Mostrando entradas con la etiqueta Peter Handke. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Peter Handke. Mostrar todas las entradas

martes, 3 de abril de 2012

Los milagros en que creo. Un sábado austriaco

Abandono la cama cerca del mediodía. Después del café con leche innegociable, me instalo en la terraza con un libro de Peter Handke. Su lectura hace que me entren ganas de caminar. Decido explorar los alrededores de casa. Hace ya un tiempo descubrí que los auténticos tesoros residen en nuestra manera de mirar el mundo. No hacen faltan grandes viajes para dar con ellos; un paseo de una hora es más que suficiente. Una frase leída en el libro del autor austriaco vuelve a mí: “Lo eterno, en el decurso diario, es siempre lo más insignificante”. He aquí una poética con la que me es fácil estar de acuerdo. El modo en que las hojas de los árboles a la entrada del Sant Josep Obrer son mecidas por la brisa, o la visión de un tramo del torrente seco d’en Barbarà decorado con grafitis, se empeñan en darnos la razón. He aquí un ejemplo de los milagros en que creo. Llego hasta la cafetería Uetam y decido que es el momento de tomarme una cañita. Llevo conmigo mi reproductor MP4. La visión de las ovejas pastando en el campo de enfrente y la nostalgia que irradian las canciones de Francisco Nixon se fusionan de manera soberbia. Pese a sentirme contento y despreocupado, me entran ganas de llorar. 20 minutos en el interior de Mercadona pueden con todo. Regreso a casa cargado de víveres. Después de una ensalada rudimentaria y un plátano, me instalo en el sofá y veo Perversidad, de Fritz Lang, otro austriaco. Pese al título y al argumento, la película destila candidez. De un modo sencillo, sin malicia ni doblez, he escrito estas palabras.

ULTIMA HORA, 03/04/12

jueves, 28 de enero de 2010

Breves y enigmáticas


Siempre me han fascinado esas novelas breves y enigmáticas que en realidad no son novelas, esos libritos cuyo significado final se nos escapa porque es posible que no exista ningún significado final, porque el autor maneja unas claves que nos escamotea tramposamente, transformando el texto en apariencia narrativo (muchas veces vendido como novela, nouvelle o cuento largo) en otra cosa, un artefacto poético, híbrido, una especie de alucinación o sueño, una suerte de enigma al que volver y del que solo podremos extraer belleza y extrañamiento, del que siempre nos faltará alguna clave. Su lectura suele ser desasosegante como todo aquello que no responde a unos parámetros de sensatez. (Existen novelas muy buenas, acaso las mejores, que son una auténtica locura escrita desde la sensatez). En lo más alto de mi listado de libros breves y extraños se encuentran dos títulos: En las alturas, de Thomas Bernhard, y Amberes, de Roberto Bolaño, ambos leídos hace algún tiempo. Junto a estas obras inclasificables, conviven otros títulos igualmente marcianos. Esta lista no persigue la exhaustividad. Lo único que pretende es aclarar a través del ejemplo lo que he querido decir, pero me temo que la heterogeneidad de obras y autores tan solo conseguirá añadir más bruma a la cuestión. Me parece perfecto.

- El hombre sentado en el pasillo, de Marguerite Duras.
- El pozo, de Juan Carlos Onetti.
- Thomas el oscuro, de Maurice Blanchot.
- La mujer zurda, de Peter Handke.
- Monsieur Teste, de Paul Valéry.
- Péndulo y otros papeles, de Cristóbal Serra.

¿Alguna recomendación?