POPULISMO.
“En los últimos años hemos incorporado la palabra populismo al vocabulario
político. En general se utiliza para desacreditar al adversario, acusándole de tácticas manipuladoras: liderazgo
carismático, retórica agresiva, política-espectáculo y el señuelo de promesas
irrealizables. Su origen remonta al populus de Roma. En la
convulsa República surgieron líderes partidarios del pueblo -entre ellos los
Gracos o Julio César- que, dando poder a las asambleas y magistraturas de la
plebe, pretendían aprobar reformas destinadas a un reparto más justo de la
tierra, el alivio de las deudas y las mejores condiciones de vida para los más
pobres. Sus violentos contrincantes fueron los optimates, el grupo más
conservador de la aristocracia, que quería mantener a la plebe como simple
espectadora de la política. Los optimates acusaban al bando popular de forjar
una alianza interesada con el pueblo para ascender al poder. El sufragio
universal de nuestros días ha dado la razón a quienes luchaban por ampliar la
participación política. Sin embargo, la nerviosa democracia actual, con sus
líderes y asesores obsesionados por la presencia mediática, los eslóganes y los
vaivenes de las encuestas, alimenta esa dimensión oportunista. Los candidatos en
campaña se empeñan en decir lo que la gente quiere oír: los métodos
demagógicos, y no las ideas, provocan la impopularidad del populismo”
Irene Vallejo. Alguién habló de nosotros.
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