Ellos (miles)
al otro lado de la
alambrada
dijeron que estaban
locos
que no pensaban las
cosas
y saltaban al vacío
desesperados
muertos ya.
Ellos (cientos)
intentaban atravesar
las concertinas
ensangrentados
con el paladar reseco y
abierto
caían del otro lado
y ya prisioneros
se dejaban hacer
vencidos les recogían
les cubrían con mantas
les curaban las heridas.
Ni siquiera podían
hablar
ni quejarse
ni llorar
miraban todo y nada
con sus ojos mansos
llenos de miedo pedían
perdón
les daban agua y leche
y a los que sobrevivían
les mandaban de vuelta
a su país.
Nuestras vidas se
rozaron un instante.
María Jesús Silva