Hace unos años, pongamos 1999 o 2000, en una casa de historieta efímera (ya no existe) en la ciudad de Miramar, me encontré con las novelas de Neil Gaiman. Iba buscando algún comic de Spawn pero en vidriera me llamó la atención un libro escrito entre Gaiman y Terry Pratchett (cuyas historias en Mundodisco había comenzado a devorar), Buenos presagios (Good omens). Recuerdo que primero compré ese, una novela cómica entre ángeles, demonios y carreteras yanquis, y la antologia de relatos The Sandman: book of dreams, compilada por el autor de la saga y por Ed Kramer (allá lejos y hace tiempo, cuando inaugurábamos este blog con mi amigo Pablo, subí unos fragmentos del genial prólogo, escrito por Frank McConell, sobre la necesidad de dioses). Luego, llegaría el turno de la novela de ciencia ficción Neverwhere, en la que Gaiman plantea un mundo subterráneo degradado y oscuro.
Los años pasaron y más allá de la insistencia de otro amigo, no volví a acercarme a la literatura de Gaiman (aunque sigo deseando conseguir y terminar la saga de The Sandman, una obra maestra de la cultura escrita). Me entero por esta nota de Mariana Enriquez que sus últimas novelas y libros para chicos empiezan a circular por las librerías argentinas y no puedo más que celebrarlo (y ahorrar peso por peso para adquirir American Gods, que parece que se las trae):
En todas las fantasías de Gaiman, por más oscuro que sea el mundo y terrible lo que se tiene que enfrentar, el protagonista escapa, o encuentra las herramientas para hacerlo. Escribía en The New Statesman Laurie Penny: “Los libros de Gaiman suelen seguir una estructura básica. Debajo de la superficie hay otro mundo oscuro y la gente común –gente sola, perdida– pueden encontrar el camino hacia allí si son muy valientes o tienen suerte. La puerta mágica en la pared que te saca de tu vida y te lleva a otra. Gaiman ha perfeccionado la fórmula y nadie lo hace mejor. No es una sorpresa que sus lectores lo amen como una droga. Otros escritores de fantástico y novelistas gráficos contemporáneos de Gaiman –Warren Ellis, China Miéville, Alan Moore– tienen una agenda política. Pero aparte de cierta militancia por los derechos de la comunidad lgbt, el trabajo de Gaiman es puro escapismo, y eso quizá lo hizo tan popular en los ’90 y en los 2000: un tiempo en que a la gente se le permitía soñar sobre diferentes vidas pero no sobre cómo cambiar la propia. Fueron los años en que los jóvenes necesitaban historias para sobrevivir. Todavía las necesitamos...A Gaiman no le molesta que su ficción sea considerada “escapista”. Dice, citando a Tolkien, que los únicos que están en contra de escapar son los carceleros. Y agrega: “La gente me suele preguntar: ¿cómo se siente acerca de que lo que escribe es fundamentalmente escapista? Y yo respondo que, para mí, no hay nada malo con querer escapar. Alguien que está en una situación imposible y a quien se le abre una puerta por la que se puede ir, y se puede ir de una manera genuina, y en ese irse puede aprender cosas y juntar una armadura y conocimiento y armas para que, cuando vuelva a la prisión, sea una mejor prisión. Eso es algo bueno. Eso nunca puede ser algo malo”.