lavar
oro diariamente, aunque fueran solo pequeñas partículas?, ¿Por qué no excavar y
socavar pozos de minas en busca del oro en mi interior? Hay un Ballart o un
Bendigo para mí, sin importar que la zanja sea estrecha. Puedo seguir algún
camino de todos modos, — aunque sea solitario, torcido y estrecho- en el cual
caminar con amor y respeto. Donde quiera que un hombre se aparta de la masa, y
sigue su propio camino, encontrará una bifurcación mientras el resto sólo verá
una brecha en la valla. El camino solitario será el más elevado de los dos.
Los hombres
luchan en California y Australia como si el verdadero oro estuviera allí,
cuando en realidad van en sentido contrario. Ellos se apartan buscando cada vez
más lejos de la línea verdadera, y son más desgraciados cuando se creen más
exitosos. ¿No es acaso nuestra tierra natal aurífera? ¿No fluía, acaso, un
torrente desde las montañas doradas a nuestro valle? ¿No ha formado esta
corriente durante muchas eras geológicas las particular brillantes y las pepitas
de oro para nosotros? Aunque suene extraño si un buscador de oro se escabulle
persiguiendo este oro de ley hacia los desiertos que nos rodean, no habría
peligro en que cualquiera siguiera su pista y lo suplantara. Puede incluso
socavar todo el valle, tanto lo cultivado como lo no cultivado, durante toda su
vida, sin que nadie le cuestione sus derechos. A ellos no les importará ni su
origen, ni su hombría. No se le limitará a los 12 pies que tiene derecho en
Ballart, sino que podrá excavar en cualquier parte y lavar toda la tierra del
mundo.
Howitt se
refería al hombre que encontró la pepita de oro de 28 libras en Bendigo: «De
pronto empezó a beber, compró un caballo, recorrió el lugar a todo galope y si
se topaba con alguien le preguntaba si sabía quién era él para informarle que
era ‘el maldito miserable que había encontrado la pepita de oro’». Terminó
chocando a todo galope en contra de un árbol, y por poco se saca los sesos.» Yo
pienso que no habría tanto peligro en esto porque de todas formas ya se había
sacado los sesos con la pepita de oro. Howitt agrega, «Es un hombre
completamente arruinado». Pero representa muy bien a la especie. Son todos
hombres temerarios, basta escuchar los nombres de los lugares de excavación
«llano del imbécil», «barranco de la cabeza de oveja», « banco de arena del
asesino», etc. ¿no habrá ironía en estos nombres? Déjenles cargar su mal ganada
riqueza donde quieran, sigo creyendo que deben de vivir en el «llano del imbécil», o si no en el
«banco de arena del asesino».
Las últimas
fuerzas las obtuvimos del robo de las sepulturas del Istmo de Darién, una
empresa que parece estar en sus comienzos porque la votación ha pasado a
segunda instancia en la legislatura de Nueva Granada, que regula los asuntos de
minas. Y un corresponsal de La Tribuna escribió «En la estación seca cuando el
tiempo permita tener una panorámica adecuada, sin duda que se encontrarán otras
ricas ‘guacas’ (sepulturas).» A los emigrantes les decía «no vengan antes de
diciembre; prefieran la ruta del Istmo antes que la de Boca de Toro; no traigan
equipaje de más, ni siquiera una tienda de campaña, con un buen par de frazadas
será suficiente; un chuzo, una hacha y empuje es todo lo requerido». Estos
avisos podrían haber sido tomados de la Guía Burker. Concluía: «Si estas a
gusto en casa, ¡QUÉDATE!», lo que podríamos interpretar como «si robando tumbas
en tu país logras ganarte la vida, quédate.»
*
Pero ¿para qué
ir a California como una consigna? Es la hija de Nueva Inglaterra, criada en su
misma escuela e Iglesia.
*
Destaquemos que
entre tantos predicadores hay muy pocos profesores de moral. Los profetas están
contratados para justificar las opciones
de los hombres. Muchos sacerdotes de edad avanzada, con la iluminación de
la edad, me contaron con una sonrisa — entremedio de un suspiro y un
estremecimiento -, que no sea tan blando en estos asuntos, que lo compacte
todo, para formar una sola masa de oro. Hasta el consejo más elevado que me han
dado sobre estos asuntos era servil, por otro lado, el más denso fue que no
vale la pena intentar cambiar el mundo con relación a esto. No preguntes como
se hace el pan, te podría no gustar oírlo ya que es preferible que un hombre
pase hambre a que pierda su inocencia en el proceso de obtener el pan. Si
dentro de cada hombre sofisticado no hay uno inexperto, es que se trata de un
ángel del diablo. A medida que envejecemos vamos viviendo de un modo más tosco,
nos relajamos en nuestra disciplina, y en algún grado dejamos de obedecer
nuestros instintos más finos. Sin embargo seríamos extremadamente desdeñosos si
desatendiéramos las burlas de los que son más desafortunados que nosotros.
En la filosofía
y la ciencia no hay generalmente una explicación o verdad absoluta. El espíritu
de secta y el fanatismo han plantado su pezuña en medio de las estrellas. Sólo
tendrás que resolver el problema de si las estrellas están habitadas o no.
¿Para qué ensuciar tanto el cielo como la tierra? Fue triste descubrir que el
Dr. Kane era masón y también lo era Sir John Franklin. Pero es más cruel aún
suponer que esa era la razón por la cual uno fue en busca del otro. En este
país no hay ninguna revista que se atreva a publicar los pensamientos de un
niño sin hacerle acotaciones. Todo tiene como última referencia a los Doctores
en Teología. Deberíamos pedirle la opinión a los pajarillos.
Llegarás a
considerar el funeral de la humanidad como un fenómeno natural porque un
pequeño pensamiento puede ser el sepulturero de todo el mundo.
No conozco
intelectuales que sean tan abiertos y liberales que se pueda pensar en voz alta
en su presencia. Menos aún hablar en contra de alguna institución de la cual
sean partidarios; es su modo particular y no universal de ver las cosas. Ellos
harán lo posible por interponer su achatado techo, con su reducida
claraboya, entre tú y el cielo, cuando es esto lo único que querrías ver. Yo
digo ¡aparta las telarañas y lava las ventanas!
He sabido que
en algunos liceos han votado a favor de excluir la religión como uno de sus
temas, en ese caso, ¿cómo podríamos saber cuál es la religión que profesan y
qué tan lejos estamos de ella? He entrado a ese terreno y me he esforzado por
confesar el tipo de religión que he experimentado, para no crear suspicacias en
mi auditorio. La conferencia fue tan inofensiva como la luz de la luna. Porque
si les hubiera leído la biografía de los grandes sinvergüenzas de la historia,
habrían pensado que describía la vida de los pastores de su iglesia. En general
las preguntas que me hacen son ¿De dónde vienes? O ¿hacia dónde vas? Una
pregunta, sin duda, pertinente me formuló un auditor el otro día, «¿A favor de
qué es la conferencia?», Me conmovió.
Para ser
objetivo los mejores hombres que he conocido no han sido precisamente
apacibles. Se preocupan del orden y de la adulación, y analizan minuciosamente
las situaciones. Usamos granito en los cimientos de nuestras casas y graneros;
construimos vallas de piedra; pero no descansamos en las piedras o el granito.
Los umbrales de nuestras puertas están corroídos. ¿De qué material esta hecho
el hombre que no podemos vincularlo con la verdad más pura y etérea? A menudo
acuso a mis conocidos de superficialidad porque hay costumbres y
consideraciones que no practicamos, no nos enseñamos los unos a los otros
lecciones de honestidad y sinceridad como los animales, o lecciones de solidez
y estabilidad como las rocas. Sin embargo el error es compartido ya que no
somos muy exigentes entre nosotros.
¡En el revuelo
en torno a Kossuth hay que considerar lo distintivo pero superficial que
fue!…sólo otro político o bailarín. Se habló de él en todo el país, pero se
expresaba sólo el sentido común. Nadie dijo la verdad. Eran meras camarillas,
unos apoyados en los otros y todos juntos en nada. Como los Hindúes que hacen
descansar el mundo en un elefante, el elefante en una tortuga, la tortuga en
una serpiente y no tienen nada que poner debajo de la serpiente. Para recordar
este tipo de cosas tendremos el sombrero de Kossuth.
Así de hueca e
ineficaz es nuestra conversación. Lo superficial lleva a lo superficial. Cuando
nuestras vidas dejan de ser íntimas y privadas, la conversación degenera en
habladurías. Es muy extraño encontrar un hombre que nos cuente algo nuevo que
no haya aparecido en el diario, o que no se escuche por ahí. Probablemente la
única diferencia entre uno y el vecino sea que él leyó el diario o salió a
tomar el té, y nosotros no. A medida que nuestra intimidad decae vamos más
seguido al correo. Es seguro que el pobre tipo que camina con muchos sobres en
la mano, orgulloso de su correspondencia, hace mucho que no sabe nada de sí mismo.
Yo diría que es
mucho, ya, leer un periódico a la semana. Lo intenté recientemente, pero por
poco me pareció que no estaba en un lugar conocido. El sol, las nubes, la
nieve, los árboles, no hablan tanto. No puedes servir a dos amos. Se requiere
más de un día de contemplación para conocer e impregnarse de la riqueza de un
solo día.
Nos podríamos
avergonzar de contar las cosas que oímos o leímos en un día. No sé por qué
nuestras novedades tienen que ser tan triviales, si nuestros sueños e ilusiones
no lo son, ¿por qué su puesta en práctica es tan miserable? La mayor parte de
las noticias que oímos no requieren mucho talento. Es la rancia repetición. Te
habrás preguntado alguna vez por qué hay tanta tensión en algunas experiencias que
has tenido. Después de 25 años te deberías topar con Hobbins, el registrador de
hechos, de nuevo en tu camino. ¿No hemos avanzado nada acaso? Así son las
noticias diarias. Los hechos son como esporas de helechos que flotan en la
atmósfera y se posan sobre un tronco, — como si fuera la superficie de nuestra
mente -, para crecer como plantas
parásitas. Debemos purgarnos de esas noticias. ¿Tendría alguna consecuencia
la explosión de nuestro planeta si no hubiera personajes involucrados? En
realidad no tenemos mucha curiosidad por estos acontecimientos. No vivimos para
el ocio recreativo ni para correr a la próxima esquina a ver como explota el
mundo. Todo el verano y parte del otoño los pasaste sin periódicos y ahora te
das cuenta que fue porque todo el día estaba lleno de novedades y había
suficientes acontecimientos en tus paseos. No estabas pendiente de los sucesos
en Europa si no de tus propios asuntos en Massachusetts. Si escoges vivir y
moverte en el estrecho plano de los acontecimientos que son noticia — más
delgado que el papel en el que se imprimen — estas llenaran tu mundo; pero si
estas en otro plano, — por encima o por debajo de este -, estos acontecimientos
no te afectarán ni tú a ellos. Si vemos el sol que se pone y esconde cada día,
y participamos en el curso de universo, conservaremos nuestra salud. ¡Las
naciones! ¿Qué son las naciones? ¡Tartaros, Hunos y Chinos! Como un enjambre de
insectos. Los historiadores se esfuerzan en vano por hacerlos trascender. Es
porque nos falta el hombre, que necesitamos a los hombres. Son los individuos
los que pueblan el mundo. Todo hombre pensante dirá lo mismo que el espíritu de
Lodin:
«Miro las naciones desde la altura
y se convierten en cenizas delante de mí;
La calma es mí morada entre las nubes;
Apacibles son los campos de mi descanso».
Roguemos para
que se nos permita vivir sin que nos conduzcan perros, como a los esquimales,
cruzando colinas y valles, y mordiéndose las orejas unos a otros.
Tiemblo
levemente ante el peligro que representa el haberme dado cuenta que muchas
veces estoy muy cerca de aceptar trivialidades, como las noticias de la calle —
y no dejará de asombrarme lo dispuestos que están los hombres a llenarse la
cabeza con esa basura y a permitir que rumores ociosos y cosas insignificantes
entren a un terreno que debería ser sagrado para el pensamiento -. ¿Debe ser la
mente una cancha pública donde los asuntos de la calle y las habladurías de
sobremesa sean tratados? ¿O debe ser una instancia divina, como un templo
consagrado al servicio de los dioses? Me resulta muy difícil deshacerme de los
pocos hechos que me parecen significativos para atender a los insignificantes,
los cuales sólo una mente divina podría dilucidar. Así son la mayor parte de
las noticias de los diarios y las conversaciones, por eso es importante
mantener la mente limpia. Admitir en nuestros pensamientos los detalles de un
solo caso del juzgado del crimen, es profanar la santidad por una hora, -¡lo
que representa demasiado tiempo!- para transformar
nuestra intimidad en una barra de bar. Del mismo modo que el polvo de la
calle ha sido objeto de nuestros pensamientos, incluso la calle con su tráfico,
su bullicio y suciedad ha ocupado el altar de nuestros pensamientos. ¿No es
acaso un suicidio moral e intelectual?
Cuando me he
visto obligado a ser espectador en una tribunal de justicia y he visto a mis
vecinos — los que no estaban obligados a estar ahí — escabulléndose a
hurtadillas se me pasa por la mente que al sacarse sus sombreros, sus orejas se
transforman en embudos buscando el sonido con el cual saturar sus estrechas
mentes. Como las aspas de un molino de viento que toman la corriente ancha pero
superficial del sonido y después de un par de vueltas en sus fraudulentos
cerebros pasa al otro lado. Me sorprendería que fueran tan meticulosos como
para lavar sus odios después de hacerlo con sus manos. Me pareció, de repente,
que los auditores y los testigos, el jurado y el abogado, el juez y el
criminal, — que puedo presumir culpable antes de su condena — eran igualmente
culpables y que les caería un rayo para aniquilarlos.
Evita con todo
tipo de trampas y señales, amenazando con castigos divinos, que alguien
transgreda el único terreno que es sagrado para ti. ¡Es difícil olvidar lo que
no nos sirve recordar! Si tengo que ser un torrente, prefiero ser un arroyo de
montaña, o una corriente del Parnaso, pero no una cloaca de cuidad. Por un lado está la inspiración que proviene del
murmullo de las cortes celestiales y por otro la revelación profana y ajada de
los bares y los juzgados de policía. El mismo oído puede recibir ambas
comunicaciones y sólo el criterio del oyente determina cual escucha y cual no.
Sostengo que la mente puede ser profanada constantemente con el hábito de
considerar cosas triviales, de modo que nuestros pensamientos se impregnan de
trivialidad. Deberíamos pavimentar nuestro intelecto ya que sus bases se
fragmentan con el paso de las ruedas; el pavimento más durable, superior al
empedrado, a los bloques pulidos, y al asfalto es el que está en el interior de
nuestras mentes y que ha sido sometido durante mucho tiempo al trajín.
Ya que nos
hemos tenido que autoprofanar, revertir esta situación nos demanda prudencia y
devoción para resacralizarnos y hacer de nuestra mente un templo, de nuevo.
Debemos tratar a nuestra mente — es decir a uno mismo — como un niño ingenuo e
inocente, a quien cuidar para dirigir su atención selectivamente. No leas el
Times (El Tiempo) lee Eternity (La Eternidad), los convencionalismos están tan
extendidos porque son vulgares. Incluso los estudios de la ciencia pueden
ensuciar la mente, a menos que puedan ser de algún modo borrados cada mañana,
fertilizándolos con el rocío de la verdad fresca y vital. El conocimiento no
llega con los detalles sino con destellos de luz del cielo. En efecto, cada
pensamiento desgasta y profundiza las huellas de la mente, que como los caminos
de las calles de Pompeya demuestran que habían sido muy usados. ¡Cuántas cosas
se habrían aclarado si nos hubiéramos detenido a conocerlas un poco mejor!
¡Sería mejor dejarlos conducir sus carros mezquinos, incluso a paso lento,
sobre el glorioso trayecto que confiamos en pasar, al final de nuestras vidas,
desde el lejano borde del tiempo a la cercana orilla de la eternidad! ¿Es que
acaso no tenemos cultura ni delicadeza sino habilidades para vivir
ordinariamente y servir al Diablo? ¿O para acumular riquezas mundanas y fama o
libertad con las cuales proyectar una falsa imagen como si fuéramos sólo
cáscaras y conchas sin médula o sustancia viva en su interior? ¿Deben ser
nuestras instituciones como esas vainas que pinchan sin fruto dentro, que sólo
sirven para dañar los dedos?
Los Estados
Unidos son proclamados como el terreno donde se da la lucha de la libertad;
pero seguramente esta libertad no tiene un significado meramente político,
incluso si concediéramos que el norteamericano se ha liberado de la
determinación política es esclavo todavía de la economía y la moral. Ahora que
se ha asentado la república — res-publica — es hora de preocuparnos por la res
— privata, — los asuntos privados — tal cual el senado romano encomendó a sus
cónsules que los asuntos privados no se vieran mermados — «ne quid res -PRIVATA
detrimentu caperet». Ciceron. [En tiempos pasados mandó el senado por un decreto, que el
cónsul L. Opimio viese como conservar el Estado. En el mismo día fueron muertos
por ciertas sospechas de que movían alborotos… ]
¿Podemos llamar
a esto la tierra de la libertad? ¿Tiene sentido liberarse del Rey Jorge pero
seguir esclavo del Rey Prejuicio? ¿Tiene sentido nacer libre y no vivir como
tal? ¿Qué otro valor tiene la libertad política sino como libertad moral?
¿Alardeamos de la libertad para no estar sometidos o de la libertad para ser
esclavos? Somos una nación de políticos que defiende solo superficialmente a la
libertad. Tal vez sólo los hijos de nuestros hijos serán realmente libres.
Pagamos impuestos injustamente ya que hay una parte de nosotros que no está
representada; es contribución sin representación. Contenemos en nosotros mismos
multitudes, tontos y ganados, contenemos nuestros propios cuerpos en las pobres
almas, hasta que el primero consume toda la substancia de la segunda.
Con respecto a
una verdadera cultura y humanidad somos esencialmente provincianos, no
metropolitanos, porque no encontramos en el hogar nuestros estandartes; porque no veneramos la verdad sino el reflejo de
la verdad; porque estamos corrompidos y reducidos por una devoción al
comercio, al negocio, a las fábricas, a la agricultura y cosas de este tipo que
son solo medios y no fines.
De este modo el
Parlamento Inglés es provinciano; simples pueblerinos que se traicionan a si
mismos cuando alguna cosa importante requiere ser discutida. Por ejemplo el
problema de Irlanda — ¿y por qué no llamarlo el problema Ingles? -. Su
naturaleza esta subyugada por las discusiones de las que se ocupan y su «buena
crianza» respeta sólo asuntos secundarios. Los modales más finos del mundo son
groseros y presuntuosos en comparación con una inteligencia refinada. Se
parecen a las modas antiguas, simples cortesías, genuflexiones y ropa corta,
pasados de moda. Es por el vicio y no por los finos modales que pierden firmeza
en el carácter; no son más que ropa vieja y conchas pidiendo el respeto que se
merecen las criaturas vivas. Te regalan conchas en vez de pulpa, y no es excusa
el hecho de que en el caso de algunos mariscos la concha tenga más valor que la
carne. El hombre que impone sus buenos modales sobre mí lo hace como si me
estuviera mostrando las cosas que colecciona, cuando lo que yo querría es verlo
a él mismo. No fue en este sentido que el poeta Decker llamó a Cristo «el
primer caballero verdadero que haya existido jamás». Repito que en este sentido
la corte más espléndida de la cristiandad es provinciana porque tiene autoridad
para tratar los asuntos Transalpinos pero no los romanos. Un pretor o procónsul
sería suficiente para resolver los problemas que acaparan la atención del
Parlamento Inglés o el Congreso Americano.
¡Y yo que
pensaba que el Gobierno y la legislación eran profesiones respetables! Hemos
oído de los angelicales Numas, Lycurguses y Solón, en la historia de la
humanidad, nombres que quedarán como legisladores ideales; ¡pero piensen en lo
que significa legislar para regular la producción de esclavos o la exportación
de tabaco! ¿Qué harían los legisladores divinos con las exportaciones o
importaciones de tabaco? ¿Qué harían los legisladores humanos con la producción
de esclavos? Supón que tuvieras que pedirle la opinión al hijo de Dios sobre
estos asuntos… ¿no tendría Él hijos en el siglo 19? ¿Es una familia extinguida?
¿En qué condiciones podríamos revivirla? ¿Qué diría un estado como el de
Virginia el día del juicio final cuando su producción principal ha sido el
tabaco y los esclavos? ¿Qué suelo es ese para el patriotismo? He sacado estos
datos de estadísticas que los mismos Estados han publicado.
¡Un comercio
que cruza océanos para buscar nueces y pasas, y en este propósito transforma en
esclavos a sus marineros! Vi el otro día un barco que había naufragado y se
perdieron muchas vidas; su carga y destrozos de bayas de enebro y almendras
amargas estaban esparcidos por toda la playa. Parece que no vale mucho la pena
desafiar los peligros del mar, entre Leghorn y Nueva York, por un cargamento de
bayas de enebro y almendras amargas.
¡América
enviando a buscar «amarguras» del Viejo Mundo! ¿No son los besugos, o los
naufragios, lo suficientemente amargos como para declinar la copa de la vida en
el mar? Así es en gran medida el comercio
por el que tanto alardeamos; y hay quienes se autoproclaman hombres de estado o
filósofos, pero son tan ciegos como para pensar que el progreso y la
civilización dependen, precisamente, de este tipo de actividades e intercambios
— la actividad de moscas sobre un tonel de melaza. Todo estaría bien, dijo
alguien, si los hombres fueran ostras, y mejor aún, respondo yo, si fueran
mosquitos.
Lieutenant
Herndon, enviado por el gobierno a explorar el Amazonas y extender el área de
la esclavitud, dijo que allá se requería «una población activa y emprendedora
que sepa lo que son las comodidades de la vida, y que tengan necesidades
artificiales que les permitan extraer del país sus múltiples recursos». Pero
¿qué son las «necesidades artificiales» que deben ser alentadas? Yo creo, que
no lo son el amor a la lujuria, como el tabaco y los esclavos de su Virginia
natal, ni el hielo ni el granito, riquezas materiales de nuestra nativa Nueva
Inglaterra; tampoco son los «múltiples recursos del país» la fertilidad o esterilidad
de sus suelos para producir. La principal necesidad de los habitantes de
cualquier estado en el que he estado es su alta y fervorosa determinación; sólo
esta desarrolla «los múltiples recursos» de la Naturaleza y la sobrexplota,
para que el hombre muera naturalmente fuera de ella. Cuando necesitamos más la
cultura que las patatas, y la iluminación más que las golosinas, entonces los
grandes recursos del mundo están siendo desarrollados y explotados; y el
resultado — o la principal producción — no son esclavos, ni trabajadores, sino
hombres — esos extraños frutos llamados héroes, santos, poetas, filósofos y
redentores.
En resumen tal cual se forma un ventisquero cuando el viento se calma, podríamos
decir que donde se aquieta la verdad surge una institución. Pero la verdad
sigue soplando sobre ella y a la larga la derrumba. Lo que llamamos política es
algo tan superficial e inhumano que nunca he aceptado abiertamente que me
competa. Yo observo que los diarios dedican algunas de sus columnas especialmente
a la política o al gobierno sin mayores dificultades, y esto los salva; pero
como yo amo la literatura y en algún grado también la verdad, no leo estas
columnas por ningún motivo ya que no quiero embotar mi sentido de la justicia.
No tengo que rendir cuentas por haber leído ningún mensaje presidencial.
¡Extraña época esta donde los imperios, los reinos y las repúblicas llegan a
quejarse a la puerta particular de los hombres! No se puede leer un periódico
sin encontrar que algún gobierno miserable, duramente hundido y en sus últimas
fuerzas, está entrometiéndose para que yo, lector, vote por él — más inoportuno
que un mendigo italiano, del cual pudiera tener ocasión de mirar su certificado
extendido quizás por algún clérigo negociante, o por el patrón del barco que le
trajo, y que como no puede hablar mi idioma deba leer acerca de la erupción de
algún Vesubio, o la crecida del Po, real u olvidado, que lo llevó a esa
condición.
En ese caso no
dudaría en recomendarle que trabaje o que vaya a un asilo, o ¿por qué no
mantiene su vida privada en silencio como hago yo casi siempre? Pobre
Presidente que para conservar su popularidad y cumplir su deber está
completamente aturdido. Los periódicos son el poder que manda, cualquier otro
gobierno esta reducido a unos cuantos marinos en el Fuerte Independencia. Si un
hombre omite leer el Daily Times el gobierno se pondrá de rodillas ante él,
porque esa es la única traición en estos días.
Estas cosas
como la política, la rutina diaria, que actualmente ocupan la atención de los
hombres, son, a decir verdad, funciones vitales de la sociedad humana. Sin
embargo son realizadas de forma inconsciente, como el funcionamiento del cuerpo
humano. Son infra-humanas, como un
tipo de vegetación aunque a veces llego a tener cierta conciencia sobre ellas,
como alguien puede llegar a ser consciente de algunos procesos digestivos en
casos como la dispepsia. Es como si un pensador se sometiera a ser digerido por
el gran estómago de la creación. La política es como el estómago de la sociedad,
lleno de granos y arenas, y los dos partidos políticos son sus mitades opuestas
— que a veces se dividen en cuartos porque se muelen el uno al otro. No sólo
los individuos sino también los estados tienen una dispepsia que se expresa con
elocuencia. Nuestras vidas son un olvidar, pero también un recordar todo
aquello que no hicimos consciente, en nuestras horas de vigilia. ¿Por qué
deberíamos encontrarnos siempre como dispépticos para contarnos nuestros malos
sueños en vez de saludarnos por cada glorioso amanecer, como eupépticos? De
seguro que no hago una exigencia desmedida.