Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna
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jueves, 2 de noviembre de 2023

Michelle Recuerda. Michelle Smith y Lawrence Pazder MD. El satanista de la puerta de al lado

 


El término caza de brujas se utiliza actualmente para definir cualquier persecución  infundada por motivos ideológicos, políticos o religiosos. Su significado implica cierta irracionalidad y odio ciego al objeto de esta, similar  a la idea sugerida en buscar algo que evidentemente, no existe. Sin embargo, durante  finales de los setenta y principios de los ochenta tuvo lugar una ola de pánico muy similar a esta. Aunque  se extendería posteriormente a Estados Unidos (que, si no se buscan enemigos imaginarios, se aburren), esta, conocida como el Satanic Panic, tuvo su origen en la localidad canadiense de Victoria, cuando un psiquiatra, en una sesión de terapia regresiva practicada a una de sus pacientes, descubre que esta fue víctima en su infancia de todo tipo de maltrato por parte de …nada menos que una secta satánica que actuaba con impunidad en la ciudad.  


Michelle recuerda, escrito por Lawrende Pazder en colaboración con su paciente Michelle Smith, recopila estas sesiones en las que Michelle rememora la ordalía (definida así por su psiquiatra) a la que fue sometida durante una año de su infancia. Los recuerdos reprimidos salen a la luz y Michelle, a través de la terapia regresiva, recrea como fue entregada por su madre a una secta satánica oculta en la ciudad de Victoria, como fue víctima y testigo de sus rituales donde eran sacrificados por igual niños y animales, para ser finalmente repudiada por el culto y devuelta a su familia. Este periodo es desenterrado por el doctor de la mano del subconsciente de Michelle, que regresando a los cinco años, describe las sesiones que presenció.

El libro, todo un éxito de ventas, tiene hoy el dudoso honor de haber sido el instigador de la ola de pánico moral que sacudiría Norteamérica, y su valor actual  es únicamente el ser el reflejo de esa paranoia compartida. Porque el contenido, en realidad, podría resumirse en una  colección de despropósitos en los que cada página el lector actual encontrará una situación que, o bien no tiene sentido,  o en la  que el psiquiatra titular sobrepasa descaradamente los límites de la relación entre paciente y terapeuta…no sorprende descubrir que posteriormente ambos abandonarían a sus respectivas parejas para irse juntos. A lo largo de este, se describe como las sesiones se desarrollan con la paciente apoyando la cabeza sobre el hombro de su doctor “por su comodidad”, como este, conmovido ante el sufrimiento de esta, recita una oración o se la lleva a la iglesia, recomendando bautizarla, y como las sesiones van ocupando cada vez más tiempo en su vida diaria de una forma en la que empieza a verse un poco esa especie de delirio compartido y excusa para mantenerse juntos el mayor tiempo posible.


A medida que avanza la narración de la terapia, por llamarla de algún modo, esta acaba por abandonar cualquier pretensión de credibilidad para lanzarse de cabeza a un escenario que parece sacado de una serie B. Desde la foto, incluida en el libro, donde presuntamente aparece la Virgen y el niño al lado de una hoguera donde queman un símbolo satánico, o el enfrentamiento final de la, ahora sí, protagonista, contra el mismo Lucifer, que se manifiesta en una misa negra y en la que de nuevo, participa también Jesús y la Virgen. Además de un ritual que entre sacrificio y sacrificio, se dedican a recitar una serie de canciones sobre el mal y la oscuridad que parecen sacadas de un libro de poemas para niños.

Con este contenido, salvo el factor de comedia involuntaria que pueda encontrar el lector, resulta muy difícil comprender como alguien pudo tomárselo en serio, e incluso a que al Doctor Pazder  se le consultara en temas de ocultismo y sectas. Ya entonces muchas voces señalaban las incongruencias del testimonio de Michelle, y no solo por el desvarío final, sino por los registros disponibles: no constan ausencias escolares durante el año que esta fue presuntamente víctima de la secta, ni registros del accidente de tráfico que esta asegura haber sufrido (porque ser satanista no está reñido con tener vehículo propio) o la total omisión a sus hermanos, con los que actualmente, no tiene contacto. Todo termina de poner en evidencia un libro que, salvo  su papel  en una de las olas de pánico moral recientes más influyentes de la cultura popular, carece de valor. El  estilo es básico, no es una obra de divulgación ni una, al menos intencionadamente, de ficción. La transcripción de los testimonios de la paciente, que en sus supuesta regresión habla como una niña de cinco años, resultan repetitivos y su desenlace cae en el ridículo más absoluto. Ayuda en su lectura su vocación de texto para todos, que hace que su lectura sea rápida. Pero no es un libro recomendable para nadie salvo que esté muy interesando en el satanic pánic tenga el sentido del humor necesario para afrontar todos esos capítulos como una curiosidad.

Sin más propósito que este, Michelle recuerda es una curiosidad macabra, un reflejo de que la histeria colectiva solo necesita una pequeña chispa para encenderse y una buen complemento a la hora de acercarse al contexto del documental Satan Wants you, pendiente de estreno y donde se describe el caso, o para conocer un poco más las raíces de las olas de histeria colectiva que, de la mano de Q anon y del Pizzagate, llegarían décadas después.

jueves, 27 de octubre de 2022

Terrifier 2 (2022). Estirando el chicle

 


La noche de Haloween de 2016, la figura de un payaso silencioso vestido de Pierrot y portando una abultada bolsa de basura que solo dios sabe que podría contener, suponía el primer largometraje del personaje que Damien Leone había ido perfilando desde su primera aparición en el filme antológico All Hallows Eve. Art el Payaso, ataviado con todo lo que uno podría imaginarse al pensar en la idea de “payaso asesino” desarrolló en poco tiempo una base de fans que no tendría que envidiar a  la de los asesinos cinematográficos anteriores.  Aunque su  carrera queda todavía lejos de esta, porque  no ha sido hasta este año en que se estrena su segunda película.


Ha pasado un año desde la Masacre de Miles County, donde ocho personas fueron brutalmente asesinadas por un desconocido  vestido con un traje de payaso y que, pese  a haber sido abatido por la policía, desapareció misteriosamente del depósito de cadáveres. Es Halloween de nuevo y Sienna y Jonathan, se preparan para la noche como otros tantos jóvenes. Salvo que ambos todavía están lidiando con la pérdida de su padre: Sienna trabaja obsesivamente en el disfraz de guerrera  inspirado en el personaje  que su padre inventó para ella cuando era niña, y su hermano parece fascinado con el asesino de Miles County hasta el punto de  querer disfrazarse como este. Cuando ambos comienza a ver como la criatura conocida como Art, ahora acompañado por una niña de aspecto demoniaco aparece en los lugares que frecuentan y que parece tener un malsano interés en ellos, empieza n a darse cuenta que Art ha regresado, y que quizá los dibujos que su padre dejó ante de morir, donde parecía haber predicho las apariciones del asesino y sus víctimas, fueran una viso de lo que iba a sucederles.



Cuando el punto de partida de un guion es “un payaso asesino mata a gente de formas horribles”, lo más prudente es centrarse en el carisma que pueda tener este personaje, que vas a ser el principal por delante de sus víctimas, en que el ritmo y la filmación mantengan el interés y que la duración de la película sea la justita para no aburrir. Algo que había conseguido en el primer Terrifier gracias a recurrir a la estética sucia y de grano de las películas de bajo presupuesto de los primeros 80, así como  unos efectos especiales que abrazaban el aspecto cutre y falso de aquellas producciones, un personaje lo bastante  vistoso como para captar la atención, y que todo esto se hubiera concentrado en una hora y veinte que, hay que reconocerlo, a aratos se había muy larga. En esta entrega, quizá conscientes del éxito y la expectación que había despertado, se atreven a filmar  durante una hora más, y donde parte de este tiempo extra parecen querer dedicarlo a desarrollar un trasfondo  para el personaje, y como no, anunciando que este será mucho más sangriento que su predecesor.




El resultado, aunque ayudado por esa expectación previa y una campaña publicitaria bastante ingeniosa para los que no recuerden trucos similares de hace 50 años, es el que podía esperarse: dos horas veinte son excesivas para lo que había, por lo que intentan rellenar con secuencias que llaman la atención. Una escena onírica  llena de momentos grimosos que  pretende servir de premonición a los protagonistas,  una  especie de purgatorio muy vinculado a la naturaleza ya abiertamente demoniaca de Art, y la trama familiar de los personajes principales, entre el trasfondo y lo profético con ese padre  que deja los indicios necesarios para su supervivencia pero no termina de quedar claro  que los relaciona con el antagonista. Lo interesante de este, al igual que los asesinos que lo preceden, es u aleatoriedad: le puede tocar a cualquiera y sobrevivir es solo cuestión de suerte.




Algo parecido pasa con el personaje de Art, de quien ahora se explora más su naturaleza fantástica añadiéndole incluso una acompañante o deus ex machina que justifica su próxima aparición,  blindándolo de  forma excesiva: mata como le da la gana a quien le  da la gana, da igual lo que se le haga porque va a volver…porque es un demonio, y por el momento no podemos pedir más aclaración.


Ya no se si es una peli o el anuncio del regreso de Horrorland


El metraje, además de intentar dar más contenido que  la anterior, hay que rellenarla, y en este caso, justificando que esta secuela es mucho “peor”: salen tripas, bichos muertos, sangre, cabezas que explotan, vuelan, se disuelven pero todo de esa forma artificial de su predecesora, sin que en ningún momento pretendan que estos efectos parezcan realistas sino para emular las cintas de vhs que quedaron olvidadas con la serie Z. y que no dudan en explotar con esa campaña publicitaria  donde  reparten bolsas para el vómito, donde un grupo de madres ha sacado una petición en change.org pidiendo la retirada de la cinta y que recuerda mucho a lo que William Castle hacía en los cincuenta, pero que en realidad no es para tanto.  Después de Holocausto  caníbal, de los zombies italianos, y de la moda del torture porn en el 2000, el componente truculento se queda en algo anecdótico, y solo resulta realmente perturbador cuando la violencia de Art se vuelve más cercana_: el personaje cebándose con una victima caída en el suelo, a la que golpea con brutalidad, es mucho más aterrador que las tripas de goma.

Pese a haberse pasado de ambicioso, Leone sabe lo que hace: la película llega a cansar, pero cuenta con unos personajes bien manejado, donde abiertamente evitan que estos sean víctimas disfrutables y se nota que  le puso ganas a ese proyecto que había empezado con su idea de una chica con disfraz de guerrero combatiendo a un payaso demoniaco. Esta, y de nuevo, la presencia de David Howard Thornthon, como Art, a quien le toca llevar el peso de un personaje que solo cuenta con su expresión corporal y lo que transmite con esta,  dota de  carisma a un arquetipo bastante limitado. Ambos juega a favor en una película en la que se han  pasado en cuanto a lo que podía dar de sí, y en la que el desenlace   no es solo una puerta abierta a una tercera parte sino una muestra de que han decidido pasar de toda coherencia y filmar la primera burrada que  les pase por la cabeza. Al menos, lo han conseguido: la película es salvaje y sin complejos, algo que hubiera funcionado mejor con media hora menos. Y  que confirma que  Havelock Vetinari tenía razón al odiar a los mimos.

jueves, 20 de octubre de 2022

Lecturas de la semana. Horrores breves

 


No es que variemos mucho la temática, pero con esto de que octubre se haya convertido en el mes oficial de las historias de terror, es un buen motivo para juntar varias lecturas mientras hago tiempo para poder ver la última (supongo, al menos con Jamie Lee Curtis) de Halloween. El caso es que esta vez se trata de temas mucho más habituales en el cine que en el papel impreso, al menos hasta hace poco: el slasher y los zombies.



Stephen Graham Jones. La noche de los maniquies. Jones ha sido junto a Grady Hendrix, uno de los descubrimientos de este año en lo que a terror se refiere. Aunque tiene ya bastantes libros, ha sido publicado desde hace poco en España gracias a La biblioteca de Carfax (que lo mismo sacan a este texano, que a una señora victoriana, que te dejan hecho una bolita con La chica de al lado de Ketchum). Tras El único indio bueno y Mestizos, Jones narra, a partir de la broma organizada por un grupo de amigos, una historia que se mueve entre la venganza sobrenatural y el slasher: cuando el maniquí que Sawyer y sus amigos cuelan en una sala de cine con intención de hacerlo pasar por uno d ellos espectadores, no imaginaban que este desaparecería entre el público. Ni que, quizá buscando algún tipo de venganza, regresaría para matarlos uno por uno, empezando por Shanna, empleada de la sala de cine y a quien querían gastar la broma en un principio. Sawyer parece ser el único consciente de lo que sucede y sabe que solo puede evitar que sus compañeros sean víctimas de este adelantándose a los pasos del maniquí al menos, ese es el plan que ha desarrollado.

Publicado como novela corta, este casi podría ser un relato largo, que se ha hecho demasiado escaso (y más en estos tiempos de crisis del papel) y que se hubiera agradecido como parte principal en una colección de relatos más amplia. Este es una vuelta de tuerca muy particular al slasher donde el punto de partida es tan improbable que su deriva hacia el género llega muy rápido y no pretende ocultarlo, sino hacerlo de una forma opuesta: el lector sabe lo que sucede desde el principio, siendo esta noche de los maniquíes un poco un viaje inverso en la narración donde echa mano de gran parte de los tópicos de este género. Este, por lo rápido que se agotaría su trama, y la brevedad con la que la maneja, podría verse como una obra menor, más un entretenimiento en comparación a sus narraciones más largas, pero es una buena forma de echar un primer vistazo a aun autor al que de momento, me ha convencido. No todo va a ser horror cósmico o fantástico de entre guerras.



Manuel Martín. Noche de difuntos del 38. La novela, publicada durante el boom de la ficción zombie,es ahora más popular por su adaptación cinematográfica, Malnazidos. No hay mucha diferencia entre ambas versiones, siendo la historia de Jan, un teniente de los requetés, capturado por un grupo republicano poco antes de que los muertos comiencen a levantarse y a hacer caso omiso de la ideología de ambos bando, atacando a todos por igual, muy parecido a la desarrollada en el guion.

El estilo es muy similar, siendo rápido, centrado en la acción, aunque difiere en algunos aspectos: el libro de Martin recurre a uno de los arquetipos habituales en el género d zombie, que sería narrar el comienzo de una epidemia global (aunque este caso, supondría el principio de una ucronia en la que los muertos vivientes tomarían los campos de batalla en Europa), los causantes de la epidemia tienen menos presencia, siendo aquí los científicos nazis poco menos que la justificación de esta en lugar del antagonista final, y sobre todo, el texto tiene menos humor y resulta menos amable con muchos d ellos persones: Jurel, el falangista que en pantalla era deslenguado y ridículamente mujeriego, aunque con una tragedia personal que le hacía empatizar con sus enemigos, es aquí alguien cobarde y violador en potencia, de esos que parece pedir a gritos ser la merienda de los zombies. Matacuras, la miliciana, es una víctima potencial en un par de ocasiones, además de ser abiertamente el interés romántico del protagonista, teniendo ambos su final final 8zombies aparte, que no se daba en el guión. Que, por comparación a la novela, es uno de eso caso en los que una narración sirve para una producción audiovisual que acaba resultando mejor. .


jueves, 13 de octubre de 2022

Shea Ernsawh . Long live the Pumpkin Queen. Pesadilla después de Halloween

 


Si hay una película de temática festiva que le gane al resto, es Pesadilla antes de Navidad. La cinta de Henry Selick puede verse tanto en navidad como en la última semana de octubre (o si te llamas Renaissance, cualquier día del año). Bueno, y porque es una de  las producciones infantiles más  memorables de los últimos 30 años. El cariño de sus fans por los habitantes de Halloween puede compararse  a los del rey Jareth o los Goonies. Y aunque todas estas sean un valor seguro, es muy difícil revisitar la película original con la intención de hacer una secuela. En este caso Disney ha optado por una opción más discreta, y lanzar  la segunda parte oficial en forma de novela.



 



Esta es la historia de Sally, la muñeca de trapo que ayudó a Jack Skelington a salvar la Navidad devolviendo a Santa Clavos  a tiempo para poder  deshacer el desastre provocado  por el rey de Halloween cuando  intentó adueñarse de una fiesta que  no le correspondía. Ahora, recién casada, se encuentra ante  el título de reina y sufre la presión de preparar el próximo Halloween, siendo el centro de atención de los habitantes de la ciudad. Incómoda y fuera de lugar   con su nueva situación, decide ocultarse  en el mismo bosque donde hace unos meses Jack había encontrado la entrada a los mundos de las otras fiestas, y donde una de las puertas, oculta entre el resto de árboles,  lleva a un lugar que desconoce, pero que también sirve para que una criatura, ladrona de sueños, escape y ponga en peligro a los habitantes de todos los mundos y el de los humanos.

El libro está pensado para una franja de edad  dentro del Young adult, haciendo más hincapié en la primera que en la segunda parte de la calificación. El estilo es muy asequible, y el inglés, muy sencillo: la narración se ha escrito en presente y primera persona (desde los libros de inglés de tercero no había vuelto a encontrar una redacción así). Además de ser muy breve, como también lo fue  la película que na que se basa, que no llegaba a la hora y cuarto, pero que resulta suficiente para lo que quería contar: una historia centrada únicamente en Sally, que debido a lo que sucede en la trama, es casi el único personaje que aparece durante muchos capítulos.


Ernshaw en este caso ha conseguido caracterizar muy bien a la protagonista, y desarrollando su forma de ser: de alguien  que pasa desapercibida toda su vida, se convierte en una figura principal, sufriendo el síndrome del  impostor que supone el desencadenante de lo que se narra.  Durante las pocas páginas que dura la novela, se  presenta como alguien muy perdido,  con miedo a asumir sus propios logros y en buscad del lugar que le corresponde. Se nota que la autora adora la película y especialmente a Sally, a la que convierte en heroína, pero eso  no se suficiente para hacer una buena historia.

 Aunque  esta cuente  ya con varios libros publicados, la secuela de Pesadilla antes de Navidad produce en todo momento la sensación de estar ante un fanfic. Uno bien escrito, pero en el que se juntan todos los tópicos a los que recurre alguien que quiere homenajear su obra favorita: intento de ampliar el lore describiendo una variedad de mundos, apariciones de varios nuevos aunque sea de forma anecdótica (el mundo de los sueños,  el del hada de los dientes, el de Father Time), un desconcertante cameo de la Reina de Inglaterra que sirve como momento de inspiración motivadora a su protagonista (todos imaginábamos que seguiría siendo una figura más en el momento de la publicación) o un desenlace excesivamente  edulcorado. Recursos que  no resultan muy profesionales pero que desentonan menos que la decisión de la autora de  cambiar los orígenes de Sally, dotándola de un pasado distinto al original, haciendo aparecer a los padres de esta, y con ello, rompiendo una de las normas originales de los habitantes de la ciudad de Halloween:  no son malos, sino que su naturaleza es la de dar miedo.

Long live the Pumpkin Queen, pese a tratarse de una secuela oficial,  resulta una narración simpática, aunque muy anecdótica: es físil imaginar una continuación para una obra tan única como la que fue la película  del 93, y se aprecia el trabajo de Shea Ernshaw, que respeta y comparendo al personaje principal, haciendo que su  historia resulte entretenida y curiosa. Pero también produzca la sensación de haber inventado una historia con  los personajes y el mundo que le han prestado por un tiempo limitado.

jueves, 6 de octubre de 2022

Halloween 3 (1982). La estación de la bruja


 

    That´s strange, 

You´ve got to pick up every stitch

Must be the season of the witch

(Donovan - Season of the Witch)

Antes de que un gigantesco paisano, ataviado con un mono, una mascara del capitan Kirk pintada de blanca y el objeto punzante que tuviera a mano, dedicara casi una decena de películas  a escaparse de un manicomio y matar gente, la saga de Halloween tenía una intención distinta:  cada film podría ser una historia independiente, unida con el resto por transcurrir durante esa época del año. La tercera entrega fue la primera en intentarlo, además de ser la única donde no aparecía Michael Myers, y que a raiz de los resultados, sería la única, optando a partir de entonces por el Slasher. 


Subtitulada como La estación de la bruja, esta comienza con la llegada de un hombre malherido al hospital. Entre sus efectos personales se encuentra una máscara de Hlalloween, muy popular entre los niños. Tras ser asesinado por uno de sus perseguidores, quien  no duda en quitarse la vida inmediatamente después, uno de los médicos, movido por la curiosidad, y acompañada por la hija del fallecido, vendedor de juguetes y artíuclos de broma, comienzan a seguir la pista de este hasta Santa Mira, un pequeño pueblo conocido por alojar la sede de Silver Shamrock, la principal fabricante de máscaras de Halloween. Una serie de accidentes, desapariciones, y el extraño comportamiento de Conal Cochran, el fundador de la empresa, los llevará a descubrir una conspiración  de intenciones y proporciones increíbles, donde la noche de Halloween y los disfraces empleados por los niños de todo el país servirán para traer de vuelta una celebración mucho más antigua. 



La película tiene todos los elementos de la serie B: un número limitado de personajes y escenarios, medios exiguos, algunos clichés que no han envejecido bien (como ese improbable romance entre los protagonistas. Había que enseñar cacha), y sobre todo, una total falta de complejos a la hora de desarrollar la trama. Esta es una mezcla entre conspiraciones, corporaciones malvadas, folk horror con muy poco campo abierto, ciencia ficción y un poco de horror cósmico. Todo, en un escenario tan reducido  como esos decorados que hacen pasar por una siniestra fabrica de máscaras y por la que deambula una pareja de investigadores improvisados, perseguidos por un ejército de robots trajeados, un empresario malvado, ceremonias paganas e incluso un trozo de Stonenghe. Porque fuera de cámara nada es imposible y robar un pedrusco de varias toneladas, tampoco. 



La mezcla acaba resultando bastante caótica, y además de no contar con el favor de un público que esperaba reencontrar a Myers, la cantidad de elementos dispares hacen que se convierta en algo muy pulp que o se ama por su forma de ser, o se odia por ilógico. 

Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes, y el que ha hecho que con el tiempo se la recordara, es su aproximación a la trama de Halloween; esta, vista no como la fiesta actual, sino como la festividad que la originó y la necesidad de los rituales para mantener un orden que puede, o no, ser cierto.  Es aquí  donde el personaje de Conal Cochran se convierte, pese a su aparición anecdótica en la serie, en un villano con un interesante trasfondo debido a su amoralidad y su objetivo final: no actúa por sadismo, sino por sus creencias, que antepone a cualquier código ético, y que acepta su relativa derrota con ironía (o porque quizá se había pensado un regreso para el personaje). 




Con el tiempo, Halloween 3 ha ido ganándose el favor de un público que comenzó a ver los aspectos positivos de una película que se atrevió dentro de una franquicia que se aferraría a lo derivativo, a ofrecer sin ningún complejo un argumento  más arriesgado  y que mezcla sin complejo todo tipo de elementos dispares, sin que le tiemble el puso a la hora de ofrecer un desenlace poco esperanzador. Y del que, por una vez, hace pensar que sería interesante  lo que se podría ver de optar para un reboot más pulido. 

viernes, 12 de noviembre de 2021

Halloween Kills (2021). El (eterno) retorno de Michael Myers



Desde que el 31 de octubre de 1978 un peligroso maniaco aterrorizase a los habitantes de Haddonfield y dejara varias víctimas a su paso, la figura del asesino enmascarado, imparable y sin motivo aparente se ha hecho un hueco en el cine. En el que, su primera aparición, el implacable y silencioso Michael Myers, también ha tenido varios regresos. Tantos, que ha resultado imposible seguir creyendo que un ser humano fuese capaz de reaparecer tantas veces tras ser apuñalado, tiroteado y churruscado. Un progresivo fallo de credibilidad que fue eliminado en 2018 cuando se estrenaba una secuela que optaba por borrar de la continuidad (por llamarlo de algún modo) las anteriores y retomar lo sucedido 40 años después, con un pueblo todavía marcado por la tragedia y una superviviente principal, Laurie Strode, que arrastraría lo sucedido durante toda su vida.




Pero es difícil mantener quieto por mucho tiempo a un asesino mitificado, porque tres años después se estrena la secuela de esta secuela. Halloween Kills continúa inmediatamente después de lo sucedido a los Strode en 2018, un poco antes de una nueva noche de Halloween donde algunos supervivientes recuerdan entre escalofríos lo que vivieron hace décadas y mientras Laurie, su hija y su nieta, conducidas al hospital, descubren que una vez más Michael ha escapado. Salvo que esta vez los que  huyeron de él por muy poco están dispuestos a cobrarse venganza. Y un solo hombre, por peligroso que sea, no puede hacer mucho contra una turba enfurecida. O si. Porque, ¿qué se puede hacer frente al auténtico hombre del saco?


La continuidad entre ambas películas es casi inmediata, de forma similar a lo que se llevó a cabo en Insidious y de manera que podría tomarse como una sesión doble. Salvo que si bien su primera parte se plantea como una actualización realista de la figura del asesino, insistiendo en las secuelas psicológicas que arrastra su personaje principal, esta es mucho más referencial y con un intento de tener una mayor carga metafórica. Los primeros minutos dan paso a un flashback de lo sucedido hace 40 años,  que viene adelantado por unos títulos de crédito idénticos a los originales, y donde se dan a conocer los personajes que tendrán un papel coprotagonista: policías, niños que se salvaron por poco e incluso quienes solo conocieron los hechos años después, y que hace que estos cuenten con un trasfondo, intentando que la historia tenga un carácter más coral: no es solo la de la final girl, sino la de todos aquellos (incluso el pueblo en conjunto) que vieron sus vidas afectadas…y que pese a sus intenciones, a Michael no le duran ni un asalto.


Porque, aunque el guion intente salirse del slasher habitual y desarrollar algo más ambicioso, como el efecto de las olas de pánico en un grupo de gente, la actuación de la masa buscando un culpable e incluso las referencias a las patrullas de vigilancia vecinal, este trabajo acaba sirviendo para poner cara, nombre y dar empatía  a unos personajes que mueren muy rápido ante un Michael Myers cada vez más invencible, al que es imposible superar en fuerza, velocidad ni número, y al que de forma definitiva convierten en la personificación del hombre del saco, dando una explicación casi sobrenatural sobre su naturaleza e invencibilidad adquiridas de la noche a la mañana. Pero que acaba chocando con el intento de la entrega anterior de normalizar la saga devolviendo a l asesino su condición de ser humano, no de criatura capaz  de regresar una y otra vez. Y que en todo caso, parece una explicación un poco traída por los pelos para justificar que este pueda levantarse y acabar con la docena de personas que hace un momento le estaban dando la paliza de su vida.

Halloween Kills, intentando separarse de lo derivativo de la franquicia, se arriesga a caer en ella de nuevo, convirtiendo a su antagonista en una figura imparable y dispuesta a aparecer una y otra vez. Tiene a su favor al menos el contar con Jamie Lee Curtis una vez más para retomar el personaje que la dio a conocer en 1978, y que Blumhouse sea mucho más eficiente a la hora de hacer películas de terror efectivas o que no caigan en la desgana absoluta. Y sobre todo, el intento de dar a la figura de Michael Myers un enfoque más global, como algo que marca a toda una comunidad y no como un mounstro aislado que persigue a la heroína repetidamente sin más consecuencias. Que, teniendo en cuenta el desenlace, es probable que si las haya, y que todavía haya algo más que  contar sobre esa noche de Halloween de 2018. Aunque, como hicieron en su día con Halloween 3, y dado el guiño que hacen a esta en un momento dado, me gustaría que esta se olvidara por un momento de Michael y volviera a contar que es lo que estaría pasando con las máscaras de Silver Shamrock.


jueves, 14 de noviembre de 2019

Are you Afraid of the Dark? (2019). Reviviendo el Club de Medianoche

Una de mis series preferidas durante los noventa era, como no, de terror. Entonces, una producción de esa temática destinada al público juvenil, en una cadena tan minoritaria como podían serlo las escasas franjas horarias de emisión libre de Canal + era todavía menos conocida y muy difícil que alguien coincidiera conmigo como espectador. Lo que no sabía es que se trataba de una de las más populares de Nickelodeon y que, aprovechando la ola nostálgica de los noventa (¿¡Cómo!? ¡Pero si ayer por la tarde estábamos echando de menos los cardados y las hombreras!) ha tenido su remake emitido, convenientemente, durante las últimas semanas de octubre.



El Club de Medianoche era el título, muy libre de “¿Tienes miedo a la oscuridad?”, una serie antológica donde un grupo de chicos de no más de 14 años se reunían cada noche para contar historias de terror. Estos solo actuaban como narradores y enlace con el público para unos relatos caracterizados, como era habitual entonces, por unos efectos especiales muy escasos, un presupuesto limitado, y unos giros finales que, aunque eran marca de la casa, a menudo me parecían mejor traídos que los de los libros y serie de R. L. Stine. Casi treinta años después, un grupo de chicos continúa con la tradición, a la que se les une como nuevo miembro Rachel, una chica recién llegada a la ciudad y con una gran capacidad para fabular historias aterradoras. Como la que narra en su entrada al club, sobre una siniestra feria ambulante que recorre las ciudades llevándose a los niños y haciendo que todos olviden su paso por el lugar. Salvo que, unos días después, ese mismo festival hace su aparición en la localidad, y Rachel teme que las pesadillas que inspiran sus dibujos y relatos puedan tener una base real, y que solo ella, y quizá sus amigos, puedan detenerlas.




Aunque el formato anterior funcionaba perfectamente, y más tratándose de una serie (hace unas semanas Creepshow lo demostró, sin más enlace que el muñecote que unía los dos guiones de cada episodio) para la nueva versión han optado por convertir a los protagonistas en los verdaderos héroes de la historia: en la serie original, estos, pese a su papel de narradores, eran bastante queridos por el público, y si contaban con unos personajes con el suficiente carisma, la idea podría funcionar. El cambio no es algo nuevo y se utilizó previamente en la adaptación cinematográfica de Historias de miedo para contar en la oscuridad, aunque es en esta miniserie donde parece haber funcionado mucho mejor. Limitándose a un único arco argumental, se sirven para contar la misma historia dos veces: el relato original, que sería un homenaje a los capítulos de la primera serie, es en realidad muy simple, pero también presentado de forma muy ingeniosa como la historia de terror que podría haber ideado alguien muy joven. Y a partir de esta se desarrolla la trama principal que también es todo un homenaje a los estereotipos de muchas series de la época: las bicicletas, el club secreto y con un acceso nocturno que, a todas luces, sería imposible que cualquier crio pudiera acceder, el tópico de los carnavales siniestros y un grupo de chicos dispuestos a detener una amenaza sobrenatural que solo ellos han descubierto. Los nombres de estos, donde se encuentran apellidos como Carpenter, Coscarelli o Raimi, son también un guiño a los espectadores adultos que crecieron con la serie y que serían después aficionados al cine de terror.



Pese a todos estos factores que apelan al pasado, está pensada para ser disfrutada por el público que la conocía y los espectadores nuevos, sin que resulte un paseo continuo por la nostalgia (lo siento pero ¡Stranger Things siempre me pareció un catálogo de tópicos idealizados de los ochenta!) y los clichés habituales, que en muchos casos evitan con agilidad: se evitan las tramas sobre matones de instituto, despachándose con poco más de un guiño, los protagonistas cuentan con unos entornos más variados que los habituales de “marginados”  y aunque algunas de sus aficiones parezcan un poco pensadas para ser reconocidas por los espectadores más mayores, tales como las referencias a ciertos grupos de los ochenta y a escritores clásicos, resultarían perfectamente posibles para cualquier chico con hobbies un poco distintos y en un momento donde es mucho más sencillo acceder a toda esa información.

El regreso de Are you Afraid of the Dark, además de una miniserie divertida y que funciona para su público anterior y las generaciones nuevas, parece, con su brevedad, un tanteo sobre sus posibilidades de volver a la pantalla, aunque solo fuera como evento durante las semanas previas a Halloween. Visto el resultado, no estaría mal una siguiente entrega en el 2.020. Y ya puestos, quizás un regreso de Eerie Indiana, serie que en su momento nunca pude ver: poco después de los créditos de El Club de Medianoche, la llegada de unas rayitas grises y un susurro anunciaban que la programación en abierto se había terminado.



jueves, 7 de noviembre de 2019

Creepshow (2019). Viñetas desde la cripta

Las películas antológicas siempre han mantenido un hueco en el cine de terror, sin terminar de desaparecer nunca, e incluso contando con un par de producciones bastante conocidas ya a principios de 2010. Desde la época de este formato explotado por la Amicus hasta las entregas de V/H/S después del 2010, siempre ha habido alguna colección de guiones cortos, que no darían para un largometraje pero sí encontraban su sitio como segmento de una película. Y, entre las cuales, seguramente la más recordada sea la versión no oficial, en forma de homenaje, a los comics de terror de la EC, que George Romero dirigió a principios de los 80.


Desde aquella primera entrega de Creepshow (junto a una secuela en la misma década y otra en la del 2000 que ni sabía que existía y de la que todos echan pestes), tendrían que pasar más de 35 años para poder tener una continuidad. Salvo que esta vez, el formato elegido era la televisión, lo que daba para poder ofrecer más historias cortas y centrarse muchísimo más en el estilo del comic: en cada capítulo, el guardián de la cripta, por llamarlo así, hace su aparición y da lugar a los dos relatos que componen cada episodio, sin ninguna conexión entre sí y, como pretendían, de una forma muy parecida a la de los comics de terror a los que emulan. 


Esta nueva versión se caracteriza por dos cosas, que la hacen muy reconocible: la primera, es el uso de los efectos especiales artesanos, en los que el que se noten los efectos visuales, los juegos de luces, la mecánica, los maquillajes, y sobre todo, las marionetas monstruosas, parece ser un factor muy importante. Aquí no es importante el despliegue de medios ni lo realista, sino que todo tenga un aspecto más irreal y clásico: a fin de cuentas, el espectador es muy consciente que está viendo una historia de terror y el realismo no es tan importante como el que los monstruos le recuerden, quizá, a alguna imagen de televisión o de comic medio olvidada de su infancia. El trabajo de Tom Savini, en este caso, se combina en los guiones que dependerían más de los efectos monstruosos con iluminaciones muy irreales, donde a menudo se busca que las figuras queden en sombra. Destaca, sobre todo, la figura del Guardián de la cripta (creo que todos debemos referirnos a él de esa forma), un diseño caricacturesco, mucho menos expresivo que la marioneta que presentaba los segmentos de Cuentos de la cripta en la serie de los 90, pero que recuerda mucho más a su homónimo de comic.


La segunda sería, precisamente, el comic: una parte de la serie se combina con el formato de imagen, y a menudo las secuencias intermedias se sustituyen con páginas, viñetas y cuadros de diálogo. Incluso con la animación, de una manera muy similar a la que lo hicieron en la primera Creepshow, aunque el resulta ha sido bastante flojo: seguramente intenten recordar directamente a las secuencias animadas de la película, donde el detalle del dibujo y el movimiento no destacaba por lo elaborado. Aquí, en cambio, la línea, más que a los dibujos originales, acaba pareciéndose demasiado a las animaciones flash de principios del 2.000.


Como en toda antología, la calidad de los guiones varía de un episodio a otro. En este caso, todos se caracterizan por ser relatos breves, muy deudores del terror clásico con mutaciones inesperadas, venganzas sobrenaturales, hombres lobo e incluso algún que otro relato moral sobre los peligros de la ambición. Casi todos, basados en relatos de autores con nombres conocidos desde los ochenta: Stephen King, David J. Schow, John Skipp (estos sonarán mucho de las antologías de relatos más sangrientas de la década) e incluso Joe Hill, con el episodio que, muy en su estilo, sea el menos pensado para producir miedo. Algunas muy buenas, otras clásicas, alguna que otra tirando a normalita, un par de giros a los tópicos del género e incluso alguna historia realmente original con muy pocos medios, como la que cierra el primer episodio. Y es que, historias de casas encantadas hay muchas. De casas de muñecas siniestras, alguna que otra. Ahora, el mezclar ambas todavía da para alguna sorpresa.

Creepshow ha sido una vuelta más que digna de una producción muy querida por el público, donde han aprovechado muy bien la nostalgia e incluso las fechas de estreno. Después de todo, ¿qué otra cosa sería mejor para haber estrenado durante el mes de octubre que una miniserie con seis historias de terror?

jueves, 8 de noviembre de 2018

Channel Zero: Dream Door (2018). Cuidado con lo que visualizas porque puede cumplirse


No es raro empezar y terminar un año con dos temporadas de una misma serie, teniendo en cuenta la distribución de los episodios y planes de emisión. Pero sí es una novedad el que estas se emitan de forma completa en ese mismo año. Raro, sí, pero no tan difícil de llevar a cabo cuando cada temporada no sobrepasa los seis episodios. En todo caso, no podría estar más contenta después de disfrutar con frecuencia bimestral de una de mis series de terror favoritas..Y encima esta vez, en una sola semana al hacer coincidir la emisión con el 31 de octubre.



La puerta del sueño adapta, como es norma de la antología, un creepypasta de forma muy libre del que toma determinados elementos para construir una historia. En este caso, es la aparición de una puerta en el sótano de una casa, el punto de partida para que una pareja de recién casados descubra aspectos muy inquietantes de su pasado y que afectan a la confianza y convivencia entre estos. Tom y Jillian comienzan su matrimonio como una pareja que empezó a formarse como amigos de la infancia. Pero el trauma no superado del abandono del padre, y la posible existencia de un hijo de una relación anterior, parecen tener un vínculo con una puerta aparecida de ningún lugar en el sótano de la casa, y la presencia de un personaje de aspecto siniestro, al que Jillian identifica como un amigo imaginario de sus primeros años, capaz de asesinar a todo aquel que suponga una amenaza para ella. Un vínculo que también podría estar relacionado con el estado de ánimo de Jillian, y su capacidad de manifestar sus temores de forma física, aunque quizá ella no sea la única con ese don.



En general, esta temporada ha estado a la altura de las anteriores. La calidad de los guiones ha ido en aumento desde la primera temporada, y si bien con cuatro es posible elegir ya la historia que más le guste al público en comparación con las otras (en mi caso, Butcher´s Block ha sido la mejor con diferencia), han seguido manteniendo un nivel estable y desarollado una estética y lenguaje propio que es fácil identificar: Channel Zero se ha hecho especialista en hacer virguerias con cuatro perras, y en aprovechar el aspecto siniestro que puede proporcionar un personaje con un maquillaje pobre, o una calle anormalmente desierta. Porque, después de cuatro entregas, también es fácil fijarse en unos exteriores vacíos de figurantes y que siempre explican de una manera entre peregrina y coherente: al área rural de Candle Cove, la dimensión fantasma de No End House y al barrio en decadencia de Butcher´s Blockd se le une ahora un vecindario recién construido, abandonado en parte y a cuyas viviendas unifamiliares vacías es fácil encontrarle una explicación al otro lado del charco en la crisis imobiliaria que todavía pasa factura.



A una atmósfera un tanto irreal (o de no tener un chavo para exteriores, depende de como queramos verlo), se le une el personaje principal de estos episodios: una criatura irreal, identificada por la protagonista como el payaso contorsionista que inventó en su infancia y que se mueve de una manera pesadillesca en el escenario constituyendo un monstruo en toda regla, o siendo capaz de cambiar por completo de registro en uno de esos giros argumentales que también son habituales en la serie. Y donde no falta tampoco un punto sangriento que ya empezaba a asomar en la temporada anterior: sin llegar al exceso, los asesinatos son un tanto truculentos donde no faltan aquellas agresiones que pueden resultar más grimosas...y en este caso, no van a faltar unos cuantos destornilladores, cuchillos mecánicos y algunas tripas de más, aunque estas sigan conservando un aspecto plasticoso un poco raro, y que las aleja de una visión más realista.



Esta vez, el número de episodios sí ha estado ajustado a lo que querían contar y a los personajes que querían desarrollar. Estos han sido suficientes para presentar a unos protagonistas y resolver, sin atropellos, tanto la trama más realista, despachándola cuanto antes, como la sobrenatural, a la que le dedican más tiempo pero que quizá acaba chocando demasiado con el enfoque realista que le intentan dar al principio, en forma de una pareja de policías que, además de no enterarse de mucho y desaparecer pronto, parecen dedicados a poner cara de sospecha a todo el mundo. Bastante mejor suerte corren los personajes principales, donde aciertan a la hora de definir sus características y cómo estas acaban afectando a la trama.

Dream Door es una entrega más de una serie que, entre su brevedad, lo sencillo de su aproximación al fantástico, y quizá poca ambición a la hora de contar una historia, ha acabado por hacerse un hueco cada vez que se estrena. Lo del creepypasta en el que se base cada vez, solo es un aspecto más.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Tales of Halloween. Una película y diez guiones.


He llegado un poco tarde a la película estrella de Halloween este año, cuando esta llevaba días disponible ofreciendo calabazas y banda sonora siniestra. Y un cameo de la voz de Adrienne Barbeau como locutora de radio e hilo conductor de las historias que componen la película, que además es toda una referencia a su papel en La niebla de Carpenter. En realidad unos cuantos días de diferencia respecto a la fecha propia no son gran cosa, teniendo en cuenta que gran parte de lo que veo semana si y semana también es cine de terror.

 
 
Tales of Halloween recoge, a través de diez episodios, lo que sucede en un pueblo durante la víspera de Todos los Santos. Los cuentos locales para asustar a los niños se vuelven reales. El diablo puede ocultarse en cualquier lugar, incluso en un vecindario, y ser todo un capullo. Las almas en pena regresan para vengarse contra los vivos e incluso la decoración típica puede volverse el escenario de una guerra entre vecinos o ser algo más peligroso que una calabaza decorada.
 
 

La película no pretende ser terror al uso, sino ofrecer una visión muy amplia, tirando a gamberra, de la noche de Halloween. Tan variada como los diez directores y guionistas que participan. El humor negro, y a veces situaciones con mucha sal gruesa son las que tienen mayor presencia, junto a otras que son una aproximación a los relatos de fantasmas breves o a las leyendas urbanas. Los títulos de crédito animados, como si fueran un libro desplegable, son de esas secuencias que por sí solas se ganan media película, además de constituir una introducción mientras la voz de la locutora va anunciando todo lo que puede esperarse. Quien, curiosamente, es de esos casos en los que su papel se limita al de hilo conductor y no protagoniza ninguna historia al uso.
 
En realidad el interés de la película se queda más bien en sus créditos, la música pegadiza  y en un total de tres historias. Tres de diez, nada menos. Lo que hace que el resultado sea irregular tirando a flojo. La opinión general era que la antología pretendía ser algo más bien alocado, primando el shock, la narrativa muy rápida y el humor bestia en lugar de lo clásico. Pero esto se lleva a cabo de forma muy poco cuidada.
 
 
Están ustedes entrando en Referencialandia. Abandonad toda esperanza quienes traspasen estas puertas

El primer relato se queda en un simple "la leyenda urbana resulta ser cierta y...chanchanchan!! ¡¡Todos son asesinados!!". El primer intento de humor negro se queda en algo bastante flojo y cuyo mayor guiño es un cameo de Adrianne Curry, por el apellido sobre todo, vestida de Lilly, el personaje principal de Legend. Y las venganzas sobrenaturales dependen demasiado del shock final como para ser historias más complejas. Hay que esperar hasta la quinta parte, mucho más clásica, para que la antología mejore, y donde demuestran que siete minutos de guión no impiden el poder crear atmósfera, un susto bien llevado e incluso contar con una protagonista todo lo bien caracterizada que permite el tiempo. Este nivel se mantiene por suerte en las dos últimas secuencias, donde, tanto el humor negro y la justicia poética en forma de castigo para dos secuestradores en prácticas, como las referencias al cine de monstruo y a los tópicos de Halloween, en el segmento de Neil Marshall, dan un cierre bastante digno. Aunque entre medias haya que pasar inventos que pretenden ser modernos y se quedan en el sinsentido o la copia.



Los mayores problemas , además de unos guiones muy apresurados en su mayoría, es un reparto de actores jóvenes que en su mayor parte no pasan de figurones que recitan sus líneas. Hay que esperar al cameo de Lyn Shaye, la médium de Insidious, para que el invel mejore y se pierda el aspecto de cutrez que se mantuvo los primeros cuarenta minutos. Igual esas interpretaciones acartonadas son intencionadas y una parodia de los defectos del cine de terror, pero no termino de pillarlo y además, demuestra que el segundo problema es precisamente, el exceso de referencias. En un film antológico, un guiño siempre se agradece, pero aquí se convierte en la norma: bien las interpretaciones forzadas, o bien por copiar abiertamente secuencias de películas y estereotipos muy conocidos, el humor que estos pretendían ofrecer se queda en nada. Pero al menos, se puede ir haciendo recuento de las películas y escenas reconocibles. O pensar que en los ochenta se hacían cosas mejores, según se tenga el día.

De Tales of Halloween había oído que "es un desbarre", "es muy de broma" o "tiene su gracia". Todas bastante acertadas porque, menos alguna excepción, todo pretende ser muy cómico, o muy bestia. No termina de funcionar esta idea, y la cosa se queda en algo muy irregular. Aunque han sabido aprovechar lo poco que tenían a su favor para que el resultado fuera algo más llevadero: dos de las tres mejores historias se quedan para el final, tras el que se recurre de nuevo a la animación de los créditos recordando la temática festiva de la cinta. Una forma bastante hábil de salvarla, aunque si la idea es verla pensando que es una nueva Trick ´r Treat, es preferible ahorrarse la hora y media.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Last Shift (2015). Los fantasmas de la comisaría.


Hay muchas películas sobre casas encantadas. También hay hoteles, hospitales embrujados (si son psiquiátricos, mejor), e incluso barcos malditos. Pero otros edificios administrativos no tienen tanto tirón sobrenatural, salvo en los reportajes de Milenio 3 sobre ayuntamientos y delegaciones con poltergeist. Por eso un lugar tan ligado al cine de acción, como podría serlo una comisaría, parecía el menos indicado para rodar una de fantasmas. A menos que se pudiera recurrir al escenario y el momento adecuado.

 


Last Shift es el último turno que una policía novata debe cubrir en una comisaría, ya vacía, antes de que esta cierre sus puertas por última vez, después del traslado de su personal al nuevo edificio. Estas últimas horas no parecen un trabajo difícil: las llamadas de emergencia han sido desviadas al nuevo centro y Jessica, la nueva agente, solo debe esperar a la llegada del equipo que se llevará del local el material restante. Pero este tiempo será suficiente para mostrar que en esa comisaría sucedían cosas extrañas: sombras y pasos empiezan a escucharse por los pasillos, mientras el teléfono empieza a recibir llamadas de auxilio. Fenómenos que, según se rumorea, tienen que ver con la noche en la que un grupo de adoradores del diablo fue detenido y encerrado en esas mismas celdas.



La parte más atractiva del guión es el escenario mismo: uno en el que generalmente sería imposible plantear una historia de terror sobrenatural, pero que en este caso, se ha presentado de forma muy acertada. Y en el que consigue crearse tensión de manera progresiva: los primeros momentos cuentan con una explicación lógica, pero no por ello menos intrigante, como la aparición de un vagabundo al que la protagonista debe detener. Y la propia historia, o el trasfondo de esta, se presenta de una forma tan simple como que un transeúnte cualquiera pueda hablarle de esta, sin que sea necesario ofrecer demasiados datos o recurrir a la típica escena de investigaciones y papeleos porque sí. Además, estos dos detalles, a medida que avanzan, funcionan aún mejor al verse con cierta ambigüedad sobre su veracidad o no.

 


Todo el aspecto sobrenatural se ha tratado con bastante corrección: se nota que la película cuenta con pocos medios, cosa que se soluciona bien gracias a lo limitado de los escenarios y del número de actores. Y que se presenta todavía mejor al contar con una buena fotografía, de modo que el acabado es bastante profesional. Al igual que lo relativo a la parte fantástica, al menos durante un buen rato: esta se soluciona con elementos simples como enfoques, parpadeo de luces y mobiliario que se cambia de sitio. Algo que, en realidad, podría ser parte de cualquier leyenda urbana sobre edificios donde pasan cosas raras. En cambio, en cuanto se entra de lleno en lo terrorífico, funciona a medias: se nota que tienen que sacar algo físico para justificarla como película de terror, y no faltan algunas secuencias con flashbacks donde aparece la historia de los sectarios o unas cuantas apariciones de fantasmas, muy directas y bastante pensadas para meter sustos de forma inmediata. Si la primera parte es la mejor, la siguiente tiene elementos interesantes, como las llamadas gracias a las que se obtiene información, y otros más tópicos, como todo lo relativo a los flashbacks.

 


Como gran parte de las historias de fantasmas en las que cuentan con un único personaje, esta también viene marcada por el componente psicológico de la protagonista: la figura del padre, también policía, y muerto en un tiroteo, que determina tanto sus decisiones como tiene una presencia importante en la historia de lo que sucede en la comisaría. Este aporte es también uno de los más interesantes al poder plantear el guión de una forma mucho más subjetiva, donde si bien parece que los elementos sobrenaturales son ciertos, se mantienen muchas dudas acerca de lo que la protagonista vive durante su turno: según avanza la historia va quedando menos claro si su comunicación con otras personas, o los encuentros con estas, han sido ciertos o parte de una ilusión que se mantiene hasta el desenlace.

Last Shift es una de esas películas de aspecto pequeño y simple, pero muy original por su escenario y por la forma de desarrollarlo. Gracias a esto, se mantiene el interés durante todo el metraje, y va aumentando  la tensión e inquietud que se crea en los primeros minutos. No se puede decir que sea una película propia para octubre o para Halloween porque no tiene ningún elemento que la distinga sobre esto, salvo el terror como aspecto en común. Pero precisamente por su temática y lo adecuado de los sustos en la mayor parte del metraje, hace que fuera una buena opción para el 31 de octubre.

Además, esto último implica que este domingo fue 1 de noviembre. Y el Día de todos los santos en mi casa solo puede significar una cosa:

 


 Azúcar y carbohidratos. En grandes cantidades.

 

 

 

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