Recuerdo perfectamente cómo llegué a At Dawn (2001), segundo disco de My Morning Jacket. Siguiendo la pista de un artículo que había leído sobre continuadores espirituales y musicales de Neil Young. Y además del sonido, la música, las melodías de unas canciones redondas, ahí estaba esa voz. Jim James con sus agudos, su reverb, un lo tomas o lo dejas. Sin muchos términos medios. (...)