Hay una horrorosa forma de tortura que se llama la gota malaya.
Consiste en immovilizar al sujeto, de manera que no tenga manera de evitar, esquivar o evadir de ninguna de las maneras un simple goteo sobre su cabeza. Una sencilla gota, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, hasta que el sujeto se vuelve loco o el agua le atraviesa el cráneo.
Cuando yo era pequeño, leía un Mortadelo tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro tras otro. Mortadelos como éste.
Y, a día de hoy, todavía pienso, jo...
...me podría haber agujereado la cabeza...
[Oh, Spiderterry, por qué...]