Andreas y su primer Moleskine. Fuente: facebook Este es Andreas, mi hijo, mordiendo el celofán su primer Moleskine. La primera vez que puse una foto suya, una serie de anónimos (los mismos que hoy me atacan en innumerables blogs porque cometí la "osadía" de juzgar al jefe de su secta) me enviaron comentarios diciendo que tenía la misma boca de mandril como la mía. Decidí entonces no volver a colocar una foto suya en este blog y exponerlo al ataque de adolescentes llenos de ira y, por supuesto, sin hijos. Pero ahora aquí está otra vez mi Andreas. Es mi orgullo, mi única vanidad, mi felicidad. No tengo que decir nada a su favor porque sus ojos hablan por él. Esta semana he recibido un terremoto emocional, una profundísima decepción, de la que difícilmente me recuperaré en un tiempo -pero todo pasará, así está escrito-que me ha dejado mudo y por ese este blog no se actualizó. Pero en medio del hundimiento, ha nacido una comprensión: Andreas ya no es ese pequeño al que yo hacía dormir en la madrugada, al que le enseñé a ir al baño contándole cuentos en el water, y ni siquiera el niño que hace unos meses vomitó de ansiedad en el taxi de camino a su examen de inicial a un colegio en el que finalmente no ingresó. El terremoto ha sido en realidad un parto y de ahí ha nacido un nuevo ser: Andreas.
El está en el cuarto del lado, se ha apoderado del playstation de un amigo mío (en noviembre voy a la Feria de Miami y le compro un xbox) y está jugando Kung Fu Panda, pidiéndome ayuda para pasar los niveles. No se da cuenta, pero las cosas han cambiado definitivamente para él y ha dejado de ser un niño para ser una persona. Anoche, mientras dormíamos, recité para él y para mí la oración de Ezra Pound (
yo te invito a que entres en tu vida/ yo te conmino a que aprendas a decir: yo/ que no seas una parte, sino un todo). El no lo sabe, pero acaba de separarse irremediablemente de mi lado (siempre seré su padre, pero no lo retendré junto a mí por egoísmo nunca más) y empieza desde hoy su nuevo camino, su propia vida. Será la típica vida de un capricorniano: una vida difìcil, llena de renuncias, distancias y separaciones; no es la vida que yo hubiera querido para nosotros, pero es la vida que le ha tocado vivir y yo no haré nada para impedirlo.
¿Por qué lo digo en Moleskine? ¿Por qué se lo digo a uds? No lo sé. Quizá porque, a pesar de las innumerables acusaciones contra mi blog diciendo que es un copy/paste, en realidad este espacio es mi habitación propia y la única conección que tengo con las personas que me quieren sin conocerme. Las otras, las que me conocen, ya saben bien a qué me refiero y no necesitaban esta explicación.
En la historia sobre la
Enciclopedia editada por Anagrama cuenta que Diderot entrevistó a un ciego cuyo único modo de "ver" el mundo era palpando los objetos con las manos. Diderot le preguntó qué le pediría a Dios si lo tuviese al frente. Estaba convencido, por supuesto, de que el ciego le pediría un par de ojos para "ver" de verdad. Por eso la respuesta del ciego lo dejó sorprendido: "le pediría brazos más largos". Su respuesta me conmovió muchísimo, era tremendamente sabia. No debemos pedirle a Dios la capacidad de cambiar las cosas que no son para nosotros, pero sí que nos ayude a comprender profundamente aquello que nos ha tocado vivir.
Ha llegado el momento de pedirle a Dios que nos dé, a mi pequeño Andreas y a mí, brazos más largos.
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