Si me despisto un poco más, hago un mes sin subir una sola
entrada sobre libros. Todavía tengo alguno por terminar, y más ahora que he
vuelto a pillarle la afición a los comics, pero estos son los más recientes.
Como pasa muchas veces, cualquier elemento común entre ellos es pura
coincidencia.
Hitchcock. Hablemos con el diablo. Lo de poner a Hitchcock
en la portada se debe más bien a que prestaba su nombre, y un prólogo, a una
serie de libros formada por distintas antologías de relatos de carácter
policiaco, de suspense, y con ciertas cantidades de humor negro. Más o menos,
como en aquel programa de Alfred Hitchcock presenta, y que al igual que estos
libros, se emitía sobre los años sesenta. En España tuvieron una edición a
finales de los noventa, en las que practicamente no se debieron saltar ni uno
de los libros, pero que tenían unas portadas condenadamente feas.
Es difícil escribir algo en conjunto sobre unos veinte
relatos, cuando todos son bastante variados exceptuando su temática policial.
Pero puede decirse que casi todos se caracterizan por ser muy breves, incluso
para lo que sería un cuento escrito a día de hoy, y que todos ellos juegan con
temas comunes como la resolución de crímenes, intentos de asesinatos variados,
y cómo estos terminan de la forma más inesperada posible. La calidad varía
mucho de unos a otros, y lo cierto es que es un tipo de lectura que hoy no ha
envejecido muy bien. En demasiados de ellos hay esposas hastiadas, maridos
infieles, asesinatos con motivos justos y mafiosos que se llevan su merecido de
forma inesperada. Son este tipo de clichés que en su momento llegaron a ser muy
utilizados, pero que hoy se han quedado anacrónicos, como le pasó a lo de “el
asesino es el mayordomo”.
En general, es una lectura entretenida para muy de vez en
cuando, sobre todo cuando se quieren leer piezas muy breves y que solamente se
queden en la cabeza aquellas que parezcan un poco más interesantes, o que
tengan el final más sonado de todas.
Daniel Pennac. Monsieur Malaussène. Tras cuatro libros donde
Benjamin Malaussène vive todo tipo de peripecias extrañas, llega el momento en
el que pasa de ser un hermano de familia responsable, como suele definirse, a
un futuro padre. Pero el barrio de Belleville, donde vive con su familia,
siguen pasando cosas extrañas: las prostitutas han empezado a desaparecer sin
dejar rastro, el último cine puede salvarse convirtiéndose en filmoteca, y la
pareja de Benjamin, Julie, es precisamente la heredera de esta labor y la
encargada de hacer que se proyecte, una única vez, una película a la que sus
autores, un matrimonio que dedicó toda su vida a esta filmación, la llaman
“Película Única”.
Al igual que los otros tres, el libro está muy marcado por
una trama de carácter policiaco que se mezcla con las situaciones más absurdas.
Después de haber leído sobre atentados en un centro comercial, asesinatos de
policías o de directores de prisión en los tres anteriores, ahora le toca el
turno a unos asesinatos en serie bastante grotescos, que poco a poco acabarán
entrelazándose con la trama sobre la Película Única, el hijo de Malaussène
y…una monja embarazada sin saber cómo (sí, así tal cual sale).
Además de ser el más extenso de la serie, también resulta
ser uno de los más flojos. Los anteriores conseguían mantener, en mayor o menor
medida, ese equilibrio entre lo policiaco y el absurdo más evidente. Aquí es
como si al autor se le fuera la mano y no fuera capaz de parar en ningún
momento: no para de presentar situaciones a cada cual más absurdas, personajes raros,
y de contar la vida de todos los personajes que se le ponen a tiro. Vamos, que
llega un punto en el que planta en las páginas la biografía de no una, sino
tres generaciones de una misma familia. Lo que en otros casos se convertía en
una forma muy curiosa de digresión, y que rompía el ritmo para bien, aquí se
vuelve más un lastre, y en cualquier momento temía que el capítulo siguiente
consistiera en la vida de cualquier secundario que hubiera salido por ahí. En
cuanto a las situaciones extrañas, que son algo habitual en la saga, poco debe
quedar en su imaginación que no hubiera salido ya en este tomo, hasta el punto
de saturar muchos capítulos con giros extraños.
A su favor cuenta con incluir un par de referencias sobre el
mismo universo de los personajes, planteándose si todo lo que se ha leído
anteriormente no es una ficción escrita por uno de ellos, que resulta bastante
efectiva y hace que toda esa acumulación de acontecimientos imposibles se hagan
un poco más llevaderos.
Lo cierto es que tras este tomo quedé un poco aturullada de
la familia Malaussène, y que Pennac se ha excedido un poco en su estilo de
narración…y que uno de los motivos por el que no voy a quedarme sin terminar la
saga es porque los dos siguientes son muchísimo más breves.