Mostrando entradas con la etiqueta Jorge Teillier. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jorge Teillier. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de agosto de 2014

La risa loca del lúcido



domingo, 17 de agosto de 2014

Disponer de dos caras, una hacia afuera, exterior, y otra hacia adentro. Mostrar, a través de la exterior, una parte de ti: la que descree, la que se ríe, la que toma distancia. La otra, la que mira en tu interior, ha de ser la cara del héroe, del loco, la que en el fondo se cree alguien especial, con un destino cierto. Escribir los poemas con la cara interior, eso sí, salpicada por esa risa y esa distancia. La risa loca del lúcido. La distancia de alguien que sólo concibe el poema desde la implicación absoluta.

A veces la mente funciona así: lees el poema XIV (“Otros duermen en vagones de carga y necesitan / tratamientos antialcohólicos y psiquiatras”) de Crónica del forastero, libro escrito por Jorge Teiller, e inmediatamente vuelas hasta aquel primer verso del famoso poema de Allen Ginsberg: “He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura…”. Por su parte, este verso (la mención de la destrucción, de la locura) te remite a Roberto Bolaño, a su concepción inicial de la poesía (que nunca abandonó): “Desplazamiento del acto de escribir por zonas nada propicias para el acto de escribir”. Entonces recuerdas lo que escribió Alejandro Zambra sobre su compatriota: “los poemas de Bolaño son los poemas de los personajes de Bolaño”. Y así.

(…)





lunes, 18 de agosto de 2014

(…) Acabo de darme cuenta. Llevo diez años escribiendo en este diario. Fue en agosto de 2004 cuando lo inicié, concretamente, el día 3. Lo inauguré con esta frase: Hoy es Santa Lidia. Menuda manera de empezar un diario. Diez años ya. Ha habido épocas en que me he olvidado de él, pero siempre termino por regresar. Es un banco de pruebas, un gimnasio; es otra manera de hablar conmigo. Alguna que otra vez se parece a un confesionario. Soy proclive a perdonármelo todo.


martes, 19 de agosto de 2014

La cultura tiende a la enfermedad, de ahí que deba andar medicándose constantemente.

Hoy me acerqué a Babel. Tuve en las manos La tentación del fracaso, dietario íntimo de Julio Ramón Ribeyro. Estuve tentado de hacerme con él. No es la primera vez que me pasa. Finalmente, lo devolví al anaquel del que lo extraje. Algo me dice que no es el momento. Por otro lado, tengo en casa varios diarios de escritores cuya lectura no finalicé. Algunas tardes vuelvo a ellos, leo unas páginas y los devuelvo a la estantería, donde se quedan hasta que de nuevo me acerco a ellos, unos meses después. Así me pasa con El oficio de vivir de Cesare Pavese, con los Diarios de John Cheever o con El cuaderno gris de Josep Pla… Finalmente, me hice con La muerte del padre, de Karl Ove Knausgård. Está claro que hoy latía en mí un ansia por lo autobiográfico.


viernes, 21 de febrero de 2014

2 x 1: Aburrimiento y prestigio + 21 de diciembre


Aburrimiento y prestigio


Hay poetas de gran prestigio que me aburren soberanamente. Lo mismo podría decir de los ejecutores de cualquier otra disciplina artística, pero este martes amanecí poético, qué le vamos a hacer. Por supuesto, no me estoy refiriendo a prestigio en Facebook o Twitter, que al fin y al cabo es humo. Me refiero a un prestigio de academia y antología, de catedráticos, críticos y premios nacionales. Sí, ya sé que este tipo de prestigio también es humo (¿qué prestigio no lo es?), pero convengamos que se trata de un humo mucho más denso. Hasta no hace tanto, este hecho (el que poetas prestigiosos me aburrieran soberanamente) me hacía sentir incómodo, a veces incluso culpable. Estaba claro que algo se me escapaba. Digamos que asumía que se trataba de un problema, de una carencia por mi parte. Como digo, esto era antes. A estas alturas de mi vida (algo así como el ecuador), entiendo que se trata de divergencias en la sensibilidad, es decir, cuestión de gusto o inclinaciones, y que está bien que así sea. No hay conflicto en esto. ¿Enfadarme porque alguien considera que Jorge Teillier es aburrido? ¿Discutir porque alguien prefiere al Panero loco antes que a Juan Luis? ¿Indignarme porque alguien sentencia que lo que escribió Fonollosa no es auténtica poesía? No. Para qué. Es malgastar energía y tiempo. Por lo demás, todavía no he conocido a nadie que haya cambiado de opinión respecto de sus gustos o inclinaciones porque otro le haya dicho (de manera argumentada) que no las comparte o que está equivocado.

ULTIMA HORA, 11/02/ 2014

21 de diciembre


Todavía recuerdo aquel 21 de diciembre de 1983. Vivíamos en Santa Ponça, en una zona de segundas residencias. Nosotros residíamos todo el año, de ahí que en determinadas fechas reináramos sin oposición. Yo era el rey del pinar de enfrente de casa, ahora arrasado por apartamentos y chalets. El escaso alumbrado hacía que las noches fueran más noches. Aquella de hace más de 30 años no era una noche cualquiera. España debía ganarle a Malta por 11 goles de diferencia. Nunca antes había visto un partido de fútbol de principio a fin con verdadero interés, ni siquiera los del Mundial del año anterior. Tongo o no, el milagro se produjo y me recuerdo saltando de alegría en el salón de casa. Pasó el tiempo, dejamos Santa Ponça para instalarnos en Palma, entré en la adolescencia. En mi imaginario, aquel 21 de diciembre siempre supuso un punto de inflexión. España había dado el paso decisivo para acercarse a Europa. Ya no teníamos que rivalizar con Malta o Irlanda, ya podíamos codearnos con las todopoderosas Inglaterra, Alemania y Francia. Y así fue durante un tiempo, pero la nostalgia mal digerida es peligrosa y ahora queremos volver a aquellos lodazales del espíritu. Ya lo decían: mitad monjes, mitad soldados. Y en esas estamos al parecer. Ahora se nos vuelve a comparar con Malta e Irlanda. Andamos a la cabeza del nuevo movimiento regenerador, dicen las facciones más alborotadas. Por supuesto, ya no estamos hablando de fútbol, ni si quiera de economía. Por supuesto, este artículo peca de nostalgia.


ULTIMA HORA, 18/02/ 2014

sábado, 5 de enero de 2013

Tres poemas de Jorge Teillier



CUANDO TODOS SE VAYAN

Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar en el balancín roto.

Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisas por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.

*

FIN DEL MUNDO

El día del fin del mundo
será limpio y ordenado
como el cuaderno del mejor alumno.
El borracho del pueblo
dormirá en una zanja,
el tren expreso pasará
sin detenerse en la estación,
y la banda del Regimiento
ensayará infinitamente
la marcha que toca hace veinte años en la plaza.
Sólo que algunos niños
dejarán sus volantines enredados
en los alambres telefónicos,
para volver llorando a sus casas
sin saber qué decir a sus madres
y yo grabaré mis iniciales
en la corteza de un tilo
pensando que eso no sirve para nada.

Los evangélicos saldrán a las esquinas
a cantar sus himnos de costumbre.
La anciana loca paseará con su quitasol.
Y yo diré: “El mundo no puede terminar
porque las palomas y los gorriones
siguen peleando por la avena en el patio”.

*

EDAD DE ORO

Un día u otro
todos seremos felices.
Yo estaré libre
de mi sombra y mi nombre.
El que tuvo temor
escuchará junto a los suyos
los pasos de su madre,
el rostro de la amada será siempre joven
al reflejo de la luz antigua en la ventana,
y el padre hallará en la despensa la linterna
para buscar en el patio
la navaja extraviada.

No sabremos
si la caja de música
suena durante horas o un minuto;
tú hallarás –sin sorpresa–
el atlas sobre el cual soñaste con extraños países,
tendrás en tus manos
un pez venido del río de tu pueblo,
y Ella alzará sus párpados
y será de nuevo pura y grave
como las piedras lavadas por la lluvia.

Todos nos reuniremos
bajo la solemne y aburrida mirada
de personas que nunca han existido,
y nos saludaremos sonriendo apenas
pues todavía creeremos estar vivos.