Sigue siendo un ritual emocionante.
Desnudar, en este caso un anuncio de Doritos (en mi opinión, una pequeña obra maestra), e ir atrapando con chavales de quinto y sexto de Primaria esas pequeñas mariposas que hacen que las imágenes nos fascinen, nos emocionen, nos ayuden a situarnos en un mundo mejor. La publicidad puede hacerlo, es una de las cosas que, muy humildemente, trato de transmitirles. Luego exploramos el terreno con nuestras cámaras, nos reímos, también me enfado, me enfado mucho, protesto porque estos niños son egoístas, irrespetuosos, hay que marcar límites constantemente. Pero cuando el mecanismo funciona, entonces me siento afortunado por mi trabajo. Cuando editan sus propias obras, suelen darse momentos de risa absoluta, y se dan cuenta de que, mira por donde, han hecho un buen corto, o un buen anuncio.
Hoy le tocaba el turno a Esteban, y nos hemos emocionado con su auge y caída, con la emotividad de este western de tres minutos. Yo me lo he pasado de fábula, creo que ellos también.