Al diseñar una obra narrativa en cuadros para sostener un personaje, "Juanito" lleva a Berni a una apropiación del método de la historieta. Aquí también aplica estrategias del arte alto para sumergirse en las profundidades lacustres (Laguna) de la cultura popular. Por extraño que parezca, el mundo de la guerra fría genera una reacción telúrica que empuja a la creación de héroes niños. Así como Berni va dando forma a su criatura, en el otro extremo del mundo, sobre el filo de los años cincuenta, aparece Tetsuwan Atom, el chico atómico que Occidente conoce como "Astroboy". Es la obra mayor del dibujante japonés Osamu Tezuka, que impone en esos ojos demasiado grandes la agenda estética del manga, la revolucionaria historieta japonesa. Tetsuwan Atom, que debió haberse traducido como "Atom Boy" y no como el Astroboy que fue, debía su nombre a los residuos nucleares, a la masacre en vida de las víctimas de Hiroshima. Pero en el ánimo de Tezuka estaba la creación de una utopía tecnológica pacifista, de un neorrealismo para pasado mañana que en el subdesarrollo del desarrollismo que es el pathos de Juanito se vuelve distopía.La planta nuclear es para Astoboy lo que la villa es para Juanto y el mundo los conocerá, en distintos ámbitos, hacia 1963. El programa de la ciencia ficción, la idea de aunar carnalidad y cibernética, que Tezuka hereda de Fritz Lang para llevar a una dimensión Disney, tiene su relato extremo justamente en el personaje villero que pinta o pega Berni.¿Dónde si no en ese amasijo de chapas oxidadas, desperdicios del capitalismo industrial y niñez abandonada se da esa confluencia? En los collages de Berni sí que hay una yuxtaposición del hombre y la máquina, de los restos de la máquina social y de los hombres que la habitan. La metamorfosis se diría que es ahí terminal.Y para una enorme parte de Latinoamérica ese será el futuro, mitologema básico de la sci-fi.
De esa culpa social e individual frente al mísero show extramuros pareciera haberse alimentado también otro personaje contemporáneo y argentino como el "Hijitus" de Manuel García Ferré. En el principio, 1952, es un observador secundario en la ficcional Villa Leoncia que luego adquiere vuelo propoio. En esencia se trata de un chico de contornos andrajosos redimido a la categoría de héroe por el poder trasmutador de su sombrero. Como a Juanito, al Hijitus de Garcia Ferré le toca vivir en un caño. No es un dato que se escapa del fantasma que captura Berni: durante el gobierno de Frondizi, se impone una línea de casa prefabricada en metal que se conoce con el contundente nombre de "medios caños".Juanito, de todos modos, se proyecta más allá del entretenimiento. Es un fetiche andrajoso de barricada: listo para volverse como un borde filoso contra el mundo que lo generó.
García, Fernando (2005). Los ojos. Vida y pasión de Antonio Berni, Buenos Aires, Planeta, pp. 230-231.