Que las linternas Brillen
“El balón que lancé jugando en el
parque
aún no ha alcanzado el suelo”
Dylan Thomas
mientras, mi gata en
la ventana
balancea su cola
al escuchar un trino.
Existe un roce común a todos y además alienta toda
vida. El vértigo. Antes de hablar se nos enseña a no caer, nos embelesamos al
ver la lluvia igual que también compartimos la creencia de que es habitual
dejar a los muertos descansar en paz. En cambio somos capaces de habitar lo inhóspito,
construir, depositar, inhumar, cincelar, inmolar, esconder. Sin embargo, no es
posible inmortalizar aquello que no
existe, es como si quisiéramos erradicar la potencia a la verdad; una
tautología. Bien es que existimos por repetición, asimilación, formación,
implicación, y ante cada sustantivo la inquietud o mente alimentando la falsa
virtud. Creer que existe un yo, un desligado, es el
pan de cada día o aquello que nos enseñaron Y enseñan a fuerza de sentirnos
identificados con el árbol, con la ciencia, con la vida. Apresurados hacia la
realidad buscamos raudos la elocuencia que delimite la huella sin habitarla
siquiera. La dosis, para el rebaño obediente, la mente. Poder juzgar. Falsa
virtud pues los Padres nos han pertrechado en una constitución que no somos
capaces de cuestionar. Desde el Alma claro, para empatizar/esculpir con/en la masa. Nos bastamos con la ficción de la
igualdad ajenos al estímulo propio e imperecedero. De lo múltiple dimensional
al desprendernos de decir o nombrar el designio cerebral de lo cotidiano. “Me
han enseñado a razonar con el corazón” recita Dylan Thomas. Leer la
nervadura de la hoja, en la correntada voz de Laura Giordani, es razonar con la
gravitación del latir.
Entrever(b)o.
Entrever(b)o.
[ antes
de desaparecer ]
Laura
Giordani
ED.
Tigres de Papel
primera edición, 2014
[ … ]
Algo parecido al temblor
Con una brasa convocada por
nuestras lágrimas resucitaste al cachorro olvidado en el patio la noche de la
helada. Que tus palabras vuelvan a caer —orina todavía tibia— desentumeciendo
nuestras manos azuladas de miedo.
Dar la espalda a la luz para
recobrar otra que no mienta: algo parecido a la agitación del péndulo sobre ese
lugar donde el desaparecido estaba.
[No
sé qué palabra sobrevive, qué palabra no se disuelve como un fantasma en la
elocuencia
del
tacto:
tus
manos sobre los vientres de las embarazadas
tus
manos sobre los helechos moribundos.
Desconfiar del anverso.
Ella
siempre se dirigía al revés de las cosas: hojas, piedras, párpados.
No teman su dolor, su verdad más blanda.
Dendromantes,
aprendimos a pedir una hoja al álamo plateado para leer su mano.
Tu palma contra su palma
su nervadura contra tus venas
hasta que la confesión comience:
[un
tiempo de savia subiendo con miedo
los
alaridos de la tala
unos
hombres que arrancan el monte
como
la cabellera de una anciana.
Intercambiamos sangre con los
eucaliptos, nos amamantamos de la perra más mansa.
[ … ]
Remover
la tierra del corazón:
todavía
hay barro.
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Un libro que consta de
cinco dedos. No son partes. Son yema de un mismo tacto. Oralidad infinita.
Suprimir la distancia. El segundo dedo, el anular, porta el manto del
“tabicamento”(así llamaban a la venda que portaban los torturados en Argentina
cuando ella…) (…lazo de superioridad, la ceguera…) que aún hoy incluso aquí en
España se usa con los presos de
carácter político. Sus fotografías asoman en algunos muros y el lenguaje,
fracciona, ilegaliza su potencia. Estas poesías de Laura tratan de decir el infinito, el abismo, con la derrota de antemano, sincerándose. No es necesario explicar la verdad, es. No es
necesaria ninguna fuerza. Sólo movimiento. Círculo que contempla nuestra
presencia y actividad. Intercambiamos mercancías y mensajes alimentando la
apariencia de lo que ocurre. Ajenos a nuestro horizonte. Ajenos al tensor que
la cuerda vibrante lanza en nuestro ya imperceptible horizonte interior.
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…del segundo dedo del libro
Qué lecciones se
aprenden
en
esas aulas
qué
aprende el hombre
sobre
el hombre
aprendes
a desaparecer
con
otros tan rotos
empapados
aprenden
de ese extraño
poder
que los desintegra
de a
poco en el aire
quizás
aprenden
a
desligarse
de
sus nombres
mientras
aprendemos
a rastrearte en mapas
que
se desdibujan a traducir
la
agitación del péndulo sobre tu foto.
[La escuelita]
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Surcos somos.
Afrontada la ósmosis, la filtración en un suelo que sufre la doble verdad de
los poderosos. No queda alternativa, la estridencia. El espectáculo. Un modelo
de perdón, perdición entre lo insensible. Aquello que da nombre, hereda,
hemofiliza, fosiliza. Es decir, reviste de conceptos. La carcasa que cerca la
propia excavación. La definición sepulta la excavación que Narciso inscribe
para su propia gloria. Sin gratitud no hay pensamiento, sin gratitud no hay
palabra, ni voz. Así es que sólo los hijos del desierto, sólo los que sean
surco serán dueños de su idioma, de su conciencia. Eterna vigilia contra la
infamia. Eterno horizonte que es la propia senda. El centinela, no entrega las
herramientas al combate, describe el cerco.
Hila. Aún sea,
Lenguaje
de huesos frágiles
para
sostener
la
consistencia del instante,
para
asomar
el
cuerpo del poema al mundo.
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…ahora, en esta libreta,
anoto al margen,
tercer dedo del libro
[ … ]
Qué
secas las lenguas,
las
palabras, utensilios de muertos.
Sólo el canto de los pájaros
no
envejece.
Que
las manos sean sismógrafos: las agujas no
escriben si no se tiembla.
Mientras,
dejar el verbo tendido, esqueleto de potrillo blanqueándose al sol después de
la agitación del agua
y la hierba.
[ … ]
Hay
una cadencia propia de la caducidad en el tic-tac
de
nuestros pulsos y esta dulce podredumbre en la espalda deletreando el perfume
del error.
Tanto
pereciendo debajo de lo dicho: un vertedero invisible en cada cráneo.
Arritmias que reviertan el
pulso de los muertos, la profecía del agua quieta:
Sólo
quiero esa palabra terminal.
[ … ]
Ella
vocifera en el cráneo como en una celda. Contra sus paredes se lastima: es la
loca de las palabras, la que enloqueció de ellas, hemofílica, lamiendo esas
heridas que llama yo.
¿Cómo
hacerle entender que está a salvo? No con palabras sino con el balbuceo
primero, la indefensión del vientre. Renunciar a la elocuencia: que la lengua
quede horizontal, suspendida de una vez en la luz de la afasia.
En
ese silencio que resucita lo arrasado y resta crimen al mundo.
[ … ]
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La desaparición tiene
evocación; el olvido encarando la imposibilidad. Sea. Romper los límites y el
poder que los cierra. Sea. Calcinar el ojo hasta habitar dicho abismo, profundidad opuesta a toda política, a toda adaptación y orgullo mental. Ese instalarse
en la apariencia, ese sinsabor de cada día.
La institución y la crítica habitan el mismo lugar, el duelo. Pero que
la palabra siga viva, ardiente, es aquello que restaña la huella del puño
cerrado, la palma asida al poema. Nada más real que lo intangible, la consumación
que destruye la ebriedad, la vaguedad banal de lo bello —como traza de lo
verdadero. Ordenar lo visible más allá de lo invisible. Son las cenizas, las
pequeñas ramas, las que apuntan a lo real.
cuarto dedo del libro...
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Hay
un poema que no se escribe nunca: clandestino aguarda en el revés de la lengua.
Mientras tanto, palabras placebo de ese poema imposible. Apenas poder decir eso que
naufraga finalmente en la frente.
Renunciar
a escribirlo, perderlo: esa pérdida rescata.
Tantear
lo que duele y late en el fondo, dejarse traspasar por su fantasma, quedar
inerte, rendida como potrillo desintegrándose en el cauce seco sin ningún
relato de la sed o la lluvia.
[ … ]
No
hay poesía sin vacío, ella sólo llega cuando nos vamos.
Terror
a la disolución, a que el nombre propio vaya disolviéndose en la memoria.
Altricial, el poema no puede sobrevivir sin ser sostenido por otros.
Una
lengua impropia, sin propiedad:
allí
comienza el lenguaje poético.
[ … ]
La
amansadora donde la rebeldía se hace tísica y la creciente nunca llega:
salas
de espera que amenizan la revuelta,
resignación
de colas frente a los mostradores
del
desahucio
la
silla del domador que desorienta la zarpa del tigre,
suspende
su fiereza con equidistancia mortal
e
igual a nada
la
vara adherida al lomo extenuado el galope hasta
que
el relincho es una lejana
utopía,
el sueño de una llanura quemada
que
se atraviesa sobre cenizas
cada
vez más frías.
La
amansadora amasa los huesos, hace esponjosos el
calcio
al agua dulce, anega dulcemente las cabezas
[hasta
que el grito es tarareo de una rabia que ya
ni
se recuerda.
[La
amansadora]
[ … ]
todas
adheridas al talismán con saliva de pájaro.
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tocad la luna para llegar a 9 infinitivos |
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He aquí una poesía que
nos coloca entre los muertos de nuestra especie, aquellos que están con las
manos cargadas de palabras e imágenes concretas y vuelan en el subsuelo. ¿Cómo?, con una paciente e intima mirada ciega que sella. …saliva de pájaro. Sed
del naciente que quiebra la forma con
/una materia pura, licuada en el temblor. Comprender no basta. Tal vez
vivir tampoco hasta no habitar la profundidad. En la dificultad de cada lengua.
Allí donde es dado, nos es dado, un lenguaje puro. Donde las palabras faltan
atender al
otro como
Adverso
palpa y deja
intacto
nos enseña a
caer y
no proteger de la
lluvia
corrimiento de una herida
hacia un interior que
desborda la huella
el rio es—
antes de su
final
paciencia alfarera
poesía que es
infancia de otro
lenguaje
o cuerpo
sin signos—
descreer
el vacío que rodea la mente
la mente que anida el miedo
palpa
la mano, con paciencia
el vacío
en
silencio
Ahora os dejaré la
quinta parte, dedo del libro La infancia que nos aguarda
(Nueve infinitivos para el regreso)
(Nueve infinitivos para el regreso)
…con infinita ternura
al tocar la luna
tocadla