
Tensas el arco, coges una flecha, tratas de mantener un equilibrio y una concentración a duras penas (perjudicado como estás), lanzas y diana. No tienes ni idea de cómo, pero diana. Y todo ello, con unas buenas brasas cerca donde van derritiéndose costillas y chorizos a la grasa y las botellas de alcohol no dejan de apilarse. (...)