Aunque John Carpenter hubiera aportado durante cuatro décadas todo tipo de temas al fantástico, desde el slasher hasta el cuento de fantasmas, pasando por el horror cósmico y las películas de chinos, en casi todas ellas se aprecia el género que le ha fascinado y que no abordó directamente el western. Por limitación de medios, o por los intereses del púbico, era difícil que sus personajes se enfrentaran en un duelo al sol poniente. Fue en su primera película donde, ante la imposibilidad de poder enfocarlo directamente, decidió ofrecer su propio western crepuscular…e incluso su primera película de zombies.
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A mediados de los setenta, algunas áreas de Los Ángeles son una pesadilla urbana. Los barrios más desfavorecidos son territorio de bandas que tienen en su poder armas de fuego que suponen un problema para un cuerpo de policía insuficiente. En esta situación, la comisaría del Distrito 13 se dispone a cerrar sus puertas para ser trasladada. La noche antes de su cierre definitivo, un pequeño grupo compuesto por oficiales de policía y dos secretarias se disponen a esperar el final en una última guardia en una comisaría desmantelada donde no debería suceder nada. Salvo que esa también será la noche en el que un traslado de presos se vea obligado a detenerse allí cuando uno de ellos se encuentra gravemente enfermo, y cuando, al mismo tiempo, un hombre irrumpe en busca de ayuda tras haber provocado el juramento de venganza de una de las bandas locales. A partir de entonces, el grupo se verá obligado a resistir el ataque de unos delincuentes dispuestos a cavar con ellos, sin importar quienes sean sus víctimas, y sin temer a perder la vida en el asalto.
Como primera producción estrenada, en ella pueden apreciarse los temas a los que a menudo volvería durante su carrera. Un grupo atrapado en un entorno cerrado, que les sirve de protección mínima pero que a la vez les impide huir de una amenaza exterior, anónima y sin rostro ni diálogo, personajes generalmente al margen de la sociedad o de la ley que adquieren la condición de héroes de forma involuntaria. Y del que el personaje principal, Napoleón Wilson, cuyo apodo promete explicar en un momento posterior que nunca llega, es un ensayo, todavía neutro y discreto, de Snake Plissken, Jack Crow, de Jack Burton, que seguramente tendría algo que decir en ocasiones como estas, e incluso de Desolación Williams, el antihéroe de Fantasmas de Mate que casi podría funcionar como un remake de esta.
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Además de poder mantenerse como referencia para muchos de sus guiones posteriores, la película es ante todo, un western. Uno trasladado a la época actual debido a las limitaciones presupuestarias, con las que contaba, pero a partir de las cuales demostraría ser capaz de defenderse perfectamente dentro de la serie B sin que se produjera el salto a producciones de primera clase (hablando en términos de promoción y dinero),y que era posible reconocer su intención sin tener que recurrir al escenario que tenía en mente. El planteamiento, el reducido grupo de personajes formados por un agente de la ley, una mujer tan fuerte como sus compañeros y un forajido con un código ético que le lleva a integrarse y defender a su grupo porque es lo correcto, no porque le sirva de algo. Los escenarios, derivado de la limitación se componen de edificios vacíos y al borde del derribo, de calles anormalmente desiertas donde, ocasionalmente, destaca una cabina telefónica que parece casi absurda en el medio de la nada. Un composición que por lo austera es muy similar a los paisajes donde se movían muchos personajes del western crepuscular.
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Este no es el único género del que es deudor. A menudo se la considera una de las mejores películas de zombies sin zombies que se han filmado. Y la noche de los muertos vivientes también es una referencia directa. Los pandilleros obcecados con entrar en la comisaría y arrasar con los personajes se convierten en una masa silenciosa, sin más objetivo que el de avanzar y que se conforman con asesinar limpiamente. Aunque de forma muy hábil, apenas se los ve disparar a estos sino a los protagonistas, quienes defienden la comisaría como podrían haberlo hecho los soldados de un fuerte o los supervivientes de un centro comercial rodeado de no muertos.
Asalto a la comisaría del distrito 13 fue la aparición de Carpenter en el cine, donde se adelantaba lo que supondría su carrera dentro de la Serie B y donde esta presenta todos los elementos, banda sonora con sintetizador incluída, que no dudaría en utilizar más adelante.