Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna
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jueves, 12 de septiembre de 2024

Borderlands (2024). El planeta salvaje

 


Todos los años hay una película poco afortunada en la taquilla. Una inversión desproporcionada en comparación a la recaudación final o con una recepción muy pobre a nivel de público y crítica. Retrasos en el estreno, cuando ese tipo de cine está en declive,  demasiada edición posterior intentado que la producción encaje en lo esperado, o más recientemente el Covid, cuyos efectos en los cines han sido más devastadores que los del vídeo que mató a la estrella de la radio, son suficientes para que una película acabe teniendo una recaudación desafortunada. El caso  de esta adaptación de un videojuego fue un poco de todo esto, más una tremenda recepción negativa que, en vista del resultado, podría considerarse ensañamiento por parte de la opinión del público.



Borderlands, en su versión cinematográfica,  narra una de las muchas historias que transcurren en Pandora, un planeta más allá del sistema solar en el que se conserva tecnología de una civilización alienígena, desaparecida hace mucho y cuyo uso es tan incomprensible como lleno  de posibilidades para las grandes corporaciones. Que, habiéndose instalado en el planeta, lo han convertido en una suerte de colonia empresarial sin ley donde los delincuentes, mercenarios y quienes se atreven a adentrarse en las cámaras perdidas donde se conserva  tecnología eridiana, pueden hacer fortuna. Lilith, en cambio, ha decidido ganarse la vida como cazarrecompensas, considerando las cámaras y su búsqueda  como una quimera que se ha llevado demasiadas vidas. Pero cuando el dirigente de la corporación Atlas  le encomienda recuperar a su hija  tina, secuestrada por un antiguo miembro de su ejército privado, sus paso s la llevaran  junto a Tina,  el gigante Krieg, la doctora Tannis y el robot  Claptrap a una de las cámaras que Pandora oculta y para la que   Tina parece tener la llave de acceso.



La película está basa en  una serie de videojuegos, lanzada ya en 2009, “de los de pegar tiros”. El punto de partida de estos, una peculiar mezcla de ciencia ficción, western, Cyberpunk,  retrofuturismo, Mad Max y mucho humor (el que el estudio sea australiano debería llevarnos a plantear que les pasa en el continente con el apocalipsis y el salvajismo), ofrecía el material necesario para una producción,  e incluso una franquicia de éxito:  aún rodadas con posterioridad, las series que adaptaban  The  Last of Us y Fallout  son prueba que un buen  guion  procedente de un videojuego puede tener  su público en otros medios.




No fue el caso de esta adaptación dirigida por Eli Roth: desde los primeros casting  en 2020,  fue filmada en 2021 durante la pandemia, el guion  sufrió  varias reescrituras, añadidos y el rodaje de metraje posterior. Unos cambios que no solo supondrían un importante retraso a la hora de su estreno sino que se notan en el resultado final.

Pese a contar con un reparto como Cate Blanchett y Jamie Lee Curtis,  la voz de Jack Black e incluso  separarse un poco de los personajes que adaptan haciendo que estos sean significativamente  mayores  que sus contrapartidas del videojuego (una aportación que, en un entorno donde la norma suele ser protagonistas no ya menores de 30, sino de 20, nuestras canas agradecen) el guion parece  adolecer, precisamente, de ese grupo de héroes que la historia necesitaba. Con noventa minutos de duración, estos se limitan a ser una sucesión  de secuencias narrativas que el espectador conoce ya de historias anteriores (presentación, formación del grupo, dudas, revelación final del héroe, y victoria), unidas por unas escenas de acción y escenarios, que para ser justos, son realmente dinámico sy bien conseguidos. Tanto estos, como figurantes y el aspecto técnico en general, no es de los problemas de la película. El problema es en cambio, el desarrollo como mera fórmula, sin que los héroes ni el trasfondo más allá de una somera descripción, tengan el tiempo necesario para que estos sean desarrollados o que se establezcan las relaciones entre ellos. Es una de esos pocos casos en  que al menos diez o veinte minutos extra  hubiera venido bien para poder  dar a esos personajes y al mundo  en que se mueven la vida que les falta, y que así dejaran de ser un listado de tópicos cinematográficos que deban cumplirse.


 
El resultado, aunque poco satisfactorio, no es  ni de lejos el desastre absoluto que anunciaban las malas críticas.  Si se queda en un remedo de Guardianes de la Galaxia, como se le achaca, es porque  esta  no ha tenido desarrollo mas allá de su premisa..¿y qué película de comedia y aventuras actual no recurre a los temas de Guardianes? Con un poco más de cuidado, esta adaptación podría haber conseguido unos personajes con una simpatía y desarrollo similar a la de  Honor  entre  ladrones, con la que  guarda también ciertas similitudes a la hora de  elegir, o más bien,  evitar temas como el interés romántico forzado, o  optar por crear una especie de familia elegida entre los personajes basándose en sus lazos de amistad.

A esto debe añadírsele el problema de intentar adaptar un escenario tan amplio y variado como el de Borderlands. No conozco demasiado de este (solo he jugado  a las aventuras que sacó Telltale),  pero sí lo suficiente como para encontrar alguna incongruencia y sobre todo, ver que como adaptación  es un poco timorata a la hora de trasladar a la pantalla el humor salvaje del videojuego.

La impresión que da, una vez  transcurrido  ese metraje un tanto  breve para las producciones de fantasía actuales, e la de una película fallida. La falta de  la dedicación necesaria para que esos personajes  parezcan creaciones vivas y no  una excusa para un guion formulaico  con acción y explosiones. Pero ni de lejos merece el aluvión de críticas que a esta le cayeron desde su estreno: no es tan mala como parece haberse afirmado de forma  categórica, y  el aspecto técnico y visual , así como unas actores que hacen lo que pueden con tan poco material, es de los aspectos más destacables de una cinta que, siendo consciente de los problemas por los que ha pasado, todavía es posible  disfrutar sin complicarse mucho.

Y al menos, apoyar la idea lo suficiente como para que el mundo de  Pandora  pueda volver a la pantalla, quizá en forma de serie con el detalle que Borderlands merece.

jueves, 24 de agosto de 2023

Oz, un mundo fantástico (1985). Totó, me parece que ya no estamos en un musical de los años cuarenta

 


Si a Disney se le achaca entre otras cosas, la producción continuada de live actions  con la excusa de no perder los derechos de sus obras, es curioso que en una de sus épocas más extrañas (pero de las mejores  para los que nos gustaba ese tono oscuro), aprovechaba una obra ya libre de derechos para saltar por encima de una película tan conocida como El mago de Oz de 1939. Con la intención, en principio, de ser la continuación de las aventuras de Dorothy Gale una vez derrotada la malvada Bruja del Este, el resultado quedaba muy lejos de aquel musical  que aparentemente continuaba y del favor del público, pero se convertiría en una de esas  rarezas que la compañía estrenó  durante una década que podría considerarse la menos "disney". 


Han pasado meses desde que un tornado destruyera la granja en la que Dorothy y Totó  vivía con sus tíos Em y Henry. La construcción de la nueva casa apenas avanza, Dorothy   casi no duerme y tía Em, preocupada por la salud de una niña que continua hablando de un lugar imaginario llamado Oz, decide llevarla a un centro médico conocido por e uso de una moderna terapia basada en la electricidad. Una tormenta interrumpe el tratamiento y aprovechando el desconcierto de los empleados del hospital, es salvada por una niña que deambula por los pasillos del centro. Su fuga la llevará una vez más a acabar en medio de las fuerzas de la naturaleza: esta vez, arrastrada por una riada que la devuelve a Oz, donde apenas queda nada del país que recorrió junto a sus amigos. El camino de baldosas amarillas ha sido destruido, los habitantes del palacio esmeralda convertidos en piedra, el espantapájaros ha desaparecido y unos extraños seres montados en ruedas se mueven entre las ruinas cumpliendo las ordenes de la princesa Mombi, ahora al mando del palacio desde que el rey Nome atacara la ciudad, Sin sus amigos para ayudarla, Dorothy tampoco estará sola esta vez: Tik Tok, el guardia mecánico, Jack la calabaza parlante, un Gump, o al menos, la cabeza disecada de este, reanimada magicamente y Billina, una de las gallinas de la granja, dotada de la capacidad de hablar, la acompañarán  en búsqueda del espantapájaros y de una forma de salvar Oz. 



La película adapta  libremente las siguientes libros de la serie de L. Frank Baum, de los que toma varios elementos (no se hasta que punto de literal, solo leí el primer libro íntegro, y las continuaciones en la versión adaptada de Cuenta Cuentos de Salvat), destaca especialmente por un tono bastante más siniestro que  su predecesora o oficial y en el que el mundo real resulta desolador: en este, la actitud de Dorothy, ojerosa y recordando Oz, es más parecido a alguien con estrés post traumático tras perder su casa que el de la aventura que vivió la encarnación de Judy Garland. Sin recurrir al juego entre blanco y negro y color, los paisajes de Kansas resultan mucho más apagados, ayudados por las secuencias  de páramos abiertos, de lo que serán los escenarios de Oz, aún que estos queden lejos de su brillo anterior. Y sobre todo, los pasillos de un hospital de principios de siglo, donde si bien la orientación  para todos los públicos hace que Dorothy  se salve por muy poco de una sesión de Electroshock, pero del que el público puede imaginarse la peor situación posible  que una niña podría sufrir a manos de aquella medicina moderna. Esta primera parte, que  muestra esa realidad tan poco  acogedora  de la que su protagonista desea escapar, utiliza como recurso la dualidad en el reparto: el doctor y la siniestra enfermera que aseguran poder curarla no son otros que los antagonista de Oz, una princesa con una colección de cabezas que intercambia a su antojo, y dispuesta a añadir la de la protagonista en el futuro, y un rey despiadado hecho de piedra que ansía convertirse en humano. 




El regreso a Oz tampoco va a ser una visión más acogedora. Este está más cerca de los escenarios de Dentro del laberinto que de la película de 1939. Aún salvando las  distancias con los decorados y marionetas de Henson, y que pese al presupuesto que contaba la película, esta última es superior, los personajes que acompañan a Dorothy oscilan entre lo entrañable y lo siniestro, y si bien un guardia de latón a cuerda, o un  espantapájaros con una calabaza por cabeza resultan curiosos, lo es todavía más que uno de sus acompañantes sea la cabeza disecada  de un animal  al que han animado mediante una fórmula mágica. Unos personajes y decorados que se mueven en esa línea tan fina entre lo amable y lo siniestro, o que conducen directamente a secuencias que pondrían los pelos de  punta a muchos niños, como una mujer sin cabeza eligiendo una de una vitrina, los rostros  de los espías del rey Nome que se deslizan en las paredes de las montañas, o unas criatura cuyas extremidades son ruedas... y desde luego, han sido una adición mucho más inquietante que los monos alados. 




Esta cinta fue una de los desastres de la compañía, y para Fairuza Balk, en su primer papel, sin duda una lacra al ser la protagonista de esa película que "no se parecía al Mago de Oz". Esta, a quien se recordaría durante mucho tiempo por su papel en Jóvenes y brujas, desempeña una labor adecuada junto al resto de un reparto en el que hay caras reconocibles como Piper Laurie, pero en el que  la ambientación y las criaturas diseñadas para la historia acaban siendo más recordados que sus protagonistas.

Este regreso a Oz fue una de esas ocasiones en las que se cumple lo de que el tiempo pone a todos en su sitio. Considerada un fracaso, hoy se la recuerda con el mismo cariño  que a Taran y el Caldero mágico o  El dragón del lago de fuego. Y empiezo a pensar   que la época oscura de Disney fue  la de Hannah Montana y High School Musical, y no los ochenta. 




jueves, 28 de mayo de 2020

Mortal Engines (2.018). Las ciudades a medio gas




Durante varios años fue habitual tener algún estreno basada en una saga de literatura young adult (término que siempre me ha hecho mucha gracia para algo que no tenemos claro si es juvenil, post juvenil, o para los mayorcitos las tardes que nos aburrimos un poco). En concreto, en su vertiente de cienca ficción apocalíptica. A los juegos del hambre le siguió, con peor fortuna, la saga Divergente, El corredor del Laberinto y una entrega de El dador de recuerdos. Intentos que, con unos resultados más flojos de los esperado, demostraban que la fórmula de escenario distópico tirando a imposible, triángulos amorosos y un mínimo de tres entregas, se había agotado muy rápido. Sin embargo, hubo un último intento, aprovechando una serie poco conocida y de hacía casi veinte años, pero que reunía varias características para poder ser un posible éxito: una estética potencialmente vistosa, y una trama de ciencia ficción distópica que explotar en varias entregas. El resultado en realidad fue distinto al que esperaban...



Siglos después de un cataclismo de origen desconocido, la humanidad se ha adaptado a un entorno hostil mediante la construcción de gigantescas ciudades motorizadas que recorren los páramos, recogiendo y clasificando los restos de la civilización anterior y fagocitando a la población y materia prima de aquellas ciudades más pequeñas que encuentran a su paso. Londres, una de las urbes más potentes, declara la busca y captura de Hester Shaw, una peligrosa terrorista. En las fronteras de Asia, un grupo que se hace llamar la Liga Anti Tracción sobrevive, gracias a las murallas que protegen su emplazamiento, a una sociedad en constante movimiento. Y Tom, un joven historiador procedente de las clases populares de Londres, está a punto de descubrir que las noticias que circulan en la ciudad acerca de la naturaleza de la terrorista, y de las intenciones de Valentine, jefe del gremio de Historiadores y una de las personalidades más influyentes de Londres, no son del todo ciertas.



Con un nombre que resonaba tanto, aunque fuera productor, como Peter Jackson, y Hugo Weaving como uno de los personajes principales, este parecía el estreno de una franquicia prometedora, con un gran potencial estético muy deudor del steampunk y mezclado con varios lugares comunes de las distopías apocalípticas. En su premisa había distintas facciones, máquinas impresionantes recreadas con todo lujo de detalle, el atisbo de otras sociedades que seguramente se desarrollarían en las secuelas y unos cuantos guiños a lo que pudo suceder como trasfondo al punto de partida de la historia. Y por tener, hasta tenía zombies. Bueno, o al menos, uno, como ultimo miembro de una particular brigada de soldados muertos y resucitados hace muchos siglos. Y que, como muchas otras cosas, se queda a medio contar.



Sin conocer el material original, es difícil saber la calidad o fidelidad que ha tenido como adaptación. Pero sí resultó sonado el rediseño que sufre su protagonista, Hester, marcada originalmente con una cicatriz que deforma su rostro por completo y que en pantalla sufre un lifting para reconvertirla en una marca muy leve que hace que todos los comentarios acerca de su horribilidad queden un poco fuera de lugar, y que esta se convierta en uno de esos personajes “feos porque no se arreglan” del cine más comercial.

El resto, como guión, produce una sensación un tanto atropellada: entre el escenario, los distintos clanes y sociedades, y los personajes que tienen que aparecer, solo da tiempo de establecer a los tres principales, a un secundario de refilón, más por lo vistoso de su caracterización, y cuya trama podría obviarse y a unos cuantos que podrían tener su papel en las secuelas. Lo que llegan a contar de sus protagonistas, resulta trillado, después de haber visto ya varias series de este género: relaciones conflictivas que se convertirán en un romance, un posible triángulo amoroso que tampoco sale porque una vez más, no había tiempo de desarrollar más a esos personajes, y una revelación del final que no podía ser más tópica: después de 1981debería ser delito que ningún personaje de ficción le confesara su paternidad a otro de forma dramática, y a punto de matar o lanzar por un precipicio a su presunto filiado.



El resultado, a nivel técnico, es fascinante, cuidado y lo que más se disfruta de la película. Las secuencias de las ciudades gigantescas moviéndose por un páramo, los escenarios fijos, y sobre todo, el diseño de vehículos, maquinaria y vestuario hace que sea una producción visualmente bonita, que puede disfrutarse en esos términos pero no hay mucho en cuanto a trama, creatividad o personajes. Se queda en una sucesión de protagonistas estándares, con alguna que otra tara muy difícil de creer, unos orígenes enigmáticos que tienen de todo menos intriga y un desarrollo que resulta fácil predecir si se piensa en cualquier otra saga juvenil de temática parecida. El argumento de Mortal Engines prometía, así como su estética entre steampunk y postnuclear. Pero me temo que la primera aparición de Hester Shaw en una pantalla no ha dado ni para despertar el interés de cómo puede continuar en los libros, que probablemente continúen como papel impreso y no como franquicia.



jueves, 8 de febrero de 2018

Ultraviolet (2006). Also starring: los abdominales de Milla Jovovich



Si hay un tipo de película que siempre me despierta más curiosidad son aquellas que por algún motivo, fracasan estrepitosamente tras haber invertido una cantidad más que importante en su producción ¿Qué pasó entonces? ¿Por qué una de Michael Bay sigue haciendo caja como si no hubiera un mañana mientras otras se quedan en el camino? Y lo más importante, ¿Quedarán olvidadas o se acabarán convirtiendo en una cinta de culto? También es cierto que hoy no es tan sencillo encontrarlas en televisión: los canales destinados a cine reducen mucho su catálogo limitándose a menudo a las que hemos visto mil veces, y en las cadenas generales…bueno, de vez en cuando la Sexta sorprende con alguna cosilla, aunque ahora también me volví más selectiva y no tengo paciencia para ver una película con cortes publicitarios. Les queda, en cambio, el nicho de las plataformas, donde ver su cartel en una pantalla y pensar “eh, esta no la he visto” es muy similar a un videoclub.

 

Ultravioleta fue uno de esos casos: una vistosa producción del 2006, que aparentemente apostaba sobre seguro: Milla Jovovich, ataviada con un vistoso traje, realiza acrobacias en un decorado igualmente vistoso con un estilo muy parecido al de Resident Evil. El argumento que motiva la sucesión de peleas es el de un improbable futuro, en el que un virus ha infectado a su población con una enfermedad muy similar al vampirismo. Separados y exterminados, la sociedad vive aterrorizada por la nueva plaga, permitiendo la llegada de una dictadura impuesta por médicos y marcada por el miedo a las enfermedades. Violet es una de los primeros infectados, organizados ahora en una especie de resistencia que intenta sobrevivir mientras sus enemigos desarrollan un arma que puede acabar con ellos definitivamente. Aunque esta es muy distinta a la que Violet, encargada de robarla, esperaba, y puede que esta suponga no una amenaza, sino una oportunidad de curarse.


En papel suena interesante, pero en realidad esto podría resumirse en “Milla Jovovich es una supervampiro del futuro que combate médicos y soldados vestidos de ninja en un decorado digital”, y sería más adecuado a lo endeble de la historia. Esta es apenas un esquema para justificar una estética que intenta ser lo más vistosa posible, y que carece de algo que para una producción fantástica es muy importante: la lógica interna. La premisa puede ser todo lo absurda que quiera, mientras mantenga cierta coherencia o credibilidad dentro de su escenario…que aquí falta. Se habla de una enfermedad, similar al vampirismo, cuyos efectos, salvo los personajes que dicen estar infectados, no se notan. Es más, la enfermedad de marras parece dotarlos de una salud más que razonable y unos superpoderes bastante efectivos, y en ningún momento dan la impresión de desesperación que le correspondería a un grupo perseguido y acorralado. Los antagonistas parecen haber gastado más en decoración minimalista que en motivaciones, limitándose a ser los malos y a ofrecer un giro inesperado, y tan sacado de la manga como el resto del argumento de cara a ofrecer un desenlace vistoso.
 
 
En realidad, el objetivo de la película parecía ser el parecerse lo máximo posible a un cómic. Y los créditos son toda una declaración de intenciones al respecto: son una de las partes mejor montadas de la cinta, donde se ilustran a base de portadas imaginarias sobre el personaje en distintos estilos, desde el clásico de superhéroes hasta el más moderno, pasando por la ciencia ficción clásica. Estos también sirven para ir reconociendo a su protagonista, que, como personaje de comic, se caracteriza por un aspecto muy concreto. En este caso, flequillo, gafas tintadas y un jersey de cuello alto con la tripa al aire a partir del cual se construirán las distintas variaciones durante el resto del metraje. Su pelo y su vestuario cambia, sin motivo concreto, del negro al violeta, del blanco al rojo, sin más objetivo que el de ofrecer contraste con un escenario y con unos enemigos que también son derrotados de una forma muy particular: tras una escena de lucha muy vistosa y un giro de espada, se caen de maduros sin el mayor asomo de sangre ni violencia.
 
 
La idea resulta muy teatral y efectiva, y esta estética, con sus juegos de colores, su tecnología imposible explicada de golpe y porrazo para justificar alguna toma vistosa, y su diseño estrafalario, acaban convirtiéndose en lo más interesante de una película a la que le falta algo importante: un armazón que sujete de forma efectiva los excesos visuales. Querían hacer algo parecido a un cómic, pero olvidaron que uno, o al menos, uno bueno, es algo más que viñetas vistosas y una heroína pensada para el público masculino.
Otras películas con premisas igual de extrañas, como Bunraku o Snowpiercer, con sus aciertos y fallos, consiguieron “ser un comic”. Ultraviolet, con sus coreografías y un final un tanto abierto y un monólogo donde la heroína jura luchar contra los malvados del mundo (en una posible secuela), se quedó a mitad de camino. Sorprendentemente, esto no la convierte en una película mala como tal. Fallida quizá. Floja, también, pero cuenta a favor con algo tan simple como un metraje muy ajustado: lejos de los montajes mastodónticos habituales, se queda en una escasa hora y media, con la que, por suerte, ni a su argumento ni a su estética les da tiempo de aburrir al público.



jueves, 4 de mayo de 2017

Catwoman (2004). Cualquier parecido con el original es pura coincidencia


Aunque ahora cualquier película de superhéroes (bueno, parece que los de DC lo están teniendo un poquito más crudo) tenga papeletas para salir bien y recaudar, es una tendencia reciente. No hace falta irse hasta los noventa donde algunas adapciones se hicieron como buenamente pudieron, sino hace solo una década una película acabó siendo, medio en broma medio en serio, el ejemplo de lo que no debe hacerse con un personaje de comic. Ya entonces tuve bastante con algún estreno un poco decepcionante, y entonces el tema de los superhéroes no me interesaba mucho. Por lo que no llegué a ver la película de Hale Berry que habían recibido bastantes críticas. Tampoco esperaba quedarme a verla en un pase de televisión, pero antes de poder coger el mando, dos gatas se me habían sentado en el regazo impidiendo todo movimiento. Aún ahora sospecho que esa semana la película del sábado la eligieron Sabela y Narnia...



La Catwoman que vimos en cine no es Selina Kyle, sino Patience, una apocada ilustradora publicitaria que trabaja para una firma de cosméticos. Tan apocada, que es un poco extraño que su jefe llegue a darse cuenta de su existencia para dedicarse a echarle broncas monumentales. En realidad esto es más bien porque él es el malo oficial de la película: no contento con gestionar a su plantilla de una forma bastante arbitraria, pretende lanzar al mercado un cosmético provoca graves lesiones cutáneas y una completa dependencia de su uso para evitarlo. Tras descubrir accidentalmente lo que el producto estrella de la empresa oculta, Patience es atacada por orden de sus jefes y dada por muerta. Es a partir de entonces cuando su vida sufrirá una trasformación: despierta, sin recordar lo sucedido, rodeada de gatos, comprobando que sus sentidos y su agilidad han se han agudizado como los de un felino. A partir de entonces empleará sus nuevas habilidades para actividades tan dispares como descubrir que es lo que pasó esa noche, vengarse de sus asesinos...y cambiar totalmente su estilismo.



Pese a tener los derechos del personaje de DC, la adaptación es muy libre. Tanto, que en realidad se trata del origen del personaje en cuestión, del que solo tiene en común el nombre, y donde no aparece Gotham, Batman ni una sola mención a cualquier otro elemento de los comics. Algo que en realidad no es negativo, sino una aproximación distinta, y bastante arriesgada, a una supervillana o heroína con mucha historia a sus espaldas. En realidad, el problema viene de ser una producción donde parece que el equipo puso todo su esfuerzo en que esta fuera lo peor que pudiera estrenarse.



Vista hoy, la película cuenta con todos los defectos típicos del cine de esa década: un montaje de secuencias de acción demasiado acelerado y un poco de videoclip, una banda sonora que machaca a base de piezas de rythm and blues electrónico, unos estilismos que pretenden ser modernos y que hoy desentonan tanto como las hombreras y la laca de los años ochenta, y un total abuso de los efectos digitales. Tan presentes que llegan a generar con ellos secuencias que podrían haberse filmado de forma artesanal, y es que ver a unos gaticos generados por ordenador hace que se me caiga el alma a los pies. O, donde directamente, las acrobacias de la protagonista son sustituidas por infografías que saltan, rebotan y hacen piruetas en lugar de esta o de su doble. Y que, como muchas películas de presupuesto alto de esa década que cometieron el mismo error, hoy chirrían o dan un poco de vergüenza ajena.


 
No sé si estoy viendo una de superhéroes o una comedia romántica

El guión tampoco ayuda. No es tanto por la premisa, que perfectamente podría haber sido una empresa de chocolates malvada, y habría funcionado igual, sino por la ejecución. Esta consiste un montón de tópicos y lugares comunes hilados para contar una historia que no aporta mucho, de los que se van echando mano cuando hace falta: no llega a quedar claro si es una historia de venganza, porque la protagonista parece bastante feliz con su nueva condición superheróica, ni de villanos, porque solo es en el último momento en el que se inventan propiedades inverosímiles para justificar que el antagonista final dure más de lo que debería (en este caso, la crema mutante del principio genera piel de acero e insensibilidad al dolor. O que se te derrita la cara. Lo que necesite el guionista en cada caso) ni de evolución de la protagonista, porque en realidad, no existe.

 
Vamos a poner gatetes que es a lo que vinimos

Hale Berry estaba en un buen momento durante esa época, después de haber interpretado a Tormenta en dos entregas de X- Men, y su elección como protagonista parecía prometedora o una apuesta segura. Pero tal y como la conciben, esta pasa de ser una mosquita muerta a moverse literalmente como una gata, que es practicamente a lo que destinan sus apariciones como Catwoman. Una heroína a la que en este caso le dan un origen sobrenatural, directamente vinculado al arquetipo del felino, y cuya trasformación tratan en algunos momentos de manera cómica, con una protagonista colocándose con nébeda o bufando a un perro, y lo ridículo. Que más o menos es el resto: poses pretendidamente sexys, secuencias destinadas a verla caminar, un par de maullidos y juegos de palabras con “purr” que dan vergüenza ajena y uno de los trajes más absurdos e injustificados que se pudieron conseguir para cualquier héroe basado en un comic. Porque no hay nada más confortable para moverse por los tejados que un sujetador con correas de cuero y unos pantalones de campana con tacones. Mientras tanto, Sharon Stone probablemente se pregunta como ha podido pasar de su carrera en los noventa a acabar ahí, y el resto de secundarios, se limita a aparecer y cumplir su parte del guión.



El desastre que supuso Catwoman acaba por no serlo tanto por su alejamiento del original del comic sino por tratarse de una película muy floja. Un enfoque donde aparentemente nada podía salir mal hasta que acabó por verse en pantalla el resultado, como también pasó con Van Helsing ese mismo año. Aunque al menos en la primera salían un montón de gaticos.




lunes, 19 de septiembre de 2016

Looney Tunes: de nuevo en acción (2003). Rompiendo la cuarta pared (marca Acme)


 
Los Looney Tunes son, junto a Disney, los personajes más duraderos en la animación…¿Qué digo Looney Tunes? Eso será ahora que somos mayorcitos y tenemos Google, pero entonces eran Bugs Bunny, el pato Lucas, Silvestre y Piolín y muchos otros. O, como mucho, los dibujos de la Warner. Dibujos que conocimos por televisión y no en el cine, que también han pasado varias décadas reinventándose para intentar adaptarse a los gustos de la chavalada actual, y que pese a todos los cortos de animación e incluso series de tv, solo tuvieron dos largometrajes estrenados en el cine. Uno fue todo un éxito de los noventa y conocido por ser la presentación de Lola Bunny, el personaje que venía para llenar el cupo femenino (y parecerse un montón a Natalie Dorner). El segundo pasó con más pena que gloria pese a tener momentos mucho más divertidos y una mayor intención cómica que la anterior.

 


De nuevo en acción comienza cuando un guardia de seguridad de los estudios Warner descubre que su padre no es solamente el actor que encarna a un famoso agente secreto, sino un espía de verdad que ha sido secuestrado y necesita la ayuda de su hijo: el presidente de la compañía Acme pretende hacerse con el Mono azul, un diamante con propiedades mágicas, más que para dominar el mundo, para aumentar su cifra de negocios. Tal es el concepto de maldad de un empresario. Todo esto sucede el mismo día en el que debe sacar al pato Lucas, recién despedido, fuera de los estudios, y que este decida que una película de espías es mucho mejor que ser perseguido por el cazador Elmer. Pero muy pronto Bugs Bunny y el resto de personajes se unirán a esta aventura, aunque solo sea para conseguir que vuelva a la productora: ¡El corto de la temporada de patos y conejos no es lo mismo sin él!



Pese a contar con la aparición de practicamente todos los personajes Warner, ninguno de ellos es el protagonista: en realidad son secundarios en su propia película, tanto, que el guión podría haberse desarrollado perfectamente sin su presencia. Un guión que consiste en una comedia para toda la familia, muy blanca y a veces muy tontorrona, con bastantes dosis de aventuras, protagonizada por Brendan Fraser, quien entonces se había especializado en este tipo de largometrajes. Pese a la sensación de añadido, la aparición de estos no desmerece: son personajes que siempre funcionaron mejor en cortos, por lo que su actuación se compone de distintos gags en los que interactúan entre sí o con los protagonistas reales, siendo más bien un apoyo a los momentos cómicos y también, todo un repaso a los personajes animados de la compañía: entre escenas, diálogos o cameos, no llega a faltar ninguno. Y eso incluye tanto los más famosos, como otros casi olvidados como la rana cantora o un científico loco directamente basado en los rasgos de Peter Lorre.

 


Además de los sketches animados, donde es un clásico que primen los martillazos, e incluso una secuencia de persecución a través de cuadros clásicos fantástica, el humor de la comedia puede resultar un tanto irregular: en general es todo muy blanco, bastante cercano a George de la jungla, donde no faltan secuencias de acción tirando a cómica, pero muy simple, con otros momentos bastante brillantes: junto a los cameos, en varias ocasiones se menciona la película que está , hay un montón de referencias a la corrección política y a un estilo de humor que hoy se consideraría ofensivo en muchos aspectos. El tartamudeo de Porky, los disfraces de mujer de Bugs Bunny, porque, como bien dice, él es el que interpreta a los personajes femeninos, son momentos bastante ingeniosos. Dentro del aspecto cómico, un elemento que sorprende bastante es el de las referencias: en el 2003 los guiños de forma mayoritaria a una cultura popular muy específica eran algo muy raro, y aquí no se han cortado a la hora de incluir a personajes como los Daleks, los ultracuerpos, un trífido, y estos ya eran para nota, a monstruos de películas de serie B de los cincuenta de los que algunos solo suenan por los posters.

 


Más que interpretaciones, hay toda una recua de cameos de actores conocidos: Ron Perlman, John Cusack, e incluso Michael Jordan como guiño a la anterior película. Muchas son muy breves pero son lo más divertido entre unos protagonistas que son de estos que, o se aman o se odian: Brendan Fraser entonces estaba especializado en hacer personajes noblotes y atléticos, pero un poco cándidos, y en él recae casi todo el peso de la película, no en los Looney Tunes, por lo que esta no sería muy recomendable si no gusta el actor. Su compañera de reparto resulta casi testimonial, un papel de interés romántico muy flojito, y Steve Martin como villano es un poco incomprensible: ¿por qué demonios está todo el rato balanceándose como si se cayera? ¿Tiene vértigos? ¿Es alguna referencia que me he perdido? Igual en versión original aclararía alguna duda, pero el doblaje es cuando menos, normalito.

 


La calidad de la animación tampoco es notable, algo bastante grave cuando la gracia de la película es que los personajes de carne y hueso convivan con los dibujos. En su mayor parte tiene un pase, aunque cuando estos interactúan se nota cierta falta de cuidado en integrar ambos, y los actores en más de una ocasión no saben a donde mirar (aunque esto sospecho que es cosa suya). No falta alguna infografía en la que también se nota su inserción posterior en el metraje, por lo que el aspecto técnico es un poco normalito. Parece que las únicas a las que les salió bien la mezcla de animación e imagen real fueron la de Roger Rabbit y La bruja novata. Y sospecho que a estas también les ayudó mucho que las teles en HD no estuvieran ni proyectadas.

 

Fuera por algún error en la promoción, o porque ese año compitieron Piratas del Caribe y Buscando a Nemo, Looney Tunes: de vuelta a la acción fue un fracaso comparado con lo que recaudó Space Jam. Y uno bastante inmerecido: no es una gran comedia, y hay que reconocer que no le llega ni de lejos a lo que hacían los personajes Warner en tiempos. Pero su estilo un poco absurdo, muy inocentón, y lleno de guiños, cameos y referencias que pillan por sorpresa me pareció muy divertido, y más respetuoso con el material que un publirreportaje de noventa minutos patrocinado por Niké y Spalding.

jueves, 21 de enero de 2016

Strange Magic (2015). Hadas, números musicales y George Lucas


Cuando la animación por ordenador era una novedad, era muy extraño que cualquier producción que contara con una buena calidad pasara desapercibida. Al menos, los estudios se encargaban de darle toda la publicidad necesaria para que la gente fuera al cine. Ahora que se han convertido en el formato más extendido, la competencia hace la promoción algo más complicado. Algo que no debería serlo cuando se cuenta con Geroge Lucas como uno de los principales nombres del proyecto. Pero el caso de Strange Magic fue uno de esos en los que en la promoción y estreno de la película  tuvieron mucho que ver los acuerdos y desacuerdos empresariales, y siendo una causa probable de su fracaso en taquilla. Aunque, una vez vista, no sería justo culpar solo a las decisiones empresariales, porque la película en cuestión no es que brillara mucho.

 


Strange Magic es lo que se llama (y que he tenido que mirar en internet) un Jukebok Musical, es decir, las canciones no son originales sino piezas conocidas que se integran en el guión. Este toma como principal inspiración El sueño de una noche de verano, situando la historia en un bosque, o el las dos partes de un bosque. Uno es el hogar de las hadas, el otro, es el pantano, donde viven los goblins. Todo comienza cuando Marianne, la hija del rey de las hadas, abandona a su prometido tras descubrir que este la había engañado. De modo que la única solución para su antiguo prometido, quien está más interesado en conseguir el reino, es obtener una pócima que hará que Marianne se vuelva a enamorar de él. Pero el rey del pantano ha ordenado cortar todas las flores necesarias para elaborar la poción, por lo que este se valdrá de Sunny, un pequeño elfo enamorado de la hermana de Marianne, para conseguirla. Y como suele pasar cuando hay pociones para el amor a primera vista en una trama, estas tienen la mala costumbre de caerse por accidente sobre los personajes, dando lugar a varias complicaciones, e incluso a una historia de amor verdadera.



De la película a nivel formal no hay nada que decir. Lo cierto es que hoy hay que esforzarse muy poco, o contar con muy pocos medios, para que una animación por ordenador resulte mala, algo descartado cuando está detrás un estudio como Lucasfilm. La animación es buena, los escenarios también, y los personajes son expresivos. Pero una parte de los diseños no terminan de funcionar: a las hadas y los elfos les han dado un diseño que intenta ser muy cercano a la realidad, lo que consigue en realidad el efecto contrario: resulta extraño, haciendo que al público le resulten más cercanos los personajes de aspecto más fantástico. Algo que también pasaba en Shrek, pero en menor medida al haber optado estos últimos por darle incluso a los protagonistas humanos un aire un poco caricaturesco.

 


Es en cambio la otra parte de la animación la que salva la mayoría de la estética: con todo el estilo más oscuro y más de monstruos, todos los diseños del reino del pantano, tanto escenarios como sus personajes, están mucho más logrados, son más creativos, e incluso despiertan muchas más simpatías (porque en el fondo, esta tampoco es una película sobre malos monstruosos). La originalidad de estos no reside solo en buscar lo típico que parezca siniestro, sino simplemente, optar porque todos los duendes tengan aspecto de algo relacionado con un pantano: setas, sapos, insectos e incluso roedores se reconocen fácilmente. Y en algunos momentos, parece que los diseñadores se sentían bastante más cómodos con las posibilidades que ofrecían estos en lugar de las hadas, mucho más sosas. Algo que incluso se nota en el guión porque es a partir del momento en que la historia se traslada a este escenario, se vuelve mucho más dinámica e interesante.

 


Precisamente es la historia lo que supone la parte más floja, y en el fondo, el motivo por el que es una película muy fallida: su creador quiso plantear la película como una historia de fantasía para niñas de doce años, pero esta interpretación resulta muy limitada y muy melosa. Parece un poco injusto el calificar así un guión cuyo objetivo es girar en torno a temas como la confianza, el amor verdadero o que las apariencias no importan, pero estos temas son desarrollados de una forma en la que el término “para niñas de doce años” es casi despectivo. Porque pese a tener tanto peso la trama romántica a esta le falta mucho trabajo, y en algunos momentos parece un tanto vacía. Marianne será el personaje principal, pero su montaje musical de princesa enamorada a desengañada y especialista en combate cuerpo a cuerpo parece un poco porque, sí, porque en el guión hay escenas de lucha y se necesitaba a un personaje así. Entre la presentación del conflicto, que se queda más a nivel de una serie de Disney Channel que de una producción de animación que hayamos visto en los últimos años, y  el exceso de luminosidad y falta de originalidad en los escenarios de las hadas, hace que la primera parte se haga bastante larga, y que la historia no empiece a remontar hasta que no llegué todo lo relativo a los escenarios en el pantano y los goblins, donde los personajes empiezan a ganar mucha más química y simpatía.

 


La parte musical también funciona bien (bueno, si tratándose de un musical, esto no funcionara, sí que sería un fracaso absoluto),  tanto a nivel de reparto como en algunas apariciones, porque en realidad, es imposible ponerse muy exigente con ninguna película si Alan Cummin se encarga de doblar al Rey del Pantano. Y de paso, quitarle un poco de melosidad a todo el asunto. La recopilación de canciones es muy variada dentro del tema: desde alguna muy popular de los sesenta, hasta otras del 2010, lo que hace que al tratarse de piezas muy conocidas, no sea necesario que tengan que sonar siempre de forma íntegra, cortándose en determinados momentos para emplearse después. De hecho, el uso de según cual canción es todo un acierto: algunas, como “Sugar Pie Honey Bunch” quedan asociadas a los efectos de la pócima o a los engaños amorosos, y otras se usan a modo de guiño cómico..que funciona. Porque reconozco que el batallón de soldados tarareando el estribillo de Bad Romance tenía gracia.

 

Strange Magic no puede culpar solo a la falta de promoción por su fracaso. Es una película floja, de esas que podían haber conseguido más y se quedan solo en las infografías bonitas y en el tirón de las canciones conocidas, cuando el guión debería haber tenido mucho más trabajo. Pero solo es una película floja, no una mala: superada una primera parte bastante aburrida, sí es posible pillarle la gracia a los diseños de los goblins y de las canciones, que en parte, era de lo que se trataba.

lunes, 25 de agosto de 2014

Speed Racer (2008). Despliegue de vehículos y luces de colores


De los hermanos Wachowski se habló durante un quinquenio gracias a Matrix, bastante bien por su primera entrega, y con más dudas en cuanto al resto de la trilogía. Después se les ocurrió hacer una película basada en un anime de los sesenta sobre un piloto de carreras. Los directores decidieron ofrecer la visión de esta tal y como la recordaban de niños...salvo que esta vez, su forma de rodar no tuvo tanta aceptación como el bullet-time que utilizaron hace una década.



Speed Racer es un joven cuyo  interés por los automóviles viene unido a la lealtad a su familia, amigos, y a la memoria de su hermano fallecido en una carrera. Al declinar la oferta de unirse a la escudería de un importante empresario, este le revela la verdad sobre el mundo de las carreras profesionales: todas están amañadas y lo importante son los beneficios que estas proporcionan a los especuladores. Decidido a limpiarlas de juego sucio, se une a un equipo formado por el misterioso Piloto X, junto a quien trabajará para detener a un grupo de mafiosos y conseguir clasificarse para participar en la carrera automovilística más importante del año.



No conozco la serie (España siempre fue más de Mazinger Z), por lo que no sé si la película ha sido muy fiel al material original o no. Pero la intención de los Wachowski parecía ser la de ofrecer lo más parecido a un dibujo animado que pudiera conseguirse en imagen real. Los escenarios son pura fantasía y están llenos de colores chillones, de objetos y electrodomésticos que parecen haberse diseñado en algún momento de los sesenta, y en general, todo ofrece el aspecto naïf que podría tener una serie de animación de la época. Hasta los personajes, que se han perfilado de una forma muy simple como podrían serlo los de una historia para niños muy pequeños: el héroe noblote, la chica dulce, la mamá atenta y el padre que sabe desde mecánica  hasta lucha libre. De hecho hasta las interpretaciones que ofrece el reparto, que cuenta con gente como John Goodman o Susan Sarandon, son sobreactuadas con esa intención, como si realmente fueran personajes de dibujos animados. Y es en los secundarios donde se explayan más a la hora de ofrecer todos los excesos de que disponía la animación: las secuencias de los corredores sirven para presentar a personajes tan absurdos y con complementos tan surrealistas que parecen sacados de Los autos locos. Lástima que estos no se luzcan demasiado a favor de las carreras de coches infográficas, porque eran de lo más divertido.


El traje, si no fuera por las X, me recordaría un poco a Diabolik

El argumento también se plantea desde el mismo punto de vista, porque al igual que la serie original (bueno, esto último lo supongo), todo gira en torno al mundo de las carreras. Pero todo: ¿Qué la fórmula uno es una actividad corrupta? Pues la mejor forma de limpiarla es participando en una carrera de forma limpia ¿Qué a un piloto lo está amenazando una pandilla de facinerosos? La única solución es ganar una peligrosa carrera de coches. Lo cierto es que esto funciona bastante bien precisamente por el aspecto infantil de toda la película, y sobre todo, porque me ha recordado a Campeones y otros animes de temática deportiva, donde parecía que los protagonistas se jugaban la vida y las hipotecas en unos partidos interminables.


Hostiable: definición gráfica

A menudo este tipo de cine donde tiene tanto peso la estética como lo que quiere contarse, suele gustarme, pero en este caso, no ha funcionado bien: el resultado es bastante excesivo. Porque se han pasado con todo: con los colores chillones, las escenas de acción absurdas, las secuencias que solo sirven para hacer guiños al anime …no hay un solo detalle que no acabe agotando por el exceso de luces  y alarde de secuencias infográficas. Este despliegue de todo, además de resultar agotador, hace que se noten todavía más los fallos que tiene el guión y los personajes. Una cosa es querer darle un aire un tanto infantil, y otra es que se limiten a incluir secundarios porque aparecían en la serie, pero con los que no saben muy bien que hacer. La peor parte se la llevan los que serían el alivio cómico de la película, el hermano pequeño del protagonista y su mono mascota que…bueno, exceptuando el pegar gritos, correr, y protagonizar un par de gags bastante ridículos, todavía no tengo muy claro que pintan ahí. Solo que a los veinte minutos de haberlos visto pegando botes en un sofá y disfrazados de señor alto con una gabardina, me daban ganas de que alguien los tirara por una ventana. No es que se le pueda exigir mucho a una película nostálgica sobre pilotos de carreras, pero cuando el guión es tan ligero, la necesidad de utilizar personajes para añadir secuencias cómicas es bastante innecesaria. O demuestra que el guionista no tenía claro qué hacer con ellos.




El resultado ha sido bastante fallido: por un lado, tardé bastante en comprender el juego de esos personajes simples hasta la exageración, y por otro, la estética colorida se les ha ido de las manos para acabar convirtiéndose en un batiburrillo de luces, secuencias de velocidad y escenarios irreales que, con tanto alarde, es imposible disfrutarlos. La idea de adaptar al cine un anime con una temática tan simple era tan original y alocada como cualquier otra, pero quizá una versión más modesta y con menos excesos, se habría disfrutado mucho más.  

lunes, 18 de agosto de 2014

El Llanero Solitario (2013). Un batacazo no muy merecido


Siempre he tenido simpatía por los fracasos en taquilla. Esas películas que nacen con vocación de blockbuster y que acaban por no recaudar ni para pipas. A veces son producciones un poco adelantadas a su tiempo, o que se equivocan por completo con lo que quiere el público, y en algunas ocasiones, y esto no tiene remedio, es que son malas con avaricia. Pero hay casos en los que entre estas se encuentran historias muy válidas, que acaban recuperando la inversión con el tiempo, o que simplemente se trata de producciones entretenidas que no se merecían el batacazo. Esto suele pasar cuando la idea del verano es retomar un libro o un personaje de hace más de sesenta años y querer convertirlo en superproducción. Pasó con John Carter de Marte, demostrando que el pulp enfocado de esa forma no daba muy buen resultado. Y un año después lo intentaron con los seriales del oeste y su personaje más popular: el Llanero Solitario. 


Esta nueva versión comienza con la historia que un indio anciano, y un tanto lunático, le cuenta a un niño en una exposición sobre el Oeste.  Este es nada menos que Tonto, el fiel compañero del héroe conocido como el Llanero Solitario, quien comenzó como un abogado recién llegado de la ciudad que presencia el asesinato de su hermano, sheriff en un pueblo de Texas. Acompañado por Tonto, intenta llevar a la justicia a los asesinos, aunque este insiste en que todo tiene un origen sobrenatural relacionada con el Wendigo y una mina de plata maldita. Pero las tribus de comanches que encuentran en su camino tienen una explicación más lógica, y que puede haber una relación entre esta, el fin de la tregua entre la nación india y el hombre blanco, y la expansión del ferrocarril que atravesará el país en un futuro próximo.



En un principio, la película contaba con elementos muy interesantes: se trata de una historia de los orígenes del héroe, donde se muestra como un personaje inofensivo debe convertirse en tal y salvar a sus seres queridos. A estos también se les da una versión un tanto más oscura de lo que podrían haber tenido en sus orígenes radiofónicos, al incluir como tales elementos como el asesinato y la venganza. Esto último, mucho más marcado en el personaje de Tonto y el trasfondo que lo acompaña, que en el del propio llanero, que es un héroe un tanto más simple. El personaje del amigo indio del protagonista podría haber sido por esto el más interesante, al trabajar con él tramas como la de la fantasía y las explicaciones irreales para huir de la culpa y los sucesos traumáticos. Conociendo, aunque sea de oidas el material original, sorprende un poco que muchos de los elementos del guión sean bastante más oscuros y desengañados.



Además, la ambientación y muchas secuencias en los pueblos y asentamientos son de lo más llamativo de la película. Las caracterizaciones de los secundarios y los locales son de un Oeste más auténtico, maltrecho, y que recuerdan un poco a otra película de Gore Verbinski, Rango. Naturalmente, estos se han tratado desde una perspectiva más visual y más pensada para disfrutar de las secuencias. Especialmente el burdel regentado por el personaje de Helena Bonham Carter, muy gótico y lleno de figurantes de aspecto llamativo. Otro tanto para el punto de partida, donde, igual que en muchos momentos de la película, juega un poco con la imaginación a través de la historia presentada por ese indio anciano. Eso, y el que en determinados momentos opten por incluir una narración a saltos (pero que se sigue rápido, que esto es para toda la familia), hacen que esta sea un poco distinta de lo que esperaba como producción para deslumbrar…aunque de esto también tiene bastante.

Aún con todo esto a su favor, acaba resultando una película muy fallida. Tal y como plantearon partes de la historia, resulta muy chocante que incluyan momentos cómicos que no pegan ni con cola, y que a menudo resultan fuera de lugar. Si estos cortan el ritmo de la narración en la mayoría de los casos, en otros son bastante desconcertantes, como por ejemplo, el incluir un gag sobre las normas de higiene en hostelería en las consumiciones de un burdel. En otros casos, es muy difícil mantener la emotividad de una secuencia cuando se ponen con otro alivio cómico de forma bastante brusca. Igual que el guiño a la frase más conocida del personaje, que incluyen al final para tomársela un poco a broma pero, que al igual que los casos anteriores, resulta un poco anticlimática y por desgracia, recuerda a ese intento tan cutre de tomarse a broma personajes clásicos que había sido The Green Hornet.



El desarrollo y caracterización de los personajes principales tampoco ha sido el acertado: durante la mayor parte de la película, es imposible creerse al Llanero solitario como tal. Este comienza siendo un tipo muy apocado para acabar galopando sobre un tren, arrebatando pistolas con el látigo y haciendo oportunos disparos certeros…cuando hasta hacía poco, su puntería fallaba más que una escopeta de feria. En ningún momento hay evolución en el personaje, que parece adquirir las habilidades necesarias para él de la noche a la mañana.

Pero el que se lleva la peor parte en esto es el Tonto interpretado por Johnny Depp. Actúa como narrador, cuenta con el trasfondo más interesante y cuidado, abre y cierra la película…pero es imposible creérselo. Porque toda su actitud es un remedo de Jack Sparrow, con sus gestos inexpresivos a ratos, sus contestaciones de pie de banco y hasta su forma de salir corriendo. Se salva por todo lo que han trabajado con él, pero tanto sus diálogos como actitudes cortan tanto el ritmo como los gags a destiempo.

Este Llanero solitario tiene muchos defectos, y a pesar de ellos, y de esas dos horas y veinte que se alargan (¡otra vez queriendo amortizar entrada! ¡Qué pesados!), llegó a divertirme y parecerme una película muy disfrutable. Pero ha sido una pena que no supieran enfocarla correctamente, y que esos elementos que tenía a su favor queden en un segundo lugar por haber intentado conseguir otra producción tan ligera y veraniega como Piratas del Caribe.



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