Sin duda, uno de
los quesos más emblemáticos, tradicionales y el más internacional de la
gastronomía gallega es el queso de tetilla. Posee Denominación de Origen desde
principios de los años 90. Su nombre se
debe a la forma que presenta (piramidal) y que recuerda a una mama o tetilla.
Se caracteriza por tener un sabor suave y ligeramente salado, así como una
textura cremosa. El aspecto exterior es de una capa dura de color algo
amarillenta, que debemos eliminar antes de su consumo, y la pasta interior es
blanda y de coloración más blanca.
Es
curiosa la historia de este queso, puesto que en el siglo I d.C Plinio nos
habla ya de unos quesos exquisitos que se consumían en Gallaecia (Galicia) a
los que él denomina "mamulas lactem" (mamillas de leche).
Otras teorías aseguran que el queso procede de un convento de monjas del siglo
XI. No obstante, los primeros testimonios contrastados e irrefutables sobre
este queso, se remontan a 1753, cuando en una carta, Juan Bermúdez de Novoa,
capellán de San Xoán de Torés (As Nogais, Lugo) anuncia el envío de " dos
tocinos, una pierna de vaca, media docena de quesos; tres docenas y media de
tetillas; tres docenas y media de lenguas de cerdo" a su señor el
Marqués de Camarasa, como expresión de su afecto.
De
todas formas, hay una leyenda popular muy graciosa relativa al origen de la
forma que presenta este queso. Dicha leyenda tiene su origen en la Catedral de
Santiago, en concreto en dos de las figuras que están representadas en el
interior de la misma. Es probable que si alguno de vosotros ha ido alguna
vez a visitar el templo acompañado de un guía, sepa ya la historia. En el
conocido Pórtico de la Gloria, se representan, entre otros, a los profetas
Isaías, Moisés, Jeremías y Daniel. Pues bien, este último está representado con
una sonrisa muy picarona y dirige su mirada hacia una figura femenina situada
justo enfrente. Se desconoce si se trata de la reina de Saba o la reina Esther.
El caso es que esta figura femenina que, por lo visto había sido esculpida con
unas formas más que sugerentes, tiene sus mejillas ruborizadas, restos
de la antigua policromía que recubría las figuras allí representadas. Las
autoridades eclesiásticas, escandalizadas por esas voluptuosas formas de la
supuesta reina Esther y por la pícara mirada de Daniel, ordenaron reducir el
tamaño de los pechos de la reina (¡hoy la pobre está más plana que una tabla!).
Dice la leyenda que el pueblo, para protestar por dicha mutilación, decidió dar
a algunos de sus quesos la forma de tetilla que tienen actualmente.
Sea cual sea su
origen, os puedo asegurar que está muy bueno, ya sea para comer tal cual o para
elaborar platos como éste.
Ingredientes
- 2 láminas de masa de hojaldre fresca
- 300 gramos de salmón ahumado
- 1 puerro
- ½ pimiento verde
- 300 gramos de queso de tetilla
- 1 huevo para pintar el hojaldre
- Aceite de oliva
Elaboración
Lavamos bien el
pimiento y los troceamos, primero en tiras y luego en dados. Lavamos el puerro
y lo cortamos en juliana. Ponemos una sartén con aceite de oliva y rehogamos el
pimiento durante dos o tres minutos, a continuación agregamos el puerro y lo
dejamos todo junto al fuego hasta que las verduras estén blanditas. Os habréis
fijado que no le he echado sal, ya que el salmón ahumado le aportará la
suficiente. Una vez están listas las verduras, troceamos el salmón y lo
agregamos a la sartén, lo rehogamos todo junto durante un par de minutos,
apagamos el fuego y reservamos hasta que se temple.
Extendemos una
masa de hojaldre sobre una fuente de horno cubierta con papel sulfurizado.
Disponemos el relleno sobre ésta. Cortamos la tetilla en lascas, retirando la
capa externa (la piel) y la colocamos sobre el salmón con el puerro y el
pimiento. Ponemos la otra masa de hojaldre por encima y, con ayuda de los
dedos, vamos cerrando los bordes. Pinchamos con un tenedor la capa superior de
hojaldre y le hacemos un agujero en el centro de la empanada para que respire
el relleno. Pintamos con huevo la superficie de la empanada para que ésta quede
con un aspecto dorado y crujiente. La metemos en el horno precalentado a 200ºC
durante aproximadamente 20 minutos. Cuando esté doradita, la retiramos del
horno.
Podemos comerla
así calentita, recién salida del horno o fría. De las dos formas está muy
buena. Espero que os haya gustado. ¡Buen provecho!.
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estamos de sorteo y que aun estáis a tiempo de apuntaros. Los regalos merecen
la pena, así que os animo a participar. Podéis hacerlo pinchando aquí