Aunque todavía parezca que hace muy poco las estanterías de la sección de fantástico y terror se limitaban a las hileras de copias de King y Koontz (este ultimo, trasladado a la parte de atrás de las baldas de las tiendas de segunda mano), el cambio de siglo, de te4ndencias narrativas y de generación de escritores se dio hace mucho más tiempo. Laird Barron, Stephen Jones o Paul Tremblay tienen ya suficientes novelas a sus espaldas para ser escritores consagrados. Que fueran publicados en España especialmente gracias a editoriales más de nicho y arriesgadas, era solo cuestión de tiempo. En gran parte, gracias a La biblioteca de Carfax, quien no solo se encargó de traer los slashers de Stephen Jones sino de recuperar a Barron desde que hace años Valdemar publicar El rito. E incluso probar, primero con la novela, y después con una colección de relatos, con uno de sus colegas. Cuya vida quizá no sea tan peculiar como la del señor tuerto de Alaska, pero también representativa de una hornada de terror nacida a partir del 2009, donde la disparidad de temas (desde el weird hasta el costumbrismo, pasando por el horror cósmico) no impide que gran parte de estos, habiendo comenzado en publicaciones independientes, se conozcan entre si de una forma que hace imposible no pensar en H. P. L. y sus colegas. Al menos, los años veinte “malos” y las redes sociales algo positivo han aportado.
Esta presencia de aspectos familiares casi comunes a la vida de cualquiera como pueden ser recuerdos de juegos, fallecimientos de familiares, o el mero hecho de envejecer, hace que los cuentos tenga un ritmo muy pausado, pero también muy cercano, cuya emotividad e importancia de los retazos de la vida de sus protagonistas hacen que el enfoque sea muy similar a l de Stephen King a la hora de reflejar lo cotidiano y como puede verse alterado en cualquier momento.
Una premisa que comienza con Kore, en una inofensiva casa del terror para los niños del barrio en el que la mujer del narrador juega un papel extraño, o en la venganza sobrenatural o no, que e l protagonista de Monstruos caseros puede llevar a cabo ante ese amigo un tanto nefasto que todos hemos tenido en un momento de la infancia. Esta aparición de los extraño aumenta en cada relato, donde comienza a aparecer referencia a los mitos de Cthulhu como en Las fauces abiertas de Caribdis o entrando de lleno en la fantasía oscura y la mitología, inventada por él, en este caso. Es a partir de Sombra y sed, el cuento más dinámico, en el que aparecen también referencia a esa mitología propia (la ciudad al lado de un océano negó y sus guardianes) que se repetirá en Vigilando a los cuervos, el suplemento, y en su novela El pescador.
Lovecraft será también una de las referencias que aparecen en los cuentos. El libro es en realidad una colección de piezas publicadas en antologías temáticas, varias de ellas a cerca de los Mitos de Cthulhu. Pero su interpretación del horror cósmico queda muy lejos del pastiche y resulta una aproximación muy depurada, en la que se queda con lo esencial y reinterpreta los elementos lovecraftianos de una forma muy abstracta, como en ese Innsmouth oculto en los pliegues de la realidad o una reinterpretación de la aportación a las criaturas de los Mitos que hiciera Ramsey Campbell con su ciclo del valle del Severn, donde la aparición de Glaaki es mucho más elaborada que la mera descripción de monstruos. Y, que en el relato que da título a la recopilación mezclará esa presencia del horror cósmico y las referencias a las creencias mitológicas, así como al elementos que resulta común a gran parte de estos cuentos: la familia, o más bien, los sentimientos ligados a esta (lealtad, protección, amor o la capacidad de sacrificio).
Aunque sea esta concepción del terror algo que se convierte en el hilo principal de los cuentos, el enfoque de este es muy distinto al que podría haber tenido en los inicios de su concepción con Lovecraft, o el que harán Ligotti, Padgett o Mark Samuels: los personajes de Langan no son esbozos anónimos sino personas de carne y hueso, con vidas y familia de la que preocuparse, y sobre todo, seguir luchando aunque eso suponga su sacrificio o verse condenados a repetir eternamente una confrontación que evite el avance de un final inevitable. Un enfoque que parece absurdo en un concepto tan despiadado como el terror cósmico, pero que hace que sus personajes, por pequeña que sea la oportunidad, decidan sacrificarse ante el morador de una torre surgida de la nada, luchar una y otra vez contra un guardián de naturaleza mística o frenar la encarnación debilitada de un dios que hace milenios recorría las tierras de Escocia. E incluso, plantearse si no merece la pena perderlo todo para poder atisbar lo que puedo haber sido en otra vida. Situación que se refleja en Sombra y sed, El ancla, Bocadaver o el suplemento, pero que también estarán presentes, en mayor o menor medida, en el resto de cuentos.
Bocadaver y otras autobiografías por el momento, el segundo libro de Langan que ha publicado La biblioteca de Carfax, es todavía una muestra pequeña de lo que puede ofrecer. Con una novela inédita en el país y otras tres antologías, junto a lo que todavía tiene que contar, espero que pueda verse traducido con más frecuencia.