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lunes, octubre 10, 2016

Los hijos de la guerra fría y el subdesarrollo

Al diseñar una obra narrativa en cuadros para sostener un personaje, "Juanito" lleva a Berni a una apropiación del método de la historieta. Aquí también aplica estrategias del arte alto para sumergirse en las profundidades lacustres (Laguna) de la cultura popular. Por extraño que parezca, el mundo de la guerra fría genera una reacción telúrica que empuja a la creación de héroes niños. Así como Berni va dando forma a su criatura, en el otro extremo del mundo, sobre el filo de los años cincuenta, aparece Tetsuwan Atom, el chico atómico que Occidente conoce como "Astroboy". Es la obra mayor del dibujante japonés Osamu Tezuka, que impone en esos ojos demasiado grandes la agenda estética del manga, la revolucionaria historieta japonesa. Tetsuwan Atom, que debió haberse traducido como "Atom Boy" y no como el Astroboy que fue, debía su nombre a los residuos nucleares, a la masacre en vida de las víctimas de Hiroshima. Pero en el ánimo de Tezuka estaba la creación de una utopía tecnológica pacifista, de un neorrealismo para pasado mañana que en el subdesarrollo del desarrollismo que es el pathos de Juanito se vuelve distopía.
La planta nuclear es para Astoboy lo que la villa es para Juanto y el mundo los conocerá, en distintos ámbitos, hacia 1963. El programa de la ciencia ficción, la idea de aunar carnalidad y cibernética, que Tezuka hereda de Fritz Lang para llevar a una dimensión Disney, tiene su relato extremo justamente en el personaje villero que pinta o pega Berni.
¿Dónde si no en ese amasijo de chapas oxidadas, desperdicios del capitalismo industrial y niñez abandonada se da esa confluencia? En los collages de Berni sí que hay una yuxtaposición del hombre y la máquina, de los restos de la máquina social y de los hombres que la habitan. La metamorfosis se diría que es ahí terminal.
Y para una enorme parte de Latinoamérica ese será el futuro, mitologema básico de la sci-fi.
De esa culpa social e individual frente al mísero show extramuros pareciera haberse alimentado también otro personaje contemporáneo y argentino como el "Hijitus" de Manuel García Ferré. En el principio, 1952, es un observador secundario en la ficcional Villa Leoncia que luego adquiere vuelo propoio. En esencia se trata de un chico de contornos andrajosos redimido a la categoría de héroe por el poder trasmutador de su sombrero. Como a Juanito, al Hijitus de Garcia Ferré le toca vivir en un caño. No es un dato que se escapa del fantasma que captura Berni: durante el gobierno de Frondizi, se impone una línea de casa prefabricada en metal que se conoce con el contundente nombre de "medios caños".
Juanito, de todos modos, se proyecta más allá del entretenimiento. Es un fetiche andrajoso de barricada: listo para volverse como un borde filoso contra el mundo que lo generó.

García, Fernando (2005). Los ojos. Vida y pasión de Antonio Berni, Buenos Aires, Planeta, pp. 230-231.

miércoles, octubre 16, 2013

Lo que se llama pop



Visto en wtf? microsiervos.

sábado, mayo 25, 2013

Oremos

¿The Royal Tenenbaums o Mateo 1?

Más citas bíblico-pop en The Wes Anderson Bible.

miércoles, febrero 27, 2013

chocolatines Jack


yo no le cargaría a este pibe el avatar de nuestras decadencias. Ricardo Fort, después de todo, es una sintomatología de la época y no hace más que expresar el aspiracional de tantos: que ese aspiracional sean unas tilingas vacaciones a Miami no es culpa suya. Entonces, la tragedia no es él, la tragedia somos nosotros. El, en todo caso, nos condensa, les lleva South Beach y Ocean Drive a las señoras del primer y segundo cordón porque sabe que eso es lo que desean. A diferencia de Susana, que se mete en Bal Harbour a consumir para ella y su hija Merceditas, Fort consume como invitándonos a consumir con él: va a cámara abierta y te muestra al vendedor latino, la ropa colgada, la etiqueta con el precio. Es decir, traslada, transporta. Es de una infinita melancolía, pero es así cómo se hace amar: con una bolsa de chocolates, con una extensión de la tarjeta, hay cosas que se aprenden de chico. Su fortuna, además, es una fortuna blanca o por lo menos más blanca de lo que son las fortunas nuestras de todos los días. A diferencia de Macri, de Kirchner, del que ustedes quieran, todos saben de dónde sacó y sigue sacando la plata: no hay fantasma posible para todo ese dinero, que es dinero que nosotros pusimos en sus manos en todos estos años de chocolatines Jack, bombones Jaqueline, botellitas de licor, barritas de cereal: el tipo es rico porque nosotros lo hicimos rico, y eso le otorga permisos de confección publicitaria que anda a discutírselos. Por lo demás, él mismo, y sí, es un chico elemental, incandescente pero elemental. Ahora, eso qué tiene que ver.
Seselovsky, Alejandro (2010): "Ricardo Fort: Ella quiere su rumba" en Trash. Retratos de la Argentina mediática, Buenos Aires, Norma, p. 106.

Obviamente, en las últimas semanas, la figura Fort tuvo una nueva parábola: convertido en el hombre que volvió de la muerte, la estrella de Fortuna se ha vuelto en el-hombre-rico-que-vuelve-a-la-familia, reconociendo que tras su recuperación y milagro se dio cuenta de cuánto apreciaba a su madre. Una suerte de cuento navideño con moraleja, de hijo pródigo mediático. En todo caso, otro ribete de la galaxia trash que tan bien explora Seselovsky. Eso va quedando del verano, eso y la intensa polémica entre Maradona, Ventura y Rial, una nueva muestra de lo improfanable del lenguaje, de su girar en el vacío

martes, febrero 12, 2013

Zzk!


 

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