Este trimestre, mis lunes en la
uni son de despacho, o hemeroteca. Son territorios de eficacia, de sacar cosas, de no ver gente, o poca. Y cuando no se espera a nadie, cualquier visita es una sorpresa. Ayer, a eso de las 10, mientras atendía a la vez el teléfono y la pantalla del ordenador, me pareció oír que llamaban a la puerta. Incrédula, por si acaso, me giré hacia ella. Era Eneko,
Eneko Ugarte.
Cuando acabé la llamada y salí a buscarlo, no estaba solo. Había venido con
Jabier Izquierdo y tres carros rojos, de los de la compra.
No es la primera vez que están juntos en el despacho. Es la primera vez que vienen con tanto peso y con una razón de tanto peso.
En el barullo de reencuentros (no nos hemos visto desde final de curso), no sé quién habla primero ni quién tiene más cosas que decir.
Me cuentan que han sacado adelante
Alirón, un semanario en papel con información, sobre todo, de fútbol. Vienen a compartir ese primer número (Anotación mental: guardar en el despacho una botella de cava y copas para estas celebraciones).
Una vieja profesora no puede sentir más satisfacción: Acaban de licenciarse, conservan el anhelo de ser periodistas, se agrupan, emprenden, editan un medio y vienen a mi despacho, donde tantos momentos de tensión han vivido, a mostrarme su trabajo. Hazaña, matizaría yo.
¿Te imaginas adónde llegarán si nada más licenciarse son capaces de esto?
Cuida a tus alumnos, me dijo
Ander que decía un exprofe suyo, porque son quienes en el futuro te darán trabajo.
Eneko y Jabier son dos de aquel grupo de la tarde. Siempre se sentaban en el mismo sitio: en la primera fila de la parte posterior del aula. Como esa que, en los cines, tiene el pasillo al frente y en la que se pueden estirar las piernas sin molestar al de delante. Serían 5, 6, 7... Estaba garantizado que acudirían al menos cuatro. No tomaban apuntes. Miraban muy atentamente. Para quien imparte docencia, la mirada es el escrutinio del interés.
Han dado forma a su sueño. Han tirado 20.000 ejemplares. Han pagado los gastos de esa primera rotativa en marcha.
Y os lo cuento porque ellos vinieron a contármelo.
Mucha suerte.