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miércoles, 5 de febrero de 2020

El no-debate de la jornada escolar






Cuando una ha dedicado toda su vida profesional a la escuela y cada Año Nuevo comenzaba en septiembre con el inicio del curso, la jubilación se presenta como un abismo, pareciera que no va a saber qué hacer con tanto tiempo por delante sin la presencia constante del mundo escolar en su vida. Después de casi tres años de haber atravesado el umbral, puedo decir que ni una cosa ni otra. Hay muchas tareas a las que dedicar nuestro tiempo de jubilados, la vida no se acaba al cerrar la puerta de la escuela pero tampoco la dejamos del todo, la mirada siempre se nos va a los asuntos de la educación, aunque sea un poco de reojo. Y  uno de los temas que se repite ineludiblemente cada año por estas fechas (desde hace cinco en Aragón) es el debate de la jornada escolar. Y digo mal, porque no hay tal debate. No interesa. Como mucho hay una confrontación (eso, sí) de intereses personales y/o profesionales que la Administración (no me cansaré de repetir), haciendo dejación de su responsabilidad social, ha potenciado con los sucesivos decretos al efecto.

 Una prueba evidente de que no hay debate la viví en primera persona hace un año, cuando participé en una de los pocos colegios que, a pesar del hastío del tema y de los riesgos de deterioro de la convivencia en la comunidad escolar, se planteó realizarlo.  Desde el principio se descartó una mesa en la que se pudieran exponer razonadamente todos los puntos de vista, lo cual ya dice mucho de cómo se vive el asunto en los centros. Así pues, el procedimiento elegido fue  organizar dos en fechas diferentes, una formada por representantes de docentes y familias claramente favorables a la jornada continua y otra, en la que yo misma, expuse una serie de dudas referidas a la conveniencia de implantar la jornada continua del modo en el que se está haciendo, esto es, que la jornada lectiva del alumnado sea dependiente de los cambios en la jornada laboral del profesorado. Es igual, la participación en una y otra de las sesiones fue ridícula. Lo que reafirma la idea inicial de que el debate y la argumentación racional y sincera no interesa a nadie. En este tema cada uno (docentes y padres y madres) se mueven por su interés y su situación personal y laboral sin que los múltiples estudios que alertan sobre los riesgos de la jornada continua como factor agravante de la desigualdad y otros asuntos de grueso calado, se tengan en consideración, especialmente, por los políticos y técnicos responsables, que son quienes deberían velar principalmente por la calidad y la función de la escuela como motor de cambio social.La situación roza a veces el absurdo como ocurrió en el proceso en el que participé. En la mesa a favor de la jornada continua, a la que asistí para escuchar sus argumentos, participaba un orientador escolar de mucho prestigio (también jubilado) y un miembro de un sindicato de profesores/as, además de las representantes de las familias. Los docentes no se apoyaron en ningún estudio científico para afirmar categóricamente que “la jornada continua favorece el aprendizaje del alumnado”; es más, sorprendentemente sólo presentaron una investigación del profesor de la Universidad Complutense, Mariano Fernández Enguita, en la que se apunta todo lo contrario para, a continuación, afirmar sin sonrojarse que sí, que bien, pero que “las fuentes no eran fiables”. No había salido de mi asombro cuando para apoyar sus palabras colocaron la imagen que acompaña este escrito, en defensa de la jornada continua. No pude evitar realizar la fotografía, toda una muestra del nivel de los argumentos, sólo falta el papá al fondo, sentado en el sofá viendo el fútbol. En realidad habría que  agradecer que la imagen es muy explícita, aunque justamente  para todo lo contrario de lo que se pretendía...  

Ha pasado un año, estamos en el mismo punto, con algunas escuelas públicas tripitiendo votaciones hasta que se consiga el objetivo de jornada única y yo todavía sigo ojiplática ante el nivel del no-debate social.

P.D. El pasado primero de febrero eldiario.es publicaba un artículo firmado por Daniel Sánchez Caballero que alertaba sobre la creciente  mercantilización de la educación, las razones son complejas y abarcaban diversos aspectos pero hay un párrafo en el que me parece apreciar una correlación entre la reducción del tiempo escolar y los negocios educativos paralelos o complementarios a la escuela : "Se pueden aconsejar numerosas medidas que no crean ninguna dificultad política (…). Si se les disminuyen los gastos de funcionamiento a las escuelas y universidades, hay que procurar que no se disminuya la cantidad de servicio, aún a riesgo de que la calidad baje (…). Sería peligroso restringir el número de alumnos matriculados. Las familias reaccionarán violentamente si no se matricula a sus hijos, pero no lo harán frente a una bajada gradual de la calidad de la enseñanza y la escuela puede progresiva y puntualmente obtener una contribución económica de las familias o suprimir alguna actividad. Esto se hace primero en una escuela, luego en otra, pero no en la de al lado, de manera que se evita el descontento generalizado de la población", escribió Christian Morrison.

A buen entendedor,…
P.C.

sábado, 24 de abril de 2010

Más sobre la escuela


Además de que «casi ocho de cada diez inmigrantes estudian en la escuela pública», «muchas familias optan por un colegio privado o concertado para evitar a los inmigrantes». Estas frases se han podido leer recientemente en Heraldo de Aragón, coincidiendo con el proceso de solicitud de plazas escolares para el curso próximo. También en foros de Internet se encuentran lindezas y opiniones muy estereotipadas sobre la ‘guetización’ de ciertos colegios públicos o de cómo algunos concertados (financiados con dinero público, no nos olvidemos) desarrollan un discurso disuasorio hacia determinados colectivos. Me duele por el desprecio hacia los pequeños inmigrantes que se desprende de estas afirmaciones hechas tan intencionadamente, lo siento también por los niños y niñas "oriundos" cuyos padres y madres colocan estos anti-valores en la prioridad de su educación, adultos que crecieron en un mundo ‘uniforme’ y que no se han enterado de que sus hijos lo están haciendo en otro muy diferente, que la diversidad de gentes, culturas, credos, ... está en los medios, en la calle, en los Erasmus, en el trabajo, en el deporte… ¿Cómo van a preparar a sus hijos para todo ello si pretenden aislarlos en guetos monoculturales? ¿Por qué consideran una mala influencia compartir aula con compañeros que, en las más de las ocasiones, cuentan con un bagaje de experiencias enormemente interesantes? Jóvenes que hablan de forma fluida dos o más idiomas y aprenden en tiempo récord uno nuevo, el español. ¿No es un lujo tener ese modelo al alcance? La sociedad de hoy es compleja y una escuela que no sea reflejo de sus múltiples facetas no está preparando para la vida. Soy consciente de que no todo es idílico, que una escuela pública que concentra un porcentaje muy elevado de alumnado con problemas familiares y económicos (ésa es la madre del cordero, porque si son ricos ya cambiamos la categorización y pasan a ser extranjeros) requiere de mayores esfuerzos por parte del profesorado y de toda la sociedad. Pero eso tiene una solución muy fácil: reconsiderar todo el apartado de conciertos económicos, de tal manera que los recursos económicos se destinene mayoritariamente a esos centros que tienen una población más necesitada de apoyos educativos. ¿Para cuando un gobierno valiente y de verdadera izquierda que se atreva a poner sobre la mesa este asunto?

domingo, 28 de marzo de 2010

¿Cifras objetivas?


Periódico Heraldo de Aragón del viernes 26 de marzo, página 2: Casi ocho de cada diez inmigrantes estudian en la escuela pública. Nada que objetar al titular que se presenta a toda página. Las cifras son las que son. Pero lo son a lo largo de todo el año escolar, por eso me despierta cierta suspicacia la fecha en la que se publican, es decir, en vísperas de que se inicie el proceso de solicitud de plazas escolares para el curso próximo en la comunidad aragonesa. Quizás yo sea mal pensada y lo que se pretende es destacar la condición solidaria e inclusiva de la escuela pública. Pero me temo que exista un mensaje subliminal que pueda influir en el ánimo de muchos lectores preocupados en este momento por la elección de colegio para sus hijos pequeños. Y que estos padres responsables acaben sacando una conclusión simplista pero muy afianzada en determinados círculos sociales: la de que esa variedad cultural es un hándicap en sí misma, decantándose hacia los colegios concertados con mayor uniformidad en la ropa y en el origen cultural. Por cierto, que nadie olvide, que también están sostenidos con fondos públicos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Flores el primer día de clase


Primer día de clase. Vorágine de risas, lloros, gente por los pasillos, cambios de última hora, listas que hay que revisar, rostros por conocer, nombres por aprender, espacios de los que apropiarse, reencuentros, cambios inesperados, ... Más o menos habrá sido así o parecido en todos los colegios.

Por la tarde, cuando todos habían vuelto a sus casas con mil anécdotas y novedades por contar, resultaba placentero pasear por los pasillos desiertos y contemplar los restos de la batalla: las novedades que las profesoras de Infantil habían introducido en sus aulas, los dibujos y fotos de vacaciones que niños y niñas habían pegado por las paredes, los estuches olvidados en un primer día de despiste, ...y en algunas clases había algo más: sobre la mesa de la profesora quedaban uno (o dos) ramos de flores. Generalmente detrás de cada ramillete hay un alumno o alumna de origen ruso o rumano. Es una bonita costumbre de esos países ofrecerlos a sus profesoras en el primer día de escuela. Muchos la conocimos de manera horriblemente trágica hace cinco años, un 1 de septiembre de 2004. Las imágenes de los niños y niñas de la escuela nº1 de Beslan en Osetia del Norte, que lucían sus mejores galas y llevaban flores a la entrada de lo que tenía que haber sido un día feliz, nunca se borrarán.

Por eso considero de justicia dar las gracias a estas familias que, habiendo venido hasta aquí buscando una vida mejor, una sociedad "más avanzada", nos traen flores y con ellas significan valores que aquí ignoramos con demasiada frecuencia. Gracias por recordarnos con ese pequeño gesto que la gentileza, la cortesía y el respeto por los maestros son actitudes que permanecen en vuestros lugares de origen. Gracias también por haber evocado aquella imagen triste y contribuir de esta manera a que mantengamos una actitud permanente en defensa de la paz y del futuro de la humanidad, la infancia.