Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna
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jueves, 21 de septiembre de 2023

El coco (2023). El monstruo (que salía poco) de debajo de la cama

 


Uno de los primeros miedos para cualquier niño es su propia imaginación. Cuando la luz de la habitación se apaga, las siluetas en la penumbra pasan de ser un montón de ropa a algo más. Y cualquier crujido de la madera puede significar que algo anda cerca. Identificado como uno de los primeros temores atávicos, la oscuridad, personificado en este caso como el coco, el monstruo de debajo de la cama, del armario, de las sombras, ha sido utilizado como en muchas narraciones de terror infantiles, pero también como una interpretación de los miedos adultos. En concreto, Stephen King  recurría a este en el relato del mismo nombre, como una interpretación de todos los terrores que cualquier padre primerizo (especialmente cuando esta paternidad es involuntaria)(, sufre, combinado con la posibilidad real de la existencia de algo monstruoso. Un relato breve que, como muchos otros que aparecían en El umbral de la noche, resulta difícil imaginar adaptado al medio audiovisual, aunque finalmente le haya llegado el turno este año con una versión que recurre a varios de  los elementos originales, ampliando un poco más, quizá para alcanzar la categoría de largometraje, lo que King había escrito hace más de treinta años.


El coco es la criatura que, según Lester Billings, asesinó a sus hijos uno por uno, durante la noche. Este, atormentado por el miedo y la culpa, acude a la consulta psiquiátrica del doctor  Harper, intentando convencerlo de la existencia de una criatura cuya presa son los débiles y aquellos que sufren el dolor de la pérdida. La visita, que termina con el suicidio de este en la misma cas adonde el doctor atiende a sus pacientes y vive con sus dos hijas, es otro golpe a una familia  que todavía no ha superado  la muerte de  su esposa y madre de Sadie y Sawyer. A partir de entonces Sawyer, la menor de ambas, verá aumentados sus terrores nocturnos con la presencia de una sombra que se desliza por los rincones oscuros de la casa. Y que, según asegura, esta guarda un inquietante parecido con el dibujo que Billings entregó al padre de las dos antes de quitarse la vida.



Aunque adapta de manera reconocida el relato del mismo nombre de Stephen King, eta cambia el protagonismo hacia un  personaje distinto. Si el cuento era el testimonio de un padre en la consulta, cerrado con un final incierto muy deudor de Twilight zone, el papel protagonista lo tendrá la familia  Harper ante una criatura que ha elegido a sus víctimas  debido a la debilidad de estas. Según el desarrollo del monstruo, es el duelo no resuelto y el dolor lo que los convierte en presas. Un enfoque psicológico un tanto distinto al del relato, donde la paternidad se planteaba como algo no deseado y a que el testimonio de su protagonista sugería una explicación real e inquietante. En este caso, será el de la familia estructurada (frente a la unidad familiar rota y en el umbral de la pobreza del matrimonio Billings) que afronta la pérdida de la madre en algo tan anodino como cercanamente  posible como un accidente, recayendo el foco en la incapacidad de los protagonistas para asumirlo.


En este caso la figura, y especialmente el diseño muy velado y mostrado en escasas ocasiones, del monstruo, es lo más interesante. Si en el cuento este se limitaba a ser una figura abstracta, un monstruo al que se3 le ha dado un nombre, aquí se le dota de un trasfondo ancestral en el que se habla de la antigüedad de la criatura como algo que puede haber nacido de los p4rimeros miedos humanos y adoptado  con el paso del tiempo (como la capacidad que manifiesta de imitar voces humanas). Un transfondo muy cercano  al creepypasta y al folkore moderno que acaba desaprovechado en favor de una trama rutinaria. El noventa por ciento del metraje consiste en la familia deambulando por la casa, haciendo referencia a la tragedia personal y mostrando secuencias cotidianas, que van rellenando minutos entre aparición y aparición del monstruo que da nombre a la película, pero que parece algo secundario en una historia que no tiene claro lo que quiere ser. Esta parece no querer meterse de lleno en el terror directo y quedarse como una película con monstruo genérica, pero igual de genéricos son  sus personajes, que parecen un trámite para que esta pueda pretender ser algo más que terror sobrenatural.

Una ejecución bastante rutinaria para tratarse de una cinta dirigida por Rob Savage, responsable de una  película de terror rodada durante la pandemia con más imaginación que medios como fue Host, o aquella locura entre mascarillas y personajes negacionistas horribles que fue Dashcam.



Aunque el ritmo es adecuado, el desarrollo también adolece de esta aproximación un tanto sosa a la historia: tras una primera parte de escenas cotidianas, hacia el desenlace  el tono cambia y se convierte en una secuencia de caza y persecución, con un mayor cantidad de  sustos y donde, tras todos los intentos de ser una producción más sutil, decide mostrar directamente a la criatura que debería haberla protagonizado y demostrar una vez más, como esta ha sido desaprovechada. Unos escasos minutos para mostrar en primer plano un diseño muy acorde con ese trasfondo que se había creado, y contra el que se usa el primer elemento que constituye su debilidad: en este caso, el fuego no solo como fuente de luz sino para eliminar, tanto el monstruo como los objetos que ataban a los protagonistas al pasado.  O quizá, una forma de terminar  rápido una historia que  no acaba  de funcionar del todo. Se le prende fuego, y a otra cosa.

El coco (sigo siendo incapaz de referirme a este asustaniños como boogeyman), se convierte en una de esas películas que acaban siendo menos de lo que prometían. Ejecutada correctamente, esta se queda en una cinta de sus pensé, con algún sobresalto, en la que las escasas referencia a los miedos atávicos  de los niños y sus padres resultan algo anecdótico.

jueves, 5 de noviembre de 2020

El resplandor (1.980)….¡¡Aaaaquí está Joohnnyy!!

Hay determinados fotogramas que podrían constituir una enciclopedia visual del cine de terror. Cesare sentado en el ataúd en el que lo guarda el doctor Caligari. La sombra de Orlok deslizándose por una pared. el cuchillo, visto a través de la cortina de una ducha. Los cadáveres deambulando, en la primera vez de muchas, en un cementerio de Pittsburgh. Y, antes de que llegaran, a veces hasta el exceso, las siluetas de un guante con cuchilla y las máscaras de hockey (más otras posteriores, y que merecen estar también a la altura del resto), debería encontrarse el rostro desquiciado de Jack Torrance, asomándose tras una puerta destrozada.





Se cumplen, en el que podríamos considerar el año más desquiciado de lo que va de siglo, cuarenta años de la versión cinematográfica de El resplandor, una de las novelas más conocidas de Stephen King y que continuaría, tanto literaria como audiovisualmente, más de tres décadas después en Doctor Sueño. Una versión llevada a cabo en una época en la que el escritor gozaba un momento de fama pero también una serie de versiones de lo más irregulares: de las más meritorias, como Carrie, hasta otras hechas con tan pocas ganas como medios. El resplandor se encuentra por méritos propios entre las primeras, pero también entre las más controvertidas: dirigida por nada menos que Stanley Kubrick, con unas anécdotas de rodaje donde este llevaba su perfeccionismo al extremo y con la que King nunca estuvo conforme, hasta el punto de rodarse con su aprobación una miniserie que, pese a ser más fiel al libro, es de las que hace pensar "me gustó más la película". Y que, incluso en España llevó manos a la cabeza con el doblaje, elegido por el director, con Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué poniendo voz a Jack Nicholson y Shelley Duvall.




 


Se cumplen, en el que podríamos considerar el año más desquiciado de lo que va de siglo, cuarenta años de la versión cinematográfica de El resplandor, una de las novelas más conocidas de Stephen King y que continuaría, tanto literaria como audiovisualmente, más de tres décadas después en Doctor Sueño. Una versión llevada a cabo en una época en la que el escritor gozaba un momento de fama pero también una serie de versiones de lo más irregulares: de las más meritorias, como Carrie, hasta otras hechas con tan pocas ganas como medios. El resplandor se encuentra por méritos propios entre las primeras, pero también entre las más controvertidas: dirigida por nada menos que Stanley Kubrick, con unas anécdotas de rodaje donde este llevaba su perfeccionismo al extremo y con la que King nunca estuvo conforme, hasta el punto de rodarse con su aprobación una miniserie que, pese a ser más fiel al libro, es de las que hace pensar "me gustó más la película". Y que, incluso en España llevó manos a la cabeza con el doblaje, elegido por el director, con Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué poniendo voz a Jack Nicholson y Shelley Duvall.




Aunque sea la presencia de uno de sus protagonistas, ya enloquecido, una de las secuencias más famosas, toda la película cuenta con un componente visual que la convierte en una de esas producciones que, además de servir como referencia durante décadas, acaban formando parte de la cultura popular: las gemelas siniestras en el pasillo, el triciclo de Danny moviéndose a toda velocidad, el espectro de la habitación 337 e incluso, aunque sea por lo excesivo, la riada de sangre surgiendo de un ascensor. Imágenes que acaban quedándose aún cuando la trama acabe desvaneciéndose en la memoria del espectador. Algo, poco probable, porque el guión establece de forma efectiva algo a lo que siempre se ha prestado una parte importante del relato de fantasmas: el componente psicológico de sus personajes. Desde los primeros minutos, es posible percibir el deterioro mental de su protagonista, que acaba por convertirse en una amenaza más tangible que los espectros que se mueven en el escenario. Y cuya aparición, aunque escasa, dado que solo uno de los personajes puede percibirlos, tiene un carácter físico que se manifiesta no solo en su caracterización sino en su capacidad de dañar.



Pese a utilizar unos escenarios y exteriores muy amplios, lo desolado de estos, los decorados geométricos y el uso de los pasillos, tanto los de la construcción como los del laberinto exterior, hace que la película tenga una atmósfera, más que claustrofóbica, opresiva: hay una gran cantidad de espacios por los que moverse, pero estos no dejan de ser limitados y el exterior, esta vez por el clima en que se desarrolla, supone un peligro real y objetivo.

Cuando se trata de una película y un director considerado como clásicos, es difícil poder apreciar algo más si no es la impresión que esta ha producido, las escenas más potentes o lo que supuso en su momento y a posteriori. Aunque en el caso de El resplandor, también es posible reconocerla como una de las mejores películas de terror…y también una de las mejores adaptaciones al cine de las novelas de Stephen King, aunque a él no le guste especialmente.




jueves, 9 de abril de 2020

Doctor Sueño (2.019). Y ahora, algo completamente diferente


Esta es una de esas honrosas producciones que cuentan con la presencia de un gatico

El Resplandor pasó a la historia como una de las películas más conocidas de Stanley Kubrick, una de las mejores producciones de terror de la historia, y una de las adaptaciones de la obra de Stephen King que menos le gusta a su autor. Le repatee o no, el guión tiene el suficiente peso como para que, cuando se llevó a cabo la versión cinematográfica de su secuela, esta lo fuera más bien de la película de 1980, que difería del libro en muchos aspectos, y no de lo que se narraba en el papel.  


Doctor Sueño es el apodo que recibe Danny Torrance, el pequeño superviviente del hotel Overlook,en su trabajo como conserje en una residencia de ancianos. Tras años de intentar apagar su don en alcohol, y huyendo de los fantasmas que, a veces pedían su ayuda, y a veces continuaban persiguiéndolo desde el Overlook, ha conseguido rehacer su vida y utilizar su capacidad para acompañar a aquellos pacientes a los que ha llegado su hora. Pero su día a día, metódico aunque algo apagado, se ve truncado cuando Abra, una niña dotada de un poder similar al suyo, le advierte de la existencia de un grupo de viajeros con habilidades sobrenaturales, que se hacen llamar el Nudo Verdadero, que encuentran y se alimentan de todos aquellos niños dotados de poderes a fin de prolongar su longevidad. La solución por la que Danny ha optado hasta ahora, esconderse antes de que nadie lo encuentre, no parece ser una opción cuando el Nudo se ve atraído por los poderes de Abra, y quizá la única forma de salvarla, y también al resto de niños que estos puedan encontrar, sea regresar a un lugar peligroso para cualquier poseedor de Resplandor, sea este bueno o malo: los muros del hotel Overlook, ya abandonado, pero cuyo interior todavía alberga algo peligroso.




Teniendo en cuenta unicamente las versiones cinematográficas de esta, y del Resplandor (entre otras cosas, porque no me he leído ninguno de los dos libros. La cuarentena cunde, pero no tanto), el cambio de tono entre ambas es muy notorio: la película de Kubrick era una historia de terror, no tanto por los tintes sobrenaturales sino por los efectos de la locura y el aislamiento en un período de tiempo muy breve. Esta, en cambio, es una historia de fantasía oscura en la que se explora el aspecto fantástico y el desarrollo de una mitología que no había estado presente previamente: la existencia de distintos Resplandores, como los llama el mentor del protagonista, de niños, de lugares o seres que se alimentan de esos poderes, y la continuidad de esa mitología en la figura de la protagonista infantil, y en la sugerencia de que puede haber cosas peores que las que se han visto narradas. Una mitología que en realidad, se ve aquí muy limitada, dado que en su contrapartida escrita, King la ha expandido a varios libros y narrativas, existiendo referencias cruzadas a series como La Torre Oscura, pero que en este caso se omiten, por su dificultad de integrarlas, y que en otros se ven limitadas por cuestiones de metraje, como el caso de los personajes antagonistas: estos, un grupo bastante amplio, se ve reducido en caracterización a dos o tres principales, convirtiéndose el resto en secundarios anónimos. Claro que, sería muy difícil dedicar todo el tiempo necesario a desarollarlos como puede hacer King (y muy bien) en cualquiera de sus libros.



Respecto a los protagonistas y sus contrapartidas, Mike Flanagan ha sido la mejor opción a la hora de elegir un director. Aunque más conocido por la serie de Hill House, la mayoría de sus películas vienen marcadas por un importante componente humano y el peso de los personajes y su carga dramática en la historia. Y que, haciendo muy buen trabajo con el personaje interpretado por Ewan MacGregor, o Kyliegh Curran como Abra, especialmente en lo tocante a la hora de presentar sus poderes a aquellos de su entorno que no quieren ser conscientes de ellos, se nota en el caso de los villanos. Aún con las limitaciones, es capaz de hacer en conjunto, un grupo creíble, en el que se intuyen sus propias dinámicas y relaciones y que, gracias a la presentación del miembro más joven de este, estos se caracterizan como seres que han elegido sus acciones como modo de supervivencia, uno claramente sádico y que los convierte en los villanos, pero no dentro de su forma de convivir. Que, por su caracterización de nómadas, y su manera de alimentarse un tanto vampírica, hace pensar en Los viajeros de la noche de Bigelow.



Aunque la historia no sea tanto la continuación de El Resplandor como de la vida adulta de su protagonista, es inevitable que muchos de sus elementos tenga su aparición. Ya en la primera parte de la trama, en forma de los fantasmas que han podido seguirlo, y con la presencia del hotel como escenario del desenlace. Este último, ya convertido también en una parte más de la mitología desarrollada en la película, aunque los lugares y personajes que aparecían en él, siguen presentes (y se agradece que la aparición de Jack Torrance sea mediante un actor y no por digitalización. Y si bien la naturaleza de los anteriores fantasmas aquí se ve modificada de acuerdo a la trama, resulta un poco chocante su presencia más o menos continua. Especialmente, el fantasma de la habitación, una de las imágenes icónicas de la película y que aquí acaba apareciendo tantas veces que su capacidad de provocar miedo acaba quedando un poco lejos: su primera visión en el resplandor me resultó ateradora, incluso más que las gemelas o la naturaleza del hotel embrujado. Después de tres o cuatro apariciones (más una estelar en Ready Player One) en distintas bañeras y recintos, solo podía pensar: ¿Otra vez tú?


Cinematográficamente, Doctor Sueño es una continuación directa de El Resplandor: han modificado el material original de forma que los hechos posteriores coincidieran con los cambios introducidos en la película anterior, pero su enfoque y contenido es muy distinto: no es ya una historia de terror y hoteles encantados (o en gran parte, de horror realista con su enfoque de la locura), sino una muy distinta de fantasía sobrenatural, muy bien filmada y que también muestra la evolución en cuanto a las adaptaciones de King al cine. Ahora, yo preferiría pasar ya una temporada sin ver al fantasma de la habitación 237 que yalo tengo algo aburrido.  



jueves, 2 de mayo de 2019

Pet Sematary (2019). Se vende finca con pantano y cementerio indio


Los dos últimos años hemos pdido ver unas cuantas adaptaciones al cine o a Netflix, de las novelas más clásicas de Stephen King. Si bien generalmente sus piezas menos terroríficas eran las que daban mejores películas, las más famosas se quedaban un poco en el terreno de la serie B. el cambio más conado fue con el estreno en dos partes de It, donde aún evitando os temas más controvertidos, resultaba una película de terror adulta e inquietante.


Cementerio de animales sigue ese camin. A partir de una de las novelas que consideran la más terrorífica, y un clásico de King, cuenta la mudanza de una familia a una casa, aportada de un pequeño pueblo, donde se proponen llevar una vida tranquila y lejos de los peligros de la ciudad. Pero un lugar tan tranquilo como ese no está exento de riesgos: los terrenos lindan con un bosque y con una parcela de tierra que la gente del lugar ha utilizado como cementerio de mascotas. Y la carretera que los comunica con el pueblo es una zona de paso de camiones que circulan de forma bastante imprudente. Cuando el gato de la familia es atropellado, y Louis, el padre, se ve obligado a enterrarlo antes de que su  hija pequeña lo descubra, le es ofrecida una posibilidad que se encuentra oculta en los terrenos que ha adquirido: ¿y si aquello que ha muerto no tuviera por qué estarlo? Pero quizás quien regresa de esa manera sea alguien muy distinto.



Tengo que reconocer que no he leído Cementerio de animales por lo que no puedo hablar de su fidelidad como adaptación cinematográfica. Poro es curioso que, más que el material original, se hable de los parecidos y diferencias con la película que se hizo en los ochenta, de modo que podría considerarse más un remake que una nueva versión de un libro. La mascota resucitada, qué miembro de la familia sería el primero en volver, y sobre todo, la presencia de Zelda, la hermana deforme de la protagonista cuya muerta la atormenta en su vida adulta (y cuya caracterización provocó más pesadillas entre los jóvenes que cualquier zombie), eran algunas hipótesis que se barajaban.

Tanto las diferencias como las similitud3es y aportaciones nuevas resultan satisfactorias. Salvo la trama sobrenatural, el horror planteado en la historia se presenta como algo real y cercano al mundo adulto: la muerte como algo próximo, la exposición a la enfermedad a una  edad demasiado temprana como para comprenderla o la imposibilidad de superar la pérdida de un ser querido son los aspectos más inquietantes. La bocina de un camión, escuchada de improviso y anunciando lo que podría haber pasado, asusta en este caso más que un cementerio envuelto en niebla o una leyenda sobre el wendigo.


Uno de los cambios más interesantes ha sido el de la variación de personajes. No tanto por el factor sorpresa sino por los matices que esta supone. En su versión anterior, aún recordada, quien regresaba no dejaba de ser otra cosa que un bebé zombie. La nueva elección, con un personaje que puede comunicarse verbalmente, supone ofrecer un matiz mucho más interesante al poder ofrecer un atisbo de lo que supone el volver de un lugar que no deberían: la consciencia de estar muerto, ciertas referencias al deseo de volver a ese lugar y el odio hacia lo que lo rodea suponen una aproximación desoladora e inquietante.
Cementerio de animales era una película prometedora, y que cumplió las expectativas. Lo que hace años aterró al público lo sigue haciendo. Las diferencias suponen mejoras y quizá los aspectos ampliados acaban quedando sin explotar (¿qué pasa con los niños que celebran el entierro de su mascota? ¿qué hace el wendigo y por qué se lo oye en el bosque?) pero, igual que la original, asusta a su manera. Bueno, y el gato. Llevé fatal el destino de Church, y su versión rediviva, despeluchada y mal encarada me sigue pareciendo tan adorable y digna como cualquier felino.

jueves, 7 de septiembre de 2017

La niebla (2017) ¿Terror veraniego, drama familiar o alternativa para echarse la siesta?


Aunque recientemente el número de episodios por temporada en televisión se esté reduciendo, el verano sigue siendo la época para emitir series más breves, que puedan probar suerte en unos meses de menos competencia, o en el peor de los casos, por ocupar espacio. Es un buen momento para probar con alguna sin el problema de quedar vendida con dos decenas de capítulos. Y más cuando el material que han tomado como referencia es una de las mejores novelas cortas de Stephen King, a la que, la brevedad por la que se caracterizaba en la obra de un autor tirando a libros mastodónticos, el formato de serie más corta era muy adecuado.



La niebla contaba previamente con una adapción cinematográfica sorprendentemente buena (la de Frank Darabont en 2007. Nada que ver con la película de John Carpenter ni su remake de la misma década), donde se introducían importantes diferencias respecto del original que incluso le habían gustado al propio King. La niebla, como serie, se separa todavía más de este: los puntos básicos de la trama coinciden, como son la aparición de una niebla, relacionada con los experimentos que en una base militar cercana se están llevando a cabo, las criaturas que la habitan y sobre todo, el efecto que un encierro prolongado en un entorno hostil tiene sobre los personajes. El resto, es un enfoque muy distinto. Una de las fuentes de conflicto se trasforma del fanatismo religioso tradicional a un enfoque en principio más inofensivo, como es el ver a la naturaleza como una fuerza mística, pero que en las circunstancias adecuadas es igual de peligroso. Y la familia protagonista cuenta con el conflicto previo de vivir en una comunidad marcada por la estrechez de miras y las habladurías. A estos se les unen dos personajes nuevos, probablemente relacionados con el origen de una niebla a la que King solo dio referencias veladas: un soldado con amnesia que proviene de las instalaciones donde esta empezó, y una delincuente cuyo pasado es un misterio.





Con el añadido de tramas y personajes, es posible plantearse si la novela original daría realmente para una serie de diez episodios. Seguramente no, pero los aportes al guión, debidamente tratados podrían haber resultado en una producción que expandiera y modificara esta de una forma interesante y con posibilidades. El convertir a las criaturas de la niebla en una amenaza de corte más sobrenatural, donde lejos de ser monstruos tangibles, adoptan la forma de lo que desean o temen sus víctimas, y la trama que traen consigo los personajes nuevos, abría muchas posibilidades para una serie de terror y supervivencia, que aportaría algo más de novedad a un tipo de ficción que está demasiado ligada a los zombies (bueno, esto último es una apreciación objetiva, Como si yo fuera a quejarme de que hoy hay superávit de zombies...). Posibilidades que por desgracia, son sustituídas por una serie de tramas que, por la torpeza con la que se ejecutan y por lo poco relacionadas con el tono de la serie, hacen que esta entorpezca el ritmo general y que nunca quede muy claro con qué aspecto quiere quedarse el guión. Si el original combinaba de forma efectiva los miedos colectivos y el fanatismo, su versión televisiva hace una mezcla, muy mal llevada entre el argumento fantástico, que era el que seguramente esperaba su público, y una serie de dramas familiares que resultan fuera de lugar: desde el primer episodio se dedican a insistir en lo cerrado y politicamente incorrecto que es el pueblo de los protagonistas, en plantear una tragedia familiar que acompañará a la hija de estos, como es el haber sido violada y el encontrarse encerrada en el mismo lugar con su supuesto agresor...y por si no fuera poco, terminan cerrando estas con unos giros en los que aparecen padres y hermanos descubiertos en el último minuto dignas de un telefilme de los de antena tres por la tarde. En general, una forma de enrevesar y alargar capítulos bastante floja, y que poco tiene que ver con el resto de lo que aparece en pantalla. A veces dan ganas de gritarle a los personajes que se olviden un poco de las tragedias locales y que se centren en el bicherío que hay en el exterior, que ya resolverán los conflictos luego. O directamente, que se los coman y quedarnos con la trama que habían prometido.



Los protagonistas de esta parte del guión son los que más presencia tienen durante gran parte de los episodios, y a los que acaba siendo sencillo desear que desaparezcan rápido, o que sean reescritos de otro modo. En concreto, una adolescente cuya actitud acaba resultando más que improbable, y una madre interpretada por una Alyssa Sutherland que quedará muy mona en shorts y pantalones pitillo, pero cuya actuación consiste en poner cara de estreñida y encontrarse, como mucho, en un estado de disgusto permanente. El resto cumple ordenadamente su papel de víctimas y poco importa lo que hayan hecho durante el resto de la serie, porque a partir del sexto capítulo se empieza a sospechar que en ese centro comercial no va a quedar ni el apuntador.



Aunque sea evidente que disponen de menos medios que en otras series, una parte se compensa recurriendo a escenarios cerrados y sobre todo, a la niebla titular. Pero en una serie de terror (al menos, en principio) tarde o temprano tienen que aparecer algunos efectos especiales que lo justifiquen. Que aquí no son especialmente brillantes: mucha infografía, normalita para estos días, pero uno diseño de criaturas que, quizá pretendiendo justificarlo por el giro sobrenatural que se les ha dado, acaban pareciendo una especie de dementores de marca blanca y algún que otro diseño genérico que sale en contadas ocasiones.

Como serie basada en una novela, La niebla ha resultado desastrosa: tramas melodramáticas que poco tienen que ver con la principal, personajes sin carisma que las convierten en algo todavía más insufrible y una resolución que, por un lado termina el drama familiar de una forma más ridícula, pero lo finaliza para bien, y que por otro, le pone al espectador el cebo de un argumento más interesante que el que pudo haber estado viendo durante los últimos diez episodios. Y que, al menos este último, funciona: la secuencia final hace pensar que, ya que hemos llegado hasta ahí, no nos podemos quedar tirados sin saber qué pasa después.

jueves, 31 de agosto de 2017

La Torre Oscura (2017). No han olvidado el rostro de su padre



Stephen King ha sido uno que ha aparecido muy poco por aquí. Algo bastante raro cuando su saga La Torre Oscura fue una de mis series favoritas. Si bien es una que decidí cortar por lo sano porque su autor estaba tomando una dirección que no me gustaba nada. Una situación muy distinta a cuando la empecé: poco después de terminar todo lo escrito y por escribir de H. P. L, decidí volver a lo conocido, con una saga que, como se estilaba entonces, ponía el nombre de su autor en la portada más grande que el propio título. Todavía acostumbrada a una narrativa más lineal, y más abundante en escenarios tópicos, encontré la historia de un pistolero, tal cual, que se desplazaba por un mundo del que solo sabíamos que “se había movido”. Que perseguía al Hombre de negro por algo que había sucedido en el pasado, de lo que solo teníamos breves retazos, y que había más mundos que el suyo. Uno de ellos, donde encontraría a los compañeros que lo acompañarían en busca de una Torre que servía de hilo conductor a la historia más ambiciosa que había ideado King. Al menos, en sus comienzos. El primer libro descubría un mundo extraño y fascinante. El segundo, presentaba a los siguientes personajes. El tercero, los puso en marcha y me hizo pensar que, si no podía saber qué sucedía después, me daría algo (era una lectora muy apasionada). El cuarto tardó una década en llegar y me hizo pensar que La Torre Oscura, tal y como yo la conocía, había terminado. Y que el que la escribía ahora era el King que no me gustaba. El que se explayaba hasta la extenuación, el del desbarre y el de un estilo quizá demasiado pagado de sí mismo. Y ahí se quedó la cosa, dándole tiempo desde entonces a terminar la saga (y a que me sirviera lo mismo conocer el final mediante resúmenes y spoilers), a que se publicara la precuela en formato cómic, y finalmente, lo que había parecido imposible: que La torre oscura se adaptara al cine.



Esta versión cinematográfica no venía libre de críticas: comenzaba como parte de un proyecto en el que la historia se iría cubriendo mediante películas y series. Pero los cambios en el equipo creativo, la manera de enfocar el guión, y sobre todo, que un material tan extenso se redujera a una producción de noventa y cinco minutos, hizo que llovieran las críticas y esta entrega lo tuviera muy difícil. Factores que en realidad, no eran tan malos, y desde luego King ha visto versiones de sus libros infinitamente peores. Para empezar, La Torre Oscura del cine no es una adaptación, sino una secuela de los libros. Y si esto parece una decisión extraña, también es la más adecuada para este formato: el material original terminaba de forma que esta continuación, o nuevo comienzo, sea de lo más viable. En ella vuelve a aparecer el Pistolero, los distintos mundos, El hombre de negro, quien pretende destruir la Torre Oscura, que ahora es claramente una barrera entre el universo y las criaturas que lo amenazan, y Jake, un niño que, al igual que unos pocos, posee ciertos dones que, empleados de la forma adecuada, pueden servir para destruir la Torre por completo. Algo que el Hombre de negro ha estado llevando a cabo buscando gente como él en los distintos mundos, a lo que quizá Roland, el pistolero, pueda ponerle fin. Salvo que este está demasiado cegado por la idea de venganza como para darse cuenta.


Si uno de los grandes temores era que un metraje tan breve no le haría justicia a la historia, este finalmente ha sido lo de menos. La historia transcurre en el tiempo necesario. Unos noventa minutos que a veces parecen un tanto atropellados, y donde en una producción donde los efectos especiales son algo, más que prioritario, necesario, puede dar una sensación un tanto apresurada, de estar saltando de una cosa para acabar en otra sin terminar de procesar la anterior. En algunos momentos, los cambios de escenario son tan bruscos que parecen haber recortado metraje con un hacha, sin preocuparse por aportar una transición adecuada. Por otro lado, le da mucho dinamismo, no hay ni un momento de aburrimiento, pero sí de reflexión, y, sobre todo, esta falta de minutos adicionales hace que la historia adolezca de momentos donde se aportan explicaciones o información al espectador. Lo que supone que esta produzca una impresión similar a la que se tiene cuando se lee el primer libro: el público comprende el mundo del pistolero mediante imágenes, intuye lo que puede y tampoco le dan tiempo para que pare a preguntarse quienes son tal o cual criatura o de donde vienen. Si durante mucho tiempo nos sirvió una explicación tan simple como “el mundo se ha movido”, ahora también.



Al tono adoptado para el guion se le adecúa muy bien la atmósfera de la película: llena de tonos grises, el contraste entre escenarios se presenta mediante las escenas entre un mundo muy basto, lleno de desiertos y ruinas, y un Nueva York un tanto desvencijado, pero abarrotado de gente de modo que incluso su protagonista manifiesta, con incomodidad, lo opuesto de ambas situaciones. Es precisamente este aspecto desgastado, o directamente, ruinoso, el que contrasta con los elementos más nuevos o más cuidados, que en realidad son reliquias y que sirven de escenario para el antagonista. Entre ambos, choca un poco el incluir un atrezzo que quizá sea el más discutible, donde en una historia más centrada en la fantasía oscura acaban apareciendo, para justificar los cambios de escenario, unos cuantos cacharros propios de la ciencia ficción apocalíptica, y que, en cierto modo, son los que más desentonan con el resto.

El reparto, y especialmente sus interpretaciones, ha sido uno de los pocos aspectos en los que no han sido tan críticos: Idris Elba es El pistolero, sin más, que consigue muy bien una mezcla de indiferencia total y de evolución hacia un personaje más humano y con mayor empatía. Y si a Matthew MacConaughey se le apareció la virgen con True Detective, aquí aprovecha su estela para ofrecer un antagonista más que sobresaliente. De hecho, el aspecto palillesco de Rust Cohle todavía está bastante presente en su caracterización.



En general, la idea de comenzar la historia por su secuela funciona bastante bien con un metraje limitado: el mundo de la torre oscura es demasiado amplio para pretender abarcarlo tal y como aparece, y esta es una forma igualmente válida de acercarse a él. Presentada, también, de forma muy segura: en el fondo, esta versión cinematográfica es una historia independiente, que queda perfectamente cerrada y que puede continuar o no. Pero en la que no faltan muchas referencias que, sin ser algo determinante para comprenderla, los lectores las reconocerán al momento: el objeto que Roland lleva consigo a todas partes, la aparición de la estación Terminus en uno de los pueblos, los servidores del hombre de negro (con un breve papel de Jackie Earle Haley. Que para este tipo de personajes es fantástico pero el pobre hombre se está poniendo cada día más feito), las esferas que este usa en algún momento, y sobre todo, las palabras que se repiten en varios momentos y que sirvieron de comienzo en el primer tomo escrito por King: El Hombre de Negro huía a través del desierto y el Pistolero iba tras él. Guiños reconocibles, o no, que sirven para dar a intuir una visión más amplia de una narración que, en realidad no ha sido tan mala como aseguraban, más bien al contrario. Y que con un poco de suerte, podría continuar en un futuro. Por una vez, espero que esta Torre Oscura cuente con la confianza necesaria como para poder ver algo más.

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