marzo 31, 2009

ÓSCAR SIPÁN

TELÉFONO ÁNGEL


Mi marido se durmió al volante y a mí me despertó la Guardia Civil para comunicarme su fallecimiento. Angustiada por no poder despedirme, el psicólogo me recomendó un nuevo invento: se trataba de enterrarle con un Teléfono Ángel, un móvil con una batería de un año, para que pudiera desahogarme a cualquier hora del día o de la noche.

Llevaba llamando seis meses cuando descubrí que había anotado mal el número.

Ya me extrañaba a mí: en vida nunca supo escucharme.

Óscar Sipán



TABLÓN DE ANUNCIOS

Busco segunda opinión sobre prueba de embarazo. Referencia: San José.

Óscar Sipán


UNA REBAJA



Mi casero empezó rebajándome el alquiler a la mitad. Encontré un ramo de flores en la alfombrilla de mi puerta todas las mañanas. Cuando me detuvieron por robo a mano armada, se declaró culpable.

Ahora sé que el amor empieza siempre con una rebaja.

Óscar Sipán

marzo 30, 2009

ANA PÉREZ CAÑAMARES

Ana Pérez Cañamares (1968) nació en Santa Cruz de Tenerife y en la actualidad vive en Madrid. Algunos de sus cuentos han aparecido en antologías tales como Por favor sea breve (Editorial Páginas de Espuma, 2001), Lavapiés (Editorial Ópera Prima, 2002), Maldito amor mío (Editorial Signo Tres, Lima, 2002), o Escritos disconformes. Nuevos modelos de lectura (Ediciones Universidad de Salamanca, 2004). Colabora con algunos de sus poemas en las antologías Qué nos han hecho (Editorial Isla Varia), Resaca/Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski (Random House Mondadori), Versus.12 Rounds (Ediciones del Satélite), Bukowski Club Jam Session de Poesía 06-08 (Ediciones Escalera), 23 Pandoras. Poesía alternativa española (Editorial Baile del Sol), Poesía Capital (Editorial Sial/contrapunto), así como en distintas revistas impresas y digitales. En el 2007 publicó su primer libro de poemas La alambrada de mi boca en la Editorial Baile del Sol. Esta editorial reeditará en breve su libro de relatos En días idénticos a nubes. En la actualidad prepara su segundo poemario Alfabeto de cicatrices.

Los poemas de Ana Pérez Cañamares nos dejan un poso de realidad, una desazón que reconocemos al cruzarnos con los días nublados; esa niebla que nos habita un tiempo y parece eterna. La noche que se instala en los rincones y descubrimos haciéndonos burla, a la que nos rendimos en un momento.


Dos poemas

ALFABETO DE CICATRICES

Con pulso de artificiero
escojo las palabras.
Manejo con tacto
la nitroglicerina de cada sílaba.

Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza
un alfabeto de cicatrices.


Ana Pérez Cañamares


DÍA DE LIMPIEZA

De qué sirve que limpie el polvo
de las estanterías.
De qué sirve recoger las pelusas
de los rincones.
Para qué sacudir las sábanas
barrer bajo la cama,
pasar la aspiradora.

Hay un polvo que viene de afuera
que la ciudad expulsa con sus toses.
Y hay otro desprendiéndose de mí
que cae como terrones de barro
cada vez que abro el puño
y suelto una certeza.


Ana Pérez Cañamares

Los dos poemas, inéditos, de su nuevo libro Alfabeto de cicatrices

Ana Pérez Cañamares administra el blog El alma disponible dedicado a la poesía http://elalmadisponible.blogspot.com/

marzo 29, 2009

Obstinado en mi error

Este tema es una autentica delicia para oírlo una y otra vez y perderte en los acordes.. Hoy andamos algo lentos con el cambio de hora y esta primavera salvaje que tenemos. Poneros cómodos y disfrutar.
Hoy toca música.

Marea - A la Mierda Primavera

Lo nuevo de Marea me sigue gustando pero para mí lo mejor sigue siendo ese 'Besos de perro' donde está incluido este tema. Kutxi Romero siempre fiel a su estilo nos deja temblando con los versos de sus canciones.

marzo 27, 2009

DAVID GONZÁLEZ

David González (San Andrés de los Tacones, Gijón, 1964).
Dirige la colección de poesía Zigurat, que edita el Ateneo Obrero de Gijón. Ha sido incluido, entre otros, en los siguientes diccionarios:

Diccionario Bibliográfico de la poesía española (siglo XX), Ángel Pariente, 2003. Diccionario Espasa de literatura española, Jesús Bregante (Espasa Calpe S.A.; Madrid, 2003).

Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al alemán, al árabe y al húngaro.

Ha representado a España en el primer Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo, República Dominicana (26 a 29 de Abril, 2007).


La poesía de David González nace del inframundo, de ese caer al cruzar la barrera y sostenerse como un minero, entrando y saliendo del túnel por la Bocamina; a ratos en la superficie, con luz hiriente; y a ratos bajo tierra, en las tinieblas, respirando el gas a bocanadas, viviendo en ese estado fronterizo de futuro.
Sus poemas nos zarandean, sentimos el dolor, la rabia, la necesidad. Nos dan patadas en la espinilla, puñetazos en el estómago. Como un Artilleru entra en el pozo con su lámpara, como un Entibaor apuntalando la vida, los días, con su hacha afilada, escribiente que traduce imágenes. Nos adivina el punto débil y cae sobre nosotros como un Atacador que nos tambalea, como un Picaor fiel nos lastima y nos lanza la carga enorme de Cartuchos de dinamita que explota arrojándonos sus poemas; nos infiltra la pólvora de los versos por los ojos, la piel, la boca, se nos pegan como Silicosis que avanza cubriendo la capa rosada, esponjosa y ya no hay cura. Nos van impregnando como Natas. Rendidos, dejamos que nos posea y se abra esa Veta que necesitamos como nube en la que reposar los ojos.

Poemas

No os asombre que apenas escriba.
Envío a la costa
caravanas con oro, incienso y mirra.
También trabajo por mi cuenta, solo.
Espero tela negra
y piezas de terciopelo rojo tejido
en oro.
El emperador Juan murió asesinado.
Me encanece un pelo por minuto.
Esta traición del cuero cabelludo
es desoladora,
¿pero qué puedo hacer ?

No os asombre que apenas escriba.
Hay más cosas para preguntar
que para contar.
Desiertos poblados por negros.
Sin caminos.
Sin correos.
Sin viajeros.
¿Qué queréis que os escriba sobre eso?
Que está uno harto.
Que ya no se puede más.

No os asombre que apenas escriba.
No encuentro nada interesante que decir.

David González
Poema extraído de su poemario El hombre de las suelas de viento: Poemas africanos de Arthur Rimbaud.

ESPARTO

si yo me llamase david
y me apellidara gonzález
en vez de pasar el tiempo quejándome
y perdiendo el tiempo de mala manera
pensaría en isaak bábel
en varlam shálamov pensaría en izet sarajlic
y en roque dalton pensaría en raúl núñez
y en pablo escobar pensaría en buch cassidy
y en william bonney pensaría en barry lyndon
y en henri charrière pensaría en albertine sarrazin
y en mohamed chukri pensaría en charles bukowski
y en d. a. levy pensaría en arthur rimbaud
y en neal cassady pensaría en hubert selby junior
y en louis-ferdinand céline pensaría en gert ledig
y en e. e. cummings
y no consentiría que me silenciasen los lacayos de (m) orfeo
ni que me intimidaran
los hijos de puta que gobiernan nuestras vidas

si yo me llamase david
y me apellidara gonzález
no haría como él
que se pega a las faldas de las mujeres
y busca el consuelo en su regazo
no haría como él
que sale al encuentro de su conciencia
con varias copas en una mano
y en la otra
drogas de esas
que como dice nacho vegas
te hacen hablar

no haría como él porque

si yo me llamase david
y me apellidara gonzález
no hablaría
levantaría la mano izquierda
y con la otra
(en el corazón)
agarraría la honda que viene con mi nombre
pondría mi voz común en la tira de esparto
y me sentaría a escribir

hasta alcanzarlos
hasta alcanzarlos

y si no me llamase david
ni me apellidara gonzález

también

David González
De su libro REZA LO QUE SEPAS, editorial Eclipsados, Zaragoza, 2006.


EL ROMPEOLAS

mi padre
se levanta temprano cada mañana
para ir a nadar
para ir a nadar
a la piscina municipal en invierno
y a la mar del cantábrico en verano

él se cree que así
me comenta mi madre, escéptica
no se va a morir nunca

desde la ventana del estudio
donde me encierro a escribir
desde por la mañana temprano
y durante las cuatro estaciones
puedo ver la playa de mi padre
la arena que está pisando
y si tuviese a mano unos prismáticos
y forzara un poco la vista
podría, incluso, verle a él

hace tiempo, años, que no le veo
ni hablo con él
ni siquiera por teléfono

pero cuando luego
retiro mi frente del cristal
y acerco la silla
apoyo los codos sobre la mesa
y empiezo a escribir
lo hago con la confianza
y seguridad
del que se sabe
con las espaldas protegidas:

su padre está ahí afuera,
nadando

y no se va a morir nunca

David González
ALGO QUE DECLARAR, Bartleby Editores, 2007.


UN FAVOR

mi vida se ha convertido en un desierto
en el desierto de sonora pongamos por caso
arena cactus calaveras escorpiones y un sol
de justicia:

mi vida se está muriendo literalmente de sed

y de ella no espero ya ninguna cantimplora
o pozo con agua como tampoco un oasis

el oasis

si acaso
a ella a mi vida solo me queda por pedirle
suplicarle un pequeño y último favor: el espejismo.

David González
EN LAS TIERRAS DE GOLIAT, Ediciones Baile del Sol, 2008.


LA MAIKA

no tiene piños.
Le han caído todos.
Por culpa del caballo primero
y por la mierda de comida
del talego después.

Así la chupas mejor,
le decimos todos.

La Maika está desdentada,
y eso quizá influya en su voz,
una voz
que le viene
que ni pintada
para arrancarse por bulerías.

El Richard se asoma a la perlacha
cada noche,
después del recuento,
y se pone a gritar:

¡Maika! ¡Esa Maika!
¡Cántanos algo! ¡Venga!

Ella se hace la loca,

¡Esa Maika bonita!
¡Venga! ¡Cántate una!

pero siempre acaba
por hacerle caso.

El picoleto de la garita
deja de pasear
de un lado para otro,
se apoya contra el muro,
pone encima su fusil,
enciende un truja
y escucha en silencio
esa voz sin dientes
que nos muerde a todos
el corazón.

David González
EL DEMONIO TE COMA LAS OREJAS [1997-2008], Editorial Glayiu, Asturias, 2008.


EL GENIO

un veintitrés de febrero
de mil novecientos ochenta y uno
yo paseaba mis dieciséis años
por una de las siniestras galerías
del colegio de las cadenas
cuando en eso me crucé
con el habla entre colmillos
las risitas maliciosas
y las lobas negras
de dos padres jesuitas que
y no le echemos la culpa al frío
venían frotándose las manos
lámparas de aladino
lámparas de aceite maravillosas
aunque el genio que ellos invocaron
como esa misma madrugada se sabría
no se sintió en la obligación
de servirles

David González
Poema inédito de su próximo libro: LOSER.

Os dejo dos enlaces del poeta donde podréis encontrar más referencias.

Blog (Cuaderno de literatura) http://perdonameperoteamo.blogspot.com/
En la foto el poeta David González en Montmartre (París)

marzo 26, 2009

CARLOS EDMUNDO DE ORY

Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923). En los años cuarenta creó, con Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi, un movimiento vanguardista: el postismo. Vive en Francia desde 1955, y fundó el APO (Atelier de Poésie Ouverte). Sus obras más conocidas son: Metanoia, Energeia, Aerolitos, Música de lobos. “¿Queréis saber qué es la poesía? Uno de los caminos más rápidos es leer a Carlos Edmundo de Ory”, escribió el poeta y académico Pere Gimferrer.



Quince aerolitos:

- Un poema como el grito de un recién nacido.

- La monotonía fantástica de los bosques.

- Cambiar de nombre cuando se está enfermo.

- Prefiero la angustia a la sumisión.

- Pregunté a un niño de diez años: -¿Qué es para ti la inteligencia? / Me respondió: -La belleza del cerebro.

- Lo peor es cuando el alma se llena de hormigas.

- Atrapar los momentos más felices y cortarles las patitas.

- El grito, la cosa menos intelectual.

- La carcajada de un elefante.

- La modestia de los que duermen.

- En la aldea de mi alma a solas con la lluvia.

- El viento es Dios que pasa bailando.

- Los diez ojos de las manos del ciego.

- Yo soy el limpiabotas del verbo.

- Mis muletas: el espanto y el humor.

CARLOS EDMUNDO DE ORY

Del libro Los aerolitos (Calambur; Madrid, 2005)

marzo 25, 2009

ANTONIO HERRANZ


Antonio Herranz nació en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) en 1955. Licenciado en Ciencias Económicas. Participó en la creación de la revista cultural Massaconfusa.










Un poema
CÓDIGO DE CONDUCTA
(Fragmentos)

Una nada
fuimos, somos, seremos
siempre, floreciendo:
rosa de nada,
de Nadie rosa.
PAUL CELAN


Otros ecos habitan el jardín…
T.S. ELIOT


Aquí la piedra es manantial
que fluye de la memoria de los nombres.
Es calle hacia el conocimiento,
recuerdos de una ingenuidad lejana.
Es inmóvil muralla en movimiento.
Cubo infinito lleno de suspiros.
Piedra cómplice horadada de círculos de sangre.
…………………………………………..

A la luz del día
nuestros muros se encienden,
y nos redime el tiempo.
El hacer y el deshacer del tiempo:
su colmena de sueños renovados,
su cieno donde se larva el instante,
sus ventanas cerradas a la hora de la confusión.
Amén.
………………………………………….

Aquí la piedra huele a orines y se hace humana,
y entre sus grietas crece el moho de la historia.
Este lugar no existe,
pero nosotros somos sus fantasmas
buscando un destino con ambición y esperanza.
Sentimos que la noche nos habla,
lo único capaz de sujetarnos.
…………………………………………

Sobre la almohada, entre anzuelos azules,
el ansia de vivir.
Y la verdad no alcanza al sentir del héroe,
tranquilo en su indolencia.
Qué nos queda del ímpetu sagrado
de recomponer los cuerpos maltratados,
de masticar sombras mientras se palpa
la perversa simetría del amor.
…………………………………………

Rueda el día sin carisma
desde las cumbres desgastadas.
Surgen luces homónimas
y en los hombres renace
el viejo deseo de acariciar
el cielo con sus torres huecas.
¿Por qué, si no falta el delirio,
tiene el porvenir tan oscuro horizonte?
…………………………………………..

Con un aullido constante, vertical,
quiere el deseo encontrar su réplica,
quiere el pensamiento un ideal que calme
el abultado vientre del naufragio.
Se endurece la flor blanca del magnolio,
como nosotros, fábrica de dioses,
envueltos en brumas y en arena deshechos,
donde alguien escribe, aunque de nada sirva,
lo que pudimos ser y ya no somos.
…………………………………………………

Mutó la pasión como un cisne inventado
en medio del estanque de los años.
Poco a poco bebimos en el cuenco del olvido.
No eran aguas tranquilas para asomarse
ni para ver la realidad como espejo indiferente.
Pero miramos una, dos, mil veces…
como si la vida más tarde pudiera repetirse.
………………………………………………

Bajo las piedras
se oye el rumor del tiempo,
acerco mi oído desafecto
y escucho a todos los que en mí han sido.
Piel de musgo que acaricia
con su aliento mi verso,
pues sólo la palabra esculpe,
donde la responsabilidad comienza,
la madera noble de la imaginación.
………………………………………………

En las fisuras del alma, en sus heridas,
en sus largos pasillos, en sus rincones,
en su lineal crepúsculo hacia la noche,
se encienden balizas de indulgencia
para cortar el paso a la autocompasión.
…………………………………………….

Con el día escorado hacia poniente,
tengo a la tarde deshecha entre mis manos,
como esos pájaros que intuyen
corrientes favorables y huyen
del abrigo de la piedra,
rozando con alas cenicientas
el infierno y la gloria del mundo.
Así surge de mí como herida de insomnio,
la promesa más honda para amar lo inútil.

ANTONIO HERRANZ

marzo 24, 2009

MARIAN RAMÉNTOL

Marian Raméntol (Barcelona, 27 de febrero de 1966) es directora de la revista La Náusea e integrante del grupo poético LAIE. Ha publicado los poemarios La Noria del Festejo (Ediciones Atenas; Barcelona 2004), Hay un área de descanso, un poco más abajo de mi vientre (Ediciones Atenas; Barcelona, 2006), Comiendo Pelos Como Herejía Poética (en colaboración con Cesc Fortuny i Fabré; Ediciones Atenas; Barcelona, 2008), Duología, que contiene los poemarios Un blues no es suficiente razón para morir y Pretendo que una guerrilla de poemas ataque de sorpresa el ático de dios (Ediciones Atenas; Barcelona, 2008). Domicilio de Nadie (Muestra de una nueva poesía barcelonesa). Editorial Isla Negra, 2008; antología preparada por Andreu Navarra.

Un poema:

EL STOP EJERCE DE GIGOLÓ CON CADA UNO DE LOS CONCESIONARIOS DEL DESEO

Hay un área de descanso
un poco más abajo de mi vientre,
donde para hacer noche
se precisa tarjeta VIP,
alta costura en la mirada,
audacia para hacer invisible lo precario,
y un palco en la tribuna del incendio.

No sirven como contraseña los roces metálicos
que le hagan la cesárea a las pupilas gustativas
para que la lengua ceda el paso,
ni límite de velocidad para que la locura
estrene sus intermitentes
en el cruce donde tiene preferencia lo prohibido
y el Stop ejerce de gigoló con los concesionarios del deseo.

No hay señales verticales de auxilio en carretera,
en las que el vértigo
-que suele hacer escala en la bifurcación de mi espalda-
pueda prevenir el desprendimiento de todo sentido común,
cuando el ritmo cardíaco de los principiantes
se lanza en caída libre
por los carriles de aceleración para manos suicidas.

El peligro de las ingles es de sentido obligatorio
para el género inflamable, y no existe GPS
cuando a las sábanas se les quedan obsoletos
los doscientos veinte voltios que hacen urgente
una zona para frenado de emergencia.

En la curva peor señalizada de los ojos,
donde la inconsciencia regula el tráfico y todas sus pendientes,
el corazón conduce un todo terreno Turbo Diesel
bajo los efectos de otros alcoholes.

A más de cuarenta y ocho besos por minuto
la siniestralidad se asume más allá de lo imposible.

MARIAN RAMÉNTOL

Poema incluido en el libro Hay un área de descanso, un poco más abajo de mi vientre (Ediciones Atenas; Barcelona, 2006)


Os dejo los enlaces de la revista que dirige y de su blog personal, ambos muy recomendables y que os invito a visitar.

http://lanausea2000.blogspot.com/

http://marianramentol.blogspot.com/

marzo 23, 2009

A veces... me voy de viaje

Éxodo

Me deslizo por tu garganta
viscosa, fresca.
Nado por un mar rojo
que me deposita en una
isla que late.
Salto a los faros que me acogen
y allí me instalo.

Tus ojos
gritan
que me quede.

Por un tiempo,
me escondo en sus retinas,
me vuelvo luz en tu pupila.

María Jesús Silva
Imagen: 'Ojos de Buda' por: pepealcaide, en Flickr.



Fronteras

Tenía un amigo árabe
que escribía versos
en las paredes enteladas de un hotel.

Viajaba de madrugada
con un mono azul,
transportaba jaulas de ropa sucia
desde Madrid a Cracovia,
hacía parada en París y en Roma,
a mediodía comía en Amsterdan
y si le daba tiempo
merendaba en Copenhague.

Por la noche,
era aparca coches de traje gris con levita,
entonces
dejaba sus versos en los parasoles de los mercedes,
esperaba
que sus palabras derribasen las fronteras
por las que él pasaba
a lo largo de los días.

Sus palabras, mi viaje.

María Jesús Silva

Imagen: agaudi.wordpress.com

marzo 22, 2009

VANESA PÉREZ-SAUQUILLO



Vanesa Pérez-Sauquillo (Madrid, 1978) ha publicado hasta ahora los poemarios Estrellas por la alfombra (Hiperión; Madrid, 2001), Vocación de rabia (Universidad de Granada, 2002), Invención del gato (Calambur; Madrid, 2006) y Bajo la lluvia equivocada (Hiperión; Madrid, 2006). Autora, con Niall Binns, de la traducción de una antología de Dylan Thomas: Muertes y entradas (1934-1953).

Dos poemas:

atrévete conmigo.
Soy joven.
Tengo mucho deseo que perder.

VANESA PÉREZ-SAUQUILLO
Poema incluido en el libro Bajo la lluvia equivocada (Hiperión; Madrid, 2006)


éste es mi contestador automático.
Para herir, simplemente, marque 1.
Para contar mentiras que me crea, marque 2.
Para las confesiones trasnochadas, marque 4.
Para interpretaciones literarias
producto del alcohol, marque 6.
Para poemas, marque almohadilla.
Para cortar definitivamente la comunicación,
no marque nada, pero tampoco cuelgue,
titubee en el teléfono
(a ser posible durante varios meses)
hasta que note que voy abandonando el aparato
a intervalos de tiempo cada vez más largos.
No desespere. Aguante.
Espere a que sea yo la que se rinda.
Le evitará cualquier remordimiento.
Gracias.

VANESA PÉREZ-SAUQUILLO
Poema incluido en el libro Bajo la lluvia equivocada (Hiperión; Madrid, 2006)

marzo 21, 2009

Aforismos de MARCEL PROUST

Marcel Proust (París, 1871-1922) es una de las cumbres de la literatura universal. Su À la recherche du temps perdu (En busca del tiempo perdido) revolucionó los conceptos novelísticos.

He aquí una selección de sus aforismos:

-Cuando estamos durmiendo y un dolor de muelas sólo es percibido por nosotros como una muchacha que cien veces seguidas tratamos de sacar del agua o como un verso de Molière que repetimos sin cesar, es un gran alivio despertarnos y que nuestra inteligencia pueda liberar la idea de dolor de muelas de todo disfraz heroico o cadencioso.

-El espíritu tiene paisajes que sólo le está permitido contemplar durante algún tiempo.

-Los necios se imaginan que las grandes dimensiones de los fenómenos sociales son una excelente ocasión para penetrar más adentro en el alma humana; deberían comprender que, por el contrario, sólo bajando profundamente en una individualidad llegarían a comprender aquellos fenómenos.

-La sabiduría no se recibe, hay que descubrirla en uno mismo, después de un trayecto que nadie puede hacer por nosotros, ni ahorrarnos, pues es un punto de vista sobre las cosas.

-Sólo nos curamos de un sufrimiento a condición de experimentarlo plenamente.

-Muchas veces la falta de espíritu creador es lo único que nos impide adentrarnos lo suficiente en el dolor.

-No siempre soportamos bien las lágrimas que hacemos derramar.

-Uno se vuelve moral en cuanto es desdichado.

-Entre la humanidad, la regla -que comporta excepciones, naturalmente- es que los duros son débiles de quienes la gente no ha querido saber nada; los fuertes, que no se preocupan de si la gente quiere o no saber de ellos, son los únicos que tienen esa dulzura que el vulgo toma por debilidad.

-La verdadera elegancia está más cerca de la sencillez que la falsa.

-Es terrible tener la vida de otra persona atada a la propia como una bomba que sostuviéramos sin poderla soltar a menos de cometer un crimen.

-Una hora no es sólo una hora, es un recipiente repleto de perfumes, sonidos, proyectos y climas.

MARCEL PROUST

Traducción: Lluís Mª Todó.
Aforismos incluidos en su libro Máximas y pensamientos (Edhasa; Barcelona, 1992)

marzo 20, 2009

JESÚS MUNÁRRIZ

Jesús Munárriz (San Sebastián, 1940) es poeta, traductor y editor. Ha traducido, entre otros, libros de Heinrich Heine, Rainer Maria Rilke, Friedrich Hölderlin, Paul Celan, Fernando Pessoa, Oscar Wilde, Marcel Schwob, Yves Bonnefoy, etc. Es autor de muchos poemarios: Viajes y estancias, Esos tus ojos, Camino de la voz, Otros labios me sueñan, De lo real y su análisis, Corazón independiente, etc. Dirige, desde hace más de treinta años, la prestigiosa editorial Hiperión.

Un poema:

YO NACÍ EN EL CUARENTA

En los años cuarenta de este siglo que acaba
no mejor que empezó
con sus dos equis
siempre sin resolver
la humanidad se asesinaba en grandes dosis
e inventaba artilugios y sistemas
que incrementaran su capacidad
de arrase y exterminio
geométricamente
con gran éxito.

Decenas de millones de muertos confirmaron
los avances de la tecnología
-veinte siglos de civilización
sirven de mucho-
y reavivaron las economías
de sus abanderadas madres patrias
y hasta del tercer mundo
de rebote.

Y ganaron los buenos
como siempre.

En los años cuarenta
cuando los de mi edad éramos niños
en España
fuimos todos católicofranquistas
por decreto y muy en especial
los hijos de los rojos
y de republicanos y de ateos
huidos depurados o enterrados.

Se nos amaestraba a tal efecto.

Educadores eran
unos curiosos boy-scouts fascistas
los txapelgorriak de calzón corto
y serio azul mahón

y curas muchos curas
y frailes muchos frailes
y monjas muchas monjas
y las autoridades
de todo tipo y uniforme
y el miedo en general.

Algunos pese a todo
pocos
afortunados
ni alzamos nunca el brazo
ni cantamos el himno
cara al sol de justicia
ni desfilamos nunca
ni vestimos de azul
pero eso sí cantamos
en latín cantamos en romance
las glorias de la corte celestial
desfilamos
en lentas procesiones
con flores a maría
con velas a porfía
y confesamos
y comulgamos los primeros viernes
rezamos de rodillas
cumplimos penitencias
y monaguilleamos roquetes e incensarios
cíngulos y navetas
vinajeras y cálices
sacristías y hostias.

Con las primeras pajas
y las primeras novias
y los primeros libros
prohibidos
nos volvimos ateos
y nos pareció el mundo algo más habitable
lejos de las sotanas
y de los uniformes.

Y nos hicimos revolucionarios.

Cuatro gatos
y pardos.
Y consistía
la revolución
en reunirnos misteriosamente
dándonos nombres falsos
en redactar extraños documentos
de difusión dudosa
en leer a los clásicos
-el ebreuccio tedesco y sus discípulos-
en infiltrarnos subrepticiamente
en organizaciones
estatales legales sindicales
en realizar grafitti en blanco y negro
y en ciertas ocasiones
agruparnos en calles previamente anunciadas
para darnos el gusto de correr
delante de los cuernos
de grises policías de palo y tente tieso
-los destripaterrones reciclados
para ordenar al público
los muertos de hambre con la panza llena
porra gorra y mazmorra.

Nosotros
señoritos
liberaríamos a la clase obrera
derrotaríamos al imperialismo
última fase del capitalismo
tigres con pies de barro
construiríamos
el socialismo.
Todo estaba muy claro.

No minimizo lo que hicimos.
Excesivo sería ensalzarlo no obstante.
Las circunstancias eran
más altas
que nosotros.

Navegábamos
en el sentido de la historia o sea
contra viento y marea
a contrapelo
y con encontronazos
así que si acertamos
sólo fue en una cosa
en predecir que el viejo general
no iba a ser inmortal.

Pero aun así duró una eternidad.

Luego vino la historia
de después de la historia
ésta que un nipoamericano dice
que ha llegado al the end
o sea
lo que pasa.

El currículum lutae les ha servido a algunos
para saborear las mieles del poder
-también la miel con erre-
a otros para triunfar en las pantallas
en los papeles en los hemiciclos
en los burdeles oficiales.

Otros los menos listos los más los menos válidos
para el afane y la cucaña
rompimos el carnet
de excombatientes
y nos incorporamos a la vida.

Sin la excusa de dios
y sin la excusa de la revolución
no elegir la rapiña y el cinismo
resulta más difícil
pero tiene más mérito
alegra más el cuerpo
y yo estoy convencido
de que aclara el espíritu
y aviva el corazón.

De aquí a cien años dicen
todos calvos.
Que al menos
el recuerdo que deje
lo que fuimos
los que vengan lo adopten
lo hagan suyo
y siga incorruptible
en sus adentros.

JESÚS MUNÁRRIZ Poema incluido en el libro Corazón independiente (Ediciones Hiperión; Madrid)

Imagen: Ih3.gght.com

marzo 19, 2009

ÁLVARO VALVERDE

Álvaro Valverde (Plasencia, Cáceres, 1959) es poeta y novelista. Entre sus poemarios destacan Las aguas detenidas (Hiperión; Madrid, 1988), Una oculta razón (Visor; Madrid, 1991), A debida distancia (Hiperión; Madrid, 1993), Ensayando círculos (Tusquets; Barcelona, 1995), Mecánica terrestre (Tusquets; Barcelona, 2002) y Desde fuera (Tusquets; Barcelona, 2008). Es también autor de las novelas Las murallas del mundo (Algaida; Sevilla, 2000) y Alguien que no existe (Seix Barral; Barcelona, 2005).







Un poema:

EL LECTOR

Ya había escrito el poema que ahora leo
en las páginas de un libro que no es mío.
Aunque esté ante él por vez primera
y por primera vez pose mis ojos
sobre la levedad de cada línea,
sé, a ciencia cierta, que los giros,
el tono, la medida, las metáforas
y, en fin, las expresiones que contiene,
por muy mías que a mí me lo parezcan,
son propiedad ajena, de ese alguien
lejano y tan distante como el tiempo
que en este mismo instante nos separa.
Me leo a mí mismo en estos versos
que anticipadamente me escribieran.
Soy su destinatario. Soy el que era.
Las palabras que enhebran me descubren
en una incierta edad que he olvidado.
Allí yo era ese otro que ahora vuelve.

ÁLVARO VALVERDE

Poema incluido en el libro Mecánica terrestre (Tusquets; Barcelona, 2002)
Blog personal del autor http://mayora.blogspot.com/



marzo 18, 2009

JUAN CARLOS MESTRE

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) es poeta y artista visual. Autor de los poemarios Siete poemas junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonais; Rialp; Madrid, 1985), Las páginas del fuego (1987), La poesía ha caído en desgracia (Visor; Madrid, 1992), La tumba de Keats (Hiperión; Madrid,1999), El Universo está en la noche (2006) y La casa roja (Calambur, Madrid, 2008). Tiene varios libros de artista; destaca el titulado Cuaderno de Roma. Mención de honor en el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía en 1999.

Un poema:

LO QUE LLEVA UN POETA EN LA MOCHILA

A Jorge Riechmann


Lleva yogur para el camaleón
Las tijeras del equinoccio con que sí
Las tijeras del equinoccio con que no
Piedrecillas para el cementerio judío de la piedad
El bulbo del razonamiento
La Historia del Movimiento Obrero de las Hormigas
Una taza para el agua
La llave que abre el sueño de las muchachas dormidas
Los zapatos de Josephine Baker y la herradura de los ladrones
Lleva un puñado de tierra para la almohada
Y es la almohada
Un silbato para encender el brasero
Ruido de nueces para el instante de las semejanzas
Una aldea donde es feliz el calor
Un pasadizo de estrellas hacia el rey del otoño
Un tintero para el himno de la desobediencia
Pan para el pan, eso lleva
Lleva la prosperidad de las repeticiones

JUAN CARLOS MESTRE

Poema incluido en el libro La casa roja (Calambur; Madrid, 2008)
página web del poeta http://www.juancarlosmestre.com/

Foto: www.teatrodelaluna.org

marzo 17, 2009

EXPOSICIÓN

THE MISSING PEACE
70 artistas en torno al Dalai Lama
FUNDACIÓN CANAL

En estos días he ido a visitar la exposición que ofrece la Fundación Canal. Gira en torno a la figura del Dalai Lama y 70 artistas presentan sus obras como un canto a la paz. La paz entendida en toda su dimensión y considerando aspectos como el perdón, la misericordia, la compasión, el amor. La figura del líder espiritual es una fuente de inspiración para los artistas que participan de forma desinteresada. Los artistas exhiben el fruto de profundas reflexiones.

La figura del Dalai Lama está presente en todas las obras ya sea como símbolo o como espiritualidad. Representa diferentes conceptos: un compañero espiritual, un profesor, un camino hacia la liberación, un defensor. En el budismo tradicional le veneran como la encarnación de la piedad iluminada y como una manifestación de todos los Budas. Se dice que Buda tuvo ochenta y cuatro mil métodos únicos de enseñanza, todos ellos conducentes a la liberación. La reencarnación es una metáfora sobre el crecimiento, la evolución y la transformación. Durante el camino hay prácticas, símbolos, creencias y lo que gira en torno a todas las enseñanzas es la compasión. Para el budismo la esencia del dharma no cambia, se modifica el vehículo que lo transmite pero no la esencia que lleva. Cuando se sirve el té de una tetera es el contenedor lo que cambia, nunca el té. Los templos budistas pueden ser destruidos, los budas de Bamiyan arrasados, pero el dharma permanecerá intacto.

Los budistas creen que aferrarse al sentido del yo es una de las fuentes del sufrimiento. La compasión por los demás es el antídoto. La puesta en marcha de la compasión será la propia felicidad y el cese de la infelicidad ajena. El Dalai Lama ha hecho de la difusión de este mensaje por el mundo la labor de su vida. Las iniciativas por la paz alcanzan se acercan a esa paz libres de metas personales, de reconocimientos o elogios, corresponde al individuo convertir el sufrimiento en no sufrimiento, la codicia en generosidad, la ignorancia en sabiduría, el egoísmo en compasión.

Entre los artistas que encontramos en la exposición hay nombres como: Spencer Frinch que nos muestra Sol en habitación vacía. Gabriela Morawetz (Polonia) con el título Mira, ha creado una puerta interior que desde dentro nos conduce al mundo de los otros “comprender a los demás nos permite estar más cerca de los otros”, nos aclara la autora. Juan Galdeano nos muestra Saturno (Autorretrato) un espacio diáfano con una vela solitaria encendida, “una imagen huérfana, antiheróica, una imagen de poder y sombras, vacíos y fracasos, una imagen que quizá resuma una vida, una vida ausente” nos dice el autor. Robert y Shana Parke Harrison (EEUU) nos muestran su obra El escriba “es la responsabilidad y la conexión con la tierra así como la necesidad de hallar el equilibrio”.

Estos son algunos ejemplos de lo que hallaréis dentro de la exposición que está compuesta de audiovisuales, cajas de resonancia, música, esculturas...
La exposición estará hasta el 12 de abril.
Datos extraídos de las anotaciones que tomé durante la exposición y del catálogo orientativo que facilita la organización.

En la foto El escriba de Robert y Shana Parke Harrison.

marzo 16, 2009

ÁNGEL DE MIGUEL








Ángel de Miguel (La Nuez de Arriba, Burgos, 1941) es poeta. Ha publicado los poemarios Ceniza y otros cánceres (Estella, 1980), De Estellas, unicornios y carbunclos (Medialuna Ediciones; Pamplona, 1990), El Uno, el Todo (Pamplona, 1993) y Jardines de música oculta (Medialuna Ediciones; Pamplona, 1994).




Un poema:

POZO
Jarro jugando mi mano con el hueco.
Si silentes las esquinas y las tumbas,
tú eres mi catedral de animales ciegos
erguido hasta el último ciprés de las arcillas rotas,
cupones de astrolabio en todas las poleas,
para decirme jardines, norias irisadas de poros,
monopolio de sombras líquidas,
ay, que me pueden de tanto,
de agujerear el barro con tu penetrante invidencia,
como si de un día redondo se tratase,
como si el geranio de las simas,
como si el mar aniñado hecho causa de caricia
horadando se iniciara en la tarde.
Subes como el momento más triste del fuego,
o apareces todo forma, ferrón sordo,
agria palmera astillada de yunques errantes,
mientras eres la noche.
Pan escuchado como una sordera de esquinas,
cuna de más veloces gacelas sombrías,
yo brindo por ti con esta hostia de sed,
con el vaso hecho lengua
para cuando sepas que decir desierto
es acercar todas las cosechas de la luz
hasta el costado del hombre más lóbrego.
Yo sé que te llamas.
Sé que hacia y jarrón moliendo mi llegada
con agua de espera.
Y los hondos jirones de tu ojo
-techo de lince arriba,
hoya de pupilas hasta un silo de esferas-
me saben a pan de llama.
Menos la oreja lúcida
de tanto silencio,
que te pone una luna de musgo en el asa
para asirte más fácilmente
con los dedos abiertos de mis labios,
yo, el hombre más lóbrego.

ÁNGEL DE MIGUELPoema incluido en el libro Ceniza y otros cánceres (Estella, 1980)


Un poema, desde la amistad, dedicado a Ángel de Miguel


ÁRGOMA

A Ángel de Miguel, poeta amigo.

Porque ya no podemos vivir atados al resplandor sísmico
de los geranios, ahora voy a hablar con los hombres
que revientan sus labios contra un Dios
que ha hecho de su esperma un látigo rosado
para marcarnos la cara,
los testículos,
una mínima estrella de ensueño;
voy a hablar con los que se desgañitan
en sus gafas ahumadas
y han descifrado
que el dolor azul de las luciérnagas es excesivo.

¡Qué humano es un hombre que ama sin mancha la lluvia!
Sin embargo,
sudo,
sudamos,
sudáis todos con este musgo apátrida sobre las espaldas,
esta bandera de barro.
Y el mundo tiene abrazos tan hermosos,
guijarros tan dignos,
que nunca entenderemos esa mano desafinada
que nos esquiva
o nos arrulla
cuando nos desleímos penosamente en un beso de árgoma.

En qué llama,
o ancho olvido, vamos creciendo.

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI.
De su libro Árgoma dentro del volumen Cielos segados (Universidad del País Vasco)

marzo 15, 2009

JORGE LUIS BORGES

Sobran las presentaciones. Jorge Luis Borges

(Buenos Aires, 24 de agosto de 1999 –

Ginebra, 14 de junio de 1986) es uno de los

principales ensayistas, poetas y cuentistas de la

Historia de la Literatura.







Un poema:

LOS JUSTOS

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

JORGE LUIS BORGES

Poema incluido en el libro La cifra (Alianza Tres; Madrid, 1981)



Un breve fragmento:

El libro de arena

(...) Me pidió que buscara la primera hoja.

Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro.

-Ahora busque el final.

También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:

-Esto no puede ser.

Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:

-No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número. (...)

Foto: www.biografiasyvidas.com

marzo 14, 2009

JULIO RAMÓN RIBEYRO

Aunque también escribió novelas, ensayos y alguna pieza de teatro, el peruano Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929 – 1994) es considerado uno de los principales cuentistas americanos. Vivió durante varias décadas en Europa, sobre todo en París.

Una página de su libro Prosas apátridas:

La vida se nos da y se nos quita, pero hay momentos en que la merecemos, quiero decir que depende de nosotros que continúe o que cese. Y esto lo digo al recordar aquella noche atroz en el hospital, en la cual lloraba desamparado sintiéndome perdido y sin ningún socorro posible, pues hacía días que no dormía, mi cuerpo se evaporaba en la transpiración, tubos y sondas me salían de la nariz, la boca, el recto, la uretra, la vena, el tórax. Deseaba que me borraran todo y antes que nada mi propio sufrimiento. Una enfermera vino a protestar por mis gritos y destempladamente me hizo callar. Como los enfermos se vuelven niños, la obedecí y quedé flotando en el silencio nocturno. De pronto vi por la ventana que comenzaba a amanecer y escuché muy tenuemente el canto de los pájaros. Se acercaba la primavera. Sabía que en el hospital había un claustro arbolado e imaginé que las primeras hojas estaban por brotar. Y fue una hoja la que me retuvo. Quería verla. No podía morirme sin abandonar ese cuarto y retornar aunque fuera de paso a la naturaleza. Ver esa hoja verde recortada contra el cielo. ¿Por qué absurdo raciocinio pensaba que mi vida dependía de ver esa hoja verde? Y me esforcé, resistí, luché porque llegara el día y me permitieran contemplar por la ventana del patio. El médico lo autorizó al cabo de unos días. Me bajaron en camilla por el ascensor. Y al llegar al claustro vi los árboles implacablemente pelados, pero en la rama de uno de ellos había brotado una hoja. Pequeñísima, traslúcida, recortada contra el cielo, milagrosa hoja verde.

JULIO RAMÓN RIBEYRO

Texto número 141 de su libro Prosas apátridas (Seix Barral; Barcelona 2007)

Foto: www.biografiasyvidas.com

marzo 13, 2009

CATHERINE FRANÇOIS

La escritora Catherine François (París, 1953) se licenció en Filología Francesa. En los años setenta se instaló en Madrid. Ha publicado los libros La ciudad infinita (Pre-Textos; Valencia, 1992), Caminos bajo el agua (Pre-Textos; Valencia, 1999) y L’arbre absent (Éditions du Pernoud; Ginebra, 2004). Estudiosa de la antigüedad china, tradujo al francés los sonetos de Garcilaso de la Vega. Reside en Madrid y Mallorca.

Un texto:

Tengo la costumbre de subir al tren como si entrase en un bar. Hay sitios en los que nada tiene el mismo sabor, el tiempo en ellos no me pertenece. Los últimos minutos se revuelven todavía en mi cabeza, vuelven a pasar en un desorden precipitado, impidiéndome pensar en el hecho inevitable que se impondrá en cuanto se eche a andar el tren: se han hecho cargo de mí, he entrado en una organización preparada para que fuerzas desconocidas se ocupen mí. La línea del tiempo es ahora la de los dos carriles. Me he quitado de encima todos los problemas, tengo una sensación de paredes de terciopelo rojo, límites agradables de tocar. Fuera todo está en movimiento, no puedo situarme más que en un frágil intervalo, oyendo los latidos de un corazón metálico: “me voy, me he ido…”. Si en la estación no era nadie, aquí puedo ser cualquiera, pero, en este espacio que tiene el color de las nieblas, mi elección, variando sin parar, tiene el mismo sentido que una apuesta menor sobre la hora de salida o de llegada. Este juego, sin embargo, va dejando lugar a otro, mucho después de que la movilidad haya disuelto la apuesta. Todas mis costumbres han desaparecido, menos la de deshacerse o dejarse llenar de ritmo puro. Miro por la ventana, como si me inclinase sobre un paraje desértico, para leer fragmentos de pensamiento incoherentes. Mi energía vital queda en suspenso entre una decisión y otra, entre un punto de partida que se diluye a lo largo del viaje y la llegada, todavía imprevisible. Me hundo un poco más en la indolencia -la mente se evapora, el cuerpo se abandona también al entumecimiento de los grandes fríos o los grandes calores-, cómodamente adormecida en el interior de un compartimiento estrecho, embriagada por la velocidad. ¿De dónde viene ese placer físico de no poder ya formular frases, sino de un clima y un ritmo que me dejan sin aliento? Las ideas, apenas concebidas, son retenidas por una memoria que se dispersa en el exterior. Esas impresiones sin fundamento ni lugar, después de todo, son las que hacen iguales al prisionero y al vagabundo.

CATHERINE FRANÇOIS

Traducción: Santiago Auserón.
Página del libro La ciudad infinita (Pre-Textos; Valencia, 1992)


Foto tomada de la página web de la autora

marzo 12, 2009

ESTEBAN GUTIÉRREZ GÓMEZ

NOTA BIOGRÁFICA
Nací en Madrid en 1963. Baco, mi dúplice y alter ego, nació 17 años después a los controles de Radio Juventud de Madrid y en garitos en los que se gestaban los grupos de rock & roll. Yo siempre soñé ser una estrella del rock. Siempre andaba imaginándome bañado de luz sobre un escenario, haciendo tronar la guitarra de Angus Young. Eso es lo que yo quería ser: un bala perdida, un canto rodado, un vividor. No sé cuándo ni cómo se me quitó la idea de la cabeza, sólo sé que acabé tragado por la literatura y aparecí en éste otro mundo. Dejé atrás los años de radio y los antros aquellos que se llamaban pomposamente a sí mismos locales de ensayo, y me convertí en un onanista del libro, un bebedor solitario, un mentiroso compulsivo. Me convertí en otro creador de ficciones. Aquél mundo corpóreo no era el mío, y escogí mi propio destino. Elegí fracasar. Todos los que habéis leído algo mío, lo sabéis. Me declaro cuentista.

Esteban y yo llegamos a los talleres de escritura que daba Nora ¿te acuerdas? Allí nos conocimos y... ¡uuff! ha pasado mucho tiempo. Él era mucho más aplicado que yo. Ahí están las pruebas. Desde entonces nos hemos ido contagiando ideas, proyectos. Nos hemos regalado tardes de té, de silencios, de correcciones, de amigos, de teatro, de lecturas, nos hemos bebido jarras enteras de esa mezcla de tequila y limón que tanto nos gusta. Hemos compartido risas, vinos, museos, poesía, cañas, Bukowski, Chirbes, Rulfo, Llamazares, Cortázar... más cuentos, más poesía, lágrimas. Hemos soñado y caído al vacío. Su mano me conduce y me hace ver lo terrenal, me devuelve suavemente desde el otro lado y me deja de puntillas sobre el mundo. Es... mi lado de allá.

Un cuento:

Aquel lapicero de Cinzano

Las noches son interminables y ya no se revuelve en la cama como antes. Está quieta, boca arriba, con los párpados apretados a la espera de que los cubra de oro la luz. No quiere dormir. Prefiere pensar, ocupar la mente con el zumbido de las moscas en la cocina, con los ladridos lejanos en el páramo, contando los descorches del yeso de la fachada que caen al suelo–frutos vencidos por la helada-, como la muda vieja de las serpientes. Pero el sueño vuelve y, otra vez, la ve correr por el sendero del río, camino de casa. Entonces, despliega las pestañas como para despertarse, pero la luz no ha llegado. No es que no quiera soñarlo, es que sabe que nunca podrá dar una explicación. Ella lo sabe. Está resignada desde hace mucho. Ella sí, pero la otra, la niña que la habita mientras duerme, no. Noche tras noche, durante más de ochenta años, demandando una respuesta. Como una mortaja, el silencio profundo en el que despunta redentor el rumor de la nevera, vacía y vieja como ella, le hace estremecerse. Son las peores horas, justo antes del amanecer. Las más solitarias y crueles del día. Cierra de nuevo los párpados con fuerza hasta que llegue la hora de poder sentir el calor sobre la piel. Y la niña vuelve con su sonrisa desdentada y su voz de terciopelo, y le guiña un ojo precioso color caramelo para que la siga. Es ella. Ella misma. Se reconoce de nuevo, hace mucho tiempo, antes de aquello. Pide explicaciones, la acusa de hurtar su felicidad. Siempre ahí dentro, siempre igual, al intentar dormir. Ella, la misma. Justo antes, justo la noche antes. ¿Por qué? ¿Qué quieres de mí? No, ya no es posible; las cosas del pasado no se pueden cambiar. Ya me gustaría a mí poder hacerlo, o poder olvidarlo. Y, mientras tanto, la orina caliente sobre sus muslos, resbalando por el plástico del cobertor. Como antes de aquello, como hace años. Nunca nadie lo supo. Entonces nunca. Se levantaba y cambiaba las sábanas, las enjuagaba en la frialdad del agua del pilón y tiraba la paja mojada en el suelo del granero; luego volvía con haces nuevos y brillantes a confeccionar el colchón. Antes de aquello, cuando la vida era diferente, cuando existían los colores. La niña le guiña un ojo y se ríe buscando la complicidad en la travesura de la orina. Al instante, como descendiendo de un vuelo, se ve en el colegio, levitando desde el techo, observando como la niña mira fijamente a Magdalena. Fue a ella a la que quitó el lapicero de colores, su tesoro, aquel regalo que alguien le hizo, la mina arco iris y el grabado de Cinzano. Fuiste tú, le dice Magdalena a la niña, tú. Y, enfurecida, araña su cara con odio una vez más, y le saca los ojos con dos pinturas de madera. Ya no se ríe, la niña de pelo azafrán que tenía vitrales de caramelo, que es ella, ya no se ríe. De repente el calor, la débil luz que reconforta, los párpados acariciados. Y ahora le da miedo no poder mirar. El trino de los pájaros y el despertar del gallo León, le confirman que todo ha pasado. Ya pronto vendrán a rescatarla del tormento. Ya oye la llave que descorre el cerrojo del portal, el cacharrear en la cocina, los pasos suaves de zapatillas venciendo el entarimado del corredor. Con los párpados cerrados, calientes, pero cerrados, escucha recriminaciones cariñosas de voces familiares. Entonces sí, entonces se despide de la niña hasta más tarde, no sabe porqué cogió el lapicero, no sabía el drama que iba a ocasionar un simple lapicero tornasolado de Cinzano, y deja que la levanten de la cama, que la laven y cambien el cobertor de plástico, y deja que curen sus heridas de la cara, sin hacer caso a las advertencias de noches futuras encadenada a una cama del sanatorio, y deja que besen las cuencas vacías de sus ojos.

© Esteban Gutiérrez Gómez, 2007
Publicaciones:

El laberinto de Noé (Editorial La Tierra Hoy, S.L. 2008)

El colibrí blanco (próxima aparición mayo 2009, EH Editores)

marzo 11, 2009

ANDRÉS PORTILLO

Nació en Madrid en 1967. Ha recibido diversos premios y menciones, entre ellos: el XVI Premio de Narrativa Villa de El Escorial o el 1er Premio "Una imagen en mil palabras" del año 2007. Ha publicado una decena de relatos en otras tantas antologías. Colabora con las revistas literarias: "Color Albero" y "Al otro lado del espejo". En julio de 2008 publicó su primera colección de relatos en un libro titulado "Nieve de La Habana" http://www.lulu.com/content/2114856.
En la actualidad asiste a los cursos de narrativa del Centro de Poesía José Hierro de Getafe y acaba de concluir su primera novela breve que llevará por título "Encanto y desencanto de un hombre sin gracia".

Andrés y yo solemos encontrarnos en ese espacio en el que él sale y yo entro, en el que no estamos a la vez pero habitamos los dos. Un lujo compartir 'habitación'.


Un cuento:

Y tú estabas allí

Hablo de la infancia. Del patio del colegio. De los chicos que me apartaban porque nunca supe jugar ni al balón, ni a la guerra. De Milagritos, de Maruchi, que querían que fuera su doctor mientras los demás pensaban que era el enfermo. Hablo de Don Marcelo: los niños con los niños y las niñas con las niñas, eso decía. Hablo de Papá y de Mamá, que a veces fruncían el ceño porque yo no era el que ellos esperaban. Tú ya estabas allí, princesa, lo notaba, pero nunca aparecías reflejada en el espejo.
Que adolescencia tan fea. Hablo del instituto. Del primer beso, ese que me supo amargo. Pobre Susana, era tan dulce... Hablo de Miguel, el jefe de la tribu. Él no te quería a su lado. Nos humillaba. Los chicos se reían para agradar a Miguel. Las chicas se reían para agradar a los chicos. Los chicos con las chicas, las chicas con los chicos; se equivocaba Don Marcelo, y tú y yo expulsados de la tribu. Hablo de cuando llegábamos a casa llorando y Mamá me secaba las lágrimas. A ti no, sabía que estabas allí pero no aceptaba tu presencia. Papa nos daba la espalda y se preguntaba qué era lo que había hecho mal, a él siempre le ha costado encontrar respuestas. ¡Qué adolescencia tan cruel, princesa! ¿Por qué nunca aparecías reflejada en el espejo?
Hoy sólo hablo de ti, yo ya no estoy. Me apartaste de tu lado pero no te lo reprocho, siempre quise marcharme. Hablo del hombre que te besa cada mañana desde hace un tiempo. Él se alegra de mi ausencia. Nunca se quejó, pero sé que mi sombra le incomodaba. Hablo de Papá y de Mamá, que aún no lo entienden, pero al fin te respetan. De Milagritos y Maruchi, que enfermaron de amores y te quieren por doctora. De Don Marcelo, que cumplió años y ganó en cordura: Los niños y las niñas, las viejas y los viejos, con quien más les quiera. Ya no se equivoca Don Marcelo. Hablo de Susana, que todavía recuerda aquel beso porque otros le saben amargos. De Miguel, que al verte baja la mirada, abrumado de tanta hembra. Hablo de tu madurez, al fin en calma, el atardecer sosegado. Yo ya no estoy. Me quedé dormido en un quirófano aséptico. Eres tú quien ahora aparece reflejada en el espejo. ¡Al fin tú, princesa!

Noviembre 2008

Andrés Portillo

Datos y texto facilitado por el autor:

http://imaginalebowski.blogspot.com/

marzo 10, 2009

JUAN GRACIA ARMENDÁRIZ

Juan Gracia Armendáriz (Pamplona, 1965) es novelista y poeta. Autor de una tesis doctoral sobre la obra periodística de Francisco Umbral. Profesor en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado tres libros de relatos breves: Noticias de la frontera (Libertarias/Prodhufi; Madrid, 1994), Queridos desconocidos (Gobierno de Navarra; Pamplona, 1999) y Cuentos del jíbaro (Demipage; Madrid, 2008); un poemario: Como si al otro lado latiera (Endymion; Madrid, 1994); dos novelas: Cazadores (Bilaketa; Aoiz, 2002) y La línea Plimsoll (Castalia; Madrid, 2008); y, en colaboración con el fotógrafo Pedro Carrillo Rubio, un volumen de semblanzas de escritores: Gente de libro (Demipage; Madrid, 2006).

Un microrrelato:

TEORÍA DE LA LITERATURA

De niño me perfeccioné en la crianza de gusanos de seda. Llegados los primeros calores primaverales, el patio del colegio se transformaba en un zoco oriental donde los chicos traficábamos con hojas de morera. Muchos se afanaban en alimentar a aquellas criaturas diminutas, pero eran pocos los que perseveraban, y menos aún quienes alcanzaban a ver el lento y voraz crecimiento del gusano, su misteriosa hiladura, de la que emergía, al cabo de un tiempo, el prodigio nocturno de la crisálida, luego el revoloteo de su apareamiento, la apremiante puesta de huevos que tapizaba las paredes, y por último la muerte, sobrevenida sin estertores en la noche sencilla. Yo supe muy pronto que el mundo de un escritor cabe en una caja de zapatos.

JUAN GRACIA ARMENDÁRIZ

Microrrelato incluido en el volumen Cuentos del jíbaro (Ediciones Demipage; Madrid, 2008)

Un poema:

Estarás brizna y desnuda. Lejana.
Escucharé tu voz de antiguo sendero
y un viento esbozará tu figura en las cortinas.
Sabré que he tanteado tus zaguanes,
su blancura de balido.
Algún pájaro trazará en el aire
el cansancio de tu caligrafía.
Entonces esta historia será una distancia.
O una deuda con el ademán más triste de tu mano.

JUAN GRACIA ARMENDÁRIZ
Poema incluido en el libro Como si al otro lado latiera (Endymión; Madrid, 1994)

Breve fragmento de La línea Plimsoll

Desearía ser una roca lisa de color cebolla, una roca que permanece al sol, al otro lado de la maleza, oculta al paseante que, para descubrirla, debería abandonar el sendero en dirección a ese sol que atraviesa el follaje y que restalla en la superficie calcárea con inclemente blancura: una roca. Simplemente. (...) Un deseo nada más. Y nada menos. Quizá todo consista en dejarse mecer por el vaivén de una confortable insensibilidad, acunado por una desganada melodía que presume, y seguramente anticipa, las peores modalidades del abandono, aunque a primera vista tan sólo parezca eso, una mortecina cantinela que protege, pero anestesia las últimas defensas.

La línea Plimsoll llego a mis manos una tarde de primavera. Había quedado con un amigo y me puso el libro en las manos, ni siquiera me saludó. Léelo -me dijo- está escrito para ti. De qué va -contesté-. Tú sólo lee, ya lo irás descubriendo.
Siempre agradeceré aquel regalo.

marzo 09, 2009

HERBERTO HELDER

Nacido en Funchal, isla de Madeira, en 1930, Herberto Helder se traladó a Lisboa en 1946. Su primer libro de poemas, O Amor em Visita (El amor de visita), data de 1958. Le siguieron una veintena de títulos. En 1973 los recopiló en el volumen Poesía Toda, posteriormente reducido por el autor en la antología Ou o Poema Contínuo (O el poema continuo; Hiperión; Madrid, 2006). Os Passos em Volta (Los pasos en torno; Hiperión; Madrid, 2004) es un importante conjunto de prosas poéticas. Herberto Helder ha rechazado todos los honores y premios.

Una prosa poética:

ENFERMEDADES DE LA PIEL

En una noche de mayo con grandes estrellas en el aire espacioso, me miré las manos y vi una mancha blanca. Yo era un hombre tranquilo, emocionalmente disponible, pero protegido contra los vértigos del desenfreno. Convivía con bastante gente. Naturalmente, no amaba a nadie. Y entonces me vi de repente la mancha en la mano derecha. Me gusta la mano derecha, la asocio quizá a la tradición de que es un noble instrumento de la obra, de que se articula con la propia profundidad de nuestros talentos. Éstas eran mis ideas, y a través de ellas, ciencia y serenidad se unían a las fuentes naturales del mundo. El tiempo, los lugares, la memoria, la fortuna de los días los había basado yo en una estrategia del deseo, del que todo parecía hacerse cómplice. Me consideraba una persona sin culpas, que conocía el valor de las reglas, que amaba el discurrir de la tierra y de las estaciones. Había organizado un conjunto de aforismos: tal vez incluso creyese en la justicia. Tenía que cultivar un terreno con rosas. Las rosas vuelven el alma persuasiva y expansiva: los gestos se perfeccionan cuando cuidamos plantas. Pero estaba sentado leyendo, y me vi entonces una mancha blanquecina en la base del pulgar. Supuse que sería de la claridad, después pensé que alguna sustancia había dejado allí aquella marca. Moví la mano y la mancha se quedó en el mismo sitio. Y cuando la froté con el pulgar de la mano izquierda, no se alteró lo más mínimo. ¿Qué pensar? Debía de ser alguna irritación de la piel, un eczema blanco. Bien. Mayo es el mes que más me gusta. El libro era excelente. Por lo demás, es obvio que yo me distanciaba de las personas que estaban en mi vida, o entraban o salían de ella. Me nutría de cierto tipo de inteligencia y cultura: un aire general que se respira, una forma o modelo de ver y de ser visto. No me faltaba una dispersa ternura sin compromiso por las personas y las cosas; escepticismo manso; una aproximación al mundo, por así decir, lacónica: atención y renuncia. Pero cuando me fui a acostar y puse la mano sobre la colcha, noté que la mancha había aumentado. Abarcaba ahora toda la base del dedo como un tosco anillo. Recuerdo que levanté la cabeza, un poco de lado, y miré hacia la ventana en donde las cortinas blancas se mecían. Llegaba de la calle, de un jardín próximo, el olor a claveles, supongo. Oí a alguien hablar, una voz baja de la que sólo entendí dos o tres palabras inconexas, de pronto extraordinarias. Pero eran palabras banales, posiblemente sobre el tiempo, los claveles, la noche, quién sabe. Me temblaba la mano, también me acuerdo, y la noche se acumuló de golpe en ese instante, una noche compacta, inamovible. Estuve al borde del pánico, pero miré alrededor y sentí que vivía en el lugar que yo mismo había elegido. Era un hombre coordinado con los días, y comprendía que la materia de mi existencia, dulce y dócil, encaraba la materia del mundo y se amansaba en los dedos de ese mundo. Pero una fuerza dramática parecía librarse ahora de la magnética y frágil trama tendida entre las personas y yo. Pensé en ellas, en las personas, y encontré hermosos, aunque anónimos sus rostros, y los gestos, la forma como se deslizaban entre sí proyectados en aquella corta luminosidad. Pensé que se movían igualmente a mi alrededor, despidiendo sus destellos rápidos, pasando. Comprendí también el alcance de mi poder. ¿Iría a un médico? Tal vez fuese. Por la noche tuve un sueño incómodo, donde aparecían unas escaleras de piedra; en lo alto de ellas yo hacía una señal imperceptible de despedida a alguien que se alejaba abajo. Atravesé puertas que se abrían y cerraban a mi paso sin tocarlas. Después me sentí caer desde un tejado que lentamente se inclinaba y por el que yo iba rodando. Había un pantano al fondo, y me sumergí en él. Durante el sueño, la mano derecha agarraba un puñado de brasas. Me desperté bruscamente y encendí la luz. La mancha se había agrandado: otra, aún más intensa, me llenaba la palma de la mano. Así fue como los nuevos días invadieron mi vida, y eran días sombríos y ardientes, mientras las manchas ocupaban la mano y avanzaban ya muñeca arriba. No se trataba todavía del miedo, pero mis convicciones vacilaron y empecé a esconder la carne contaminada y a acercarme más a las personas. Abandoné la idea de consultar a un médico, pues cada vez deseaba menos saber si era una enfermedad o qué enfermedad era. La mano había ganado una insólita nobleza, otra, una nobleza nueva, terrible. Ella, que antes me diera el sentido del ejemplo creador, la mano humanista, había perdido el talento de ser hábil y constructora: era ahora la mano nefasta, prohibida entre los hombres, subversiva. Se vengaba, con el anuncio de esta figuración dramática, de lo que había representado de plácida dignidad e inteligencia sobre el desorden. Me hice con un guante, y esta tercera mano, de cabritilla, se movía sin finalidad pero incólume, en su pureza artificial. Llegué a poseer un talento menor de cabritilla. Pero me aproximaba más y más a las personas, y tenía con ellas conversaciones apasionadas e inestables. Comenzaba a amarlas con aflicción: a amar esos rostros tremendos en su prestigio distante, en esa especie de ceremonial distanciamiento; y las palabras; las manos que, sorprendidas, tocaban mi guante. En casa, me ponía a escuchar el rumor de los vecinos, sus pasos por las habitaciones, las frases más altas, canciones distraídamente tarareadas. Me acercaba a la ventana, por detrás de las cortinas, y me estremecía de emoción al ver el remolino humano de las calles. Yo sabía que la inocencia es cómplice del mal; ignoraba sólo dónde atan ambos el nudo estrangulador. La mancha se había extendido. Abarcaba un tercio del antebrazo, y era cada vez más blanca. La mano izquierda había empezado también a ser atacada y cierta mañana descubrí en medio de la frente una mancha redonda como un ojo. La propagación fue rápida. Desde la raíz de los testículos subía ya la floración maldita, mientras por los dedos y en la cara las manchas seguían creciendo. Ahora sólo salía de noche, a escondidas, y compraba en lugares apartados algo para comer. Y mi amor a las personas también crecía, traspasado por una extraña violencia, una debilidad, un pánico loco, una vehemente melancolía. Un día compré una botella de aguardiente y me emborraché en el cuarto. Me desnudé del todo: era blanco y repugnante. Se me habían caído las cejas y los pelos del pubis, y por todas partes la carne se había vuelto inconsistente. Y vi entonces en mí, en medio de la borrachera, cierta belleza tenebrosa, una condenación de la que me apasioné. Me dormí desnudo sobre el suelo llorando de áspera y árida alegría. Era preciso apartarme de los demás. ¿Podría acaso meterme entero dentro de un gran guante de cabritilla? Y mi amor por las personas crecía sin parar. Se me humedecían los ojos sólo de imaginar que en las casas, en las calles, bajo el sol, al viento que les agitaba los cabellos, ellas andaban, corrían, hablaban y sonreían y reían. Las amaba. Desnudo, frente al gran espejo vivo, me tocaba despacio el cuerpo y sentía vómitos. Me había transformado en un reptil blanco. Sin embargo, pienso a veces que no era, ni es, una enfermedad física, lepra o algo así. Tal vez mi cuerpo esté como antes, cerrado, intacto. Tal vez la lepra me haya atacado en otro sitio, en una región irrevocable. Tal vez entre el amor y el mundo haya una llaga peor –la memoria mortal. Pero, ¿cómo puede la memoria ser así, tan astuta e implacable, tan acerba, renovando continuamente el instante completo, el crimen completo hasta dentro, todo: el impulso nacido de la más oscura intransigencia, el gesto que expresa enteramente la biografía, o el poder del corazón que no ha dejado escapar ni una sola parcela de la atrocidad y de la ciencia? Y renueva también el vertiginoso escalofrío del espectáculo: el cuerpo donde la herida muy profundamente corta la carne en dos. En la casa de al lado cantaban. Un vaho de flores y tierra mojada venía de abajo. Un teléfono sonaba en cualquier parte. Y, en la oscuridad del cuarto, lucía la hondura del espejo. Yo estaba desnudo, allí adentro.

HERBERTO HELDER
Traducción: Ana Márquez.
Texto incluido en el libro Los pasos en torno (Hiperión; Madrid, 2004)

marzo 08, 2009

ANTONIO MARÍA FLÓREZ

Escritor hispano-colombiano, Antonio María Flórez nació en Don Benito (Badajoz) en 1959. Es hijo adoptivo de Marquetalia (Colombia). Médico cirujano. En 2003 ganó el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Bogotá. Algunas de sus obras principales: El círculo cuadrado (1987), El bar de las cuatro rosas (1995), El poeta en su estatura (1997), La ciudad (2001), Desplazados del paraíso (2003 y 2006). Reside en Barcelona.

Un poema:

POEMA 9

Y llevan
en sus alforjas
algunas pocas pertenencias;
habitan en el día oscuros rincones
de caballerizas y galpones malolientes
y en las noches recorren sudorosos
caminos marginales de niebla
entre susurros y plegarias.
Al alba, siempre al alba, buscan riachuelos,
pequeñas fuentes de agua, donde sacian su sed
y se lavan la angustia de sus pieles rotas. A veces los peces tocan
sus cuerpos desnudos y se anegan de amor e inciertas promesas.
Se aman, se seguirán amando, buscando el mar o las ciudades,
así el miedo los obligue a seguir andando
con las alforjas ya vacías pero los sueños intactos.

ANTONIO MARÍA FLÓREZ
Poema incluido en el libro Desplazados del paraíso (2003)

marzo 07, 2009

CARLOS MEDRANO

Carlos Medrano (Salamanca, 1961) ha publicado los poemarios Corro (Diputación Provincial de Badajoz; Colección Alcazaba; Badajoz, 1987), Las horas próximas (Diputación Provincial de Badajoz; Colección Alcazaba; Badajoz, 1989) y A lo breve (Editora Regional de Extremadura; Mérida, 1990), y la plaquette Imágenes, encuentros (Poesía; Valladolid, 1996). Reside en Mallorca, donde es profesor.

Un poema:

SIRENAS

Sándalo de la duda
donde acaso besaras
cristalmente
-desconcierto de miel,
casi deshielo-
labios de mariposa
desterrada.
En alud los galápagos
comían -raíz de lo jamás-
suerte de estrellas
y al fondo del estanque,
vertido por la luna,
el polen de tu voz,
suicida,
canta.

CARLOS MEDRANO
Poema incluido en el libro Las horas próximas (Diputación de Badajoz; Colección Alcazaba; Badajoz, 1989)

marzo 06, 2009

DE VACAS POR MADRID


Hasta el próximo 21 de marzo, 105 vacas andan sueltas por Madrid. Están situadas en los distritos de Salamanca, Centro y Retiro. Forman parte del festival Cow Parade. José Cardoso ha dicho: Madrid es una ciudad que vive muy intensamente la calle y a ello ayudará el colorido que las vacas aportarán al entorno de la ciudad. Artistas, estudiantes, diseñadores gráficos y todo tipo de profesionales han vestido a los bovinos para regalar arte por los rincones más concurridos de la ciudad. Incluso, ante la posibilidad de que los animales puedan sufrir actos vandálicos, la organización ha previsto un 'Hospital de Vacas', que quedará instalado en el Hospital Universitario Infantil Niño Jesús, donde serán atendidas en caso de lesiones.
Datos extraídos de ABC.es


He salido con la cámara a dar una vuelta y esto es lo que me he encontrado, pero quedan muchas más por encontrar.















LA VACA CIEGA de JOAN MARAGALL

Versión de Miguel de Unamuno

En los troncos topando de cabeza,
hacia el agua avanzando vagorosa,
del todo sola va la vaca. Es ciega.
De una pedrada harto certera un ojo
le ha deshecho el boyero, y en el otro
se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
Va a abrevarse a la fuente que solía,
mas no cual otras veces con firmeza,
ni con sus compañeras, sino sola.
Sus hermanas por lomas y cañadas,
por silencio de prados y riberas,
hacen sonar la esquila mientras pastan
hierba fresca al azar. Ella caería.
Topa de morro en la gastada pila,
afrentada se arredra, pero torna,
dobla la frente al agua y bebe en calma.
Poco y casi sin sed; después levanta
al cielo enorme la testuz cornuda
con gesto de tragedia; parpadea
sobre las muertas niñas, y se vuelve,
bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
por sendas que no olvida, vacilando,
blandiendo en languidez la larga cola.

Este poema está dentro de su primer volumen poético Poesías (1895)
Fotos: María Jesús Silva