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jueves, 23 de septiembre de 2021

Maligno (2.021). El lado oscuro

 


James Wan es el responsable de las sagas de terror más conocidas de la última década. Tras la franquicia interminable de Saw, la serie y precuelas de Insidious, la trilogía y spin offs de Expediente Warren suponía en palabas de su director, su retirada del género..pero parece que es difícil alejarse de lo que a uno le gusta, porque ha decidido regresar con una historia distinta, donde su intención parecía ser ofrecer algo alejado de lo anterior y seguramente, visitar todos aquellos elementos cinematográficos que lo fascinaron. 


Maligno es una de las formas de describir a la criatura que acecha a Madison. Gabriel, como ella lo llamaba en su niñez, o el demonio, como ella lo definía, parece haber regresado añs después de que lo hubiera olvidado. Después de una violenta pelea doméstica, una silueta se presenta en su casa, asesinando a su marido y desapareciendo sin dejar rastro. A partir de entonces, una serie de asesinatos, de los que ella se convierte en testigo involuntario, empiezan a sucederse. Sslvo que estos tienen lugar a kilómetros de donde se encuentra, y puede verlos a través de los ojos de su asesino. Solo ella, a través de lo que ha visto, y su hermana, a partir de la información que consigue acerca de su pasado, parecen ser las únicas capaces de ayudar a unos policías cada vez más perplejos ante lo sucedido, y cuyas sospechas empiezan a recaer sobre Madison.


A la película se la calificó enseguida de giallo, o como un homenaje a este género, dado que compartía una gran cantidad de elementos  inspirados directamente en las producciones más llamativas de Argento o Brian de Palma, pero especialmente  en el primero.  La premisa, retorcida y un tanto irreal, cuenta con una serie de asesinatos violentos perpretados por una figura de aspecto pesadillesco y una leve presencia de lo sobrenatural que puede, o no, ser útil para la resolución de la trama. Pero sobre todo, la estética, que opta por moverse dentro de una escala de tonos grises y negros, de escenarios donde no faltan los caserones absurdamente góticos o los hospitales abandonados. . Que mantiene un aspecto anacrónico, de vestuarios que procuran sugerir algún momento indeterminado de finales de los 70, donde la presencia de la tecnología se reduce al mínimo en favor de elementos analógicos y se apoya en una banda sonora que no esconde la exageración de acordes electrónicos para acompañar esos planos de mansiones improbables, de ruinas  y de hospitales en medio de la nada. Todos ellos extraños, casi fuera de lugar en este siglo pero que parecen querer acercarse a un tipo de cine donde lo importante no es la coherencia, sino la atmósfera. 




Una estética que, al igual que Insidious, si consigue desarrollar, hacer que al menos sea algo distinto de lo que se ha visto desde hace tiempo. Pero a la que no la acompaña un guion que queda lejos de las producciones que quería tomar de referencia. Los saltos de conclusión rápidos, los diálogos donde todo el mundo acepta lo ilógico como algo viable, están ahí, pero le falta la capacidad del giallo para hacer que el público se lo crea. Porque, pese a lo retorcido, es fácil, en muy poco tiempo, saber lo que sucede con la protagonista y el enigma de Gabriel, donde los indicios apunta demasiado rápido al giro final y donde se marcan demasiado las incoherencias más evidentes (¿en serio a nadie en un hospital se le ocurre revisar bien a alguien que ha sufrido un traumatismo craneal?). Y donde, en favor del espectáculo, olvida lo que mejor funcionaba en una serie B, que era aquello que no podía verse: lo extraño de las primeras apariciones d ela criatura, envuelta en un abrigo negro y con sus movimientos sobrenaturales, a paso a una secuencia de acción donde esta y sus desplazamientos artríticos despachan velozmente a una comisaría, en una secuencia más propia del cine de acción que del terror y donde toda posibilidad de creerérselo acaba desapareciendo. 

Pese a anunciarla como la nueva película del autor de Insidious y de insistir en sus referencias, Maligno parece una decepción. Un salto hacia atrás, más cerca de Dead Silence  (aunque a pesar de considerarse de las más flojas, la cantidad de muñecos de ventrilocuo y de caserones en la niebla, es un plus), que de sus películas más pulidas. Pese a no parecer el nuevo Expediente Warren que todos esperaban, puede reconocersele el haber querido regresar a todo aquello que a Wan le fascinaba. Y al menos, no es la enésima aparición de Anabelle mirando mal desde una esquina. 

lunes, 27 de junio de 2016

Expediente Warren: El caso Enfield (2016). Poltergeist y…¡Jesús, qué susto! ¡¡Una monja fantasma!!


A James Wan hay que reconocerle una cosa: sabe como hacer cine de terror efectivo. Desde inaugurar una saga de asesinatos retorcidos como Saw, hasta sacar exitosamente dos más sobre fantasmas. Incluso en obras un poco fallidas, como Dead Silence, sus películas de corte sobrenatural se salvan gracias a manejar muy bien una estética que remite a todos los arquetipos del género, y que tanto en Insidious como Expediente Warren consolidó con un panorama mucho más inquietante que el habitual entonces en estas producciones, gracias a sus  escenarios oscuros y todo tipo de elementos potencialmente macabros. Es en esta última, donde sus protagonistas, un matrimonio de investigadores de lo paranormal  basados en personas reales, resultaban bastante carismáticos y sus archivos tenían material suficiente como para inspirar varias entregas.

 


El caso Enfield es una investigación de los Warren posterior lo sucedido en uno de sus casos más famosos. Amityville les ha supuesto cierto renombre en los medios, pero también  las críticas de los más escépticos. Lorraine se plantea abandonar su trabajo como investigadora tras las visiones sufridas en esa mansión, que le han hecho temer por la vida de su marido. Pero en Londres tiene lugar uno de los casos más conocidos de la década: en una casa de Enfield, la hija menor de una familia está siendo acosada por un poltergeist, que se identifica como el anterior dueño. Pero la violencia de los fenómenos hacen sospechar que la explicación, pese a seguir siendo sobrenatural, pueda deberse a una presencia demoniaca y no solo un fantasma. Algo a lo que el matrimonio de investigadores se ha enfrentado previamente, y a los que se les solicita que comprueben como paso previo a una actuación formal de la iglesia.

 


La estructura de la película es similar a la de la anterior entrega: los problemas y dudas, sobrenaturales o no, de los protagonistas, transcurren de forma paralela  durante la primera parte, hasta el momento en que estos confluyen en la trama sobre la investigación. Pero esta vez los Warren son ya unos personajes conocidos y se les dedica menos tiempo que a desarrollar la trama de Enfield. Esta parte se hace un poco larga, especialmente por la simpatía que tengo a los protagonistas. Estos son sencillamente entrañables, un poco personajes sin mácula y sin más defectos que unos poquitos miedos. Tan intachables que se nota  que han sido aprobados por la señora Warren y sus herederos, y donde no faltan los momentos abnegados por su parte: se preocupan por la familia aterrorizada, les hacen una velada familiar y hasta les arreglan el fregadero y la lavadora. Vamos, es que hasta dan ganas de que se te venga un fantasma por casa solo por que te hagan una visita. Pero esto se compensa por la interpretación de Patrick Wilson y Vera Farmiga, que también dotan a sus personajes de mucho sentido del humor y donde se acepta con facilidad su actitud un poco cándida. 

 


En un principio, el tiempo que se toman para presentar el caso de Enfield es necesario, al tener también una mayor carga personal: la familia desestructurada, los miedos, y especialmente, la tensión que se va construyendo en una casa de aspecto desvencijado y sucio, funcionan tan bien como en la primera parte. No es necesario un caserón anticuado, sino que un sótano polvoriento o algo tan simple como un camión de juguete que se mueve en plena noche sirven para poner en alerta de unos sustos que no son engañosos: en cada sombra puede haber algo, que puede acabarse mostrando acompañado por una música un tanto estridente, pero sin el mal truco de subir el volumen o el manido “es un gato saltando”. Solo en algún momento se juega un poco con lo que el público espera encontrar, con un par de giros bastante hábiles. Al menos, la mayor parte del tiempo: al cabo de un tiempo va quedando claro el modus operandi de los fantasmas de James Wan, provocar un infarto y echarle las manos al cuello de alguien.

 


Si la primera entrega sirvió para presentar a los Warren, mientras que el caso era una revisión tirando a clásica de las casas encantadas, aquí el personaje más memorable es el fantasma, al menos uno: una monja de aspecto cadavérico que, pese a tener un papel relevante, ha tenido suficiente impacto como para que se le garantice un spin off . Pero esta también hace que otras criaturas, igual de fascinantes, parezcan un poco secundarias pese a contar con un diseño muy cuidado, como es el caso de El hombre torcido, con menos presencia pero igual o más aterrador que la monja anterior. Además, esta al principio me daba bastante miedo. Después me di cuenta que se parecía a Marilyn Manson y le perdí el respeto.

 


El caso Enfield ha resultado una secuela muy digna y una historia de terror tan buena como su predecesora, aunque con un par de puntos negativos. Se incide mucho más en los hechos reales y en los datos que sirvieron de inspiración al guión, de forma que en los primeros momentos parecen de  un estilo más documental que una producción de terror. Y la media hora que ha ganado se nota un poco, resultando a veces más pausada de lo que debería. Especialmente al incluir una secuencia destinada a describir de una forma general la Inglaterra del 77 con imágenes de archivo…y en este caso, la señora Tatcher impone bastante más respeto que cualquier fantasma.

jueves, 25 de junio de 2015

Insidious capítulo 3 (2015). Entre fantasmas, pero poco amistosos



Insidious ha pasado a convertirse ya en una franquicia por mérito propio. Ha alcanzado las tres entregas, de las cuales la última, y seguramente, las que vengan después, no cuenta con James Wan como director. Pero, a diferencia de las sagas de terror típicas, se basa en la creación de un escenario como origen de cada situación, elemento que puede proporcionar mucha más variedad que el depender de un personaje específico como motor de cada película. Incluso la forma de titular cada una, añadiendo el apelativo “capítulo” junto al número, es también una forma, bastante más directa, de intentar separarse del estilo de franquicias anteriores.


En este tercer capítulo es donde la serie arranca como tal, aprovechando el punto de partida establecido en los dos primeros: el mundo entre los vivos y los muertos permanece separado, pero algunos son capaces de cruzar de uno a otro. Estos pueden ser espectros que quieren volver a la vida como sea, o incluso no tener otra intención que dañar a los vivos. Pero algunas personas pueden utilizar sus habilidades psíquicas para ayudar a quien es victima de uno de estos seres. Es el caso de Elise, una médium retirada a quien una joven acude en busca de ayuda: desde hace tiempo ha presenciado algunos fenómenos, que tras un accidente de tráfico se ven acentuados. Lo que antes podían parecer cosas sin importancia se han convertido en una presencia contínua y mucho más amenazadora, que parece seguirla en todo momento.





El desenlace de la anterior entrega servía para establecer como personajes principales a los hasta entonces secundarios: el equipo formado por una médium y dos técnicos, quienes podrían seguir distintas investigaciones. Pero estos contaban con un detalle algo más novedoso: uno de ellos era ahora también un fantasma, por lo que detalles como la comunicación entre este y los otros personajes sería algo más complejo, algo a lo que también habían dedicado su tiempo a darle forma, y de manera muy efectiva. Pero para probar el éxito de estos como protagonistas, han optado por una solución menos arriesgada: la de la precuela. Porque en realidad este capítulo 3 sería anterior, y además de servir un poco como historia de orígen para este equipo, también les proporciona un guión un poco más típico y menos complicado a la hora de ofrecer soluciones: ¿para qué complicarse con el tema de un personaje muerto, si se puede contar algo menos arriesgado que la gente va a ver igual? Esto podría justificarse por todo lo relativo al trasfondo de los protagonistas, pero el que le han aportado resulta tan poco necesario que perfectamente podría haber tenido lugar sin ese intento de caracterización. Y por el camino, se ha perdido una opción tan interesante como la que prometía el final de Insidious 2.



El resto del guión también sufre un poco con este intento de ir por lo seguro: la joven protagonista y su familia se quedan un poco desdibujadas, y los intentos por caracterizar esta no sirven de mucho: este se queda en el típico drama familiar de padre viudo agobiado e hija incomprendida, con un par de amigos que aparecen por ahí para meter más diálogos. Además, este estilo de personajes sirve para tirar una vez más de un recurso bastante manido: el del fantasma bueno que aparece como deus ex machina para ayudar en un momento determinado. Algo que probablemente es lo que más chirría, tanto por ser algo que se ha visto en demasiadas ocasiones, como por ser bastante contrario a las bases que las películas anteriores habían establecido respecto al mundo de los muertos: una especie de purgatorio, entre almas en pena o criaturas más peligrosas, en el que su carácter amenazador hace imposible la presencia de estos estereotipos.



Pese al intento de caracterización de los protagonistas, bastante tópico, el resto de la película conserva en su mayor parte, el buen ritmo de las anteriores. Desde luego, está bastante lejos de lo que había conseguido la primera Insidious, pero en cuanto puede, aprovecha al máximo el planteamiento que esta le proporcionó: siguen empleando lo sobrenatural como amenaza física,  y explotando en lo posible todo tipo de escenarios siniestros: desde algo tan ordinario como un piso vacío desde hace años, como su versión todavía más desolada vista desde el limbo. Además, la caracterización del nuevo fantasma, hacen que se evite de una forma bastante efectiva otro de los tópicos del cine de fantasmas: el tener que buscarle un origen al espectro. La película se resuelve sin que sea necesario recurrir a ninguna explicación de quien es o que hace ahí: solo su aspecto externo (la respiración, la bata y una mascarilla de oxígeno) y explicar que lleva ahí demasiados años son descripción suficiente. Aunque, con esto último, no es que quede muy claro eso de las huellas pringosas con las que este se manifiesta ¿Es que es tan malo que además de atormentar a la gente les ensucia el piso?


El tercer capítulo de Insidious es una buena película de terror, pero no tan buena como podría haber sido. Cuenta con tópicos que pesan demasiado, y da la impresión de que la historia podría haberse contado de una forma más interesante como secuela y no como precuela. Pero al menos, es un comienzo interesante si la serie quiere plantearse como un grupo de películas aisladas que comparten escenario. Aunque, en beneficio de esto último, espero que no recurran tanto como en esta a las apariciones de La novia de negro para recordarnos la franquicia que estamos viendo. Esta no necesita ni monstruo oficial ni mascota corporativa. 

jueves, 31 de octubre de 2013

Insidious Capítulo II (2013). Más que una casa, el pasaje del terror

Advertencia: esta película es no recomendable para gatitos menores de un año

James Wan deja el terror. Pero al menos, lo deja por todo lo alto: primero recupera al matrimonio Warren como protagonistas en The Conjuring, y ahora decide concluir Insidious, la película de fantasmas que le sirvió para hacer caja y fama en este género.



Insidious se cerraba con un final completamente abierto. Bueno, eso de “abierto” es ser generoso, porque aquello fue como saltarse todas las clases de literatura en las que explicaban lo de “planteamiento, nudo y desenlace”. Directamente, no lo había: se quedaba en un enorme susto final, que lo mismo servía para confirmar su vocación de serie B, o para dar paso a una secuela si la cosa funcionaba. Pasó lo segundo, y esta se estrena con el curioso añadido de “capítulo II”. Esta continúa directamente los hechos que se narraban en la primera parte: el protagonista consigue salvar a su hijo del limbo en el que ha quedado atrapado, pero con él se trae a un espectro mucho más peligroso. En la antigua casa de la familia, donde se han trasladado, aparecen figuras y voces que siguen a los niños. Además, la investigadora con la que habían colaborado ha muerto en extrañas circunstancias, y sus ayudantes intentan descubrir qué es lo que sucedió y qué ha perseguido al protagonista desde el otro lado. Las pistas tampoco son buenas: la sala de un hospital abandonado, un mansión llena de cadáveres y un personaje, acusado de varios crímenes, al que la prensa llamó La novia de Negro.


Esta señora va camino de convertirse en un screamer en toda regla

Insidious se valía de los giros de guión a la hora de crear una nueva historia de fantasmas: esta vez lo embrujado no era la casa, sino las personas. E incluso los fantasmas que aparecían como amenaza principal servían para esconder a otros peores. Pero en el primer guión las bases quedaban sentadas, por lo que en la segunda parte no quedaba otra que seguir desarrollando la acción que se había planteado. Esta se centra principalmente en la investigación de los personajes intentando descubrir qué es lo que los persigue, si realmente uno de ellos ha sido poseído por un fantasma y cómo librarse de ellos. Esta estructura está pensada para explotar al máximo todos los escenarios del género de terror posible: inmuebles ruinosos, fantasmas a cada cual más estrafalario y peligroso, e incluso una secuencia bastante larga en el limbo que se presentaba en Insidious. Por comparación, la anterior parece una película mucho más discreta y pequeña, más clásica dentro de la ghost story, y es ahora, después del estreno de Expediente Warren, cuando optan por sacarle todo el jugo posible al tema de los sustos, gratuítos o no. Y no se queda en sustos, sino que se han aprovechado elementos del guión anterior, que se habían quedado en escenas sin sentido aparente, para cerrar aparentes cabos sueltos y de paso, demostrar que los fantasmas no tienen por qué estar sujetos a las normas del tiempo y del espacio.



Y lo cierto es que lo consiguen: Wan ha demostrado conocer muy bien la escenografía típica del cine de terror, incluso las que hoy son un cliché, y no duda en aprovechar todo lo que puede para incluirlo: desde las situaciones típicas en escenarios abandonados, hasta utilizar en un par de ocasiones la filmación con cámara doméstica durante la investigación en alguno de estos sitios. Incluso los lugares más comunes, como una casa familiar, tienen el típico aspecto de caserón encantando de hace cincuenta años donde casa armario y cada puerta parece adecuado para que se pasee una sombra o se oigan voces. Estos están cuidadísimos y es una de las mejores partes de la película, aunque debo reconocer que abusan de ellos de una forma bastante descarada: es divertido, pero las secuencias del hospital abandonado por que sí están metidas un poco a bulto, y daba la impresión que en cualquier momento iba a aparecer Zak Bagans pegando bocinazos en un pasillo (también reconozco que en esos minutos disfruté cosa mala). Por comparación, son mucho más interesantes los escenarios del limbo, en el que es posible crear toda una atmósfera sin más elementos que una oscuridad total y un candil de luz blanca. Y unos cuantos brazos fantasmales amenazando a los protagonistas, claro. Porque, igual que en su primera parte, y algo más en Expediente Warren, los fantasmas de Insidous, además de un aspecto aterrador, se presentan de una forma bastante física, capaces de liarse a pescozones con cualquier protagonista, pero conservando una actitud bastante irreal a base de gestos, expresiones mudas y formas de moverse extrañas.



La mejora a la hora de cerrar el guión es uno de los aspectos más positivos: de haber un Insidious Capítulo III saben que no podrán recurrir a los protagonistas actuales, por lo que optan por concluir su trama de una forma bastante satisfactoria. Pero esto no quiere decir que no haya hueco a nuevas secuelas, porque durante toda la película aprovechan para presentar un poco más a dos nuevos personajes: los investigadores paranormales que en la primera parte se limitaban a hacer mediciones y encender máquinas. Aquí, sin su jefe, tienen un papel mucho más importante, y eso también sirve para explotar un poco más sus rarezas un poco geeks, incluir contrapuntos cómicos (que en una ocasión funcionan pero en otras sobran bastantante), y sobre todo, dar paso a situaciones que, gracias a su trabajo como investigadores, podrían servir para un nuevo guión sobre fantasmas. Los tipos tienen su punto interesante y, si consiguen hacer una película igual de divertida que las dos anteriores, no estaría mal. Aunque también ayudaría que redujeran un poco sus puntos cómicos.

lunes, 19 de agosto de 2013

The Conjuring (2013). Por una vez, el título español me parece mucho más divertido


Antes de que Zak Bagans se dedicara a investigar edificios vacíos buscando demonios con los que pelearse, un simpático matrimonio de especialistas en lo paranormal hacían lo suyo con varios casos que los harían famosos. Seguramente Amityville fuera el más conocido, con películas incluídas, pero los archivos de Ed y Lorraine Warren guardan muchos otros además de un montón de objetos presuntamente malditos que exponen en el museo de su casa. Algunos de ellos, con pinta de haber salido de una tienda de atrezzo cutre y con alguna explicación imposible detrás, pero no voy a meterme en el tema de si esta pareja (ahora viuda solamente) eran fraude o unos chiflados simpáticos, porque lo cierto es que su visión de lo paranormal, llena de demonios por todas partes, exorcismos y demás recursos de película de serie B, siempre me pareció muy cómica y entrañable. Algo así como las aventuras del musculitos de Ghost Adventures. Por eso en cuanto me enteré que la última película de James Wan narraba otro de sus casos más famosos, me lancé a la copia más cercana como se lanzaría un fan de Guillermo del Toro al estreno de Pacific Rim.



The Conjuring, con su fabuloso título en español, Expediente Warren, plantea de forma paralela las actividades de las familias Warren y Perron. Los primeros, alternan su trabajo ayudando a víctimas de encantamientos, y posesiones con charlas en universidades y atender su casa, que además de su hija pequeña, incluye un museo en el sótano lleno de objetos potencialmente peligrosos (entre ellos, la muñeca poseída Annabel, debidamente maqueada para la película con un aspecto más siniestro que la pepona que existe realmente en el museo Warren). Los Perron acaban de empeñar hasta la camisa para mudarse a una vieja granja, que además de necesitar una reforma a la voz de ya, incluye elementos bastante más desagradables como un sótano escondido lleno de trastos y telarañas, ruidos nocturnos y algo que asusta a sus cinco hijas hasta el extremo de que estos deciden acudir a los Warren en busca de ayuda. No hay muchas dudas acerca de lo que está pasando en la casa: es un encantamiento con tema satánico de por medio en toda regla, y los Warren junto a su equipo deberán realizar una investigación, y solicitar un exorcismo, para poder salvar a la aterrorizada familia.



En las dos o tres películas de fantasmas que ha rodado, el estilo de James Wan ha quedado claro: sutileza cero, y unos fantasmas espantosos y amenazadores tanto a nivel mental como físico. Esto es algo que, para las imposibles casos investigados por los Warren le va muy bien, por lo que el guión va al grano en cuanto al tema de sustos y apariciones espectrales: lo que empieza por crujidos y golpes termina con la aparición de unos espectros de aspecto bastante tremendo y con el personaje de Lily Taylor, la madre de los Perron, recibiendo más palos que una estera. Los escenarios tienen más atmósfera que en Insidious, tanto por el aspecto de la casa en medio del bosque, sacada directamente de cualquier escenario terrorífico arquetípico, como la propia historia ambientada en los setenta: coches enormes, jerseys de cuello vuelto y magnetófonos con auriculares que juraría habérselos visto a algún hipster últimamente.



El desarrollo de la película me pareció un poco lento al principio, seguramente porque lo que más me interesaba en ese momento era ver las peripecias de los Warren y no cómo una familia se iba asustando progresivamente de una casa que obviamente, estaba embrujada. Pero al menos la parte terrorífica está muy lograda, especialmente en la dosificación de sustos que si tienen fundamento (vamos, que realmente hay alguien mirando a un personaje o sí aparece un fantasma detrás de estos) y no se limitan a tirar de subidas de volumen, cosa que no soporto en las películas y de lo que se abusó mucho hace algunos años.



A la izquierda, la amenazadora muñeca poseída. A la derecha, su reinterpretación.

Lo más divertido, por su puesto, son los investigadores protagonistas. Se nota que la señora Warren todavía vive, porque el tratamiento que les dan es un tanto de Mary Sue: son buenos padres, desprendidos, no dudan en arriesgarse por los demás, y si hace falta, hasta te preparan el desayuno y te arreglan el coche (como se ve en la película, tal cual), y es en una historia como The Conjuring cuando dos personajes tan improbables se encuentran a sus anchas e incluso su famoso museo parece un poco menos de todo a cien y sí algo más amenazador. Ellos y los dos ayudantes de su equipo, un policía aficionado a la parapsicología y un chico especialista en aparatos técnicos, de los que espero que se acuerden para las próximas películas porque su aparición me resultó muy simpática.


Foto real del museo Warren. Junto con las reuniones de la Asociación de Amigos de Jean Ray en Gante, otro de los sitios que me gustaría visitar antes de morir.

The Conjuring termina con un final abierto y sus protagonistas recibiendo una llamada para investigar un caso en Long Island (la casa de Amityville. Pero espero que no le hagan otra película), que en un principio era solo un guiño a todas las investigaciones que estos llevaron a cabo pero, visto el inesperado éxito de esta, es muy probable que se convierta en una franquicia y en un par de años haya alguna nueva historia protagonizada por Ed y Lorraine. Y yo desde luego no me las pierdo.

jueves, 18 de julio de 2013

Dead Silence (2007). Con más escenarios terroríficos que en el Tren de la Bruja


"Para mi próximo número voy a necesitar unas cortinas nuevas. Y unas croquetas"

A James Wan hay que reconocerle que sus películas de fantasmas son bastante brutas. No por lo sangrientas, que para eso se encargó de Saw, sino por lo directas: en otros guiones la aparición de un espectro será algo muy sutil o incluso, muy relacionado con los miedos y la psicología de un personaje, pero las apariciones creadas por este director no solo son espantosas, sino que tienen toda la pinta de ser capaces de asustar y partirle la crisma al protagonista, lo que les coincida primero. Esto es algo que demostró con Insidious y que en Expediente Warren tiene toda la pinta de continuar (y yo eso no me lo pierdo), pero a Dead Silence le suma este factor y otro, que por lo visto, también le da bastante miedo a algunos espectadores: los muñecos poseídos. Además, si estos son de ventrílocuo, tienen un plus de siniestrez, por ese aspecto grotesco que suelen tener la mayoría. A mí con los muñecos me pasa igual que con los payasos: más que miedo, me dan pena, y los de ventrílocuo, solo me parecen rematadamente feos. Pero eso no ha impedido que haya disfrutado un montón con la película.



Esta empieza con la aparición en casa del protagonista de un paquete que contiene precisamente, un muñeco de ventrílocuo. No hay señas, y aunque a este y a su mujer les hace gracia en un primer momento, empiezan a recordar una leyenda de su ciudad natal sobre el mal agüero que dan estos muñecos y un poema sobre una tal Mary Shaw, una especie de Mujer del Saco local. Algo de verdad debía haber porque a la vuelta de Jamie Ashen a casa encuentra a su mujer terriblemente mutilada. Algo no concuerda en sus declaraciones a la policía, porque el asegura haberla oído hablar minutos antes de encontrar su cadáver, y uno de los agentes no se fía de las historias macabras y se ha empeñado en inculparlo como autor del asesinato. Jamie vuelve a su ciudad, un sitio bastante desvencijado y siniestro hasta el extremo de parecer un decorado, donde empieza a investigar la historia de Shaw, una popular ventrílocua de los años cuarenta que, tras morir en extrañas circunstancias dejó como última voluntad el ser enterrada con sus 100 muñecos..y ser transformada en uno de ellos. Como en este tipo de pueblos nunca va a pasar nada bueno, los antiguos vecinos empiezan a ser asesinados de una forma similar a la de la mujer del protagonista y a la de las muertes que rodearon la desaparición de Mary Shaw, con la que los antecedentes de su familia parecen estar relacionados.
 
 
Sí, el pupas oficial de esta película es Jason Stackhouse

Lo primero que salta a la vista de Dead Silence es su aspecto de terror de barraca de feria…pero en el buen sentido. En realidad, el parecido es más con el de un Pasaje del Terror de los de primera categoría, de esos que no escatiman en decorados cuidados (aunque teatrales) y caracterización de los actores para envolver una historia en la que el elemento sobrenatural es tan cantoso que no supone ninguna sorpresa, pero que el espectador ya va buscando algo así. Toda la película está filmada en tonos muy azules o grises, y el 75% de su atractivo son los escenarios de la ciudad y las mansiones: desde la primera entrada en Ravens Fair, con sus calles vacías, sus negocios cerrados hace años y sus vecinos con aspecto de estar continuamente aterrorizado por algo misterioso. Y sobre todo, de haberse quedado congelados en algún momento del pasado, porque la ambientación de la ciudad es de un anacronismo que le sienta bastante bien: parece sacada de algún pueblo de los años cuarenta, los aparatos que salen, como las camaras de fotos, son bastante antiguas, e incluso los personajes del lugar tienen preferencia por vestuarios muy sobrios y muy de la época. Pero lo mejor de todo ese escenario es la aparición del teatro de la ciudad, primero como local en pleno funcionamiento, y después como ruinas que parecen sacadas de cualquier ilustración de relato gótico.



La mayor parte del esfuerzo se lo han dedicado a crear el escenario del guión y elementos tan pensados para dar miedo como los fantasmas de la ciudad, las casas en ruinas o los muñecos, pero el guión es bastante competente. Simple, y con unos personajes muy estereotipados, estos cumplen su trabajo a la perfección: todos los diálogos y las escenas están pensadas para dar paso a la historia, y no para rellenar metraje, y la caracterización de los personajes se reconoce tan fácilmente en otros cientos de películas y libros que no queda muy claro si es falta de originalidad u homenaje: es difícil que el protagonista volviendo a su hogar no recuerde a muchos personajes de Lovecraft o de novelas pulp que se encuentran con un secreto que no les hace mucha gracia, y la caracterización del detective mal afeitado, empeñado en detener al personaje principal, inclina en muchos casos a pensar que se trata de la segunda opción.

Como muchas series B, cuenta con un giro de guión que, estando un poco atento, empieza a aparecer practicamente desde los títulos de crédito y que seguramente no haga mucha gracia si se va buscando una historia coherente y bien resuelta. Pero Dead Silence no se trata de eso, sino de una película de terror que procura ofrecer todo concentrado y sin la mayoría de defectos del género: escenarios cuidados, una historia llena de elementos reconocibles y un monstruo bastante interesante que por suerte, se quedó en una única entrega y no en una franquicia ¡Es una suerte que orientaran el guión hacia las maldiciones familiares y no al primero que pasara por ahí!

sábado, 18 de junio de 2011

Insidious (2001) Este es un caso para Iker Jimenez



¿Habrá que ponerle caja de arena a los gaticos fantasma?

Uno de los problemas del cine de terror es lo fácil que es su clasificación, y a veces, lo predecible que resulta cada tipo: tenemos películas de asesinos en serie, de demonios y posesiones, y de grupos acorralados (y aquí, la subclasificación puede ser de zombies, bichos dimensionales, vampiros o trífidos). Dentro de ellas, las de fantasmas y casas encantadas suelen ser las más difíciles de innovar por estar todavía más fijas a clichés como pueden ser las casas, objetos, asesinatos previos o fantasmas agresivos.



Es por eso por lo que sorprende un poco que una película de fantasmas y casas encantadas pueda llegar a tener tan buen resultado de público y crítica como Insidious, no sabemos si por ser un poco más original que la media, o porque la gente ya no exige demasiado. En este caso, el comienzo de Insidious no es nada novedoso: una familia se muda a una casa, donde empiezan a suceder cosas extrañas. Poco después de la enfermedad de su hijo, que cae en coma, los fenómenos empiezan a multiplicarse, y ni siquiera una nueva mudanza hace que desaparezcan. La familia, desesperada, decide pedir ayuda a una médium y su equipo, que les explicarán lo que sucede, y para variar, necesitarán la colaboración de la familia para salvar al niño.

Como puede verse, no es una historia que descubra la pólvora: la casa, los niños amenazados, y sobre todo, los mediums, es algo que hemos visto en buenas películas como Poltergeist, hasta bodrios como la saga de Amityville. Sin embargo, Insidious consigue hacer funcionar este argumento gracias a su falta de ambición, sin pretender otra cosa que contar una historia de fantasmas y contarla lo mejor que puedan, y sobre todo, trabajar bien con los elementos de los que disponen, e incluso, atreverse a variar un poco el esquema habitual. Porque, sin meterme en spoilers, la amenaza fantasmal que persigue a la familia no tiene que ver tanto con sucesos pasados sino con la naturaleza de los propios personajes. Que, visto así, también suena un poco a Poltergeist, pero ya dije antes que en esto de las casas encantadas es un poco difícil innovar.



A la hora de rodar, lo mejor ha sido la forma de dosificar el suspense, trabajando con lo que sospechan los personajes o lo que puede ver el espectador. Todo ello, sin recurrir a los saltos de música ni a las apariciones de susto gratuito: si algo tiene que salir, lo hace, e intuyéndose desde hace rato que ahí hay algo raro, sin tener que usar fanfarria para espantar gratuitamente. De hecho, aunque en algunos casos tiren de maquillaje (y en una ocasión, demasiado), los fantasmas que mejor funcionan son los que recurren a una caracterización más gestual y absurda, que a deambular por la casa con aspecto extraño.



Están planteándose en llamar a Carmen Porter

En una película de casas encantadas no pueden faltar los mediums, y en este caso, también son uno de los puntos más divertidos de la película: pese a su profesionalidad, y a contar con un personaje bastante más serio, los dos ayudantes principales resultan hilarantes en su aparición y forma de trabajar: dos tipos con corbata y aspecto un tanto freak, que realizan mediciones y grabaciones con piezas modificadas que a menudo no son otra cosa que máquinas antiguas o juguetes. Sin resultar irritantes, son el punto cómico del guión, y una pareja que está pidiendo a gritos un spin off para ellos solos.

Sin embargo, a partir de su aparición, la película comienza a flojear un poco al obtener una explicación (como siempre, una historia de fantasmas es más divertido hasta que se sabe lo que pasa), recurrir al típico viaje al limbo para salvar a un personaje, y sobre un final que no me ha dejado muy allá, aunque le reconozco que, hasta que salieron los créditos, la decisión a la hora de elegir el fantasma fue más acertada de lo que esperaba.

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