Mostrando entradas con la etiqueta César Vallejo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta César Vallejo. Mostrar todas las entradas

mayo 19, 2011

XXIV
Al borde de un sepulcro florecido
transcurren dos marías llorando,
llorando a mares.

El ñandú desplumado del recuerdo
alarga su postrera pluma,
y con ella la mano negativa de Pedro
graba en un domingo de ramos
resonancias de exequias y de piedras.

Del borde de un sepulcro removido
se alejan dos marías cantando.
Lunes.

César Vallejo.
De su libro Trilce, 1922.

diciembre 12, 2010


A mi hermano Miguel
In memoriam

¡Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: "Pero, hijos..."

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de Agosto, al alborear;
pero en vez de ocultarte riendo, estabas triste...
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.

CÉSAR VALLEJO
Imagen: sociedadperuanadepoetas.ning.com

febrero 20, 2009

Por un momento... César Vallejo

Hace unos días conversaba con unos amigos sobre el 'destino' en la vida. No nos poníamos de acuerdo, unos a favor y otros en contra.

¿Qué es el destino? -decían unos- sino lo que nosotros mismos vamos construyendo.

No -decían otros-, el destino lo llevamos escrito y de alguna forma va saliendo a nuestro paso.

Por un momento imaginé a César Vallejo escribiendo su poema y prediciendo la forma de su muerte. Se me agolpaban sus versos dolientes, su ¿destino? para encontrase con la muerte con un día de diferencia.

César vallejo fallece el 15 de abril de 1938, un viernes santo con llovizna en París, pero no un jueves, como escribió en su poema. El 19 de abril sus restos son trasladados a la Mansión de la Cultura y más tarde al cementerio de Montrouge. El 3 de abril de 1970, Georgette Philippart, cumple uno de los sueños más caros del poeta y traslada sus restos al cementerio de Montparnasse y escribe en su epitafio: “He nevado tanto, para que duermas”.


Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy de otoño

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y,
jamas como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…

De su libro: Poemas Humanos
Donde Vallejo alcanza su verdadera expresión es en Los heraldos negros, poemas de filiación modernista, la primera de la serie da título al libro y se refiere a los momentos en que la muerte, o el simple paso del tiempo, nos dan una señal angustiosa. "...son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema."





Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!


Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.


Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema


Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Los Heraldos negros, 1918