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noviembre 14, 2015

He Leído


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Música para feos
Lorenzo Silva

Editorial Destino (2015)

Lorenzo Silva, nos narra esta vez una historia desde la voz femenina, y creo que lo hace acertadamente porque no es tarea fácil ponerse en la piel de una mujer para narrar el sentimiento, el afecto, el amor, el dolor sin caer en la sensiblería. 

La vida y las emociones de Mónica y Ramón cambian la noche en la que se encuentran en una sala de baile, cuando la noche llega a su fin se retan para volverse a ver la semana próxima si los dos lo desean. A partir de ahí surge el misterio que él lleva consigue y que se va descubriendo a medida que la novela avanza. Ninguno de los dos ha tenido demasiada suerte en el amor y les queda poca esperanza ante lo que surge, tienen miedo a un nuevo error. Un libro lleno de canciones que hablan de lo que lo que Mónica y Ramón, no se atreven a decir, ni casi a pensar y sentir, y a través de ellas se van descubriendo.

Es una novela de amor donde también se reflexiona sobre otros temas como la guerra y las personas que participan en ellas, sobre la ética y la moral que las envuelve.
Es una novela bastante parecida, desde mi punto de vista, en lo profundo del tema, a La flaqueza del bolchevique, donde volvemos a encontrar a un Lorenzo Silva entregado a las causas que no tienen futuro.

Un fragmento:

“… La primera vez que la escuché y la entendí me di cuenta de que a su modo el mensaje es invitarte  a vivir, mientras puedes y tienes entre las manos algo que vale la pena. Que hay dos formas de morirse, jodido y sintiendo que has tirado el tiempo, o como el hombre de la canción: en paz contigo mismo por lo que hiciste y tuviste y agradecido a quienes te lo dieron. Te mueres lo mismo, pero puedes aceptarlo, porque has cumplido con tu misión. Es una música que siempre me ha ayudado a disfrutar de los buenos momentos…”

abril 15, 2014

HE LEÍDO





Las baladas del ajo

MoYan


Su construcción es sencilla pero tan cercana que te golpea constantemente durante toda la narración. Dura, agobiante, sucia, asquerosa, violenta, humillante, corrupta, respeto nulo por los derechos mínimos, realista, así es la historia que cuenta Mo Yan, junto al enorme peso de la tradición en la familia y el maltrato y represión de la mujer china.

Las baladas del ajo narra los daños de la economía China en materia agrícola durante los años ochenta. En el condado Paraíso la mayoría de los campesinos cultiva ajo. Se convierte en monocultivo y los agricultores deben pagar tasas por eliminar sus anteriores cosechas y plantar ajo. Esto desemboca en un caos porque el nivel de producción supera las expectativas del gobierno y no hay almacenes con capacidad suficiente para guardar el ajo. Los agricultores no pueden más y afectados y asfixiados desencadenan la revuelta. Los protagonistas Gao Yang y Gao Ma con su historia particular nos llevan por el estado en que se encuentra la China que el autor nos narra.

Hilada con fragmentos de las baladas del cultivo que canta el rapsoda ciego Zhang Kou.

Un jefe de prefectura que extermina clanes,
Un administrador del Condado que aniquila familias.
Ninguna broma delirante sale de las bocas del poder:
Nos dices que plantemos ajo y eso es lo que hacemos,
Así que, ¿qué derecho tienes a no comprarnos nuestra cosecha?

Extracto de una balada de Zhang Kou cantada delante de la casa
Del administrador de la Provincia Zhong después de la saturación.

Creo que Las baladas del ajo es un libro de amor a China y de respeto a sus tradiciones, algunas muy difíciles de entender en el mundo occidental

diciembre 13, 2013

HE LEÍDO


LA ALMENDRA
Memorias eróticas de una mujer árabe
Nedjma

Traducción de Cora Cebza
Editorial Maeva

El libro está escrito en primera persona, con tono autobiográfico va narrando los recuerdos de una parte de la vida de Badra. Un tiempo espinoso en el que a raíz de tomar una decisión drástica su vida cambia y empieza a conocer sentimientos y sensaciones desconocidas hasta ese momento.

Es un testimonio atrevido. Escribir sobre sexo no es fácil siendo árabe y teniendo arraigadas unas creencias y unas costumbres que deben de perdurar por encima de lo personal, de los deseos y los sentimientos.

En el prólogo dice que es ante todo una historia de alma y carne, que versa sobre el amor y que llama a las cosas por su nombre... Un relato que levanta como una copa, a la salud de todas las mujeres árabes, para quienes recuperar la palabra confiscada en relación con el cuerpo equivale a curar a medias a sus hombres.

Badra es obligada por su familia a casarse con un hombre insensible y harta de las vejaciones a las que la somete y de las acusaciones de sus cuñadas por no poder tener hijos, decide escaparse y llega a Tánger, a casa de su tía. Allí conoce a Driss, un médico burgués, y junto a él descubre los placeres carnales y experimenta el amor sensual. Badra va relatando estas experiencias alternándolas con recuerdos de la infancia, adolescencia y con episodios de su frustrante experiencia conyugal. Así rompe el silencio de las mujeres árabes y habla sobre sexualidad, sueños eróticos y vida íntima.

Un fragmento:

¿La felicidad? Es hacer el amor por amor. Es el corazón que amenaza con reventar a fuerza de latir, cuando una mirada inenarrable se posa en tu boca, cuando una mano te deja un poco de sudor en el hueco de la rodilla izquierda. Es la saliva del ser amado que fluye por tu garganta, edulcorada, transparente. Es el cuello que se alarga, se libera de sus nudos y fatigas, deviene el infinito porque una lengua lo recorre en toda su extensión. Es el lóbulo de la oreja que pulsa como un bajo vientre. Es la espalda que delira e inventa sonidos y estremecimientos para decir “te amo”. Es la pierna que se levanta, aquiescente, las bragas que caen como una hoja en otoño, inútiles y molestas. Es una mano que se adentra en el bosque de los cabellos, despierta las raíces y las riega, pródiga, con su ternura. Es el terror de tener que abrirse y la increíble fuerza de ofrecerse, cuando todo en el mundo constituye un pretexto para llorar. La felicidad de Driss, erecto por primera vez dentro de mí, y cuyas lágrimas goteaban en el hueco de mi hombro. La felicidad era él. Era yo.

El resto sólo eran fosas comunes y vertederos.

octubre 05, 2013


Lo que más me reconcilia con mi propia muerte es la imagen de un lugar en el que tus huesos y los mios sean sepultados, tirados, desenterrados juntos. Allí estarán desperdigados en confuso desorden. Una de tus costillas reposa contra mi cráneo. Un metacarpio de mi mano izquierda yace dentro de tu pelvis. (Como una flor, recostado en mis costillas rotas, tu pecho.) Los cientos de huesos de nuestros pies, esparcidos como la grava. No deja de ser extraño que esta imagen de nuestra proximidad, que no representa sino mero fosfato de calcio, me confiera un sentimiento de paz. Pero así es. Contigo puedo imaginar un lugar en donde ser fosfato de calcio es suficiente.

John Berger
De su libro Páginas de la herida
Imagen de la web cristales de fosfato de calcio

junio 23, 2013


Asíntotas: del griego Ksunptoto, que no se pueden encontrar. En geometría asíntota de una curva es toda tangente en un punto al infinito de la misma

junio 10, 2013

HE LEÍDO




MI vida sin Julio Verne
SONIA FIDES

Editorial con carrito, 2013

La poeta Sonia Fides, nos presenta su último libro de poemas Mi vida sin Julio Verne, en él proyecta un presente cargado emocionalmente con heridas del pasado. Donde los insomnios se repiten hasta dejarnos exhaustos, sin poder contestar a tantas preguntas, sin poder esclarecer la muerte y lo que conduce a ella. Todo decepciona porque hay una verdad suspendida rascando el corazón, una verdad de hierro que deja las cosas en su lugar. Pensamientos grises de fantasmas que persiguen y de los que no puedes huir porque siempre te encuentran. Ayer lo marca todo, tiene un ‘sello/herida’ que termina conduciéndote a una convalecencia interior perenne, donde reina la indiferencia como valor ideal para sobrevivir en el presente y que te mete en un futuro donde no hay nada claro, ni justo, ni siquiera expectante, una especie de futuro sin futuro porque la mínima esperanza acaba en decepción, donde la persona se hace grande como un objeto para entretener a la muerte. Tampoco hay un futuro en las palabras que mueren sin significado, sin encontrarlo. Hay un dolor en lo que se ha ido sin sentir que fue bueno en lo que persiste, en lo que vendrá. Hay días cárcel, cuerpos somnolientos, cuerpos sucios, cuerpos que desafían y se aflojan, cuerpos carne, cuerpos muñecos de papel, cuerpos luna, cuerpos inútiles, quietos, muertos, hay días y días y días. Pero sobre todo hay un otoño permanente que se instala en la vida, con un frío intenso y un sabor ácido. Es un esperar para terminar de morir: Todos los días se amanece sobre una ‘tumba blanda’, ‘todo es un extenso espejismo’ en el que ‘muchos creen que tenemos futuro’, ‘dentro de mí/ la soledad’.
La verdad nos hiere y a veces nos planta en el espejo lo que somos, lo que no queremos ver y nos venda los ojos. En contra punto, la ternura de la noche: La noche salva, nos mantiene ocultos y nos permite tener lejos todo aquello que puede arañar, y sin embargo también la noche es la pecera que te puede ahogar. La única forma de seguir viviendo es centrar el objetivo en que un día sea igual al otro para sostenernos.

Altamente recomendable la lectura del libro. 

Os dejo un poema:

Nada se consigue con cambiar de ciudad,
ahora lo sé,
ahora que viajo en un coche con cristales tintados
y un chófer que se emplea a fondo para hablar mi idioma.
Debería darle las gracias,
pero la tristeza me ha convertido en una persona muda,
casi sorda,
en un buen molde para una futura estatua.
En cambio el cielo, sí está de mi parte,
amenaza lluvia, quiere que expurgue mis pecados,
pero la lluvia es tan fina que acabará convertida en un ineficaz castigo.
Lo que necesitaría es que cayera un diluvio y extinguirme.
Sin embargo ni siquiera los cobardes escogen su fin,
todos sabemos desde donde llega nuestra pena de muerte.

María Jesús Silva


febrero 04, 2013

He sentido una gran tristeza al leer esto.

Arturo Pérez-Reverte Era sólo una perra

Era sólo una perra. Una galga flaca y asustada, como las que ahorcan algunos cazadores cuando ya son viejas e inútiles, con tal de ahorrarse un cartucho. Cuatro días estuvo correteando por los túneles del Metro de Madrid sin encontrar la salida. La vieron conductores, vigilantes y viajeros. Fue grabada en video corriendo despavorida por las vías, de túnel en túnel, huyendo de los trenes que pasaban a toda velocidad. Cuatro días de oscuridad, aturdimiento, soledad y angustia. De miedo atroz. Anoche vi uno de esos videos en Internet y me levanté de la silla con una desolación y una mala leche insoportables. Por esto tecleo estas líneas, ahora. Para desahogar mi tristeza y mi frustración. Mi rabia. Para ciscarme por escrito en los responsables del Metro de Madrid y en la puta que los parió.

La galga abandonada fue vista un jueves vagando por los túneles. Corría aterrada por el estruendo de los trenes, esquivándolos en la oscuridad. Al comprobar que el personal del Metro no hacía nada para rescatarla, algunos viajeros avisaron a asociaciones de protección animal, que pidieron permiso para actuar. Ya ocurrió algo semejante en Barcelona, cuando para salvar a un perro perdido en el Metro se detuvo el servicio tres horas, en un rescate en el que participaron bomberos, guardias urbanos y empleados de la perrera municipal. En Madrid, sin embargo, los responsables del transporte subterráneo se negaron a intervenir. Sólo dieron largas: se ocupaban de ello, la galga se había llevado a una protectora de animales, ya no estaba en las vías, etcétera. Enrocada en su estúpida indiferencia, la empresa municipal rechazó todas las propuestas: jaulas trampa puestas en los huecos de los túneles o los andenes, unos minutos de parada de trenes para actuar con una escopeta de dardos narcóticos. Nada de nada. Nosotros nos ocupamos, repetían. Y punto.

Pero mentían. Nadie se ocupaba de nada. La perra entró en los túneles un miércoles. Dos días después, al ser vista entre las estaciones de Sainz de Baranda e Ibiza -corría asustada bajo el andén, huyendo del tren que venía detrás-, seis asociaciones de defensa animal pidieron al Metro permiso para bajar a las vías y rescatarla. La empresa negó el permiso. El sábado a las 7 de la tarde, en la estación de Sainz de Baranda, un conductor dijo que había visto al animal tirado junto a la vía, en el túnel, a ciento cincuenta metros del andén. Rogaron los activistas que alguien bajara a la vía para ver si la perra seguía con vida, pero se les negó. Pidieron que se detuvieran los trenes durante unos minutos para proceder ellos mismos al rescate, y también se les negó. Mientras tanto, el andén se llenó de vigilantes encargados de controlar a los miembros de las asociaciones protectoras. «Vaya follón -oí decir a uno en el video de Internet- va a montar el puto perro».

Hartas de aquello, dos mujeres, Irene Mollá, de la asociación Más Vida, y Matilde Cubillo, de Justicia Animal, decidieron echarle ovarios. Mediaban 18 minutos entre el paso de cada tren, así que saltaron a las vías desoyendo las órdenes del jefe de Seguridad del Metro, para internarse en el túnel con las pantallas de sus teléfonos móviles como linternas. Al poco regresaron trayendo a la galga en brazos, tapada con una chaqueta, todavía sangrando con una pata amputada. Atropellada. Muerta. En los cuatro días transcurridos, cuando aún estaba viva y sana, ningún vigilante había acudido a rescatarla, ningún empleado se arriesgó a una sanción por parar el tren. Los convoyes, que se inmovilizan cuando caen a las vías unas llaves o un teléfono para que el personal baje a buscarlos, los conductores que si hay huelga ignoran los servicios mínimos cuando conviene al sindicato correspondiente, no pudieron detenerse unos minutos para rescatar a la galga extraviada. Habrían sido sancionados, claro. Paralizar el tráfico suburbano por una perra, nada menos. Y eso, en un Madrid donde no falta día sin que una concentración ciclista, cabalgata, procesión, verbena, manifestación autorizada o ilegal, paralice impunemente la ciudad, corte el tráfico, bloquee autobuses o taxis y causa atascos monstruosos mientras la autoridad competente, vía sufridos policías municipales, se limita a encogerse de hombros cuando le preguntas cómo carajo llegar al trabajo o a tu casa.

Y, bueno. Me cuentan que las asociaciones de defensa animal se han querellado contra los responsables del Metro de Madrid por omisión de socorro, maltrato animal o como se califique este puerco asunto. Así que desde aquí ofrezco mi firma. Espero que retuerzan el pescuezo a esos tipos. Y tipas. Ojalá, en memoria de aquella pobre perra asustada, les saquen a todos las entrañas.

enero 30, 2013

HE LEÍDO


CLAUS Y LUCAS   
AGOTA KRISTOF

Editorial El Aleph Editores

La autora relata la novela dividiéndola en tres partes. Utiliza un narrador externo y objetivo común a las tres. Cada una podría leerse independientemente. Esta trilogía no te deja indiferente porque está construida desde una crueldad y una frialdad extrema. Es una escritura despiadada, perversa, refleja el tiempo inhumano en el que transcurre. En ningún momento se habla de una ciudad en particular, aunque podría ser Hungría donde ocurre esta historia, ya que Agota era húngara.

Los protagonistas son niños y esto le da un carácter todavía más doloroso. Está llena de muerte, violencia, miseria, violaciones, hambre, desesperanza, huídas. Sometidos a un entrenamiento para vivir sin sufrir. La dualidad de los sentimientos de los protagonistas, lo bueno-lo malo, y de la gente que se van encontrando y acompañando su vida. Todo dual. El nombre de Claus, contiene las mismas sílabas que el de Lucas, colocadas de forma diferente. A medida que avanzas la lectura empiezas a dudar de si serán dos o sólo será una persona inventando a otro ser igual a él. Dos gemelos que se ven en la obligación de sobrevivir y ser capaces de dominar sus miedos y angustias. Por ello han de endurecerse hasta el extremo a base de golpes físicos y de alma.

El primer libro de la trilogía, El gran cuaderno, está construido en la primera persona del plural, toda la narración es un ’nosotros’. La infancia de los protagonistas que ellos van escribiendo en sus cuadernos plasmando sólo lo importante, nada superfluo tiene cabida en esos cuadernos de sus memorias  y todo lo que les rodea se narra en esta primera parte que vamos leyendo. Las escenas, el lenguaje, los sentimientos y las ideas, todo es cruel, frío, horripilante y te hace pensar si algo así puede ser verdad.

El segundo libro, La prueba, aquí utiliza un narrador cámara. Cuenta la vida adulta de Lucas (el hermano que se queda) y va introduciendo nuevos personajes desposeídos de todo, desesperados y tristes, como Víctor, Clara, Yasmine. Hay elementos que se repiten con la primera novela, como la librería, la muerte, la bebida, la escritura. El estilo se mantiene, duro, frío, cruel y sentimientos arruinados. Se repite la decadencia de un mundo destruido a fuerza de bombas y deportaciones; un mundo deshabitado.

El libro que cierra la trilogía, La tercera mentira, dividida a su vez en dos partes, narrado en la primera persona del singular. Es un libro que te puede gustar o te puede parecer una tremenda tomadura de pelo. Está abierto a cualquier interpretación y cualquiera de ella puede ser la verdad o la mentira. Aquí la teoría de los 'vasos comunicantes' empieza a tener sentido. Hay una constante contradicción, un constante paralelismo con lo que se escribe y se vive. Te preguntas si existe un solo gemelo o realmente son dos. Si  sólo es uno y se inventa al otro para escribir la historia que le gustaría narrar. Todo es posible. Todo empieza y termina en un tren y te va llevando de un ‘yo’ a otro ‘yo’ cada vez más inquietante. Todos los personajes podrían ser la autora utilizados para narrar las diferentes etapas de la vida, sus fantasmas y sus heridas. Todo es una similitud y una contrariedad. Son piezas de puzle que encajan la mayoría de los finales y que aquí están los huecos porque ni siquiera existe la pieza. Desde el punto de vista de la trama la novela no puede sostenerse. Hay cosas y hechos que son o no son pero se quedan al descubierto.

enero 18, 2013

HE LEÍDO

"Voy a escribirme en otro sitio, pensé, reinventaré la historia desde otra perspectiva: yo estoy mejor sin él. ¿Alguna vez hizo alguna tarea de la casa que no fuera lavar los platos? ¿Acaso no tenía la costumbre de apagarte como si fueras una radio? ¿No te interrumpía innumerables veces cuando estabas en mitad de una frase como si fueras un ser invisible, una doña NADIE, un fantasma sentado a la mesa? Además ¿"no sigues siendo guapa", como dice mi madre? ¿No soy todavía capaz de grandes cosas?"

SIRI HUSTVEDT

De su libro, Un verano sin hombres

diciembre 16, 2012

HE LEÍDO

                                                            

"Entre Les Martres y Saint-Amand-le-Petit está la población de Castelnau, a orillas del Beune grande. A Castelnau me destinaron en 1961: supongo que también dan destino a los demonios en los Círculos de las profundidades; y, de voltereta en voltereta, van avanzando hacia el agujero del embudo de la misma forma que vamos deslizándonos nosotros hacia la jubilación. Yo aún no había caído del todo, era mi primera plaza, tenía veinte años. No hay estación en Castelnau; es un lugar perdido; unos autobuses de línea que salen por la mañana de Brive o de Périgueux lo sueltan a uno allí muy tarde, al final de trayecto. Llegué de noche, no poco atontado, en pleno galope de unas lluvias de septiembre encabritadas contra los faros, entre el golpeteo de los limpia parabrisas de buen tamaño; no vi nada del pueblo, la lluvia era..."

PIERRE MICHON, El origen del mundo