BARFLY: Más que el amor, es la falta de él. Me explico: todos sa-
bemos la obsesión que Céline tenía por las bailarinas. pues bien,
también sabréis que en 1926, en un viaje a Ginebra, conoció a la bai-
larina norteamericana Elizabeth Craig, que no es sino el trasunto real
de los personajes de Lola y Molly en Viaje al final de la noche. Con
ella tuvo una relación tan intensa como atormentada: por un lado, lo
introdujo en todos los caminos habidos y por haber del placer; pero,
por otro, lo hacía sufrir, despreciando sus escritos, abandonándole
en varias ocasiones. Cuando finalmente ella lo dejó para volver a
norteamérica, el escritor, que estaba profundamente colado por ella,
la siguió como un perro faldero, humillándose continuamente, hasta
tal punto que llegó a escribirle una obra de ballet, que no pudo ser
representada, porque un productor judÍo de hollywood la había
rechazado… de ahí hasta su furor panfletario antisemita había sólo
un paso ;-)
Después de tantas cartas sin respuesta, la posibilidad de que
ella todavía estuviera en Detroit alimentaba en Ferdinand Bardamú la
certeza de que había merecido la pena el viaje. Atrás quedaba el tedio
de las consultas parisienses, la procesión interminable y monótona del
devenir de los días, el purulento hálito de una clientela demoledora de
toda esperanza. Sabía que a un culo inquieto como el suyo quedarse en
un mismo sitio durante mucho tiempo podría obligarlo a convivir con el
cadáver de la rutina, con los propios fantasmas personales; pero este viaje
iba a ser diferente, pues si Molly conservaba su amor, él la correspondería
por un largo tiempo, que podría ser toda una vida. Le haría tragarse esas
palabras que ella pronunció días antes de su regreso a Francia:
—No, Ferdinand, no volverás… Y, además, yo ya no estaré
aquí tampoco…
BOVARY: Vaya… Sorprendida me dejas.
MELQUÍADES: No vamos a entrar en las perversiones sexuales de
la Craig, en las que participó activa y pasivamente el Dr. Destouches;
pero sí puedo decir que era una auténtica «femme fatale» y que más
tiene de Lola –e incluso de Musyne–, que de Molly. La misoginia
que muestra en el retrato de estas dos amantes se transforma en amor
sincero en su relación con la puta Molly. uno de los pasajes más
bellos y líricos de Viaje es su despedida de la que había sido la única
mujer con la que había estado realmente a gusto. desde un presente
narrativo, confiesa que sigue amándola y que siempre la amará:-[]
BOVARY: Tal vez Molly representa la parte más noble de Elizabeth
Craig. imaginaos que ambos se hubieran quedado juntos, a lo mejor
esos panfletos no hubieran existido.
BARFLY: Juntos, dónde? En la vida o en la novela?
MELQUÍADES: En las dos. imaginaos, un regreso de Bardamú a
América en busca de Molly…
Sabía que tarde o temprano la encontraría. La dirección que
le habían dado en el burdel era la correcta. Vivía en un amplio aparta-
mento cerca del centro; al parecer, la vida no le había ido nada mal…
El tiempo apenas había hecho mella en su belleza y seguía tan apetitosa
como siempre. Tras la sorpresa inicial y la irrupción del recuerdo com-
partido, hicieron el amor toda la tarde. Y en el espejo de sus cuerpos des-
nudos juraron y perjuraron, aunque no hicieran falta las palabras, que
era necesario compartir sus furtivos destinos, amándose a su manera, sin
compromisos, sin ataduras, y sin más tiempo que el necesario para seguir
siendo ellos mismos antes del fin.
(Joaquín Piqueras, El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline, VV.AA. Ediciones Lupercalia, 2013)