ÁCIDO TOUR 2:
REPÚBLIKA
Viernes 29 de abril21:00 horas
Meson Kiebro Fuenlabrada(Pza del Poniente, 3)
FUENLABRADALos autores son:
Ana Pérez CañamaresGsús BonillaBatania
Dani SancetAntonio Yeska
BoloAntonio Díez
Bacø+ sorpresas
PEDRO BACÁN
“He hojeado los capítulos de la historia del flamenco en el rostro de un artista. Una amiga, Gema Zabala, infalible al elegir el arte de calidad, pronuncia el nombre de Pedro Bacán (Lebrija, 1951 – Utrera, 1997), y juntos vamos a la actuación del guitarrista en Pamplona. De inmediato escuchamos unos compases desprovistos de la bisutería melódica y de los ritmos simples con que no pocos músicos encandilan a las masas. Los orígenes del flamenco se reflejan en Pedro Bacán. Sus dedos pulsan y pisan las cuerdas del instrumento, transmiten una corriente y se enciende la cara de labios apretados. En esa pantalla que es su semblante desfilan los bailes provocadores de las mujeres íberas que describe Juvenal, las canciones de los indios contratados para las fiestas andaluzas, las tradiciones de los gitanos que huyen del régimen de castas de la India, el humo de los cafés cantantes. Y las facciones de Bacán tienen voz: suenan las tonás carceleras y los martinetes de la fragua, la siguiriya, la saeta, la soleá y sus derivados de nombres inexplicables (alborea, romera, mirabrás), la petenera quizá judía... (…) Los carteles anuncian su nueva visita a París, pero Pedro Bacán muere en un accidente de tráfico. “La guitarra quedó indemne”, me cuenta un primo del fallecido. El resumen del flamenco sigue en el rostro que recuerdo”.
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI (Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)
Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura 2010 : Todas las flores del desierto están cerca de la luz. Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín de chino. Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento. Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz. Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso. Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos. Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que amamos. Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas. La verdadera belleza está en las arrugas de la felicidad...
NECESIDAD DE LA LECTURA de Emilio Lledó (fragmento)
La lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad. Un horizonte de alegría, de luz reflejada y escudriñadora, nos deja presentir la salvación, la ilustración, frente al trivial espacio de lo ya sabido, de las aberraciones mentales a las que acoplamos el inmenso andamiaje de noticias siempre las mismas, porque es siempre el mismo nuestro apelmazado cerebro. Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el silencio de la escritura cuyas líneas nos hablan, suena otra voz distinta y renovadora. En las letras de la literatura entra en nosotros un mundo que, sin su compañía, jamás habríamos llegado a descubrir. Uno de los prodigios más asombrosos de la vida humana, de la vida de la cultura, lo constituye esa posibilidad de vivir otros mundos, de sentir otros sentimientos, de pensar otros pensares que los reiterados esquemas que nuestra mente se ha ido haciendo en la inmediata compañía de la triturada experiencia social y sus, tantas veces, pobres y desrazonados saberes.
La literatura no es sólo principio y origen de libertad intelectual, sino que ella misma es un universo de idealidad libre, un territorio de la infinita posibilidad. Los libros son puertas que nadie podría cerrarnos jamás, a pesar de todas las censuras. Sólo una censura sería realmente peligrosa: aquella que, inconscientemente, nos impusiéramos a nosotros mismos porque hubiéramos perdido, en la sociedad de los andamiajes y los grumos mentales, la pasión por entender, la felicidad hacia el saber.
Toda verdadera liberación, todo gozo de vivir y de sentir, empieza en nuestra mente. Y esa mente, parte ideal de nuestro cuerpo en la prodigiosa red de sus neuronas, requiere también alimentación y sustento. Las palabras son la sustancia de las que la inteligencia se nutre. Y esas palabras vienen engarzadas en la original sintaxis de la literatura. Un mundo hecho lenguaje, argumentado y construido desde un infinito espacio donde todo el decir, todo el sentir, es posible. Pero un mundo, además, que, en su soledad, en su maravillosa inocencia y libertad, ya nadie manipula, nadie tergiversa, nadie puede ya falsear y alterar.
Las palabras de la obra literaria están libres también de todo compromiso con los latidos del presente, con los desgarros de la pragmacia, con las insinuaciones del oportunismo y de la doblez. Pero, al mismo tiempo, nos comprometen con un mundo más hermoso -quiero decir de "formas" más claras-, con el mundo ideal de los sueños en su múltiple, dispar, idealidad de sus inacablables propuestas. La literatura nos enseña a mirar mejor este mundo de las cosas aún no bien dichas, estos contornos históricos inmediatos de los balbuceos políticos, de los apaños para justificar el egoísmo envilecido, de las trampas para conformarnos a vivir con la desesperanza de que lo que hay ya no da más de sí.
Basta haber sentido alguna vez hablar, a través de la escritura, a nuestros clásicos, a los clásicos del siglo XX y de todos los siglos, para entender qué quiere decir tan sorprendente y extraña palabra. Suponemos que su clasicismo tiene que ver con una llamada de atención para que despertemos de las oscuras pesadillas diarias. En la etimología de "clásico" está tanto el significado de Clarín que nos convoca y aviva, como el de ciudadano de primera clase, el de orden; pero también el de modelo. Un modelo que no está, sin embargo, ante nuestros ojos para imitar comportamientos o actitudes. El carácter modélico de los clásicos, capaces de superar el tiempo y de sobrenadar a todas las interpretaciones que sobre ellos se hagan, consiste, precisamente, en hacer vivir, en incorporarse, desde la inalterable página de la escritura que la sostiene, al latido del corazón de cada lector. Un latido que es efímero, que es tiempo, pero un tiempo que, desde la aparente frialdad de páginas que superaron los siglos o los años, adquirieron, por ello, una cierta forma de pervivencia, que se encarna, de nuevo, en el cuerpo y en el aire que respira el lector.
Tendríamos que agradecer a todos esos escritores que nos acompañan, en el siempre breve espacio de nuestra vida, el que nos hayan entregado sus palabras que construyen una humana manifestación de eternidad. Una eternidad que no promete otra existencia más allá de las fronteras de cada vida y que, en el gozo de leer, en las horas de lectura, nos deja esquivar las paredes del tiempo y acariciar en los silenciosos murmullos de las letras, las espaldas de no sé bien qué especie de inacabada amistad.
El lenguaje fue, como es sabido, lo que empezó a distinguir al animal humano de todos los otros animales próximos a él. Un lenguaje que, además de comunicación y comprensión, creó también sensibilidad, emociones, pasiones, desde el complejo entramado de la realidad corporal. Pero las palabras, fuente de abstracción y solidaridad, se fueron ciñendo al territorio de las primeras e inmediatas experiencias, a lo que los ojos veían y las manos tocaban, condicionadas a la dureza del vivir, a la necesidad de sobrevivir: "mañana lloverá", "tengo sed", "la cosecha es buena", "quiero comprar tu escudo".
En un momento, sin embargo, de esa cultura de la realidad, alguien pronunció ante sus oyentes, con el ritmo pausado del hexámetro: "Canta, Musa, la cólera de Aquiles", y no existía Musa alguna que cantase, ni siquiera Aquiles alguno que se pudiera encolerizar. Y no era la Musa la que cantaba, sino el hombre que decía esos versos, que nos harían emocionar con ellos y pensar, de paso, que las palabras solas eran el origen de esa emoción. Al no podernos conformar a ninguna experiencia pragmática, ese lenguaje nos enseñaba que oír, leer, interpretar se desplazaban ya a un dominio donde la naturaleza del "animal que habla" construía y afianzaba su posibilidad, su liberación y, en definitiva, su humanidad.
Al otro lado del espejo. Narrando contracorriente. Ediciones Escalera 2011
Autores:
Nacho Abad + Escandar Algeet + Lola B. Gallardo + José Ángel Barrueco + Batania + Antonio Bordón + Sergio C. Fanjul + Fernando Clemot + Mario Crespo + Iñaki Echarte Vidarte + Oscar Esquivias + Manu Espada + Sonia Fides + Carlos Frühbeck + Hipólito G. Navarro + David González + Esteban Gutiérrez Gómez + Patxi Irurzun + Domingo López + Talía Luís Casado + Marcelo Luján + Inma Luna + Miguel Ángel Martín + Reyes Monje + Luís Morales + Vicente Muñoz Álvarez + Ángel Muñoz (Voltios) + José Naveiras + Susana Obrero + Dani Orviz + Olaia Pazos + Ana Pérez Cañamares + Pepe Pereza + Andrés Portillo + Luís Miguel Rabanal + Alfonso Xen Rabanal + David Refoyo + Markus Renström + Esther Rodríguez Cabrales + Carlos Salem + Mayte Sánchez Sempere + Marta Sanz + Javier Serrano + Lorenzo Silva + María Jesús Silva + Estelle Talavera + Déborah Vukušić + Marian Womack
HOMBRES DEL DESIERTO
“Aquí están también los hombres.
(…)
Anochece en el Sáhara y brindamos por Cheb Mami (Saïda, 1966), que desde muy joven canta en las bodas del sur argelino. Se llama Khélifati Mohamed. La fama la obtiene por Desert rose, un tema interpretado a dúo con Sting, pero es una anécdota en el camino que va de los concursos radiofónicos locales a los conciertos en las ciudades de Europa y América. Y en París, donde se aprecia la vía abierta por Cheb Khaled o el asesinado Cheb Hasni, Mami acentúa su cosmopolitismo y añade aires de Turquía y Grecia al raï, y hasta lo espolvorea de funk y flamenco. El buen gusto cohesiona los materiales, y los escasos tres minutos de su Trab 2, con arreglos sabios de Ftati Mejdoub, son el ejemplo. Todo servido por una voz de muecín laico que no convoca a la oración sino a los amores físicos.
De arenas más lejanas viene la música del otro artista cuyos discos suenan en la radio de pilas. Ya noche cerrada, apunto el nombre de Ali Farka Touré (Gourmararusse, 1939), noble maliense convertido en granjero. Luego, en Francia, me cuentan la historia del niño aristócrata que toca el gurkel y el njarkala (guitarra y violín de una sola cuerda), con los ruidos de la lenta marcha de un conductor de rebaños, y que se transforma al conocer el blues de John Lee Hooker. Los amigos me hablan de un Bamako de “orquestas calientes”. Allí los pastores nómadas se dejan fotografiar encorbatados y exhiben sus trompetas, y el serio Farka Touré se aparta. A principios de los años noventa graba con Ry Cooder un álbum de éxito internacional, Talking Timbuktu, pero no cede ante las ilusiones del dinero; necesita quedarse en su pueblo sin luz eléctrica. El retrato de un músico contemporáneo de Ali Farka Touré, Momo Wandel Soumah, cantante violento y saxofonista delicado, resume el espíritu de la generación. Wandel pone la boca de su instrumento bajo el gran chorro de agua que sale del grifo de una fuente pública. Son creadores que proceden de familias pudientes, renuncian a los privilegios y llenan de gracia popular sus composiciones. Ali Farka Touré muere en Bamako en 2006.
A la mañana siguiente, en los sorbos del té a la menta humean estos dos recuerdos musicales”.
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)
El loco lava su pincel y lo sacude. De nuevo la lluvia… llena de colores.
MARÍA JESÚS SILVAFotografía: ROBERTO HERRERO
Ryu Murakami es escritor y director de cine japonés. Este artículo ha sido traducido del japonés por Ralph F. McCarthy. © 2011, Ryu Murakami. Traducción del inglés de Juan Ramón Azaola. Artículo publicado en EL PAÍS el día 20/3/2011