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jueves, 6 de julio de 2017

Doctor Who (2017). Un comienzo, un final y una renovación


El pasado sábado se emitió el final de la décima temporada del Doctor Who. Décima, si tenemos solo en cuenta su regreso en el 2005, claro. Una temporada que marcaba también dos despedidas: la de Peter Capaldi como duodécimo Doctor y la de Steve Moffat como responsable de la serie. A quienes echaré en falta dado que el primero ha sido mi doctor preferido de toda la etapa nueva, superando a Christopher Eccleston, y el segundo, le ha dado a la serie un estilo que me gustó muchísimo más que el planteado por Russell T. Davies: quizá menos capaz de cerrar todas y cada una de las tramas y detalles minúsculos que aparecen en cada capítulo, pero también más dada al fantástico, a mostrar lo imposible, y por qué no, a lo macabro. Una parte del mundo del Doctor visto por Moffat daba miedo, y ahí estaban los Ángeles, los Silence y los Monjes para demostrarlo.



Esta temporada ha venido marcada por la impresión de ser un comienzo, casi un reboot de las anteriores. Si el especial de Navidad se presentaba a un Doctor en el que Clara Oswald había quedado atrás, y que ahora estaba presente su condición de viudo de River Song (bastante curioso que la relación entre ambos quede fuera de pantalla. David Tennant la conoció por primera vez, Matt Smith se pasó media temporada huyendo de ella y Capaldi parece haber sido su verdadero cónyuge), entre la emisión del 25 de diciembre y el primer capítulo de la temporada parecían haber tenido lugar sucesos bastante importantes. Lo bastante como para que el doctor se haya recluido durante décadas en la tierra, como profesor de una universidad, acompañado por Nardole, el antiguo empleado de River, quien ahora le hace las veces de asistente, acompañante sin viajes y de vigilante en la tarea que ahora el doctor se ha encomendado: guardar una cámara, de la que solo se sabe que parece haber algo peligroso, pero por lo que él siente un profundo respeto. Es Bill Potts, la trabajadora de la cafetería universitaria, quien lo anima, una vez más y para disgusto de Nardole, a retomar desde cero sus viajes. Sin ningún objetivo en concreto, sin ninguna trama pendiente y sin ningún enigma más allá del que ambos encuentran en cada viaje que realizan. Que serán suficientes como para encontrar todo tipo de criaturas, desde alienígenas en el Londres victoriano, hasta una raza capaz de alterar la memoria de toda la humanidad e incluso desvelar qué es lo que se esconde en la cámara que el Doctor guarda.



Es curioso que para ser el final de una etapa, la impresión que de el primer capítulo de la temporada sea la de comenzar una historia: con un Doctor asentado en un escenario concreto, y la presentación de la acompañante nueva, se repasan una vez más los giros y características de la serie y personajes, de forma que al público que los conoce no molesta, aunque quizá lo desconcierte un poco, y sirva para que los espectadores nuevos vayan familiarizándose con una serie que, a fin de cuentas, en su etapa nueva lleva ya doce años en emisión. Y que probablemente también sirva para hacerles llegar en menos tiempo uno de los eventos más propios del personaje, como es la idea de la regeneración de este y la aparición de un nuevo doctor. La intención se nota ya desde que aparece en pantalla el título de ese episodio, nada menos que “piloto”, en referencia tanto a la trama como al estreno de una serie nueva. Esta presentación se hace también con bastantes guiños y bromas a los tópicos de la historia, que el personaje de Bill se encarga de desmontar: la referencia al título de “Doctor Who”, al funcionamiento de la Tardis, a la aparición de determinados enemigos, se plantean con ella de una forma que el público seguramente ha pensado muchas veces.



La nueva acompañante supone también separarse de las características de las anteriores: Amy Pond fue la Chica que Esperó, Clara Oswald la Chica Imposible, todas ellas con un objetivo concreto en la trama que, una vez resuelto, hacía un poco difícil ubicarlas. Bill, simplemente, es un personaje cualquiera, bastante más cercano a Rose Tyler, y que se acerca al Doctor también de una forma muy parecida. Y aunque esta sea la compañera principal, Nardole también tiene un papel importante: si bien durante los primeros capítulos tiene mucha menos presencia, limitándose a ser una especie de nexo entre el escenario principal y la Tardis, acaba convirtiéndose en un habitual en la segunda mitad de la temporada, y aportando un elemento mucho más divertido que el perfil habitual de compañeros: muy lejos del estereotipo de “joven atractiva” de los últimos doce años, cuenta con un conocimiento del Doctor y su entorno que supone una ventaja respecto a otros personajes, además de una vis cómica muy adecuada. Nunca me había convencido Matt Lucas como comediante, quizá porque Little Britain tenía mucha sal gruesa, pero su Nardole es un protagonista de lo más gruñón y entrañable.



También se ha notado la evolución que el Doctor de Capaldi ha sufrido en estos años: frente al personaje más distante, sin apenas empatía de su primera aparición, pasando por alguien que intentaba separarse ante todo de sus versiones anteriores, caracterizado por su guitarra y sus gafas de sol (a veces casi parecía que estaba sufriendo una crisis de madurez) a convertirse en un Doctor como tal, alguien que ante todo, es capaz de sacrificarse por un bien común, sea cual sea, y mucho más compasívo que el de sus primeras apariciones. Pese a haber tenido menos tiempo que los actores anteriores, en el duodécimo doctor ha sido mucho más evidente su evolución como personaje.



Ahora dan risa, pero en el capítulo  es otra cosa.

Los guiones, en cambio, esta temporada han sido un poco irregulares: generalmente con Doctor Who soy muy poco objetiva porque es una serie que me ha acompañado durante muchos años, a la que le tengo un gran cariño, y a la que incluso el capítulo más pasarratos o más flojo me entretiene. Pero en este caso, a menudo se hace evidente que dependen demasiado de ciertos estereotipos: los enemigos más peligrosos se borran de un plumazo mediante una solución que resulta un poco deus ex machina, donde es el carácter o la fortaleza mental de los compañeros del doctor los que salvan el día de una forma que resulta un poco increible. Sobre todo, cuando dedican tiempo a crear unos enemigos con cierta complejidad y que en apariencia, eran lo peor que el Doctor se había encontrado: el caso de los Monjes, salvo una apariencia que seguramente le provoque pesadillas a la próxima generación de niños, se ha quedado en una anécdota. Al final parece que hay que volver a los clásicos, y es en este caso cuando aciertan de pleno. Porque si enemigos como los cybermen habían tenido ya su actualización hace algunos años, ahora Moffat ha sido capaz de rizar el rizo y recuperar a los originales, en aspecto y características: nada menos que los cybermen de los primeros años, con un disfraz tan simple como un pasamontañas y un colador en la cabeza (lo que venía a ser el Doctor Who que conocíamos antes de 2005) se convierten aquí en un material de pesadilla, donde a lo cutre de su aspecto se le da una explicación viable, convirtiéndolos en algo aterrador, y donde se desarrolla el final de temporada que el Doctor merecía.


El final llega retrasando lo que se ha especulado desde la noticia de la despedida de Capaldi: el próximo Doctor sigue siendo un misterio hasta el próximo especial de navidad y despedida definitiva de este y Moffat. Donde ha habido un montón de referencias a la hipótesis regenerarse en una mujer (desde Missy, la nueva versión del Master, hasta que el propio doctor comente que fue vestal en la antigua Roma) y que en realidad, más que un final, es un cliffhanger de cara al cierre de la etapa, que, al menos, promete ser una vuelta de tuerca a un tema que si bien en la etapa clásica era un evento habitual, en la nueva se quedó unicamente como parte del especial del 50 aniversario: el encontrarse dos o más encarnaciones distintas del doctor en un mismo momento. Y, si bien estas no solían funcionar todo lo bien que deberían, siendo más un evento para los fans que otra cosa, en este caso resulta más prometedora: el Doctor, rebelándose una vez más contra su condición, contra el hecho de regenerarse y contra lo que es, se encuentra a sí mismo. Pero literalmente.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Doctor Who 2015. Cambiando formato, cambiando gadgets, y funcionando mejor que nunca



Se ha cerrado la segunda temporada de Peter Capaldi como Doctor y queda muy poco para el especial de Navidad. En cierto modo, esta ha sido muy diferente a lo que se había visto anteriormente, en distribución de capítulos, desarrollo de los personajes e incluso tono de la serie.

Se decía que la temporada anterior había sido bastante irregular. Algo que no noté porque hasta en los momentos más flojos, me pareció entretenida solo por la renovación del Doctor...Pero sospecho a estas alturas que con esta serie soy muy indulgente: salga lo que salga, tomen la decisión narrativa que tomen, me gusta, me divierte y es mi serie por excelencia. Y una de esas cuestiones en las que es muy difícil ser imparcial.



Aún cojeando de este pie, el comienzo me pareció muy chocante. Es la primera vez que recurren a episodios dobles en casi toda la temporada, algo que si bien no era raro en la etapa clásica, con arcos de cuatro y seis capítulos, desde el 2005 se había quedado para los mejores guiones y los desenlaces. Parece que el ahorro de costes era el motivo principal, por lo de aprovechar durante más tiempo personajes y escenarios, pero también sirvió para que los guiones tuvieran más complejidad e interés, al contar con un mayor número de cliffhangers.



El Doctor también ha cambiado: Capaldi ha sido casi el único en que la evolución de su personaje fuera muy marcada, además de ser de lejos el Doctor más gruñón y menos simpático de la etapa nueva. Si el año pasado su acompañante Clara tuvo que dedicar mucho tiempo a enseñarle un poco de empatía y mano izquierda, ahora la relación es más equilibrada y cómplice, pero también con un Doctor que rechaza mucho su pasado: tanto en su actitud, como el ejemplo más visible, que es el sustituir su destornillador sónico por unas gafas de sol que conserva hasta el último episodio. Sigue teniendo muy poco tacto y estando muy alejado de la versión compasiva de Tennant, pero ahora también es mucho más cabra, testarudo y también con matices que han aprovechado mucho más. Si la temporada anterior se cerraba con la esperanza para él, y también para su antagonista The Master, tras la reaparición de Gallifrey, su planeta, la vuelta a este es mucho menos optimista, explota bastante los motivos de su comienzo como Doctor allá en el 63 y sobre todo, sirve para dar un desenlace muy sorprendente para Clara y Ashildr, el personaje interpretado por Masie Williams. Quien comenzó siendo alguien muy ambiguo, y en el que a nivel de serie se mantuvieron bastantes dudas sobre sus apariciones como regular o como posible acompañante, es, en cierto modo, un nuevo señor del Tiempo. Y clara, gracias a las paradojas temporales de la serie, seguirá siendo una acompañante. Pero no del Doctor.



El tono de la serie también avanza en la línea propia de Moffat. Los escenarios que se visitan dan miedo. En su diseño, en sus criaturas y en sus historias, pero también en sus connotaciones. La serie ha mantenido un tono en todo momento más pesadillesco, pero suavizado por el humor del Doctor y Clara, a la hora de tratar temas como la inmortalidad, la soledad o la memoria. Incluso contando con un presupuesto más holgado, lejos del aspecto de plástico que tenían los capítulos de los ochenta, o de la infografía del 2005, han recurrido a trucos más artesanos  como las criaturas diseñadas a mano, y a los monstruos creados con recursos como capas, sombras o máscaras que no pretenden ser otra cosa, pero que hacen el mejor trabajo posible. Y, donde guiones que iban a ser un episodio botella  de cara al final de temporada, como el número once, llegan a convertirse en el mejor de la temporada, sostenidos únicamente con su guión y los monólogos de Capaldi. Monólogos que han llegado a tener una gran carga emotiva, como su exposición sobre la guerra ante los Zygons, la raza infiltrada en la tierra que vuelven a aparecer en una de las tramas, y que también fue el punto más alto de la temporada.



No han faltado tampoco los clásicos: el Doctor sigue encontrándose cada dos por tres con los Daleks y con un Davros que sigue siendo más malo que la quina. Un poco anecdótica, y que a veces sí me hace sospechar si estos villanos emblemáticos no empezarán a estar un poco agotados ya. El caso de The Master, Missy desde hace algún tiempo, es muy distinto: el personaje también ha cambiado, sigue portándose como el mayor enemigo del Doctor, pero se toma mucho menos en serio, asumiendo su papel de villano como algo que le ha tocado desempeñar, pero sin tener una auténtica animadversión por este.



La temporada, en conjunto, ha sido buena. Mejor que la anterior, aunque sigue manteniendo alguno de los defectos típicos. Además de parecer un poco que algunos enemigos aparecen por ser los de toda la vida, hay que deshacerse de las acompañantes porque agotan su factor de interés, y el plantearse quien será la próxima siempre es una forma de renovación. Y parte de la trama del comienzo, con todas las referencias a profecías fatalistas y un híbrido entre dos razas, se queda en un macguffin que no se resuelve, sino que se despacha con dos frases. Otro tema habitual es el capítulo guionizado por Mark Gatiss, que es el que menos gusta y el más de relleno. Esto último no es una excepción este año, pero a mí me divirtió: ¡Para hacer un episodio sobre legañas monstruosas hay que ser todo un campeón! Aunque a Reece Shearsmith, quien tiene un papel, no le sientan bien los años: al chico empieza a ponérsele cara de señora.

Además de despedir a dos personajes y dar indicios de un enigma que podría tener su presencia en la próxima, en forma de conversaciones entre Missy y el Doctor sobre un tercer personaje, se cierra con el anuncio del especial de Navidad. Un programa con un aspecto mucho más festivo que los episodios anteriores, y que ofrece un encuentro que muchos fans tenían ganas de ver: la primera aparición de River Song con el nuevo doctor, algo interesante a la hora de saber qué química pueden tener ambos en pantalla.

jueves, 16 de julio de 2015

Lecturas de la semana. En el cine y en la tele.



Esta semana volvemos a las entradas con más de un libro. Dos, en concreto, que ya es algo. Y que aunque cada uno sea de su padre y de su madre, los dos tienen algo en común, que son las pantallas, de cine o tv. Uno, por tratarse de un libro adaptado a guión, y el otro, una novela editada como derivado de una serie de televisión.

 


Joe Hill. Cuernos. De momento, el hijo de Stephen King ha tenido mayor fortuna que este a la hora de ser adaptado al cine. Frente a versiones realmente cutres y algún que otro telefilme similar, la novela de Hill cuenta con una producción muy correcta y muy fiel al material original, donde Daniel Radcliffe interpretaba a Ig Perrish, un joven acusado de asesinar a su novia, que un día se despierta con una cornamenta en la cabeza. Que además de darle un gran parecido con el diablo que todos creen que es, hace que la gente reconozca ante él sus mayores secretos y faltas. Pese a lo violento de la situación inicial, Ig se da cuenta que esto puede servirle para encontrar al verdadero asesino.

El planteamiento se ha presentado de una forma muy casual, y salvando mucho las distancias, puede recordar un poco a La metamorfosis: salvando las referencias teológicas e incluso de la mitología popular que aparecen, no hay ninguna explicación  a lo que sucede, y que el protagonista también acepta con bastante resignación y pragmatismo. Además, la clave de la novela no descansa tanto en quien ha sido el asesino (que se descubre a las pocas páginas), sino en tratar lo que el protagonista hará, y como él y el resto de los personajes han llegado a ser lo que son. La caracterización de estos es uno de los elementos más efectivos, donde ninguno de los personajes es enteramente simpático o está libre de faltas…algo que en una historia sobre el diablo y secretos ocultos era necesario. Si la de su protagonista, Ig Perrish, con su calvicie prematura, su complejo de ser el hijo segundón en una familia de artistas y trepas, y su agresividad, es muy completa, los secundarios también salen ganando: Merrin, su novia, es un retrato complejo, donde el miedo a la enfermedad y al rencor tienen un peso muy importante, y que sobre todo, está muy lejos del retrato de Mary Sue sin mácula en el que, por desgracia, la película acabó por quedarse. El resto de personajes, si se los sigue comparando con la versión cinematográfica, son mucho mejores, más merecedores de simpatía, y no unas comparsas para recordar que la chica asesinada era una santa.

A la hora de describir a los personajes, y el cuerpo de la historia, el pasado tiene un peso muy importante. No recurre a los flashbacks, sino a la estructura del libro donde determinados capítulos se dedican exclusivamente a la adolescencia de los personajes y otros se destinan a cómo estos han vivido o sido testigos del asesinato. Aunque en un principio es toda una ventaja para dar forma a la historia, durante la segunda mitad abusa demasiado del recurso: desde que se sabe quien ha sido el asesino, regresan al momento del crimen con nada menos que tres puntos de vista, el último de ellos, que parece destinado unicamente a aportar algo de acción y violencia que no era necesaria. En cambio, esta bajada se recupera enseguida gracias a un desenlace que entra de lleno en el fantástico, a ratos poético, trágico como era de esperarse pero con cierta melancolía…y con un final abierto para algunos personajes a los que Hill consiguió que el lector les tomara mucha simpatía.

 


Mike Tucker. The Silurian Gift. Entre la etapa clásica, la actual, doce doctores y un montón de acompañantes, hay miles de novelas derivadas del Doctor Who. Tratándose de algo nacido a raíz de una serie (siendo libros, me da cosica llamarle “producto derivado”), la calidad es muy variable y con todos los estilos posibles. Las editadas antes del 2005 eran mucho más extensas, destinadas a un público más adulto y contaban con cierta libertad a la hora de desarrollar los argumentos. Incluso algunos novelistas relativamente conocidos aportaron alguna pieza. Las posteriores, en cambio, eran algo más breves y destinadas a lectores más jóvenes.

The Silurian Gift, además de encuadrarse en la etapa nueva, con el doctor encarnado por Matt Smith, forma parte de una colección muy particular: un sello editorial destinado a promover la lectura entre los adultos con mayores dificultades o reparos para acercarse a un texto escrito. Para ello plantean un catálogo muy variado, desde la comedia romántica, el thriller, e incluso varias novelas del Doctor Who, todos ellos caracterizadas por no superar las cien páginas y recurrir a un estilo muy sencillo, más de narración y con muy pocas descripciones.

En este caso, la aventura del doctor podría perfectamente ser un guión cualquiera: un malvado ejecutivo descubre en la Antártida una colonia de silurians, seres reptilianos similares a los dinosaurios, que hibernan bajo tierra, y planea usar su tecnología para enriquecerse, si el Doctor no lo impide. Lo cierto es que con su extensión, no da mucho más para contar: es pura historia, donde los personajes entran, salen, van, vienen, y no te describen a un alienígena ni de broma porque, además de venir ya en la portada, supondría explayarse demasiado. Además, tratándose de una historia del Doctor, cuenta con un par de momentos en los que hace que se vuelva demasiado genérica: por una parte, la Tardis no aparece por ningún lado. Esto podría servir en el mejor de los casos para uno de esos capítulos, o novela, en las que recurren a una situación anecdótica  o quieren salirse un poco de la norma habitual. No es así, porque en realidad el doctor, además de no mencionarla en ningún momento, se desplaza como cualquier otro secundario. Algo que, tratándose del encarnado por Matt Smith, quien consideraba a su nave casi como un amigo más, hace que quede como tal muy diluido. Se sabe que es el undécimo doctor porque sale en la portada y usa un destornillador sónico, pero no tiene ninguna de las características ni forma de actuar un tanto estrafalarias que eran tan propias de este. En realidad podrían haber dicho que era el tercer doctor, el cuarto, el de David Tennant o incluso un personaje de ficción cualquiera.

El estilo, comparado incluso con las novelas más recientes, o las escritas casi para lectores más jóvenes, es muy básico. Pero esto, a diferencia de los problemas a la hora de presentar al protagonista,  no es algo negativo. Hay que tener en cuenta precisamente el objetivo de la colección, cuya brevedad también me recordó mucho a los bolsilibros Bruguera de la época…de los que también me leí unos cuantos. Sí, es breve y simple, pero la historia es tan entretenida como ver un capítulo de la propia serie, aunque sea uno de esos de los flojos de la temporada, y si realmente sirve para que la gente se anime con la lectura, entonces es todo un éxito.

viernes, 2 de enero de 2015

El capítulo especial del Doctor Who. Las primeras Navidades de Peter Capaldi


Si no hubiera sido por la aparición de Papá Noel en laanterior temporada, a modo de cliffhanger, perfectamente podría haber servido de final para las aventuras del Doctor. Pero todavía hay ideas, y más desde que el cambio de Doctor, de trama y próximamente, de acompañante, puede servir para cambios que, de momento, se han ido viendo en los últimos doce episodios.


Desde luego, ese adelanto fue bastante desconcertante, porque la serie es capaz de meter practicamente de todo, pero lo de incluir al propio Papá Noel como personaje, parecía un poco rancio…o podría parecerlo, si no estuviera Steve Moffat detrás: el único tipo capaz de hacer un especial navideño homenajeando a Alien y La cosa, y hasta Inception si hace falta. De hecho, el motivo de la inclusión de este personaje, según avanzaba la historia, me acabó pillando bastante por sorpresa, aunque quizá también era por haberme empeñado en lo contrario.


Todo empieza con la víspera de Navidad en casa de Clara Oswald, de quien el doctor se había despedido. Pero quien llega a visitarla primero, no es este, sino un arquetipo navideño con trineo, renos y dos elfos. El doctor llegará un poco después, quien una vez más, necesita su ayuda para descubrir qué esta pasando en una estación en el Polo Norte: varios miembros de una expedición se encuentran comatosos junto a un parásito que rodea sus cabezas y que, para alimentarse, los ha sumido en un estado de sueño. Pero, otras cosas extrañas están pasando: nadie parece preocuparse por el motivo en el que se encuentran allí, los suministros se corresponden solo con el número de supervivientes, y todos se siguen preguntando qué hacen ahí dos elfos y un reno con la nariz colorada.

La forma de enfocar la historia ha sido un cambio respecto a los especiales anteriores: frente a las referencias, con Matt Smith, a Canción de Navidad e incluso las crónicas de Narnia (las de C. S. Lewis, no mi gata), optan por la ciencia ficción y el terror de una forma inesperada, aprovechando todos sus elementos: las dos películas que son su principal referente, la falta de lógica por la que se caracterizan las pesadillas, hasta el humor y la nostalgia en más de una ocasión, hacen que el capítulo sea mucho más inquietante e incluso novedoso. Aunque también tengo que reconocer que hasta ahora, ninguno de los firmados por Moffat me había decepcionado.


Nada tan navideño como un episodio del Doctor Who lleno de nightmare fuel

Además, este sigue en plena forma a la hora de plantear los guiones en su vertiente más macabra, no solo aprovechando toda la temática sobre los sueños y pesadillas, sino metiéndose con otros temas más serios, aunque de forma más sutil, como el paso del tiempo o la negación de la realidad. Bueno, además de probablemente, espantar unos cuantos niños por el camino: si en un principio había jurado y perjurado que el Papá Noel que aparecería era el auténtico, además de no ser malo, ni alien ni nada peligroso. Pero hay una cosa en la que ha mentido. Porque al papel interpretado por Nick Frost se le pasan medio especial recordándole que no es real. Aunque al actor, además de ser una de las caras conocidas en este episodio, esa caracterización jovial y despreocupada le va muy bien.



El especial también ha servido, cosa que tampoco esperaba, para traer de vuelta a Clara Oswald. Cuando terminó la temporada me olvidé de leer cualquier noticia respecto a la serie, y contaba con que la historia del personaje y el doctor había quedado cerrada, aunque de una forma un tanto agridulce. Este ha supuesto la vuelta de la compañera, pero con todo rastro de la Chica Imposible finalizada (algo que procuraron hacer durante toda la temporada), además de hacer lo mismo con todo lo referente a la carga que el personaje llevaba tras la pérdida de Danny Pink. A la vista del desenlace, los viajes que puedan hacer ella y el Doctor en la TARDIS se plantean un poco desde cero, obviando parte de las pullas que habían mantenido en más de una ocasión, pero conservando la misma ironía a la hora de tratarse.  Si el final anterior me había parecido adecuado, este regreso todavía me parece más prometedor. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Doctor Who y la llegada de Peter Capaldi



Este sábado terminó la octava temporada de Doctor Who. Octava si contamos la serie desde su vuelta en 2005, claro. Y esta vez es cuando han planteado la mayor cantidad de cambios en la serie: no solo un nuevo doctor, sino una situación completamente nueva donde las claves anteriores, como las Guerras del Tiempo y la desaparición de Gallifrey, su planeta, habían sido resueltas. Por no decir de todo lo relativo a Amy Pond y River Song. En principio, se trata de un doctor renovado que no arrastraría la carga de los conflictos que lo definieron hasta el especial del año anterior…Pero eso no quiere decir que el doctor número Doce vaya a ser un tipo simpático.



El mayor cambio que ha dado la serie, al menos en estas ocho temporadas, es tanto el actor como el carácter de su personaje. Peter Capaldi ha sido el más mayor en interpretarlo desde el 2005, lo que para algunos podía resultar chocante. Igual hay por ahí alguna fangirl despistada quejándose de la decisión, pero este no ha sido ni de lejos el más mayor, teniendo en cuenta a los once anteriores. Y ha sido una buena opción el recordarnos que el Doctor puede ser cualquiera, en cualquier momento, y más teniendo en cuenta que en los últimos años, el incluir algo de flirteo entre el protagonista y sus acompañantes empezaba a ser la norma.

El cambio de generación no ha sido lo único que ha aportado Capaldi. Porque su Doctor es el más abrupto que se ha visto en años. Todavía conserva a veces la actitud un poco marciana de Matt Smith, pero su carácter seco y poco amable recuerda mucho al que William Hartnell presentó en los años sesenta. Eccleston había sido un poco cortante, pero solo a veces. David Tennant fue entrañable de principio a fin y Matt Smith acabó consiguiendo el punto entre su actitud un poco estrafalaria y una ternura bastante auténtica tanto con sus seres queridos como con la humanidad en general. Capaldi, en cambio, recuerda más a un viejo excéntrico, gruñón, y especialista en levantamiento de cejas, cosa que hace durante doce episodios a base de mantener el ceño fruncido en distintas medidas. También se le ha visto ser aparentemente indiferente con lo que pudiera pasarle a la humanidad, desagradable con quienes estuvieran en peligro, y bastante ácido con Clara, su acompañante, con quien acaba construyendo una rutina de respuestas ingeniosas a lo largo de la temporada. Por el momento, ha conseguido que este cambio me pareciera desconcertante: iban ya siete años de unos Doctores con una actitud similar, y aunque tenía muchas ganas de ver al nuevo, este en los primeros episodios me parecía bastante chocante hasta que conseguí acostumbrarme. Pero a partir de situaciones como sus cómicas discusiones con Robin Hood, o el plantear a la humanidad el dilema de destruir o no la Luna, acabó gustándome este giro, en el que si el Doctor salva la humanidad no quiere decir que esta le caiga especialmente bien.



La parte más floja se la ha quedado su acompañante, Clara Oswald. En los últimos años parecía la norma que, además de incluir tensión entre el doctor y amigas, estas tuvieran un secreto clave para cada temporada, y una salida de la serie dramática. Clara fue la que más pagó el pato, porque desde que terminó la trama de la Chica Imposible con la que ayudó a Matt Smith en el especial del 50 aniversario, no quedaba muy claro qué podía hacer. En principio, viajar con el Doctor, viajar con los codos, y tener un par de habilidades aleatorias cada vez que hace falta algo específico. La intención parecía ser plantear que su trabajo como maestra la convertía en una buena psicóloga, y que su habilidad de mentir bien podía salvarla en más de una ocasión, pero esto solo funciona a veces y ahora la Chica imposible se ha quedado en una acompañante bastante estándar: mona, ingeniosa y no va a ser un lastre para el Doctor. Además, lo de ir entremezclando su vida personal con los viajes del doctor tampoco ha funcionado: la aparición de su clase en uno de los episodios constituye uno de los más flojos de la temporada, y demuestra que por algún motivo, los críos no terminan de funcionar en esta serie.

Al menos esta vez ha conseguido librarse de parte del gafe de las anteriores: la salida dramática por siempre jamás. El incluirle una pareja acabó resultando un acierto, tanto por los piques con el Doctor como el incluir una constante para la temporada, que ha sido las referencias a los soldados y a los ejércitos. Además, la despedida final de Clara demuestra que una acompañante no tiene que acabar perdida en una dimensión, ni quedarse sin memoria, para no volver a ver al Doctor jamás. Solo basta una frase que no se pronuncia y un Doctor que, además de ser menos amable que antes, cuenta con una nueva esperanza de encontrar su planeta.



Para el final de temporada han optado por una solución clásica, en este caso, recurrir a enemigos de los de toda la vida. Lo cierto es que tras los finales anteriores era muy difícil rizar el rizo, y ahora no me esperaba volver a ver a The Master o a los Cybermen sembrando el pánico por el mundo. Ni a UNIT, que desde hace un par de años vuelve a ser la organización secreta oficial que conoce al doctor. Una suerte, la verdad. Porque menos en la miniserie de Children of Earth, me parecía que nunca supieron muy bien qué hacer con Torchwood. Comparado con los anteriores, es cierto que se queda un poco en un final de temporada bastante básico, aunque con buenos momentos como las secuencias en el cementerio y los Cybermen un tanto zombies (Steve Moffat es especialista en hacer que el Doctor Who de miedo, y lo demuestra en cuanto puede). Pero en realidad lo más llamativo de este es, tanto la despedida entre el Doctor y Clara como el desenlace, que de no ser por el adelanto de cara al especial de Navidad, perfectamente podría ser un cierre definitivo para la serie.


La octava temporada ha sido un cambio de principio a fin. A lo largo de los doce episodios hubo que amoldarse a un nuevo doctor, irse planteando que Clara tenía que irse sí o sí, y abriendo un nuevo camino de cara a la siguiente, que, pese a ese final un tanto desengañado, sí va a rodarse. Y por lo pronto, me he divertido con ellos como no me había imaginado (bueno, el final me dio algo de bajón). Tanto por las ganas de ver cómo continuará, como por esos primeros episodios en los que me costaba acostumbrarme a Capaldi. Porque parte de la gracia de Doctor Who consistía en el ciclo de irse adaptando a cada nuevo personaje. 

martes, 31 de diciembre de 2013

El especial de navidad del Doctor Who (2013). Borrón y cuenta nueva


 

 
El pasado día de navidad los fans del doctor Who nos despedimos de Matt Smith, como habíamos venido rumiando desde hace un año. El cambio de doctor era algo que venía anunciado, pero la pregunta era qué camino tomaría la regeneración, después de cerrar la trama de los últimos siete años en el especial del 50 aniversario. Y sobre todo, qué harían con el tema de las regeneraciones limitadas: técnicamente, esta sería la última vez que el Señor del tiempo podría regenerarse. Pero teniendo en cuenta que en la serie clásica a su enemigo, the Master, también le fue concedido un ciclo nuevo de regeneraciones,  no iba a ser una cuestión muy difícil.

 

Después de los acontecimientos del último especial, el Doctor y Clara siguen caminos no muy separados. Al igual que pasó con los Pond, sus despedidas no son definitivas y Clara no duda en llamarlo para invitarlo a la comida de Navidad mientras el doctor está un poco ocupado huyendo de daleks y cybermen. Su llegada a la casa de los Oswin es muy breve, porque ambos siguen la pista de un enigmático mensaje en el que se encuentran implicados una grieta en el tejido de la realidad y el planeta Trenzalore, donde se encuentra la tumba del Doctor. Todo parece indicar que los señores del Tiempo siguen vivos, a salvo, e intentando que el Doctor los traiga de vuelta. Cosa que un grupo denominado el Papado central pretende evitar a toda costa.
 


La intención de los dos últimos especiales parece ser muy clara: cerrar todas las tramas aparecidas hasta ahora, y empezar desde cero en todo lo que se pueda. Incluso el tema de las regeneraciones del doctor, cuestión que procuran adelantar para que la aparición del que será el Doctor Número 12 sea la primera de una nueva etapa, lejos de todo lo que se ha visto hasta ahora. Tras el 50 aniversario parecía que no quedaba mucho con lo que sorprender, al librar al doctor de una de sus mayores cargas, que sería la desaparición de Gallifrey. En este caso, han optado por recuperar elementos que sí parecían cerrados, como la grieta que acompañó a Amy en su primera temporada e incluso la organización que se encuentra detrás de los Silence. Y al igual que pasó con el Doctor encarnado por John Hurt, estos son presentados desde una óptica menos amenazadora y más como aliados accidentales del Doctor. Lo más interesante que consiguieron no fue gracias a los viajes temporales ni las paradojas, sino hacer que el doctor de Matt Smith, ese personaje un tanto marciano y absurdo, fuera capaz de pasar sus dos últimas regeneraciones afincado en un planeta, encargándose de protegerlo y sin intención de abandonarlo aún contando con la TARDIS. La regeneración en el doctor número 12 (para el público al menos) podía ser algo que se esperaba, pero gracias a esto, y a sus últimas secuencias, resultó mucho más emotiva aún sabiendo que esto sucedería sin problemas.


 Aquí una secundaria con bastante chicha
 
Tampoco ha sido un especial redondo, y su principio un tanto flojo, desconcierta un poco: determinadas situaciones, como hacerse pasar por el novio de Clara, resultan bastante extrañas con el carácter del Doctor, y todavía más algunas insinuaciones picarescas que se gasta con uno de los secundarios. Este doctor ha evolucionado mucho desde su aparición con su actitud estrafalaria, pero esta actitud queda demasiado lejos del señor del tiempo que casi sale corriendo la primera vez que River Song lo besó. Clara Oswin, que durante esta temporada se descubrió el por qué de sus apariciones a lo largo de la vida del doctor, no termina de convencerme tampoco. Su primera trama como “la chica imposible” fue interesante, pero en estos dos especiales sus capacidades empiezan a convertirla en una Mary Sue: su papel consiste en solucionarlo todo en el último momento a base de frases dramáticas soltadas al personaje adecuado, habilidad que, vista una vez, parece un poco pillada por los pelos, y utilizada de nuevo, resulta un truco bastante pobre. No suelo quejarme mucho de los acompañantes, e incluso Amy Pond me siguió cayendo bien incluso cuando la mayoría de los fans se habían aburrido, pero espero que a Clara Oswin le den un giro nuevo ahora que empieza con un doctor muy distinto a los anteriores.

 Aunque con la etapa de Moffat hayan aparecido enemigos bastante inquietantes, y mucho más adecuados al giro de la serie, el especial se cierra de nuevo con la aparición de unos clásicos: nada menos que los Daleks, exterminando a todo lo que se mueve. Nunca pensé que lo diría, pero casi se agradece que sus apariciones sean muy esporádicas: después de haber visto criaturas como los Weeping Angels, los Silence, o incluso la aparición en un par de episodios de los Vashta Nerada, el ver a unas aspiradoras con un desatascador pegado sembrando el pánico resulta bastante desconcertante.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El día en que el Doctor cumplió 50 años. Cuidado que me enrollo.



Desde ayer por la tarde, el Doctor Who se ha convertido en una de las series más longevas de la televisión. También es una de las que más fandom ha ido moviendo, cuando términos como geek o friki no se habían generalizado o eran despectivos. Y también se trata de una de las producciones que mejor mezcla la ciencia ficción sin complejos con el género de aventuras, de fantasía, e incluso el terror para sus espectadores más pequeños. Pero si me pidieran una sola razón por la que me parece tan especial, es por tratarse de la primera serie de tv que recuerdo. Igual exagero y solo es una de las primeras, pero la imagen de un tipo de bufanda kilométrica entrando acelerado en una cabina de color azul fue suficiente : estuve pendiente todo lo que me fue posible de aquella serie desconocida que emitía una televisión autonómica. Entonces tenía todo lo necesario para que no perdiera detalle: cosas que aparecían, desaparecían, argumentos imposibles (y que entonces no entendía muy bien. Pero tenía monstruos a mogollón. Y a mí me gustaban los monstruos) y un montón de efectos que entonces me parecían el colmo del despliegue de medios.



Desde entonces, al Doctor Who le ha pasado de todo: unas cuantas regeneraciones más, una cancelación, su vuelta en 2005 gracias a Russell T. Davies y su siguiente etapa con Steve Moffat. Es a Moffat y a Matt Smith como Undécimo Doctor a los que les ha correspondido el especial del cincuenta aniversario. Un aniversario que se celebra por todo lo alto, con la serie de la BBC siendo más popular que nunca y con los fans esperando que este sea el mayor acontecimiento en la historia de la serie. A nivel técnico lo ha sido: no solo han recurrido a las 3D, sino que dispuso de un despliegue de medios que no habría podido imaginar con el doctor que conocí. Y lo mejor de todo es que a nivel argumental, también.

 


Es difícil contentar a los fans con un acontecimiento tan específico, y más tras poner los dientes largos todo lo posible con los webisodes y los trailers. Pero los episodios especiales anteriores habían sido bastante normales. Recurrían bastante al truco de juntar a un par de doctores en un guión que, a grandes rasgos (y por los que recuerdo de haber visto), no tenía nada en especial, siendo más un episodio alargado que otra cosa. Desde un principio prometieron que no sería el caso: el aniversario resolvería por fin la trama de las Guerras del Tiempo, y de cómo el Doctor llegó a eliminar su planeta. Aunque también prometían que contarían con Tennant, Smith y Billie Piper, la primera acompañante. Con Eccleston, por desgracia, no, porque a estas alturas ya sabemos como es este hombre.

 

En cambio, el especial mantuvo durante una buena parte esa sensación de ser episodio largo: el 11º Doctor es reclamado por UNIT, dando lugar a las dos tramas principales: el enfrentamiento con unos enemigos de toda la vida como son los Zygons, y su reunión con el 10º Doctor y aquel que participó en las Guerras del tiempo.  La primera resulta bastante chocante, después de esperar algo a la altura de los 50 años, y encontrarse con unos alienígenas a los que no se les había visto en tres décadas, que conservaban un aspecto plasticoso típico de la serie clásica. Esto se mezclaba con un exceso de chistes a costa de Isabel I bastante cansina, y que hace bajar la guardia hasta una segunda parte en la que sí cumplen con las expectativas. No sé si ha sido un fallo del guión o lo plantearon de esa forma, ha sido una decisión bastante astuta, aunque la estiraron demasiado.

 
Donde unos ven un alienígena con ventosas, otros lo ven en con aceite y pimentón rojo por encima

Esta segunda parte se centra exclusivamente en los conflictos de los tres Doctores y en el tema de los puntos fijos en el tiempo, planteados por la serie. Durante siete temporadas el Doctor estuvo marcado, en menor o menor medida, por los acontecimientos de la Guerra y la desaparición de su planeta. Cada uno de ellos lo afronta según su personalidad, dando lugar a ciertos conflictos entre estos y de bastante desesperación por parte del doctor encarnado por John Hurt: desconocido para los espectadores, tiene un carácter mucho más serio y adulto que sus regeneraciones posteriores, tema que tampoco dudan en explotar durante el especial. En muchos diálogos hay bastantes referencias sobre la madurez, crecer, y especialmente, a la actitud infantil de unos doctores que afrontan a su manera el haber eliminado a una especie.

 Aunque hace un par de temporadas se mencionaba la intención del Doctor de empezar desde cero, es en el especial cuando se lleva a cabo: si las guerras del tiempo aparecían como un hecho cerrado, aquí se demuestra que no tiene por qué ser de esa manera, dándole un nuevo giro y un final mucho más esperanzador. El nuevo Doctor, aunque no haya habido regeneración todavía, puede volver a su hogar, ahora que se le ha ofrecido la posibilidad de salvar a su planeta. No es un mal comienzo para despedir a Matt Smith, que ha cumplido muy bien su papel, y cederle el turno a Peter Capaldi.

 

En cuanto al tema de las apariciones y la forma de incluirlas, también ha sido de lo más acertado. Recuperan la cabecera del principio e incluso la primera secuencia de la serie, fusionándola con la aparición de Clara Oswald y su reunión con el Doctor. Además, consiguieron escapar de la trampa de juntar actores, que aquellos con los que contaron fueran necesarios e incluso con hacer aparecer también a todas las encarnaciones del Doctor. No se echa de menos a Eccleston, porque con la interpretación de John Hurt fue suficiente, y en cuanto a Rose, la aparición de Billie Piper es bastante breve. Probablemente esta es la que sale peor parada, casi como un cameo interpretando a la interfaz de un arma. Pero, teniendo en cuenta cómo resolvieron la historia de este personaje, tampoco podía exigírsele que volviera aparecer como tal, y la opción del cameo fue lo más acertado. Aunque para apariciones más breves, la de Tom Baker, tanto la del final como el guiño que hacen a su famosa bufanda. Un detalle bastante simpático, teniendo en cuenta que no había quedado en muy buenos términos con la serie.

 Con sus fallos del principio, no podría haber quedado más satisfecha con El día del Doctor. Esperaba un final deprimente, la despedida de Matt Smith quizá descubrir que la encarnación desconocida del Doctor era más desagradable que los anteriores. En cambio, cierran el ciclo que sirvió de comienzo a la nueva etapa de la serie y supone el mejor aniversario y despedida que podría haber tenido un Doctor.

 

jueves, 6 de junio de 2013

Doctor Who (2013) ¡Matt Smith se regenera!!


Hace un par de semanas se terminó la temporada del Doctor Who, y este lunes, nos enteramos de la próxima marcha de Matt Smith, que como buen protagonista de la serie más longeva de la BBC, se marcha y le hace sitio a una nueva encarnación. Aunque lo echen de menos, hay que reconocer que el doctor número 11 se marcha por todo lo alto: nada menos que en el 50 aniversario de la serie y el personaje, y teniendo pendiente de resolver un cliffhanger que empezó prometiendo el verdadero nombre del doctor, y terminó con la aparición de una de sus encarnaciones, con papel especial de John Hurt, mucho menos positiva que la que el espectador ha ido conociendo durante los años. Y eso que el Doctor de William Hartnell tenía muy malas pulgas.


Las pajaritas son cool. Y las levitas, ni te cuento

Estos seis últimos episodios han supuesto el comienzo del Doctor sin el matrimonio Pond, perdidos para él en el pasado sin posibilidad de encontrarlos de nuevo, y el encuentro con Clara Oswald, a la que fue encontrando al principio de temporada y en el especial de navidad en situaciones completamente distintas: una piloto del futuro perdida en un planeta lleno hasta la bandera de Daleks, y una institutriz en la época victoriana. No se sabe si pueden ser parientes muy lejanos, pero una misteriosa frase, que también repite la Clara Oswald que conoce en el presente, le hace pensar que esta nueva acompañante, al igual que Amy Pond y que River Song, tiene un secreto que él debe descubrir.

  Mientras, el viaje de Clara, como acompañante genuína, empieza con una aventura de alienígenas amenazando el país como las que suele ofrecer la serie, y que me recordó un poco a la primera aparición de Rose Tyler, Martha Jones o Donna Noble: una persona normal, quizá un poco más ingeniosa y audaz que otros, se ve envuelta en una trama en la que su vida se ve amenazada y gracias a la cual conoce al doctor. Habrá unas cuantas visitas a distintos planetas y épocas, con un nivel irregular para cada capítulo: la aventura en los anillos de Akhaten me pareció un poco mal resuelta, y en cambio, su visión de la casa embrujada y de la investigación de los parapsicólogos sí fue más original, resultando un guión que, aún resolviéndose sin monstruo que amenace a los protagonistas, sí produce el miedo que ha caracterizado a la andadura de Steve Moffat. Porque otra cosa no, pero entre los Weeping Angels, los Silence, y en el último episodio, los Whisper Men, parece que se ha propuesto provocarle pesadillas a toda una generación de niños. Cosa con la que estoy de acuerdo, porque el Doctor Who que conocí en su día, gracias a la emisión de la TVG, estaba poblada de monstruos un tanto plasticosos, pero que aún así, podían resultar un poco inquietantes y fantásticos para un crío con un poco de imaginación.

 

Tampoco faltó el guión de Mark Gatiss, que aunque en otras ocasiones no me había emocionado demasiado, su trama victoriana con los aliados más o menos fijos del Doctor, Madame Vastra, Strax y Jenny, es de lo más divertida, e incluso se atreven a montar un flashback en color serpia e incluir unas cuantas maquinarias y decorados que no tienen nada que envidiar a la estética steampunk. Probablemente estos tres personajes son un acierto de esta etapa: nada menos que una Silurian, su esposa humana y un Sontaran resolviendo crímenes en la Inglaterra del siglo XIX. Resulta un poco improbable pero visto en pantalla, está lleno de humor y de cierto punto de no tomárselo demasiado en serio. Solo por la secuencia de Strax yéndose de vacaciones a Glasgow para poder pelear como buen Sontaran hace que se merezcan un spinoff para ellos.


La serie, entre el año anterior y este, también ha tenido algunas críticas y sus defectos: muchos se quejan de la quemazón de Amy y Rory hasta su despedida, como pareja de acompañantes demasiado explotada, y sobre todo, el exceso de acompañantes con misterio incluido en la vida del Doctor: no parece encontrarse con nadie tan simple como pudo ser Rose Tyler o Donna, sino que todas se lo encuentran con un motivo que se sabe que aparecerá al final de temporada.

Me ha gustado mucho más la visión del Doctor de Steve Moffat que la de Russell T. Davies. El tema del presupuesto también le ayuda, pero en general es por cuestión de gustos y no por objetividad: me gusta su versión un poco más macabra, más amenazadora, y sobre todo, el doctor de Matt Smith, mucho más absurdo y con un carácter más excesivo y marciano que David Tennant, y al que le va muy bien el registro un tanto sobreactuado de Smith. El número de episodios en los que ha aparecido es inferior al de Tennant, pero también es cierto que sus temporadas han sido mucho más explosivas que las que pudieron tener los doctores anteriores. Me ha gustado, y echaré de menos su pajarita e incluso su ausencia de cejas, pero ha cumplido su papel y es hora de conocer al número Doce. Del que, de momento, no se sabe quien va a ser, o si incluso será una Doctora, cosa con la que ya bromeaban en el episodio que guionizó Neil Gaiman en 2011. No se sabe si se atreverán, pero sí sería interesante, en el otro caso, un cambio de acompañante, porque exceptuando a Rory, desde los años ochenta practicamente han sido todas mujeres.

lunes, 1 de octubre de 2012

Doctor Who 2012. Más episodios, más efectos especiales…y más espera


Después de casi siete meses entretenida a base de películas y lecturas varias, ha vuelto por fin mi serie favorita. Y esta vez, el Doctor Who se ha hecho esperar, porque esta debe ser la emisión de temporada más rara desde que a David Tennant lo finiquitaron en el 2009 a base de rodar especiales, porque han decidido repartirse los capítulos entre el mes de septiembre y el año que viene, por problemas de horarios en el rodaje. Dirán lo que quieran, pero yo preferia pasarme de mayo a julio viendo mis trece episodios, y que después me pusieran los dientes largos con el especial de navidad.



Esta ha sido la tercera temporada con Steve Moffat al frente, y aunque las rarezas a la hora de repartirse los capítulos no me gusten, creo que tanto su doctor como su forma de enfocar la serie ha sido mi favorita (con permiso de Christopher Eccleston). El tono de la serie se ha vuelto más siniestro y los monstruos han empezado a dar algo más de miedo. Miedo, si tuviéramos siete años, claro, pero la intención de ser Nightmare Fuel se le nota, y sus Ángeles Llorones han conseguido convertirse en unos enemigos del doctor a la altura de los Daleks.

Al menos, eso fue hasta ahora, porque el tono que mantiene esta temporada es mucho más ligero que en la anterior, que se centraba en unos alienígenas con corbata realmente rarillos y gracias a los cuales se descubre el origen de River Song, una de las acompañantes más extrañas que ha tenido el doctor en cincuenta años de serie. Esta temporada llegó al extremo de hacer prácticamente un borrado del Doctor en la historia, haciéndose pasar por muerto para poder viajar con más tranquilidad, lo que también ha servido para que los episodios estén más centrados en el tema de las aventuras, y sobre todo, hagan de este y de sus acompañantes una figura más cómica de lo que fue hasta ahora.


Con estos guiones no se han cortado: el Doctor nunca fue ciencia ficción seria, por lo que tanto la tecnología como lo que pueda pasar en los guiones no tiene límite: el destornillador sónico arregla lo que sea, y si el guionista quiere meter dinosaurios en la nave espacial secuestrada por un pirata, un pistolero robótico en un escenario del oeste e incluso una invasión de cubos que técnicamente, no hacen nada, está autorizado para hacerlo. En unos cinco episodios ha aparecido todo esto e incluso la reina Nefertiti en una nave espacial, con lo que demuestran que las cosas las están haciendo a lo grande.


Lo mejor de la temporada, o de esta parte de la temporada, siguen siendo sus dos acompañantes: Amy y Rory, que aunque tengan una vida por su cuenta, no tienen problemas en ausentarse para irse con el Doctor, aunque parte del tema de esta temporada también ha sido las dudas de estos dos sobre renunciar a los viajes: el tiempo pasa para ellos más rápido que para sus conocidos, y precisamente todas estas aventuras les están impidiendo tener una vida más allá del Doctor. Incluso aparece un personaje nuevo en la familia Pond, el padre de Rory, un tipo bastante divertido y flemático que, aunque no aparezca de continuo, también será un habitual.


Por el momento, y aunque los episodios intermedios han tenido un nivel muy alto, los capítulos más importantes han sido el primero y el quinto. En uno de ellos conocemos a la que, según informan, será la próxima acompañante del Doctor, y de paso vuelven a aparecer los daleks. Que serán todo lo salero espacial o vaporetta que quieran, pero son sus enemigos más emblemáticos (además, si mi gata se llama Dalek y no Cybermen, Zygon o Weeping Angel, será por algo) y es imposible concebir una temporada del Doctor Who sin ellos. En el último, al menos hasta el especial de navidad, vuelven River Song, de la que me pregunto cuánto tiempo mantendrán en la serie porque el personaje no puede regenerarse, y los Ángeles Lloronoes, que juraría que cada temporada tienen más cara de mala gaita. Además, una serie de situaciones para los acompañantes del doctor muy alejadas del estilo ligeron que estuvieron manteniendo hasta ahora. Pero de esto no diré nada más, porque como diría River Song: spoilers.

sábado, 1 de octubre de 2011

La semana en series. Comienzos de temporada y algún final



Aunque la semana pasada fue cuando empezaron la mayoría de series, o al menos, las que estoy siguiendo, he preferido esperar hasta hoy para hacer una reseña de cómo han empezado, por aquello de tener más material para hacerme una idea. Bueno, por eso, y porque las lecturas me están ocupando bastante tiempo.



Big Bang Theory. Temporada 5. Aunque era una serie que estaba empezando a aburrirme y ver por inercia (cosa fácil porque, entre los capítulos repetidos de los Simpsons, y los 20 minutos que duraba, aún conservo la costumbre de verla), ha comenzado con cambios que me han gustado bastante: de entrada, Prya Koothrapali se vuelve a India de donde sinceramente, espero que no vuelva nunca. Porque aunque no se trate de un personaje pensado para ser odioso, todo su carácter, su excesiva profesionalidad y sobre todo, su falta de chispa, no se ganaba muchas simpatías. Además, eso de salir varios meses con Leonard y no decirle que se volvía a su país, no ayuda, no. Con la Sra Insoportable Abogada Hindú (¿se nota que no me gusta el personaje?) fuera de juego, el resto de personajes sigue como siempre: Penny es fija en casa de los protagonistas, Howard y Bernardette continúan prometidos, y ahora muchas de sus tramas giran en torno a lo enmadrado que anda este (y que su futura mujer va camino de hacerle de madre sustituta). Y el mayor cambio es tener a Amy de personaje fijo, que aunque en la temporada anterior parecía un Sheldon en chica, ahora se han molestado en dotarle de una personalidad un poco distinta a su contrapartida, lo que resulta bastante cómico en contraste con su carácter un poco robótico. Del resto, tramas de veinte minutos, bastante anecdóticas, que pueden ser graciosas en mayor o menor medida.



El paro afecta hasta a los asesinos a sueldo

Nikita. Temporada 2. El que esta nueva versión tuviera a la protagonista trabajando por su cuenta, en vez de como asesina a sueldo, fue un avance. Y tras una primera temporada un poco floja, con esa aprendiz de espía colando secretos delante de las narices de la División, han intentado darle un giro más, con la susodicha aprendiz trabajando para los malos, y tanto Nikita como su anterior entrenador intentando desbaratar los planes de la División para...ehm..francamente, todavía no tengo ni idea. Creo que lo explican a principio de cada episodio, pero generalmente todo suele quedarse en gente disparándose y alguna que otra explosión. La veo principalmente porque la versión de los noventa, con Peta Wilson, me gustaba un montón, y todavía me sorprende el que en tan pocos años hayamos pasado de una serie de acción rodada en decorados, a una en la que hay ensaladas de tiros contínuas.

Lo que son las dimensiones: en una eres un hombre de acción, y en otra, un lechuguino. De acción.

Fringe.Temporada 4. La temporada anterior terminaba con el sacrificio de Peter para salvar ambos universos, lo que hacía que este fuera borrado de la realidad...y me alegro, aún más que de la desaparición de Prya en TBBT. Porque aunque tecnicamente, lo que sucede en la serie se debe a que los Bishop de ambos universos estén intentando mantenerlo de su lado, era un personaje bastante soso y un poco sabidillo. Además, esta desaparición supuso el que las dos dimensiones se encuentren ahora en contacto y de lugar a momentos bastante interesantes, como esa Olivia Dunham que no soporta a su alternativa, y sobre todo, a un Walter mucho más loco y más desconfiado que cuando contaba con su hijo. Aunque el episodio de esta semana fue el primero en el que tenían que solucionar un caso en la otra realidad, lo más extraño fue ver a Olivia Dunham hablando con Astrid sobre ligar o no con el Agente Lincoln, lo que, conociendo al personaje hasta ahora, resulta bastante desconcertante.



Doctor Who Temporada 6 DR (Después de Russell T. Davies). Fin de temporada para el segundo año de Matt Smith como Doctor, que se ha cansado de meter giros en la historia. Además de haber sido la temporada con una trama más seguida en los últimos seis años, se ha descubierto cuales son los orígenes y presunto delito de River Song. El Doctor ha vuelto a quedarse sin acompañantes...para bien, ya que esta ha sido la primera vez en la que puede despedirse de ellos adecuadamente (sin contar a Martha Jones, pero esto fue porque la chica no terminó de cuajar), sin que acaben en una realidad virtual, olvidándolo, o en un universo paralelo. Pero, aunque su historia se cierre de una forma más convencional (es un decir), no es menos dramático: se despiden porque el Doctor sabe que tarde o temprano los acabará perdiendo, y ellos mismos han perdido a una hija por el camino. Después de dos o tres episodios muy simples en cuanto a efectos, han cerrado la temporada con una traca de las grandes: en 45 minutos han salido calaveras carnívoras, Winston Churchill, Pterodáctilos, las pirámides y el Orient Express...El paraíso del friki, vamos. Y todo ello, para la season finale más grande, y difícil de seguir que nadie hubiera imaginado. Aún sabiendo que Matt Smith repite papel, consiguieron llegar a preocuparme por el fin del personaje, y sobre todo, crearon un enemigo todavía peor que los Weeping Angels: los Silence. Y sus trajes de corbata clásicos.

Esto es lo que ha dado de si la semana. Y la próxima, incluirá American Horror Story. Que, desde que descubrí que todos esos vídeos de imágenes rarunas eran para contar la típica historia de una familia que se muda a una casa embrujada, me decepcionó un poco, pero oportunidad habrá que darle.

domingo, 28 de agosto de 2011

Doctor Who 2011. Regresos de temporada y títulos engañosos



Requisito para entender al gatico: haber visto la temporada anterior del Doctor Who

Este año, el Doctor Who estuvo lleno de sorpresas y decisiones inesperadas, en argumento y emisión. Aunque ya en el 2009 habían saldado la temporada a base de especiales con David Tennant, esta vez han dividido en dos la temporada habitual, desde junio hasta finales de agosto. Cosa un tanto extraña, porque aunque Doctor Who debe tener las temporadas más largas de Gran Bretaña, siguen siendo 13 episodios solamente.



En boca cerrada no entran moscas

Tras la espera, y con un minitrailer en la que la voz de Amy iba adelantando lo que había estado haciendo el Doctor durante estos meses, empezaba un episodio que de momento, prometía (prometía nazis) y que aparentaba no tener nada que ver con el arco principal de la temporada. En estos dos últimos años, Moffat, además de ser un tío un poco macabro, ha demostrado que es especialista en desconcertar al público, como ha pasado con la aparición de Mels, una amiga de la infancia de Amy y Rory, que sin venir a cuento, se apunta (y a punta de pistola) al viaje temporal con los tres protagonistas.



En breve, nuevo vídeo viral de El Hundimiento: "Hitler se entera que va a salir en Doctor Who"

Aunque el capítulo comienza con un una ambientación bastante obvia, desde un principio ya empecé a sospechar que de nazis y de matar a Hitler, nada de nada, porque enseguida hace su aparición un elemento cienciaficcionero muy de la serie, en este caso, robots justicieros, gente miniaturizada y el nuevo leivmotiv para lo que queda la temporada (Silence will fall), y, sin explicar mucho más, nueva información decisiva acerca del personaje de River Song. Porque esa es otra novedad en la serie: mientras que hasta ahora no hemos tenido otra cosa que leves indicaciones de la traca final, que se resolvía en dos o tres capítulos, este año hemos estado pendientes de lo que le iba a suceder al doctor, a Amy, y sobre todo, a River Song. Una decisión bastante sabia esta última porque los actores envejecen, y es preferible ir cerrando sus tramas antes de que sea imposible explicar las canas mediante viajes temporales ni trucos de guión.

El único defecto que he encontrado a un capítulo que ha resultado emocionante, es la falta de tensión derivada de la información que tenemos de antemano: porque, cuando un par de días antes, te enteras en el blog de Satrian que Matt Smith repite como Doctor el año que viene, ya no impresiona mucho que este parezca a punto de morir/regenerarse. Un poquito de discrección, señores productores...



Fijo que este episodio le encantará a Thomas Ligotti

Tras la vuelta del Doctor, la próxima semana Mark Gatiss repite como guionista, espero que esta vez con más suerte que las anteriores, con una historia muy de su estilo: niños amenazados, muñecos siniestros y ambiente macabro. Que tampoco me quejo, pero de buena gana lo vería de nuevo trabajando con The League of Gentlemen y no tecleando en el ordenador.

domingo, 1 de mayo de 2011

Doctor Who Temporada 6. Day of the Moon





El Doctor Who ha empezado con un episodio doble que incluye un poco de todo: viajes temporales, alienígenas de aspecto inquietante, y bastantes pistas para los siguientes episodios. Este es un repaso a lo mejor y lo peor de The Impossible Astronaut y Day of the Moon:

Los arcos narrativos. Desde el 2005, el Doctor Who se ha caracterizado por una frase recurrente que avisa de un suceso importante, que servirá como final de temporada. Esta vez han ido un paso más allá, y la temporada anterior muchos de los personajes le anunciaron al doctor que “Silence will fall”, situación que abre esta temporada y que sirve, a la vez, para dar paso a un arco argumental mucho más amplio y ambicioso, que implica el propio futuro de una de sus acompañantes.




¡¡AAAgh!! Esa corbata es aterradora


Los Silence. Si los Weeping Angels le habían valido un premio a Steve Moffat, estos alienígenas encorbatados y cabezones también se las traen: sin que el Doctor lo supiera hasta ahora, esta raza ha estado detrás de los humanos desde los inicios, escondiéndose de ellos mediante órdenes posthipnóticas. En palabras del doctor, “no se trata de combatir una invasión, sino de llevar a cabo una revolución”. Y es precisamente el poder de dominar la mente lo que supondrá la perdición de esta especie.

Los cruces temporales. Junto con dar miedo, es otro de los temas favoritos de Steve Moffat. Y en estos dos episodios los ha habido a base de bien. Siendo una serie sobre , viajes en el tiempo, él ha sido el guionista que retuerce las posibilidades de este concepto al máximo, tendencia que empezó ya con la primera temporada de Matt Smith. En este caso, ha ido un paso más adelante, jugando con la propia muerte del Doctor, las huídas de River Song aprovechando las apariciones de la Tardis, y esa niña que parece estar relacionada con Amy Pond.

Las paradojas (otra vez). Russell T. Davies nos acostumbró a que el más mínimo detalle argumental tuviera su conclusión, cosa que Steve Moffat no sigue a rajatabla. Entre sus vicios, se cuentan la preferencia por un montaje mucho más rápido, los golpes de efecto (que esta vez implicaron varios muertos. O no) que dan paso a una situación explicable, y a saltarase explicaciones que, si a veces acelera la narración, otras dejan un montón de dudas que pueden no ser resueltas.



La caracterización. Aunque no me hacía mucha gracia esta ambientación en Estados Unidos (y el hecho que su emisión por BBC America incluyera la voz en off de Karen Gillian poniendo sobre antecedentes al público. Viva la ampliación de audiencia), el tema de la carrera espacial sirvió para incluir algún que otro elemento siniestro, como el traje espacial y la niña misteriosa, las apariciones de Richard Nixon no son muy allá. El tema de los personajes famosos funciona más o menos bien cuando tienen sus siglos encima, como fue el caso de Charles Dickens en 2005, pero tanto este Nixon como el Winston Churchill de la temporada anterior no han quedado gran cosa.



Tras el mareo inicial, el próximo episodio promete una historia bastante más llevadera y con más componentes de aventuras sin complicaciones: barcos, piratas, fantasmas y alguna sorpresa. Todo mejora con piratas.

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