Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna
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jueves, 9 de enero de 2025

Estamos de aniversario. Un año más

 


Cada vez parece más difícil pero la tierra ha dado una vuelta más y volvemos a otro  9 de enero, en el que hace 16 años  empecé a escribir  sin tener muy claro ni como ni cuanto tiempo  aguantaría la broma...Parece que dura lo suyo, quizá  en parte por  mi tendencia a enrollarme  cuando algo e apasiona, o  la cabezonería que según mi familia, me caracteriza. Un 2024 que ha sido  normal  en lo que nos toca a mí y a mis gatas. Escribir,  hacer  una considerable pila de libros que  iré leyendo en cuando pueda y recorrer  varias veces el sardinero porque,   en bañador y manguitos no  se me va a ver ni muerta, pero  esa playa no se camina sola. y un año, de esos  que llaman post pandemia, que puede resumirse  dentro de la normalidad mala que hemos adoptado. Al conflicto bélico que toque convertido en ruido blanco y al cambio climático del año anterior  se suma el regreso del señor del pelo rojo hortera acompañado por otro señor con más billetes que cerebro, y al que debieron decirle hace mucho que no es Tony Stark, ni se le parece. Un escenario tan cyberpunk como paródico  en  el que como ya hacían los señores de entreguerras, o nos reímos de la situación, o nos volvemos locos. 

Y un  año más en el que, con todo lo visto y leído, seria un poco difícil elegir una sola cosa.  por lo que esta vez, he decidido clasificarlo por manías personales. 



El milenarismo va a llegar. el pánico satánico y todo lo que lo rodeaba ha sido un tema que me ha  interesado desde hace unos años, quizá por su apariencia ridícula pero  por las consecuencias que tuvieron para muchos. si en 2023 había tenido la moral de leer entero Michelle Recuerda, este he podido ver  Satan Wants you, el documental que analiza el nacimiento en Canadá, del fenómeno denominado Abuso Ritual Satánico, que presuntamente asoló el continente  durante los ochenta.  más centrado en la que  califican como paciente cero del satanismo,  sería el mejor ejemplo de  que como una chispa puede provocar un incendio. Y ya dentro de la ficción,  Hysteria, una miniserie  de temática parecida, hace una adaptación de  este pánico moral, con varias referencia a  los Tres de Memphys, el fanatismo religioso, y con  Bruce  Campbell  en el papel de uno personaje cuerdo. Algo así  como  un Stranger Things  menos nostálgico y cuqui. 

Ni un solo libro de brujas sin su portada de Goya


Lo de las antologías. no me he cortado a la hora de ir de saldo, y mucho de lo que he encontrado eran colecciones de relatos. varios ejemplares de  Las mejores historias de Horror de Super Terror de Martínez Roca, y sobre todo, Brugueras, que en los últimos años han dejado de aparecer a precios especulativos para volver a la normalidad. La selección de Horror en varios  tomos, o antologías temáticas como  Las mejores historias de hechicería o  Las mejores historias siniestras.  Tampoco  han faltado colecciones recientes como el Solsticio siniestro de la British  Library,  editado por Impedimenta, loa selección de la Biblioteca de Carfax de Señoras Victorianas. 

Estas, en una lonja, no duran un asalto


París bien vale una m.... Que las olimpiadas transcurrieran entre memes y la desafortunada ocurrencia de celebrar varias pruebas en el  Sena (un rio que al igual que atraviesa Ank Morpork, puede cruzarse a pie por su consistencia sólida) es solo una parte de esa decepción que muchas producciones han reflejado últimamente.  Vermines, con una plaga de una especie de arañas invasoras,  en una barriada alejada de la mano de dios, aprovechaba la serie B para reflejar el entorno  urbano como  un lugar cada vez más hostil. y algo más  alejado en el tiempo, pero Gueules Nories  abandonaba a unos mineros a su suerte enante un horror lovecraftiano. no importa en que época leamos esto: nunca serán  buenos tiempos para la clase trabajadora. 

los clásicos son algo relativo.  he visto más  cine considerado como tal en este último año.  desde Qué fue de Baby  Jane a La vida secreta de Walter Mitty, pero también otros más recientes o que su condición de clásico  puede ser algo  más minoritario Las colinas tienen ojos y su versión  violenta, con grano setentero de Sweeney Bean, Los violentos de Kelly, revisitado un poco después del fallecimiento de  Donald Sutherland...y si me apuran, hasta  El guerrero americano tiene ese punto, aunque un poco cogido con pinzas. porque  todos, en algún momento de nuestra vida, hemos flipado con los ninjas. 



Los descubrimientos. el año pasado empezaba  con  la  infestación  demoniaca  con tintes de  pandemia y crisis que  fue  Cuando Acecha la maldad, de Demian Rugna. la mesita del comedor oscila entre el horror y el humor negro, tan negro, que a veces es muy difícil encontrarlo. Y aunque sean de años anteriores, Espíritu Sagrado  narra un misterio con tintes de ciencia ficción  donde la realidad puede ser más extraña que la ficción.  En cuanto a libros, sin duda  me quedaría con John Langan. Tanto Bocadaver como El pescador son una colección de relatos y una novela de horror cósmico donde mezcla lo pesimista del subgénero con una visión muy positiva de la lealtad, los lazos que esta crea. Y responde un poco a qué tipo de relatos habría escrito Lovecraft si hubiera tenido una familia no disfuncional y fuera aficionado a las artes marciales. 



Las decepciones. No h habido muchas,  quizá porque suelo llevar una idea de lo que me espera.  Borderlands se quedó en una producción que podría haber sido mejor, y cuyo material merece al menos una serie como la han tenido Last of Us o Fallout. Julia, anunciada como "una relectura feminista de 1984", se queda en un panfleto en el que ni su autora tiene claro  cual era la idea original de Orwell, ni demuestra tener mucha capacidad para leer una obra  poniéndola en su contexto. Pero, si ya sabemos que pasa con los retellings, p´a qué los leemos...

Sin duda el peor ha sido el anime de Uzumaki,  que nos engañó  con ese primer episodio  para terminar  los tres siguientes con una animación   que pasa con más  pena que gloria. una vez más, la maldición de las espirales. 

El dorayaki de proust


Las cosas que se van quedando fuera.  este año también  he retomado aficiones un tanto olvidadas.  Si el manga en su mayoría, se había quedado en un par de series, en su mayoría no finalizadas en España, que había leido en los noventa, he recuperado 3x3 Eyes, una serie de fantasía oscura que quedó un poco eclipsada en esa misma época por el resto de tendencias, y de la que  le había perdido el rastro   cuando planeta  lo publicaba como comic book de 64 páginas. 

Y, gracias a una PS4 heredada  he jugado a unos cuantos de Supermassive Games, como The Quarry o  Man of  Medan, y alguno de Telltale. Porque, ¿para qué pegar tiros cuando puedes elegir el diálogo adecuado?

Ha pasado otro año, igual de caótico o más que el anterior  en el que sigo escribiendo,  subiendo  fotos de gatos y siendo testigo de lo que ha supuesto la irrupción de las IA: es prácticamente imposible encontrar una foto de mininos  temática que no haya sido generada por inteligencia artificial. Si queréis algo a los gatos (y por extensión, a los  cascos polares) ¡Dejad de enredar con esa tecnología! 


lunes, 9 de enero de 2023

14º Aniversario de Barrilete. Qué pasara, qué misterio habrá, puede ser otro año

 

La sobrepoblación, explicada con gaticos

Hoy cumplimos catorce años. Una entrada que desde hace un par de temporadas ya, escribo pensando “ay dios, a ver con que nos encontramos esta vez”. Una pandemia, una crisis de suministros, escasez de papel, un conato de guerra nuclear y una recesión económica. La maldición dice “Ojalá vivas tiempos interesantes”. Yo me limito a decir que estos locos años veinte están siendo conflictivos a la par que cutres.


Soy el de delante, pero sin bigote

No han habido demasiados cambios. Lo que , a la vista de lo anterior, es una suerte. La mía es, como decía Brindavoine, la apasionante vida del chupatintas, y lo mas llamativo ha sido que a la afición de Narnia por tirar libros se le une la de su hermana A´Tuin a subirse encima de mis hombros como si fuera un loro pirata.

He leído mucho, visto mucho cine y algo más que el anterior, en pantalla grande, alguna serie y aunque pocos comics, cosa que, gracias a los últimos Reyes Magos, seguramente se solucione dentro de poco.




Los libros de 2022 han sido los de la casa interminable de Piranesi, habitada por el y esa familia de albatros que planea sobre un mar lleno de estatuas destruida. Del Ikea (perdón, Orsk) embrujado descrito por Grady Hendrix, del mundo de entreguerra que, entre lo terrorífico y el humor negro narra Ewers en La araña y otros cuentos (también conocidos como “los años veinte menos malos”). Pero también los de la saga de Le Commandeur y el final de los doce libros de Nightside, que había empezado ya hacía seis años, a ratos muertos. A ver si hago alguna reseña si consigo dejar la vergüenza ajena que provocan esos libritos de lado.



Madurar es pa la fruta

Empecé 2022 con Day of the Dead, otro intento de Syfy de hacer una serie de zombies, actualmente sin noticias de renovación y aunque aunque no llega a al nivel de locura de Z Nation, el punto humorístico y de serie B se le acerca mucho. No le ha ido tan bien a Residen Evil, otra de las cancelaciones de Netflix pero que, en este caso, esta versión del videojuego mitad young adult, mitad futurista, nadie echará de menos. Los fines de semana han sido para ir viendo en algún momento Seinfield, Las chicas de oro ( después de verla de niña hace muchos años junto a la abuela, hoy al menos pillo los chistes) e incluso Gárgolas. Estas han envejecido más que bien, aunque Betty White fuera, junto con Angela Lansbury, uno de los obituarios del año que termina.




No se si se podría considerar comic, o más bien, libro ilustrado, a las reediciones de la Biblioteca de lo desconocido que Diabolo ha sacado, en concreto, los dos primeros números. Pero si puedo decir que fue una sorpresa el reencontrarme con mi época de cazadora de fantasmas preescolar.




Y el cine. Porque ha habido cine a montones y muy variado. Bueno, variado en años, porque si no hay algo dando sustos, es difícil que lo viera salvo que tuviera su punto extraño (el dia que suba una entrada sobre una comedia romántica, llamad a la guardia civil, he sido secuestrada). Ha habido clásicos de los cuarenta, spaguetti western con Franco Nero arrastrando un ataud por el desierto, algún blockbuster, algo de marvel, ya muy poco, los ochenta no han faltado y el grano setentero va abriéndose camino en la tele. También el fantástico español. Desde la torpeza de los profundos gallegos de la Fantastic Factory hasta éxitos exportables como Rec, las ancianas malvadas de La abuela, los trece exorcismos o los venecianos cabreados de Alex de la Iglesia. Porque aunque no lo reconozcamos, todos hemos sido turistas.


Ha sido un año más, por suerte, ni mejor ni peor que los anteriores. Los virus evolucionan más que un pokemon, la inflación sube, nos amenazan con una guerra nuclear que se eterniza y el cambio climático es una realidad. Nos hemos acostumbrado a una permanente sensación de que todo va mal. Pero, una vez más, Billy Joel ya lo dijo: We didn´t start the fire.  

jueves, 15 de diciembre de 2022

El beso de la pantera (1982). Hacia lo salvaje

 

See those eyes so red

Red like jungle, burning bright

David Bowie – Cat People


El remake, como idea de rehacer una película filmada anteriormente, ha tenido connotaciones negativas; si el clásico era bueno, ¿para qué tocarlo? Entre las miradas suspicaces que conisderan esto una muestra de falta de ideas, o la necesidad de dar al público algo machacado para sus gustos actuales, algunas de estas versiones son tan arriesgadas, enloquecidas o libres que se convierten en una producción distinta por derecho propio. Herzog se atrevió a trasladar al grotesco Conde Orlok a un surrealista Delft donde las víctimas de la peste bailaban una danza de la muerte. Luca Guadagnino hizo suya una producción tan de los setenta y tan visual como era Suspiria, dotándola de una profundidad distinta a la de Argento. Y Paul Schrader decidió que la película de la RKO, en la que una joven atormentada por el temor a su herencia ancestral, podía ser trasladada del nueva York Noir de los cuarenta al Nueva Orleans exótico y desvencijado de principios de los ochenta.





Una vez más, el título del remake se transforma de Cat People a El beso de la pantera, mucho más adecuado y sugerente para la historia de Irina, ahora Galliard, una joven huérfana que se traslada a Nueva Orleans tras haber encontrado a Paul, su hermano del que había sido separada tras la muerte de sus padres. Cuando este desaparece durante varios días, Irina no encuentra otra alternativa que deambular por la ciudad, descubriendo un entorno desconocido, y con un poco de suerte, encontrar un empleo con el que empezar una nueva ida. Este aparece de la mano de Oliver, cuidador del zoo local, gracias al que consigue un puesto e inicia una amistad que puede evolucionar a algo más. Pero, coincidiendo con la desaparición de Paul, llega a la jaula de seguridad del zoológico una gigantesca pantera, capturada en la ciudad, cuya procedencia se desconoce. La fuga de esta, tras asesinar brutalmente a uno de los guardias, la reaparición de Paul, el miedo de Irina a relacionarse con los demás y el secreto que rodea a a muerte de los padres de ambos, parece, a partir de ese momento, tener el mismo origen. 




Más que un remake, la película es una reimaginación de la original de Tourneur (hoy la llamarían reboot, pero es lo mismo) donde recurre a determinados momentos de esta, modifica otros y adopta una gran mayoría de su origen para una producción cuyo tono es muy distinto. Donde la original se centraba en la ambigüedad, el enfoque psicológico y una sencillez defendida por su composición de luces y sombras, la película de Schrader tiene un enfoque mucho más directo, donde acepta desde un principio la explicación sobrenatural, transformándola, de una leyenda a algo más antiguo. Los primeros minutos, con una secuencia en un poblado, quizá prehistórico, quizá en algún lugar de África, sin diálogos, iluminado por un irreal tono rojo, deja claro que el suspense se va a convertir en algo más salvaje y estridente, propio de la década, luminosa y chillona, que daba comienzo. Y que viene acompañada por la música, compuesta por GIorgio Moroder (responsable dos años después de una versión coloreada y musicada de Metropolis) que no duda en usar sintetizadores y arreglos electrónicos, siendo estos tan reconocibles como la canción de Bowie que acompaña a los créditos.



El cambio de tono precede a una trama donde se plantea unas situación similar a la maldición de la licantropía, salvo que, lejos de estar desencadenada por la luna llena y mantener una esperanza de redención, las criaturas felinas del título son en este caso una raza distinta, cuyo origen se pierde en la ambigüedad de una leyenda cuya transformación, así como la reversión de esta, se ve desencadenada por un acto de pasión o violencia. Esta es la revelación a la que se enfrenta el personaje de Irina, quien apena recuerda su pasado y su ausencia de raíces le permite desplazarse de un lugar a otro del país sin establecer lazos sentimentales y sin más conocimiento de su condición que el proporcionado por su hermano, plenamente consciente de una naturaleza que ha aceptado




La protagonista, interpretada por Nastassja Kinski, transmite una mezcla de inocencia y salvajismo latente, que contrasta con la presencia, más consciente de esta naturaleza animal, de su hermano. Maldolm McDowell se presenta con una actitud mucho más perturbadora y gestos que rozan lo felino. Su presentación, frotándose contra el hombro de su hermana, es tan inquietante como reconocible para todos los que convivimos con gatos y sabemos que nos están dejando su impronta.

El cambio de tono del remake supone también la modificación, a menos, en la forma, de varios elementos de la original. Además de recurrir a un origen más antiguo, la acción se traslada a Nueva Orleans, un entorno más exótico, pero también uno de los más antiguos de Estados Unidos, y más enraizado con las creencias mágicas. Del mismo modo, el pasado directo de ambos hermanos se traslada del Este de Europa a un circo ambulante, haciendo que el origen de su familia adquiera un carácter más nómada y difícil de encuadrar en un entorno concreto. Este también sirve para justificar, en cierto modo, la agilidad natural de los dos y que se muestra en un par de secuencias, sin alardear mucho de estas porque no han hecho excesivo uso de especialistas. No se han cortado, en cambio, a la hora de mostrar la violencia ni as escenas escabrosas, siendo bastante directa en cuanto a desnudos o ataques animales.

Los protagonistas secundarios no pueden hacer mucho frente a los personajes de McDowell y Kinski. Oliver y Alice, esta vez convertido en trabajadores del zoo, con las caras de John Heard y Annette O´Toole, se ven arrastrados hacia el desarrollo de la historia, especialmente, Oliver, por la fascinación hacia la cualidad animal de Irina. La aparición de estos sirve también para poder recuperar dos de los planos más conocidos de la versión clásica: la secuencia de la piscina a oscuras y el bar donde una misteriosa mujer se refiere a Irina como “mi hermana”, sugiriendo la existencia de más criaturas como ella. Aunque esta posibilidad suponga un contrasentido cuando la protagonista menciona, posteriormente, que es la última de su especie.

El beso de la pantera queda muy lejos de la película de la que pretende ser un remake. Mucho más salvaje, estridente y emotiva, esta le da un enfoque distinto, separándose de la original y que muestra una mayor amoralidad: lejos de redimir a su personaje principal con la muerte, esta, consciente de su naturaleza, la asume y acepta vivir en el lugar que la sociedad ha reservado par a los animales salvajes. La imagen de la pantera que mira dócilmente a cámara tras las rejas, antes de emitir un último rugido, hace que sea imposible no sentir compasión por ella. Y no solo por ser la última de su especie.


jueves, 1 de diciembre de 2022

Cat People (1942). Domando gatos

 


La pelea entre lo sutil y lo espectacular en el cine de terror viene de mucho antes de las discusiones sobre este, como mero entretenimiento, y el “elevated horror” que defienden muchos (las malas lenguas dirán que es porque les da vergüenza reconocer que se lo pasaron pipa con Insidious). Mucho antes, cuando Bela Lugosi ataviado con una capa de ópera declaraba que nunca bebía...vino, cuando la criatura de Frankenstein asesinaba, sin ser consciente, a una niña, el públio se asustaba y algún censor se ponía alerta. También entonces, otros directores apuntaba a un enfoque más sutil, casi minimista, en el que todo estaba sugerido pero también presente una importante carga psicológico. Fue ea principios de los cuarenta, con esos monstruos que hicieron famosos a la Universal en pleno declive, y en el tercer año de guerra, cuando la RKO produciría una pequeña película, casi parca en comparación a la sombra de esos monstruos pero que cuya trama y y contendido perduraría durante décadas, dando lugar a una secuela e incluso un remake cuarenta años después. 


La mujer pantera del tirulo, Cat People en el original, es Irina Dubrovna, una joven diseñadora de origen servio que vive en Nueva York y comienza un rápido idilio y matrimonio con Oliver. Su nueva vida se ve afectada por la idea que atormenta a Irina cada vez más: la leyenda de su pueblo natal en el que ciertas personas pueden convertirse en seres felinos. Atormentada por la posibilidad de que cualquier acto que le haga perder el control de sus emociones pueda llevarla a convertirse en uno de esos seres y destrozar a aquellos que ama, busca ayuda en un psiquiatra aconsejada por su marido. Mientras, Oliver comparte sus preocupaciones con Alice, su amiga y confidente en lo que respecta a la relación con su esposa y preocupaciones sobre esta. Pero Irina, consciente de la complicidad entre ambos, comenzará a ser presa de los celos y no dudará en ceder a ese lado oscuro que la aterrorizaba para defender a quien considera suyo.  



Con una duración que hoy se consideraría un final de temporada en cualesquier serie (unos 70 minutos) la película de Jacques Tourneur carece de espectacularidad, centrándose en entornos reales y familiares, y jugando con la iluminación, de forma que recuerda a los escenarios expresionistas de veinte años atrás. Dota de una mayor importancia a la psicología de los personajes, y en cierto modo, al simbolismo: la ilustración que Irina dibuja al comienzo del metraje anuncia el desenlace de esta. Y tanto su profesión, diseñadora, como la de Oliver, ingeniero naval, coinciden en en componente creativo y de intuición, quedando opuestos entre lo artístico de uno,y lo preciso y racional de otro.




Del mismo modo, los miedo sy la irracionalidad de Irina se enfrentan con la explicación lógica y las propuestas de tratamiento por parte de su esposo. Y la leyenda que da trasfondo a la trama, además de utilizar de forma inteligente aspectos de la narrativa tradicional, como la figura de la criatura cuya herida delata la naturaleza de cambiaformas del humano que muestra la misma lesión, refleja la diversidad de procedencias en la ciudad escenario de la historia. Pero también, de nuevo, la oposición entre las creencias antiguas de la vieja Europa con el utilitarismo del Nuevo Mundo.  



Todo esto sirve de contexto a un desarrollo que perfectamente podría encuadrarse en el suspense: la protagonista reprime su relación a causa de su miedo, pasando a abrazar esa parte animal de la que intenta huir al sentir una emoción tan potente como son los celos. Y la fascinación que comienza a sentir hacia ese lado oscuro aparece simbolizada por la pantera encerrada en el zoo que ella misma se encarga de liberar. Su transformación se desarrolla paralelamente al deterioro de su relación de pareja, mientra que la complicidad entre Oliver y su amiga se vuelve más fuerte hasta convertirse en el interés romántico y detonante de la transformación de Irina. Aparece el contraste de nuevo, esta vez entre una relación breve e impulsiva, frente a otra que ha venido desarollándose y se consolida con el paso del tiempo.  



Sigo sin ver una sola cosa mala en eso de convertirse en gato

El desenlace, que no podíaa ser de otro modo, sino es con el final de su protagonista, se inspira directamente en la tradición oral sobre aquellos que pueden transformarse en animales, y donde el lado oscuro de Irina solo puede llevarla a aceptar su propia naturaleza. Y con ella dándole paso a la nueva pareja que se establece en los últimos minutos, estableciendo con esta el triunfo de lo pragmático frente a la intuición y la impulsividad.

Sin una sola transformación, ni una muestra de violencia explicita, La mujer pantera transmite a la perfección la idea de lo cercano como fuente de lo inquietante, y la línea que separa lo racional del instinto.


jueves, 15 de marzo de 2018

El color de A'Tuin

 
A'Tuin vs Leviatán

Cuando me despedí de Sabela decidí que no adoptaría otro gato. En realidad lo cumplí, porque no lo adopté, sino que me adoptaron.


Esta es la historia de cómo una gata, no de las más pequeñas, sino una jovencita de unos 10 meses, decidió que una humana se la tenía que llevar a su casa. Como el tema de la comunicación interespecies todavía no está muy dominado (o sí: el gato manda. Nosotros obedecemos), la mejor forma de hacérselo saber fue subiéndose a sus hombros. Al menos, parecía una forma de expresión mejor que la de morderle con delectación los dedos, aunque tampoco queda claro si no fue porque los confundía con salchichas, porque aún hoy sigue teniendo la costumbre de hacer lo mismo cada vez que solicita atención.
¿¡Pero qué invento es este!?


El caso es que me encontré sirviendo de pedestal a una gata de unos llamativos ojos dorados y un curioso color negro y amarillo, que me explicaron que se llamaba "tortuga". No debía andar muy fina de oído, porque entendí "ptortuga" y fue el momento en que decídí llamarla A´Tuin, aunque a diferencia de su tocaya, en lugar de cargar con cuatro elefantes y el Mundodisco, es la humana la que la acaba paseando a hombros. De todas formas, tampoco podía llamarla Vetusta Morla, porque no tiene aspecto de queloideo maniaco depresivo (ni de grupo moderno) ni Maturin, porque tampoco la veo como contrapartida del mal encarnado en payaso (aunque podría darle un par de mordiscos comprobando si era comestible).

¿Alguien tiene por ahí las instrucciones del Ikea?

A´Tuin llegó a su nueva casa, donde la esperaba, al menos temporalmente, su propio comedero y una caja de arena al menos mientras a su hermana adoptiva se le pasaba el susto de ver otro bicho de cuatro patas diciendo miau...Que tardó unos cuantos días, pero accabó por resignarse, asear, perseguir y darle más de un manotazo a una minina que, como buena hermana menor, desde el minuto uno decidió que quería las cosas de la mayor. Desde el arenero, a la comida de gato adulto, pasando por los juguetes o cualquier bola de papel que se encuentre por el suelo. En el fondo, es como una copia en negativo de Narnia: negro y amarillo frente a gris y blanco, sociable frente a recelosa, y esbelta frente...frente...Narnia no está gorda. Es muy robusta, cariñosa y lustrosa. Y si cuando juega le resulta más cómodo hacer la croqueta en lugar de salir corriendo, quienes somos los demás para criticar su actitud frente a la vida. Ahora mientras que esta última opta por conseguir la postura más cómoda sin complicarse demasiado (esto es, escondiendo las patas bajo su cuerpo convirtiéndose en una especie de albóndiga), A'Tuin parece toda una especialista en yoga. O eso, o creo que se me ha desmontado la gata y no me he dado cuenta.

jueves, 11 de enero de 2018

En enero Roscón, rebajas y...aniversario


El pasado nueve de enero cumplimos 9 años. Al menos, el blog, aunque algunas veces podría confundirse con la edad mental de la autora y su gata. Un período de tiempo que en términos humanos parezca poca cosa pero que para un blog ya sea peinar canas.

Un año que sirvió para recuperar, en parte gracias a la tendencia de hacer temporadas más breves, el hábito de ver series, y algunas del tirón, como las Catastróficas desdichas de Lemony Snicket y comprobar que, pese a que su personaje de Barney Stinson es insufrible, Neil Patrick Harris tiene una buena voz y mejor vis cómica, los creepypastas reimaginados en Channel Zero, e incluso unas cuantas más que no me dio tiempo de hablar de ellas, como el parque de atracciones de Westworld y unos visitantes a los que se les debería caer la cara de vergüenza (eh, mira, en este parque puedo vivir asombrosas aventuras y ser un héro...Hm, no, en su lugar me limitaré a disparar a todo lo que se mueve y cepillarme al resto. Viva el género humano), partirme de risa con el nihilismo de Rick Sanchez o con los trozos que se le caían a Drew Barrymore en Santa Clarita Diet. Pero también de dececpcionarme con la versión televisiva de La niebla de King, donde se las ingeniaron para convertir una de sus mejores novelas cortas en un telefilme. Menos mal que este también fue su año, y entre El jueo de Gerald, It o La torre oscura, no se notó mucho....Si, la torre oscura me gustó un montón, y no fue tan malo que solo durara noventa minutos.



Entre serie y serie, pude descubrir los relatos de Mariana Enriquez, que por una vez en muchos años, consiguió provocarme miedo e inquietud como no había pasado: a menudo, el horror más efectivo es el que tenemos más cerca. La fantástica biografía de H. P. Lovecraft, donde se desvelaba a un Howard persona y no personaje, aunque debo confesar que leí los capítulos correspondientes a su matriomonio con Sonia Greene con la misma avidez que un televidente de Sálvame. Conseguir terminar El Quijote (¡prueba superada!) y descubrir La calle de los cocodrilos de Bruno Schulz, además de reirme a ratos con El quimérico inquilino. Otros no. Esa novela a veces parece demasiado actual.



2017 fue el año en el que por fin pude recuperar el hábito de ir al cine regularmente. Las tarifas del día del espectador ayudan, y unos ingresos regulares, también, por lo que, aunque para los estrenos más grandes hizo falta esperar un par de semanas, pude disfrutar durante varias tardes de La cura del bienestar, Verónica o Valerian.

 
¡Te voy a dar yo mes de agencia y aval bancario!

Una vez más, cambios, más de los que tuve en mucho tiempo, y algunos mejores que otros. Unos que implicaron mi traslado definitivo, y el de Sabela y Narnia, a mi primer destino, con lo que implica una búsqueda de piso de la que salí bien parada pero con los pelos de punta de lo que llega a exigirse  y lo que ofrecen a cambio de unas condiciones draconianas....Eso si que es un sindios, y no el de Saza en Amanece que no es poco. Y si los gatos son enemigos del estrés, lo son más de los interminables viajes en coche. Aunque a las 48 horas ya se habían hecho con los dominios y parecía que estaban satisfechas con el piso que la esclava humana les había alquilado. Y que fue el último hogar del que pudo disfrutar Sabela, de quien me tuve que despedir hace pocas semanas y a quien todavía echo de menos. Fue una gata tan atontada, absurda, impredecible ý única como solo puede serlo un felino.

Cumplimos 9 años. Esperamos cumplir diez, y los que hagan falta, si los botones nucleares de Trump y Kim Jong Un quieren.

jueves, 4 de mayo de 2017

Catwoman (2004). Cualquier parecido con el original es pura coincidencia


Aunque ahora cualquier película de superhéroes (bueno, parece que los de DC lo están teniendo un poquito más crudo) tenga papeletas para salir bien y recaudar, es una tendencia reciente. No hace falta irse hasta los noventa donde algunas adapciones se hicieron como buenamente pudieron, sino hace solo una década una película acabó siendo, medio en broma medio en serio, el ejemplo de lo que no debe hacerse con un personaje de comic. Ya entonces tuve bastante con algún estreno un poco decepcionante, y entonces el tema de los superhéroes no me interesaba mucho. Por lo que no llegué a ver la película de Hale Berry que habían recibido bastantes críticas. Tampoco esperaba quedarme a verla en un pase de televisión, pero antes de poder coger el mando, dos gatas se me habían sentado en el regazo impidiendo todo movimiento. Aún ahora sospecho que esa semana la película del sábado la eligieron Sabela y Narnia...



La Catwoman que vimos en cine no es Selina Kyle, sino Patience, una apocada ilustradora publicitaria que trabaja para una firma de cosméticos. Tan apocada, que es un poco extraño que su jefe llegue a darse cuenta de su existencia para dedicarse a echarle broncas monumentales. En realidad esto es más bien porque él es el malo oficial de la película: no contento con gestionar a su plantilla de una forma bastante arbitraria, pretende lanzar al mercado un cosmético provoca graves lesiones cutáneas y una completa dependencia de su uso para evitarlo. Tras descubrir accidentalmente lo que el producto estrella de la empresa oculta, Patience es atacada por orden de sus jefes y dada por muerta. Es a partir de entonces cuando su vida sufrirá una trasformación: despierta, sin recordar lo sucedido, rodeada de gatos, comprobando que sus sentidos y su agilidad han se han agudizado como los de un felino. A partir de entonces empleará sus nuevas habilidades para actividades tan dispares como descubrir que es lo que pasó esa noche, vengarse de sus asesinos...y cambiar totalmente su estilismo.



Pese a tener los derechos del personaje de DC, la adaptación es muy libre. Tanto, que en realidad se trata del origen del personaje en cuestión, del que solo tiene en común el nombre, y donde no aparece Gotham, Batman ni una sola mención a cualquier otro elemento de los comics. Algo que en realidad no es negativo, sino una aproximación distinta, y bastante arriesgada, a una supervillana o heroína con mucha historia a sus espaldas. En realidad, el problema viene de ser una producción donde parece que el equipo puso todo su esfuerzo en que esta fuera lo peor que pudiera estrenarse.



Vista hoy, la película cuenta con todos los defectos típicos del cine de esa década: un montaje de secuencias de acción demasiado acelerado y un poco de videoclip, una banda sonora que machaca a base de piezas de rythm and blues electrónico, unos estilismos que pretenden ser modernos y que hoy desentonan tanto como las hombreras y la laca de los años ochenta, y un total abuso de los efectos digitales. Tan presentes que llegan a generar con ellos secuencias que podrían haberse filmado de forma artesanal, y es que ver a unos gaticos generados por ordenador hace que se me caiga el alma a los pies. O, donde directamente, las acrobacias de la protagonista son sustituidas por infografías que saltan, rebotan y hacen piruetas en lugar de esta o de su doble. Y que, como muchas películas de presupuesto alto de esa década que cometieron el mismo error, hoy chirrían o dan un poco de vergüenza ajena.


 
No sé si estoy viendo una de superhéroes o una comedia romántica

El guión tampoco ayuda. No es tanto por la premisa, que perfectamente podría haber sido una empresa de chocolates malvada, y habría funcionado igual, sino por la ejecución. Esta consiste un montón de tópicos y lugares comunes hilados para contar una historia que no aporta mucho, de los que se van echando mano cuando hace falta: no llega a quedar claro si es una historia de venganza, porque la protagonista parece bastante feliz con su nueva condición superheróica, ni de villanos, porque solo es en el último momento en el que se inventan propiedades inverosímiles para justificar que el antagonista final dure más de lo que debería (en este caso, la crema mutante del principio genera piel de acero e insensibilidad al dolor. O que se te derrita la cara. Lo que necesite el guionista en cada caso) ni de evolución de la protagonista, porque en realidad, no existe.

 
Vamos a poner gatetes que es a lo que vinimos

Hale Berry estaba en un buen momento durante esa época, después de haber interpretado a Tormenta en dos entregas de X- Men, y su elección como protagonista parecía prometedora o una apuesta segura. Pero tal y como la conciben, esta pasa de ser una mosquita muerta a moverse literalmente como una gata, que es practicamente a lo que destinan sus apariciones como Catwoman. Una heroína a la que en este caso le dan un origen sobrenatural, directamente vinculado al arquetipo del felino, y cuya trasformación tratan en algunos momentos de manera cómica, con una protagonista colocándose con nébeda o bufando a un perro, y lo ridículo. Que más o menos es el resto: poses pretendidamente sexys, secuencias destinadas a verla caminar, un par de maullidos y juegos de palabras con “purr” que dan vergüenza ajena y uno de los trajes más absurdos e injustificados que se pudieron conseguir para cualquier héroe basado en un comic. Porque no hay nada más confortable para moverse por los tejados que un sujetador con correas de cuero y unos pantalones de campana con tacones. Mientras tanto, Sharon Stone probablemente se pregunta como ha podido pasar de su carrera en los noventa a acabar ahí, y el resto de secundarios, se limita a aparecer y cumplir su parte del guión.



El desastre que supuso Catwoman acaba por no serlo tanto por su alejamiento del original del comic sino por tratarse de una película muy floja. Un enfoque donde aparentemente nada podía salir mal hasta que acabó por verse en pantalla el resultado, como también pasó con Van Helsing ese mismo año. Aunque al menos en la primera salían un montón de gaticos.




lunes, 9 de enero de 2017

Aniversarios, gaticos y cambios varios


Como cada 9 de enero, celebramos el aniversario del Barrilete. Con ocho años que, aparentemente, no sería un número muy allá: es largo, pero no tiene la gracia y la ilusión del primer aniversario, ni el cruzar la frontera ficticia del quinto, la consolidación de un séptimo o los dos dígitos y la definitiva constancia de un décimo. Pero estos ocho años también vienen con su truco.

Con el 2016 terminado, puede decirse con toda seguridad que la nostalgia ha tocado techo este año: Stranger Things condensó todos los ochenta en una sola serie, llegando a ser toda una bomba durante el verano. Las entregas periódicas de Star Wars se convirtieron en una realidad…tanto, que hasta los de South Park, que no se pierden una, le dedicaron versión bastante hiriente en su última temporada, con unas simpáticas uvas pasas que nos recordaban lo divertido y lo mejor que era todo antes. También fue el estreno de Westworld, con bastantes buenos resultados y una sorpresa viniendo de una película que muchos recordábamos por Yul Brynner haciendo de robot vaquero…y que por cuestiones de tiempo, acabé por perderme, al igual que el estreno de Star Wars o de Doctor Extraño.


También ha sido un año al que bien podía decírsele tanta paz lleves como gloria dejas. Pocas veces hemos visto tal cantidad de obituarios inesperados, hasta el punto de que muchos han empezado a plantearse si David Bowie ha decidido repoblar selectivamente el más allá. Nos quedamos sin él, sin Alan Rickman, sin Leonard Cohen y sin Gene Wilder. Pero también sin Angus Scrimm, el Hombre Alto de Phantasma, o sin Andrew Sachs, el entrañable Manuel de Falwty Towers. Espero que el año que viene la Parca diversifique un poco más. Nos queda una amplia selección de banqueros y políticos. 



Desde hace unos tres meses, el número de entradas se redujo. O bueno, no tanto: solo supuso pasar de dos entradas semanales a una. Nada que implique el haberse aburrido o el ir perdiendo las ganas de seguir escribiendo, sino por razones puramente prácticas. Un traslado derivado de haber entrado en la función pública, que, al margen de todas las frases motivadoras que se oyen a menudo y el manido "el que la sigue la consigue", era lo que me había propuesto. Sí, a pesar de tener que convivir con comentarios malintencionados sobre las dos horas de café o lo bien que se vive, es simplemente poder trabajar en lo que me gusta, servir a una comunidad y no al político de turno (aunque estos vean el sector público como su cajón de las calderillas particular), y sobre todo, vivir tranquila.

...¿Cuándo dices que te marchas de nuevo?

Esto también implicó muchos cambios: pasar de una ciudad donde si caminabas recto un poco de tiempo, llegabas a la carretera general, a una donde coger dos metros se considera un trayecto medio. Desconcertarme mucho, sorprenderme más y aprender el doble, y especialmente, de echar en falta día sí y día también a Sabela y Narnia, quienes temporalmente se quedaron con la familia  y que por lo que pude comprobar, mucho ronroneo y mucho frotarme la nariz con el hocico al verme, pero viven como rajás...como le corresponde a una felina, vaya. Y también a seguir leyendo, viendo cine, series, aprovechando los viajes en tren para terminar libros e incluso para ir pensando qué gatico le iría bien a su correspondiente entrada.


Casa nueva o casa vieja, sigue sin ser la más brillante.

Hoy cumplimos ocho años que con los cambios de los últimos meses, perfectamente podría ser el primero. Seguimos un año más y lo que nos quede..

jueves, 10 de diciembre de 2015

"FFF!", dijo el gato (o lo que es lo mismo: Felinos Famosos de la Ficción)


En la tele, el cine, y sobre todo los libros, pero también en los comics, hay muchos gatos. Y en el Barrilete solo hace falta que aparezca uno para que se le haga una merecida mención. En cambio, los gatos en el mundo de la ficción se han quedado en una entrada mencionando los más conocidos que aparecían en la tele, y eso no podía ser. Porque  a estas alturas, lo que necesitaba era hacer una lista sobre mis gatos favoritos. Que no son ni mejores ni peores que otros (porque como dijo Terry Pratchett, es difícil hacerles olvidar que se les consideraba dioses). Y probablemente se hayan quedado fuera los preferidos de muchos otros. Pero estos, junto a las dos de carne y hueso que suelen deambular por aquí, son los mejores. 


Groucha. Ni Isidoro, ni Garfield, ni Felix: el presentador de Telegato es mi felino televisivo favorito además de presentador del telediario para niños más extraño que se emitió en televisión, además de demostrar que esto de hacer programas infantiles creativos no se quedaba solo en La bola de cristal. Acompañado por Lola, su compañera avestruz, y con una de sus patas permanentemente escayolada (que a la vez le hacía las veces de práctico almacén), lo mismo presentaba las noticias semanales en menos de tres minutos que salía a cubrir los más variados reportajes: migraciones de paraguas, huelgas de zapatillas deportivas y entrevistas a los gluones, unas parlanchinas partículas de las que estaban formadas las cosas.



Jonesy. Después de Oliver y su pandilla, fue un gato cuya integridad física me preocupó durante todo el metraje de Alien. Y es que ser la mascota de una nave en la que se ha colado uno de los monstruos más peligrosos del cine garantiza unas cuantas escenas de tensión. Hoy esta preocupación parece un poco infundada, porque excepto el meterse por cualquier sitio en el momento más inoportuno (como todos los gatos, vaya), en ningún momento parece correr peligro. Es más, sospecho que donde Ripley veía un grotesco alienígena que sangraba ácido, Jonesy veía dos pulgares oponibles y un bípedo igual de eficiente para abrirle las latas de comida. 



Lúculo. Si sobrevivir a un xenomorfo tiene mérito, el aguantar varios años de apocalipsis zombie es todo un grado. La mascota del protagonista de Apocalipsis Z acompaña a su dueño a lo largo de tres libros desde un pueblo de Galicia tras el comienzo de una epidemia, hasta otro continente en un viaje, y unas cuantas huidas, bastante arriesgadas. Aventuras donde una de las mayores preocupaciones de su personaje principal es mantener a salvo a su gato, quien por suerte, es bastante astuto y huye, para volver encontrarlo, en los momentos adecuados. Además de protagonizar unas situaciones bastante divertidas para ser una novela de zombies planteada de forma seria. Objetivamente, la de veces que este gato se ha salvado resulta bastante arbitrario, y seguramente en Walking Dead no habría tenido esa suerte. Pero acabó convirtiendose en un protagonista más de la saga de Apocalipsis Z, mucho más cercana a la acción que al drama y que, en cierto modo, podría ser una versión gatuna de Glenn. Salvo que en vez de ayudar al grupo, este tiene que ocuparse de él. 



Nemesis. Este gato tiene una aparición bastante anecdótica en el comic de Fall of Cthulhu: su papel parece ser el de mascota del antagonista, puesto que los de su especie han acabado por ocupar en casi toda la cultura popular. En cierto modo, es un guiño a H. P. Lovecraft y los gatos, pero se gana una mención honoraria por ser nada menos que la mascota de Nyarlathotep. Ahí es nada. 

La lista, en el fondo, se queda corta. Faltan Azrael, Greebo y un poco más reciente, Reginald, el gato de Hexed. Pero tampoco sería raro que hubiera una segunda entrada con ellos y unos cuantos más..

lunes, 30 de noviembre de 2015

Los aristogatos (1970). Gatos. Que tocan jazz. En París ¿¡Pero qué más necesito!?



Aunque me gustan los gatos, no pasa lo mismo con las ficciones protagonizadas por estos. Acabo sufriendo más por estos personajes que por cualquier otro protagonista, y eso hizo que no pasara de un tomo de Los gatos guerreros o que estuviera moqueando desde que abrí La canción de Cazarrabo hasta que cerré el libro en la última página. Al final me quedo con apariciones más anecdóticas, como las que estos tienen  En busca de la ciudad del Sol Poniente, de H. P. Lovecraft y…bueno, ¿qué historia puede ser más ligerita que un musical de animación de Disney en su época clásica?

 


Los aristogatos es precisamente eso: una película eminentemente musical, donde la mascota de una cantante de ópera retirada es nombrada, junto a sus tres cachorros, heredera universal. Para desgracia del mayordomo, que no está por la labor de ser sucesor universal de cuatro mininos y que decide deshacerse de ellos de la manera más aparatosa, y menos grave, posible: abandonándonos en el campo en medio de la noche. Por suerte para Duquesa y sus pequeños, un gato callejero se cruza en su camino y se ofrece a llevarlos de vuelta a su hogar, en un viaje a través del campo y las calles del París de la Belle Epoque, donde deambulan también unos cuantos animales muy particulares e incluso una banda de gatos aficionados a la música.
 



La película, vista hoy, está pensada exclusivamente para los niños: no hay dobles sentidos, ni chistes pensados para los adultos, ni siquiera un mínimo de tensión. Pese a los primeros minutos con los protagonistas abandonados a su suerte, a punto de ahogarse o huyendo del malvado (que más que malo, es tonto), no hay una verdadera sensación de peligro, sino que estos estarán pronto a salvo para la siguiente canción, muy lejos de lo que le pasaba a la protagonista y su amigo en Une vie de chat. Incluso la opinión de O´Malley, el gato callejero, sobre los humanos y su falta de interés por los gatos, es mucho más suave de la que podría verse muchos años después en Bolt. Incluso el guión, visto hoy, hace patente toda esta simpleza: es muy difícil tomarse en serio una trama sobre gatos herederos de fortunas si se tienen más de ocho años.

 


Que sea un guión de animación muy distinto al nivel y profundidad que se alcanzarían décadas después, no quiere decir que hoy haya perdido. Puede haber envejecido mal por cuestiones de fondo, pero no de forma: el humor de la película es puramente gestual, basado en tropiezos, caídas y persecuciones llevadas al extremo de lo complicado y que hacen reír a su público por su carácter más circense. Y, como musical que es, son los números lo más importante para la película. Cuando no hay canciones, se pueden pasar un buen rato hablando con rimas, y cuando las hay, estas son de lo más pegadizos y en algunos casos, verdaderos vídeos musicales como el de la parte central.

 


Si no es posible apreciarla del todo por un guión tan simple y ligero, sí se puede disfrutar de la animación. Algo que con siete años no parece importante pero que sí lo es cuando es posible apreciar los detalles caricaturescos de los personajes humanos, otros tan puntillosos como el pelo de Madame, con trazos muy específicos en algunas escenas, la mezcla de colores alocada en los números musicales y especialmente, con las ilustraciones fijas de las calles y mansiones de París. Y como añadido, el poder apreciar todo el humor que suponen los distintos acentos que los personajes tienen en el idioma original.

Los aristogatos es una de esas películas que, igual que Mary Poppins o La bruja novata, siempre estaban disponibles en los videoclubs o de las que las cadenas echaban mano alguna tarde como parte de la programación de vacaciones. Una película que hoy, menos por los números musicales, parece haberse quedado muy pequeña, pero que, si hoy no parece divertir solo por el humor gestual y el recurrir a animales parlantes, sí puede disfrutarse por el desparpajo de sus números musicales y sus bonitas ilustraciones.

 

lunes, 16 de marzo de 2015

Aniversarios felinos



Esta semana es muy importante para el Barrilete: es el cumpleaños de Sabela y Narnia. Esto es algo estrafalario para quien no conviva con animales ni..bueno, tenga el bastante sentido del humor y ganas como para marcarse una fecha. Y  también es  bastante complicado, porque ¿Cuándo es exactamente su aniversario? ¿Cuándo nace o cuando se la adopta?


En el caso de las dos, se trata de las dos situaciones: Sabela se vino a casa un 18 de marzo, cuando tenía unos meses. Narnia, en julio. Pero ella fue algo más afortunada y vino de una camada casera que había nacido el 15 de marzo también. Vamos, que celebramos un casi aniversario.

 


Generalmente esto se queda en poco más que una anécdota, pero el de este año también es muy especial: el anterior fue el primer año de Sabela en casa. Este es el primero de Narnia. un año en el que la he visto pasar de una miniatura blanca con un bultito en la tripa a una minina muy robusta a la que se le han ido oscureciendo las manchas del pelo hasta volverse color café con leche. Lo que, junto a las que tiene en su cara, hace que más de una vez la llamara en broma Doña Cejas o Señorita Starbucks.

 


En realidad en este año, exceptuando todo lo que ha crecido, sigue teniendo el mismo carácter que cuando llegó a casa. Inquieta, muy afectuosa, despierta, pero quizá un poco más torpe que su hermana, a la que solo le sigue ganando en los combates diarios por cuestión de envergadura corporal. Sabela, por suerte, tiene las patas mucho más largas y le alcanza de lejos. En realidad estos enfrentamientos son más cómicos que dramáticos, en parte porque las dos tienden a resultar un poco ridículas, y en parte, también, porque a los diez minutos están acicalándose o durmiendo la siesta juntas.

 
 


Narnia, siendo utilizada vilmente como sofá por su hermana

Gracias a Narnia he empezado a sospechar que todo eso de la elegancia, altiveza y calma filosófica, por citar a H. P. Lovecraft cuando se refería a los gatos, es más bien una astuta propaganda felina. Sabela es muy buena y quizá un poco tontorrona, y pensaba que esto era una coincidencia. Narnia es capaz de saltar hacia una pared cinco o seis veces seguidas intentando cazar un colgador, rendirse, y volver a repetir la rutina de saltos media hora más tarde. Y cuando aparece un punto rojo en el pasillo, es capaz de marearse después de correr tras él en círculos. Ninguna de las dos se ha dado cuenta de quien es la mano que mueve el puntero laser.

 

Pero han sido las persecuciones, los manotazos, las siestas, la costumbre de amasar mi ropa con las patas, de tirar los bolígrafos al suelo porque sí y asombrarse al descubrir que ruedan, y en resumen, de hacer mi vida más feliz, lo que ha hecho que el primera año de Narnia, y el segundo de Sabela, sean igual de inolvidables. Espero que sigan cediéndome un hueco en el sofá de casa por muchos años.

 

 

Este es un blog cat-friendly

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